Vivamos y amemos la buena vida

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Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición. Porque: El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño; apártese del mal, y haga el bien; busque la paz, y sígala. Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal. ( 1 Pedro 3:8-12)
Incluso las páginas de las Escrituras contienen ejemplos de hombres que fueron tras la buena vida en todos los lugares equivocados.
Salomón poseía increíble riqueza en forma de tierras, palacios, carros y caballos, oro y plata, y muchas mujeres hermosas.
Puesto que era rey sobre Israel, también tenía gran poder e influencia.
Él parecía poseer todo lo que constituía la buena vida.
Sin embargo, hacia el final de su vida, Salomón no estaba contento y falló en experimentar la vida en toda su plenitud. En Eclesiastés 2:17 escribió: “Aborrecí, por tanto, la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu”.
Salomón llegó a darse cuenta de que la buena vida no se halla en grandes logros o mucha educación (Ec. 1:12-14, 16). Tampoco la encontró en el placer (2:3) ni en las posesiones materiales (2:4-11). Finalmente llegó a esta aleccionadora conclusión de que en realidad la vida era más angustiosa que agradable:
Me volví y vi todas las violencias que se hacen debajo del sol; y he aquí las lágrimas de los oprimidos, sin tener quien los consuele; y la fuerza estaba en la mano de sus opresores, y para ellos no había consolador. Y alabé yo a los finados, los que ya murieron, más que a los vivientes, los que viven todavía. Y tuve por más feliz que unos y otros al que no ha sido aún, que no ha visto las malas obras que debajo del sol se hacen ( Ec. 4:1-3).
Los creyentes deberían amar la vida que Dios les ha concedido y disfrutar las bondades de la existencia día a día, pero muchos no lo hacen.
Pedro reconoció que los creyentes no están exentos de severas y variadas dificultades que roban el gozo ( 1 Pedro 1:6 ).
Según se analizó antes en esta obra, la fe de los creyentes los identifica como extranjeros en medio de una sociedad agresivamente hostil ( 1 Pedro 2:11), que hace de la persecución y el sufrimiento parte integral de lo que significa vivir en un ambiente impío.
Sin embargo, a pesar del sufrimiento, en este pasaje Pedro se dirige al creyente comoel que quiere amar la vida y ver días buenos” (v. 10)
y le da instrucciones sobre cómo llevar a cabo ese deseo.
Aquí podemos discernir fácilmente cuatro consejos básicos del apóstol para vivir y amar la buena vida, incluso en medio de los problemas amenazantes actuales:
tener la actitud correcta,
la respuesta oportuna,
la norma apropiada,
y el incentivo correcto.
Pedro ofrece a todos los creyentes una exhortación general, que les abrirá las puertas a la vida de bendición que Dios desea que disfruten.
TENER LA ACTITUD CORRECTA
sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; (3:8b)
Todo empieza con la actitud adecuada. Cinco virtudes espirituales constituyen esta perspectiva que honra a Dios.
Primera, los creyentes deben tener un mismo sentir.
La palabra compuesta traducida un mismo sentir (homophrones) literalmente significa “ser armoniosos”.
Los creyentes deben vivir juntos en armonía, manteniendo un compromiso común con la verdad que produce unidad interna de corazón los unos para con los otros (cp. Ro. 12:5 , 16; 1 Co. 10:17; 12:12; Gá 3:28;
Fil. 2:1-5). No deben estar en conflicto entre sí, ni siquiera bajo severa persecución:
Jesús instruyó a los discípulos:Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Jn. 13:34-35). En su oración sacerdotal,
Jesús oró con gran sentimiento por la unidad espiritual de todos los creyentes ( Jn. 17:20-23),
oración que fue contestada. Todos los creyentes son uno en Cristo (Ef. 4:4-6; cp. 1 Co. 6:17; 8:6).
Esta realidad espiritual debería ser la base para la armonía visible de la Iglesia. La iglesia primitiva fue un modelo de unidad visible (Hch. 2:42-47).
Compasivos, el segundo ---que significa “tener en común el mismo sentimiento”.
