Grandeza Verdadera II

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Invitar a la iglesia a servir a los demás

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La semana pasada empezamos a estudiar cómo nuestro Señor Jesús define la grandeza verdadera y les dice a sus discípulos cómo ser grandes. Vimos la diferencia entre ser grandes en un área, una actividad y ser verdaderamente grandes.
Empezaremos haciendo una pregunta, ah, pero antes ¿alguien le dio seguimiento a la propuesta de servicio en la semana? Ok ahí lo dejamos. Ahora sí, pregunta al más cercano ¿qué querías ser cuando eras niño? ¿en qué querías ser grande? La otra pregunta es: ¿cuándo te diste cuenta de que tenías que trabajar de verdad para poder vivir? Tienen 1 minuto. ¿Cuántos lograron su sueño de niño?
La semana pasada vimos a Jesús caminando con sus discípulos, cuando ellos discuten sobre quién era el más importante, el más grande. Tiempo después 2 discípulos se adelantan a los otros y le piden a Jesús ser los más importantes en Su reino. Jesús no los condena por querer eso, pero sí les da la definición correcta de lo que es ser grande: “es quien toma lo que tiene y lo usa para beneficio de otra persona”; ser grande no se trata de estar encima de los demás y humillarlos, se trata de usar las habilidades que te hacen ser grande en un área o actividad en beneficio de otros.
…El que quiera ser líder entre ustedes deberá ser sirviente, y el que quiera ser el primero entre ustedes deberá ser esclavo de los demás.” (Marcos 10:43–44, NTV)
En esta frase dice casi lo mismo de 2 formas diferentes, como recurso discursivo para reforzar la primera idea. Oír eso no motivó a los muchachos, porque las personas que consideramos grandes verdaderamente, no es porque destaquen una disciplina, sino por algo más profundo; vemos en la historia que estos hombres obedecieron lo que Jesús les dijo, tomaron lo que sabían, lo que tenían y lo usaron para nuestro beneficio.
Ser grande es una decisión, una elección; los que son grandes es porque decidieron ser grandes, no se nace así, no estudias para eso, es una decisión, es cuando te das cuenta de que ponerte detrás o junto alguien y usar lo que tienes resulta en el beneficio de esas personas. Y la verdad es que tenemos muchas oportunidades de ser grandes a la manera de Jesús; lo triste es que muchas veces ¡decidimos no hacerlo! No es que no ves la necesidad, sino que decides ignorarlo (orar por alguien más y no lo haces), buscamos la forma de no hacerlo y somos tan inteligentes que usamos nuestras habilidades, talentos, recursos, pero ¡para no ayudar a los demás!
¿Sabes que mientras más dinero o recursos tengas tu potencial de ser grande es mayor? Porque puedes hacer más cosas; la realidad es que mientras más dinero tengas, estarás menos dispuesto a ser grande a la manera de Jesús. Al tener más dinero te preocupas más por lo que tienes y te enfocas en lo que puedes perder si ayudas a las personas, cuando crees que el riesgo por ayudar a otros es mayor, eso se vuelve un obstáculo para ser grandes.
Mientas más ocupado estés, menos dispuesto estarás a ser grande. Habrá tantos pensamientos trabajando en tu contra y aún así, cada día podemos decidir ¡ser grandes!
Todos tenemos oportunidad de ser grandes verdaderamente, pero el dinero, la responsabilidad, ocupación, familia, argumentan de tal manera que perdemos la oportunidad, o incluso una decepción del pasado. Pero eso no elimina la búsqueda de querer ser grandes en algo.
La historia de hoy es muy conocida, quizá has escuchado la frase “buen samaritano”. Pues es una historia que está en la Biblia. Los títulos de muchas porciones fueron agregados para facilitarnos la lectura, pero en este caso parece que el título no refleja el mensaje. Jesús usa el pasaje para ilustrar la verdadera grandeza, pero lo que hace a la historia interesante: es el contexto.
Jesús ha enseñado en varios lugares, tiene muchos seguidores, pero los líderes religiosos lo quieren desacreditar y están pendientes de lo que dice de modo que puedan tener herramientas para encontrar una “falla” y poder decir que no es el Mesías.
