SANTIAGO
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El conocimiento bíblico, un comentario expositivo: Nuevo Testamento, tomo 4: Hebreos–Apocalipsis (INTRODUCCIÓN)
Es bien sabido que Martín Lutero tuvo problemas con este libro. Lo llamó la “buena epístola de paja”; pero es “de paja” únicamente porque “pica”. Hay bastantes agujas en este pajar para traspasar la conciencia de todo cristiano dormido, derrotado y decaído del mundo.
El conocimiento bíblico, un comentario expositivo: Nuevo Testamento, tomo 4: Hebreos–Apocalipsis (INTRODUCCIÓN)
Es una “buena epístola que despierta”, y fue diseñada para exhortar y animar, desafiar y convencer, reprender y revivir, describir la santidad práctica y conducir a los creyentes hacia la meta de una fe que actúa. Santiago es severamente ético y a la vez, refrescantemente práctico.
El conocimiento bíblico, un comentario expositivo: Nuevo Testamento, tomo 4: Hebreos–Apocalipsis (INTRODUCCIÓN)
Considerada como una de las epístola universales, Santiago, al igual que las de Pedro, Juan y Judas, es una encíclica dirigida, no a iglesias o personas particulares, sino a una esfera de creyentes más amplia. La enseñanza de estas epístolas complementa la doctrina de Pablo. Éste enfatizó la fe; Santiago subrayó la conducta; Pedro, la esperanza; Juan, el amor; y Judas, la pureza.
El conocimiento bíblico, un comentario expositivo: Nuevo Testamento, tomo 4: Hebreos–Apocalipsis (Autor)
El autor es Jacobo, el medio hermano del Señor, quien llegó a ser el líder reconocido de la iglesia de Jerusalén. Esta conclusión está sustentada por el tono autoritario de la carta, y por las marcadas similitudes que hay en el idioma gr. entre esta epístola y el discurso de Jacobo registrado en Hechos 15.
Aunque Santiago se crió en el mismo hogar junto con el Señor Jesús, aparentemente no llegó a ser creyente sino hasta después de la resurrección de Cristo. Juan escribió, “porque ni aun sus hermanos creían en él” (Jn. 7:5).
El encuentro de Santiago con el Señor resucitado seguramente lo trajo a la fe salvífica. Cristo “apareció a Jacobo, después a todos los apóstoles” (1 Co. 15:7). Posteriormente, Pablo nombró a Jacobo, a Pedro y a Juan, como los que se consideraban “columnas” de la iglesia (Gá. 2:9).
Destinatarios.
Esta epístola fue dirigida claramente a “las doce tribus que están en la dispersión” (Stg. 1:1), y tiene un marcado sabor judío. El libro tiene la sustancia y autoridad de los profetas, así como el estilo y la belleza de los salmos.
Se refiere a las “primicias” (1:18; cf. Lv. 23:10), la sinagoga o la “congregación” (Stg. 2:2), “Abraham nuestro padre” (2:21), al Gehenna o “infierno” (3:6), al “Señor de los ejércitos” (5:4; cf. Gn. 17:1), y a las lluvias de otoño y primavera o “la lluvia temprana y la tardía” (Stg. 5:7; cf. Dt. 11:14).
Aunque algunos sugieren que las “doce tribus” debe interpretarse metafóricamente como la iglesia gentil que se encontraba diseminada por todo el imperio romano, es mucho más lógico tomar la expresión en su sentido normal. La carta está dirigida definitivamente a una audiencia judía y aunque muestra un cuidadoso vocabulario griego, está llena de simbolismos hebreos.
Es probable que Pedro escribiera a los judíos cristianos esparcidos en el occidente (cf. 1 P. 1:1), y que Santiago se dirigiera a los judíos cristianos diseminados hacia el oriente, en Babilonia y Mesopotamia.
Estilo.
El libro de Santiago es tanto un discurso como una epístola. Aunque inicia con el saludo acostumbrado de una carta, no contiene las referencias personales que comúnmente se encontrarían en una misiva, ni la bendición en la conclusión.
Esta así llamada “epístola”, fue preparada obviamente para leerse en público como un sermón en las congregaciones a las que se dirige. El tono es claramente autoritario, pero no autocrático.
El estilo de Santiago es tanto enérgico como vívido, porque comunica conceptos profundos en palabras frescas, bien escogidas. Las oraciones son cortas, simples y directas. El autor utilizó muchas metáforas y símiles con un toque de imaginación poética.
Ocasión
Santiago no escribe casi nada de doctrina cristiana básica: supone que sus lectores ya conocen los hechos poderosos y salvadores de Dios en beneficio de su pueblo. El nombre de Cristo se menciona sólo dos veces, brevemente.
La Epístola de Santiago no está preocupada por el evangelismo ni por las dificultades de adaptarse a la vida espiritual con los gentiles. Más bien, es un ensayo brillante sobre la vida cristiana.
