ESCUELA D.SETIEMBRE 5
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PAG 61
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2 co.4.17 “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria;”
Pablo caracteriza el presente, marcado por la tribulación, como breve en duración y insignificante en comparación con lo que Dios tiene reservado para los creyentes.
Pablo tuvo muchas aflicciones y por eso hace esta mención. ¿De cuál habla por ejemplo?:
2 co.1.8 “Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida.”
Ahora evalúa esa tribulación y todas sus aflicciones de manera diferente. El increíble y eterno peso de la gloria, más allá de toda comparación, supera cualquier tribulación terrenal y las hace parecer una pequeña tormenta en una taza de agua:
Ro.8.18 “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.”
Identificarse uno con Jesús tiene un precio. Junto con las grandes riquezas que menciona, Pablo habla de los sufrimientos que los cristianos enfrentarán. ¿Qué clase de sufrimientos serán? Para los creyentes del primer siglo hubo consecuencias sociales y económicas, y muchos enfrentaron persecución y muerte. Nosotros también debemos pagar un precio por seguir a Jesús. En muchos lugares del mundo actual, los cristianos enfrentan presiones tan severas como las de los primeros seguidores de Cristo. Aun en países donde el cristianismo se tolera o alienta, los cristianos no deben bajar la guardia. Vivir como Cristo lo hizo (servir a otros, ceder sus derechos, resistir las presiones para conformarse al mundo) siempre exige un precio. Nada que suframos, sin embargo, podrá compararse al gran precio que Jesús pagó por nosotros para salvarnos.
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Leer Ro. 8:16-25
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“ESPERANZA” Él procede a explicar que en esperanza fuimos salvos. La esperanza no se puede separar de la salvación. Nuestra salvación fue planeada por Dios desde la eternidad, fue otorgada en el presente y se caracteriza ahora por la esperanza en su consumación futura.
La esperanza de un creyente se basa en la integridad de las promesas del Señor. Jesús declaró:
“Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y el que a mí viene, no le echo fuera” (Jn. 6:37).
Como Jesús mostró claramente en la parábola del trigo y la cizaña (Mt. 13) y en la historia de las ramas sin fruto (Jn. 15), siempre habrá algunos que portan el nombre de Cristo y que en realidad no pertenecen a Él. Pero,la Palabra de Dios es inequívoca al declarar que todas las personas que son salvadas por Jesucristo pertenecerán a Él para siempre por la esperanza que Él ha prometido.
PAG 62
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1 pe.4.12 “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese,”
Era comprensible que los creyentes a los que Pedro escribió estuvieran sorprendidos, atribulados y confundidos por su padecimiento. Quizás esperaban que la vida estuviera llena de bendiciones, beneficios y protección divina. Sin embargo, la expectación de sufrimiento por parte de los creyentes está ligada a las palabras de Jesús, quien escribió a los apóstoles:
“Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros” (Jn. 15:18),
(LLENAR EN EL lIBRO) la amonestación de Pablo a Timoteo: “Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2 Ti. 3:12),
y la advertencia del apóstol Juan: “Hermanos míos, no os extrañéis si el mundo os aborrece” (1 Jn. 3:13).
Para los cristianos, la confrontación con el pecado y el mundo a menudo resulta en sufrimiento, lo cual es parte del costo prometido del discipulado:
Mateo 16.24-26 “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?”
Tener en cuenta el precio es algo que se halla detrás de las palabras de Jesús de que nadie construye una torre o entra en batalla sin primero calcular el costo:
Lucas 14.28-32 “Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla?No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él,diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar.¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil?Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz.”
COMENTARIO: Cuando un constructor no considera el costo o no hace un presupuesto en detalles de su obra, tal vez la abandone sin terminar. ¿Edificará su vida cristiana solo en parte y luego la abandonará por no tener en cuenta el costo de lo que es una entrega a Jesús? ¿Cuáles son esos costos? Un cristiano puede enfrentar la pérdida de jerarquía social o riqueza. Puede perder el control sobre dinero, tiempo o profesión. Pueden odiarlo, separarlo de su familia o aun sentenciarlo a muerte. Seguir a Cristo no significa una vida exenta de problemas. Con verdadero interés debemos considerar el costo de ser un discípulo de Cristo, al grado de saber a qué nos comprometimos y que más tarde no sintamos la tentación de volvernos atrás.
LIBRO:
JUAN 16.33 “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.”
2 Co.12.7 “Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera;”
2 Co. 12.9-10 “Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.”