Los cristianos deben estar unidos en la verdad, pero también
listos para ser compasivos con los sufrimientos de otros,
incluso los de aquellos a quienes no conocen (cp. Mt. 25:34-40 ; He. 13:3; Stg. 1:27).
Igual que Cristo, el compasivo sumo sacerdote (He. 4:15),
Los creyentes no deben ser insensibles, indiferentes, ni críticos, aun hacia los perdidos en su dolor de luchar con las dificultades de la vida (cp. Mt. 9:36;
Tercero, Pedro "amándoos fraternalmente” Aquellos que demuestran ese afecto lo harán por medio de servicio generoso de unos por otros (Hch. 20:35; Ro. 14:19; 15:2; 2 Co. 11:9; Fil. 4:14-16; 1 Ts. 5:11, 14; 3 Jn. 6). Tal servicio comienza en la Iglesia entre creyentes y se extiende hacia afuera en el mundo.
Cuarto, misericordiosos se traduce de eusplagchnoi,
la raíz que se refiere a los órganos internos de alguien
y que a veces se traduce “entrañas” o “intestinos” (p. ej., Hch. 1:18 ). Los afectos y las emociones tienen un impacto visceral, de ahí que la palabra signifique una clase poderosa de sentimiento ( 1 Ts. 2:8).
Al igual que compasivos, la expresión simboliza estar tan afectado por el sufrimiento de otros como para sentirlo profundamente, siguiendo el tipo de compasión misericordiosa que Dios, por medio de su Hijo, tiene por los pecadores (cp. Mt. 23:37; Lc. 13:34; 19:41-42; Jn. 11:35).
El último QUINTO- factor en la lista de Pedro para disfrutar la bondad de la vida cristiana, amigables, viene de una palabra griega, tapeinophrones (“de mente humilde”). Podría decirse que la humildad es la virtud más esencial y global de la vida cristiana (5:5; Mt. 5:3; 18:4; Lc. 14:11; 18:14; Ef. 4:1-2; Col. 3:12; Stg. 4:6; cp. Sal. 34:2; Pr. 3:34; 15:33; 22:4).
Las alegrías de la vida de los creyentes en Cristo se maximizan cuando están unidos en la verdad y la vida unos con otros, teniendo un carácter pacífico, siendo misericordiosos hacia aquellos que necesitan el evangelio, sensibles a los dolores de pecadores caídos, sacrificiales en amoroso servicio hacia todos, compasivos en lugar de implacables, y sobre todo humildes como su Salvador.
TENER LA RESPUESTA OPORTUNA
no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición. (3:9)
la reacción oportuna cuando se recibe maltrato.
No devolviendo mal por mal empieza con un participio imperativo presente que expresa un mandato negativo (mē apodidontes), que también puede querer decir “dejar de responder”.
El creyente NO tiene que atacar el Mal con MAS MAL;
SI lo está haciendo, debe DEJAR de hacerlo (cp. Lv. 19:18; Dt. 32:35-36; Pr. 20:22; 24:29; Ro. 12:19; He. 10:30).
El creyente no debe tomar represarias de ningun tipo - NO SOLO MALAS PALABRAS O ACCIONES
Una vez más, como sucede con la actitud correcta (v. 8), Cristo es el ejemplo (véase el estudio de 1 Pedro 2:21-23 en el capítulo 15 de esta obra).
Pedro advirtió a sus lectores que no devolvieran maldición por maldición.
El término maldición (loidoria) significa “una queja abusiva contra”, “insulto” o “hablar mal de” alguien, y es la raíz de la palabra traducida también “maldición” en 2:23.
Participar en tal venganza es una respuesta inaceptable para los creyentes ( Ef. 4:29; Col. 3:8; cp. Pr. 4:24; 19:1; Ec. 5:6).
El apóstol Pablo procuró tener la respuesta verbal adecuada para sus enemigos: “Nos maldicen, y bendecimos” (1 Co. 4:12),
En lugar de tomar represalias cuando los tratan con hostilidad, los creyentes deben responder bendiciendo.
El término traducido bendiciendo es la palabra de la cual se deriva la palabra elogio en español. Significa alabar o hablar bien de otros (cp. Lc. 1:42 ).
