Un Sermón acerca del Culto Cristiano
Lo que Creemos acerca del Culto Cristiano.
La esencia del Culto Cristiano
Lo que hacemos en el culto
Se nos dice que los hombres no deben predicar sin preparación. De acuerdo, pero nosotros añadimos, los hombres no deben escuchar sin preparación. ¿Quién pensáis que necesita más preparación, el sembrador o el campo? A mí me gustaría tener al sembrador con manos limpias, pero me gustaría tener el campo bien arado, bien rastrillado, bien removido, y los terrones rotos antes de que llegue la semilla. Me parece que se necesita más preparación por parte del terreno que por parte del sembrador, más del oyente que del predicador.
El cántico ha provisto desafíos y ánimos a los miembros del cuerpo, y ha provisto alabanzas y peticiones a Dios.
Ofrendar es un acto de adoración, y Dios ha querido que sea un elemento de la adoración corporativa del cuerpo
Lo que debemos esperar que Suceda en el culto
En el culto cristiano, es esencial que nuestros ojos se abran y que reconozcamos la presencia viva de Cristo acercándose a nosotros, saludándonos, llevándonos a un encuentro más profundo, enseñándonos las Escrituras y luego rompiendo el pan con nosotros, para que así nuestros ojos se abran. Cuando adoramos, no nos reunimos para debatir sobre una idea religiosa, sino para encontrarnos con el Señor viviente. Cada vez que la comunidad se reúne para adorar hemos de entender y experimentar que entramos en un diálogo con Dios en Jesucristo, que está realmente entre nosotros.
Entender esto lo cambia todo. Ya no asistimos más al culto por obligación, porque creamos que Dios es interesante, o porque es lo que hacemos siempre. Por el contrario, asistimos a la adoración para escuchar y hablar con nuestro Señor viviente, que ha venido a residir en nuestra comunidad. La adoración ya no es más sobre Cristo sino a Cristo; ya no se trata de alcanzar la verdad, sino de dejar que la verdad nos alcance a nosotros. Nuestro letargo y nuestra desidia se disipan cuando nuestros corazones arden en nuestro interior mientras el fuego de la presencia de Cristo nos calienta a su mesa.