Esos líderes contratan abogados muy listos para que hagan el trabajo sucio, les pagan para que sigan a Jesús, apunten lo que dice para encontrar alguna contradicción, algo contra la ley, algo que puedan usar para acusarlo. Les dan permiso que, si descubren algo, en ese momento, delante de la gente traten de avergonzarlo o lo acusen de blasfemia. Hagan lo que sea necesario, son abogados, saben cómo hacer esas cosas de confundir y encontrar argumentos. Ese es el contexto, los abogados quieren acusar a Jesús usando sus propias palabras. Ten en mente que todo esto es para atrapar a Jesús; los abogados están por toda la audiencia, uno levanta la mano y dice:
…—Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?” (Lucas 10:25, NTV)
Como buen abogado sabe que no se puede hacer una pregunta de la que no sepa la respuesta. El abogado no pregunta lo que no sabe, éste ¡ya sabía la respuesta! Todo judío sabe la respuesta a cómo estar bien con Dios, pero la pregunta directa es para Jesús ¿qué dices tú?
Jesús contestó: —¿Qué dice la ley de Moisés? ¿Cómo la interpretas?” (Lucas 10:26, NTV)
Esto es un mano a mano de los mas elevados. Tú eres abogado ¿dime cómo entiendes la ley? El abogado responderá usando las palabras que ÉL ha dicho en otras ocasiones. Esa pregunta ya se la habían hecho a Jesús; la respuesta que había dado Jesús es una combinación de Deut 6.5, y una parte de Lev. 19.18 y usa las mismas palabras de Jesús para querer atraparlo. Eso dice la Biblia.
El hombre contestó: —“Amarás al Señortu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza y con toda tu mente…” (Lucas 10:27, NTV)
La multitud que escucha la respuesta está de acuerdo, y el abogado agrega algo que Jesús agregó, pero que es parte del Levítico. Imagino el abogado guiñando el ojo, seguro de su respuesta y dice:
…y “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.” (Lucas 10:27, NTV)
Cree que tiene acorralado a Jesús, pues no podrá decir algo diferente o contrario, la trampa lista:
—¡Correcto! —le dijo Jesús—. ¡Haz eso y vivirás!” (Lucas 10:28, NTV)
Si crees que esa es la respuesta correcta ¡hazlo y vivirás! Quizá Jesús se da vuelta con la intención de irse; ama a tu prójimo y vivirás, se levanta, sacude el polvo, empieza a caminar. El abogado está emocionado, Jesús ha mordido el anzuelo.
El hombre quería justificar sus acciones, entonces le preguntó a Jesús…” (Lucas 10:29, NTV)
El abogado ha pensado: para tener el favor de Dios tengo que amarlo y tratar a las personas como si fuera yo mismo, pero eso es ambiguo, para querer atrapar a Jesús pregunta:
…—¿Y quién es mi prójimo?” (Lucas 10:29, NTV)
La trampa está tendida. Que Jesús defina quién es el prójimo. En griego la palabra se puede traducir como “el que está cerca”, pero es general y sujeto a interpretación: mi prójimo es mi familia, el que vive junto a mi casa, los de mi pueblo, raza, país, estatus ¿quién es mi prójimo?
Si Jesús dice: prójimo son todos. Ah, ¿incluso pecadores? Si dices eso, entonces debo amar a Dios así como a mi prójimo, pero el prójimo es un pecador, estás igualando a Dios con los pecadores ¡blasfemia! Si dices que los recaudadores de impuesto, pues igual, los recaudadores de impuestos son impuros, estás igualando a Dios con impuros, con ladrones ¡blasfemia! Si dices que son los que cumplen la ley, entonces ¿dónde está el amor que dices que debemos tener por todos? El abogado quiere obligar a Jesús a ser específico y atraparlo. Jesús, aún no escucho tu respuesta, por favor, habla más fuerte.
La gente está callada, expectante, Jesús dirá quién es el prójimo y Jesús hace algo que enojaba a muchos, en vez de responder, en lugar de responder directo, dice:
Jesús respondió con una historia: —Un hombre judío...” (Lucas 10:30, NTV)
¡Oh no! ¿Por qué no lo dice directo? Estamos por atraparlo y empieza con su: “Un hombre…” sus historias eran tan interesantes que más personas se acercan para escuchar, otros llaman a sus hijos para que escuchen al maestro y traten de “adivinar” el desenlace, porque a veces ni sus propios discípulos entendían y tenían que preguntar directamente.
…—Un hombre judío bajaba de Jerusalén a Jericó y fue atacado por ladrones. Le quitaron la ropa, le pegaron y lo dejaron medio muerto al costado del camino.” (Lucas 10:30, NTV)
Jerusalén a unos 28 km de Jericó era un camino conocido por ser peligroso, con cañones, elevaciones, eso era así; pero la historia es ficticia. Los ladrones dejan casi muerto al hombre, sin ropa, sangrando, si no moría de los golpes, al anochecer los animales salvajes o el frío lo matarían.