La amonestación de Pedro sugiere varias aplicaciones prácticas.
Primera, los creyentes pueden bendecir a las personas amándolas de manera incondicional ( Jn. 13:34; 15:12; Ro. 12:9-10; Col. 2:2; 3:14; 1 Ts. 4:9; Stg. 2:8; 1 Jn. 3:23; 4:7).
Segunda, pueden dar una bendición al orar por la salvación de un incrédulo (cp. Mt. 5:44; 1 Ti. 2:1-4) o por la santificación de un hermano creyente.
Tercera, los creyentes pueden bendecir a los demás expresando gratitud por ellos (Ro. 1:8; 1 Co. 1:4; 2 Co. 1:11; Fil. 1:3-5; Col. 1:3-6; 2 Ts. 1:3).
Por último, y lo más importante, los creyentes deben perdonar a quienes los persiguen (4:8; Mr. 11:25;
Lo que resalta el apóstol es que los creyentes han recibido la bendición divina, inmerecida y eterna de perdón total de una deuda impagable para con un Dios santo, y vida celestial para siempre con Él ( Mt. 1:21; Jn. 10:28; Ro. 5:8-9; 6:23; Gá 1:4; Ef. 1:7; Col. 1:14; 2:13-14; 1 Ts. 5:9; 1 Jn. 4:9-10),
en lugar de la merecida ira de Dios y de venganza por el pecado. El perdón de un creyente concedido libremente a alguien que lo ha ofendido debería ser una consecuencia fácil, ya que tanto el creyente como el ofensor son muy pequeños comparados con la grandeza de Dios y con cómo Él ha sido ofendido.
TENER LA NORMA APROPIADA
Porque: El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño; apártese del mal, y haga el bien; busque la paz, y sígala. (3:10-11)
Así como Cristo y los apóstoles vivieron y ministraron por la norma definitiva de la Santa Biblia, así también deben hacer los cristianos que disfrutarían el regalo de vida de Dios ( Pr. 6:23; Mt. 4:4; Ro. 15:4
Pedro ilustra ese principio aquí citando de un salmo para defender lo que acababa de enseñar.
La palabra porque al inicio del versículo 10 vincula los versículos 8 y 9 a la cita que Pedro hace del Salmo 34:12-14,
Apoyando su exhortación de que los creyentes deben tener una respuesta adecuada ante la hostilidad.
Un cristiano, descrito aquí como el que quiere amar la vida y ver días buenos, debe abstenerse de hablar algo que venga del subyacente mal de una disposición inmoral.
La lengua a menudo es indomable y propensa al pecado: “Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno” (Stg. 3:6; cp. 1:26; 3:9-10; Sal. 12:3; Pr. 12:18; 15:2, 4).
Además de abstenerse de represalias verbales, los creyentes deben evitar que sus labios hablen engaño.
Ellos deben estar absolutamente comprometidos con la verdad (Sal. 51:6; Pr. 3:3; 23:23; 1 Co. 13:6; Fil. 4:8; cp. Jos. 24:14; 1 S. 12:24)
y en oposición a todo engaño, mentira e hipocresía ( Éx. 20:16; Pr. 6:16-19; 10:18; 12:17, 19, 22; Zac. 8:16; Ef. 4:25; Col. 3:9). Estos asuntos del habla se controlan, no en la boca sino en el interior, como Jesús dijo en Mateo 12:34: “Porque de la abundancia del corazón habla la boca”.
Los creyentes deben apartarse del mal (cp. Pr. 3:7; 16:6, 17; Is. 1:16-17; 1 Ts. 5:22).
El verbo apartarse (ekklinatō) connota un rechazo intensamente fuerte de lo que es pecaminoso; en este contexto, se refiere a trato pecaminoso de otros, incluso de quienes persiguen a los santos (cp. Mt. 5:44; Ro. 12:14).
Pedro manda a sus lectores hacer el bien, lo cual es excelente en calidad, y expresa profunda virtud.
amar la Vida [zōēn, antes que bios] connota todas las experiencias y riquezas de vivir a lo máximo,
Otro mandato para los creyentes: busque la paz, y sígala.