Es un ataque enérgico en contra de la fe fingida, que es la que existe sólo en la cabeza y en la boca y no en el corazón ni en las manos. A Santiago no le agradaba la idea de la gracia barata, de pocas esperanzas, de vida descuidada, una cristiandad sólo teórica. Quería una fe real para una vida real. Sabía que Dios quería ver la fe activa, la fe que obra.
Así como hizo su hermano Judas, escribió contra personas que convirtieron el evangelio en libertinaje. Santiago desafía a sus lectores a permitir que su fe sea visible en la forma en que tratan a otras personas.
El propósito de esta poderosa carta es exhortar a los primeros creyentes a procurar madurez cristiana y vivir la santidad. Esta epístola trata más de la práctica de la fe cristiana que de sus preceptos. Santiago dice a los creyentes cómo pueden lograr la madurez espiritual manteniendo una posición confiada, sirviendo compasivamente, hablando cuidadosamente, siendo sumiso y compartiendo sinceramente con otros. Trata con todas las áreas de la vida del cristiano: lo que es, lo que hace, lo que dice, lo que siente y lo que tiene.
Con su enseñanza algo severa sobre la santidad práctica, Santiago mostró cómo se deben expresar la fe y el amor cristianos en una variedad de situaciones reales.
Permanezcan firmes con confianza (cap. 1)
A. Presentación y saludo (1:1)
1:1. La carta comienza de manera convencional: incluye el nombre del escritor, las personas a quienes se dirige, y una palabra de saludo. Santiago se conformó con incluir una introducción simple.El escritor se presentó de manera modesta.
No indicó la posición que tenía en la iglesia, o el hecho de que fuera hermano del Señor. La falta de título sugiere que era bien conocido, y que tenía autoridad como para enviar una carta de este tipo.
En gr., Santiago es realmente Jacobo (Iakōbos). No es clara la razón por la que los trad. escogieron “Santiago” en lugar de “Jacobo”.
Santiago, o Jacobo, se describió simplemente como siervo de Dios y del Señor Jesucristo. El autor se consideraba como esclavo (doulos). Era propiedad de Dios y de Aquél a quien podía haber llamado “hermano”, el Señor Jesucristo.
Es obvio que el autor reconoció la deidad de Cristo porque lo menciona como igual a Dios. Además, utilizó su nombre completo: “el Señor Jesucristo”. “Jesús” significa “Salvador” y “Cristo” es la palabra gr. para “Mesías” en hebr., el “Ungido”.
El “Señor” eterno se convirtió en el Salvador “Jesús”, y se levantó de la tumba como el soberano eterno, “Cristo”. El Señor de señores es también Rey de reyes (1 Ti. 6:15; Ap. 17:14; 19:16).
La epístola se dirige a las doce tribus que están en la dispersión. Santiago escribió a los judíos que estaban esparcidos lejos de su tierra natal. El término técnico “dispersión” (diaspora) aparece sólo en otros dos lugares del N.T. (Jn. 7:35; 1 P. 1:1).
Se refiere a los judíos que se encontraban esparcidos entre los gentiles, así como habían estado sus antepasados en los días del cautiverio. Aunque las doce tribus de Israel están dispersas, nunca están perdidas, ya que se mencionan de nuevo en una lista que se encuentra al final de la historia bíblica en el libro de Apocalipsis: Judá, Rubén, Gad, Aser, Neftalí, Manasés, Simeón, Leví, Isacar, Zabulón, José y Benjamín (Ap. 7:5–8; cf. 21:12).
La expresión, salud, es muy común y se ha encontrado en miles de cartas de los papiros antiguos, pero no aparece sola en ninguna de las otras epístolas del N.T. Este es un saludo gr. al estilo de la palabra “hola” o “bienvenido”. (V. el comentario de 2 Jn. 10–11.) Es interesante que Santiago no añadiera el saludo judío “paz” (šālôm). Pablo normalmente incluía tanto las salutaciones gr. como la judía, que se trad. “gracia y paz”. Santiago indudablemente buscaba mantener un estilo fresco y la sencilla elegancia del buen gr., aunque estuviera escribiendo a sus compatriotas judíos. Además, el juego de palabras entre “salud” (j̱airein) de Santiago 1:1 y “gozo” (j̱aran) del v. 2 resulta así más evidente.
Para poder alcanzar la madurez cristiana y una conducta santa, es esencial tener un cimiento firme. El creyente debe ser capaz de permanecer firme, con confianza. No debe permitir ser aplastado por las pruebas.
No debe ser desviado por la tentación. “Firmes y adelante” debe ser su lema.
¿Cómo puede lograrse tal vitalidad? El cristiano debe permanecer firme al buscar, percibir, y practicar la palabra de Dios. Las pruebas de afuera y las tentaciones de adentro no pueden derrotar a alguien que permanece firme en la verdad que viene de arriba.