»Un sacerdote pasó por allí de casualidad, pero cuando vio al hombre en el suelo, cruzó al otro lado del camino y siguió de largo.” (Lucas 10:31, NTV)
El sacerdote la persona más respetada de la época, el que está en primer lugar entre los grandes, va por el camino, quizá viene o va al templo, debe estar ceremonialmente purificado y no puede contaminarse con sangre o algo muerto. Al ver al hombre, cruza al otro lado del camino y pasa de largo. El hombre “más cerca de Dios” ve al herido y pasa de largo, de alguna forma su mente encontró razones para no actuar. No sabemos qué razones, pero las encontró. Quizá pensó en su seguridad, los ladrones podían estar cerca, o pensó que el hombre lo tenía merecido, seguro se portó mal y por eso Dios lo está castigando y si él interviene es como interferir en la disciplina de Dios, así que ¡mejor no me meto! No sabemos qué pensó, pero sabemos que encontró razones para no pararse, y… ¡nosotros hacemos lo mismo todo el tiempo!
Un ayudante del templo pasó y lo vio allí tirado, pero también siguió de largo por el otro lado.” (Lucas 10:32, NTV)
Un ayudante o Levita, eran reconocidos como personas educadas, de recursos, tampoco sabemos qué pensó, pero tampoco se paró para ayudar el hombre herido.
»Entonces pasó un samaritano despreciado y, cuando vio al hombre, sintió compasión por él.” (Lucas 10:33, NTV)
Con este samaritano, Jesús no die: “pero también”, o sea que este hombre hace algo diferente. Los que oyen, notan ese cambio y se preguntan ¿qué tiene que hacer un samaritano en esta historia de judíos? Porque los judíos despreciaban a los samaritanos por no ser puros. Eran una mezcla de judíos con medos, o persas o babilonios. Los samaritanos no podían participar en las ceremonias judías; los judíos que viajaban preferían perder un día de viaje que pasar en medio de Samaria. El samaritano ve al hombre y esto lo tiene en común con los otros 2. Todos lo ven, pero él reacciona diferente. Al verlo en vez de buscar razones para no detenerse ¡se compadece!
El samaritano tiene muchas razones para no hacerlo ¡no se llevan entre sí! Pero al ver lo mismo que el sacerdote y ayudante del templo, hizo algo diferente, quizá porque sabía lo que era ser ignorado, despreciado, abandonado.
Se le acercó y le alivió las heridas (ALGO PELIGROSO DE HACER) con vino y aceite de oliva, y se las vendó. (ALGO CARO DE HACER) Luego subió al hombre en su propio burro (ALGO DIFÍCIL DE HACER, PESO MUERTO) y lo llevó hasta un alojamiento, donde cuidó de él.” (Lucas 10:34, NTV)
Aunque es una historia inventada, Jesús la hace súper extrema: un sacerdote, un ayudante del templo y un samaritano y es éste el que hace lo que nadie más hizo.
Al día siguiente, le dio dos monedas de plata al encargado de la posada y le dijo: “Cuida de este hombre. Si los gastos superan esta cantidad, te pagaré la diferencia la próxima vez que pase por aquí”.” (Lucas 10:35, NTV)
Al mencionar las monedas de plata la gente se asombra, pero recuerdan la razón de la historia y se preguntan ¿a qué hora va a regresar a eso del prójimo?
Jesús voltea hacia el abogado, lo ve a los ojos, lo señala con el dedo y le hace una pregunta de opción múltiple ¿quién de los 3 demostró ser el prójimo del herido? ¿quién actuó como prójimo? ¿quién amó de la manera como le gustaría ser amado? ¿quién hizo lo que desearía que hicieran por él en la misma circunstancia? ¿quién de los 3 decidió vivir la segunda parte de lo que significa amar a Dios?
El abogado experto es quien ahora se queda callado: mmm, esté ¿me repite la pregunta? Creo que el prójimo es quien se compadeció de él. La verdad es que todos saben la respuesta ¡hasta tú! Después Jesús con esa mirada de amor le dice ¡anda y haz tú lo mismo!
—¡Correcto! —le dijo Jesús—. ¡Haz eso y vivirás!” (Lucas 10:28, NTV)
Cuando veas alguien en necesidad y puedas hacer algo ¡hazlo! Cuando alguien necesite algo en lo que tú eres grande ¡ayúdale! Cuando alguien necesite algo en lo que tú tienes habilidad, poder, autoridad, usa lo que tienes para ser verdaderamente grande sirviendo a los demás.
La moraleja es que ser grande es una decisión ¡tu decisión! El gran sacerdote, el gran ayudante del templo decidieron no serlo, aunque la gente los reconocía como “grandes”. El samaritano era conocido por ser un don nadie, pero en ese momento a los ojos de Dios, decidió ser grande.