Los verbos traducidos busque y sígala transmiten una acción dinámica y de actividad intensa. (Implícita en la frase está la analogía del cazador que enérgicamente rastrea su presa).
Paz (eirēnēn) denota una condición constante de tranquilidad que produce alegría y felicidad permanentes Ro. 5:1; 8:6; 15:13; Gá 5:22; Fil. 4:7; Col. 3:15; 2 Ts. 3:16). Los
cristianos deben buscar la paz y seguirla de forma activa, incluso con sus perseguidores y con otros que no conocen a Cristo (cp. Ro. 12:18; 14:19;
Deben ser conocidos en el mundo como pacificadores: quienes luchan por la armonía con otros hasta donde sea posible, sin comprometer la verdad (cp. Mt. 5:9; Ro. 12:18; 14:17, 19; 2 Co. 13:11; 2 Ti. 2:22; Stg. 3:17).
TENER EL INCENTIVO CORRECTO
Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal. (3:12)
La cita que aquí Pedro hace del Salmo 34:15-16 fija de manera vívida la realidad que debería motivar a los creyentes a llevar vidas que agraden a Dios.
Las palabras del salmista describen a un Dios soberano que gobierna ( Sal. 90:2; 102:25-27; Dn. 4:35; Ef. 3:11),
Que lo ve todo (Job 28:24; Pr. 5:21), que lo sabe todo (Sal. 147:5; Ro. 11:33), - Algunas veces creemos que podemos escondernos de Dios y nos es difícil hacerlo aun de los hombres. EJ. BODA MI PRIMO.
que responsabiliza a las personas por el comportamiento que muestran (Gn. 2:16-17; Ro. 1:20),
y que amenaza con castigar la desobediencia (Ez. 18:4; Ro. 6:23). Pero para Pedro el tema principal aquí no es el juicio sino el cuidado compasivo que Dios tiene por su pueblo.
Los ojos del Señor es una frase común del Antiguo Testamento que se relaciona con la vigilancia bondadosa y especial de Dios sobre su pueblo (Pr. 5:21; Zac. 4:10). A veces la frase indica la vigilancia de juicio de parte de Dios (Am. 9:8; cp. Pr. 15:3), pero aquí el énfasis está en su omnisciente conciencia de todo detalle de las vidas de los creyentes (cp. Sal. 139:1-6).
Dios también está mirando sobre los justos de modo que sus oídos estén atentos a sus oraciones. La palabra traducida oraciones (deēsin) significa “súplica”, “petición”, o “ruego”, y se relaciona con el clamor de los creyentes porque Dios les supla sus necesidades ( Sal. 5:2; Mt. 7:7; Fil. 4:6; 1 Jn. 5:14-15).
Dios siempre está consciente de todo en la vida de sus hijos. Debería ser un gran incentivo para los creyentes vivir como Pedro ha esbozado, sabiendo que pueden tener confianza en que el Señor siempre está observando y esperando, listo para oír y contestar sus oraciones (4:7; Sal. 50:15; 65:2; 138:3; Ro. 8:26; He. 4:16).
Por otra parte, el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal. En contraste a los ojos del Señor, que se refiere a la vigilancia, el concepto del Antiguo Testamento del rostro del Señor se relaciona con juicio (cp. Gn. 19:13; Lm. 4:16). Sus ojos representan su omnisciencia que lo ve todo, mientras que su rostro en este contexto representa la manifestación de su ira y desagrado (cp. Sal. 76:6-8). La ira de Dios es contra aquellos que hacen el mal y contra aquellos que desobedecen su Palabra (cp. Ap. 6:16).
Los cristianos, sean de hoy o de la época de Pedro, siempre han tenido que contender con un mundo hostil. Pero pueden vivir con humildad, respondiendo a la persecución igual que Cristo, y adhiriéndose a la norma de autoridad divina porque ellos tienen la promesa de que aun en medio de circunstancias incómodas Dios está vigilando sobre ellos, protegiéndolos, y listo para extenderles sus bendiciones.
para vivir y amar la buena vida, incluso en medio de los problemas amenazantes actuales:
tener la actitud correcta,
la respuesta oportuna,
la norma apropiada,
y el incentivo correcto.
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