La Mortificación del Pecado 9º parte E.

La mortificación del pecado.  •  Sermon  •  Submitted
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4. El uso de motivos legales para pelear contra el pecado.

Romanos 8:13 RVR60
13 porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.
Repaso de la semana anterior.
La primera regla particular para la mortificación del pecado:
Necesitamos un diagnóstico cuidadoso del deseo pecaminoso que será mortificado.
Síntomas que indicarán si necesitamos un remedio más fuerte que lo normal.

1. Un deseo pecaminoso firmemente establecido.

Este contamina el alma como una herida que se pudre y perjudica a la conciencia.

2. Un corazón que quiere paz sin una lucha.

En este caso, ha capturado el corazón hasta tal punto que el corazón no quiere destruirlo pero quiere disfrutar la paz.

A pesar de ser trastornado por el pecado, en vez de mortificarlo busca la paz por otra parte, por otras señales que le demuestren que es un verdadero creyente.
Cuando se siente inquieto por un pecado, en vez de mortificarlo busca remover la angustia de su alma apelando a la gracia y misericordia divinas.

3. Un deseo pecaminoso que tiene éxito frecuentemente.

Cuando un deseo pecaminoso específico obtiene el consentimiento de la voluntad con algún placer, entonces, aunque un acto externo de pecado no sea cometido, el deseo pecaminoso ha tenido éxito.

Aunque en la vida de un creyente el pecado puede tener éxito opcionalmente, cuando esto se convierte en algo frecuente es un síntoma de una condición espiritual peligrosa.
El pecado tiene éxito es porque toma al creyente por sorpresa, para que esto no ocurra el creyente debe cumplir con el mandamiento de velar y orar.

Estudio de hoy

4. El uso de motivos legales para pelear contra el deseo pecaminoso.

Cuando el único motivo de mortificar el pecado es el temor de las consecuencias, éste es un síntoma muy peligroso de una condición espiritual no saludable. Existen motivos cristianos correctos para mortificar el pecado. Por ejemplo, José razonó: “¿Cómo, pues, haría yo este grande mal y pecaría contra Dios?” (Génesis 39:9) Fue el amor por un Dios de gracia y bondad lo que motivó a José. En forma semejante el apóstol razona, “el amor de Cristo nos constriñe.” (2 Cor. 5:14) Cuando un hombre es motivado a oponerse al pecado simplemente por el temor de la vergüenza ante los hombres, o el castigo del infierno es una señal segura de que su corazón está lejos de tener una condición saludable.

Nota 1: El argumento principal que Pablo usa para mostrar que el pecado no tendrá el dominio sobre los creyentes es que “no están bajo la ley, sino bajo la gracia” (Rom. 6:14). Si usted pelea contra el pecado motivado solamente por los principios de la ley, entonces ¿Cuál seguridad tiene de que el pecado no lo dominará y le causará la ruina?

Nota 2: Si los deseos pecaminosos de una persona le han conducido a abandonar los remedios evangélicos contra él, entonces no hay esperanza alguna de que los remedios basados en la ley tendrán algún éxito.

Podemos definir las siguientes verdades:

1. Existen motivos incorrectos para querer mortificar el pecado.

¿Cuáles pueden ser motivos incorrectos?
Temor a las consecuencias.
Temor a la vergüenza.
Temor al castigo del infierno. Con relación a esto el profeta Juan dijo a unos que tenían miedo al infierno pero no estaban arrepentidos:
Mateo 3:7–9 RVR60
7 Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: ¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? 8 Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, 9 y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.
A esto se refiere John Owen cuando dice que las motivaciones de la Ley no pueden mortificar el pecado.

2. Existen verdaderos motivos para querer mortificar el pecado.

¿Cuáles pueden ser motivos incorrectos?
El amor a Dios. Como en el caso de José.
Génesis 39:7–9 RVR60
7 Aconteció después de esto, que la mujer de su amo puso sus ojos en José, y dijo: Duerme conmigo. 8 Y él no quiso, y dijo a la mujer de su amo: He aquí que mi señor no se preocupa conmigo de lo que hay en casa, y ha puesto en mi mano todo lo que tiene. 9 No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer; ¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?
Un verdadero arrepentimiento.
Cuando nuestro corazón ha sido transformado dejamos de amar el pecado, a pesar de que lo cometamos o nos deleitemos en él, vemos su suciedad y nos sentimos mal por ofender con él a Dios y entonces deseamos que Dios obre en nuestra vida. Esto es lo que expresó el rey David en el salmo 51:
Salmo 51:1–4 RVR60
1 Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. 2 Lávame más y más de mi maldad, Y límpiame de mi pecado. 3 Porque yo reconozco mis rebeliones, Y mi pecado está siempre delante de mí. 4 Contra ti, contra ti solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos; Para que seas reconocido justo en tu palabra, Y tenido por puro en tu juicio.
Salmo 51:10 RVR60
10 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí.
A esto se refería John Owen cuando se refiere a los remedios evangélicos contra el pecado.

Conclusión:

¿Qué es lo que te motiva para mortificar el pecado? ¿Estas creciendo en tu amor al Señor? ¿Estas buscando la gracia del Señor para vencer el pecado?
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