Nuestro reto es que cada día en la familia, trabajo, comunidad, iglesia y se presente la oportunidad de ser grandes, así como el samaritano, lo seamos. Pero debemos saber que igual que al sacerdote y al ayudante, por la mente vendrán razones, argumentos para no hacerlo. Somos expertos en eso. Tendremos la oportunidad de decidir si haremos lo que alegra el corazón de Dios cuando dijo ¡ámame y ama a tu prójimo!
En esos momentos tu mente dará razones para no ser grande: estás ocupado, tienes poco tiempo, tus responsabilidades, es mucho dinero, ya sabes cómo es, todo eso va a querer impedir que seas grande. Pero debes recordar que todo lo que eres y tienes ¡Dios te lo ha dado o permitido tener! Para que lo uses correctamente y así puedas ser grande.
No te lo ha dado para que seas famoso, para llamar la atención hacia tu persona; todo lo que tenemos es para honrarlo a ÉL y ser quienes representan a nuestro Padre.
Los que escuchan la historia se rascan la cabeza, querían saber ¿quién es mi prójimo? Cuando la pregunta real era ¿qué puedo hacer por esa persona que está en necesidad? Y la respuesta es ¡ser un buen prójimo! Quizá el pensamiento era: si lo hago por él tendré que hacerlo por los demás, cuando lo que debe primar es ¡lo que puedas hacer por él, hazlo!
Cuando quieras pensar ¿qué diferencia puedo hacer? ¡hazlo y será la diferencia para esa persona! Sólo sé buen prójimo. Eso te hace ser grande y al hacerlo traerá una sonrisa al rostro de PAPÁ.
Ser grande es una decisión, no es un talento, un don, es una decisión que se toma cada día.
Algunas veces los cristianos dicen o piensan: ¡alguien de la iglesia debería hacer algo! Lo que quieren decir es: ¡que el pastor lo haga! Hay quienes parece que piensan, el pastor debe estar pegado al teléfono y responder cómo yo quiero que responda, ¡para eso es el pastor! Además, no creo que su familia, trabajo, esposa, hijos, enfermedad, necesidades, sueño por la noche, sea más importante que la iglesia. Lo único que hace es responder el teléfono y que haga algo.
Cuando dices: ¡la iglesia debe hacer algo! La respuesta es ¡la iglesia somos tú y yo! Hay otros más que sólo se identifican con el herido de la historia. Mírame, ayúdame, no mueven un dedo para ayudar a nadie más, pero quieren que la iglesia se paralice cuando ellos son los afectados.
¿Por qué nadie ha hecho algo para arreglar lo de la TV? ¿Por qué no hacen limpieza como a mi me gusta? ¿quién acomoda las sillas tan disparejo? ¿por qué no dan clases a niños? ¿Por qué nadie de la iglesia ha visitado a fulano o fulana? ¡Tú y yo somos la iglesia!
Ser verdaderamente grandes ante Dios es cuando suplimos una necesidad, claro que no podemos suplir todas, pero todos podemos hacer algo por alguien. Es cuando dices: usaré lo que se hacer, lo que tengo para bendecir a alguien más.
Esta parábola no trata del buen samaritano, sino del Gran Samaritano. Alguien que vio la necesidad y entendió que ser grande es una decisión.
La pregunta no es ¿Cómo puedo hacer al mundo mejor? O ¿cómo solucionar los problemas del mundo? ¿cómo puedo arreglar su vida? Esa no es la pregunta, si te preguntas eso, te alejas del punto central y te justificarás para la inacción.
Pero si preguntas ¿Qué puedo hacer para ayudar? Eso te lleva de la apatía a la acción.
No se trata de solucionar las guerras en Afganistán, sabemos que no podemos cambiar toda su vida, o no podemos hacerlo con todas las personas, pero en este momento, con lo que tengo, lo que se, mis recursos, mi tiempo ¿qué puedo hacer para servir, para ayudar?
Además, alguien en tu vida, ya fue grande de esta manera, ya respondió la pregunta y lo hizo por ti, no porque resolvió tu matrimonio, tu trabajo, no te solucionó la vida, sino que un día hizo algo que te ayudó y trajo alivio; hizo lo que podía hacer por ti y por eso es una persona grande. No se justificó, sino que decidió ayudarte.
Quizá hoy tengas oportunidad de ser grande ¿lo harás? ¿perderás la oportunidad? Si decides hacerlo estarás honrando a tu Padre, porque ÉL así define la grandeza verdadera.
Que estos días Dios abra nuestros ojos a las oportunidades de ser grande en la vida de alguien más, que seamos dignos hijos de nuestro Dios, porque nuestro Dios es un Dios Grande.
Palabra de Dios
Oremos
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