La Oración como arma efectiva

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La falta de perdón impide que tu oración sea efectiva, esto da legalidad a los demonios para estorbar tu respuesta 0 bendiciones

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Mateo 6:9–16 (NBLA):
El Padre nuestro
9 »Ustedes, pues, oren de esta manera:
“Padre nuestro que estás en los cielos,
Santificado sea Tu nombre.
10 ”Venga Tu reino.
Hágase Tu voluntad,
Así en la tierra como en el cielo.
11 -”Danos hoy el pan nuestro de cada día.
12 -”Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores.
13 -”Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del mal. Porque Tuyo es el reino y el poder y la gloria para siempre. Amén”.
14 »Porque si ustedes perdonan a los hombres sus transgresiones, también su Padre celestial les perdonará a ustedes.
15 »Pero si no perdonan a los hombres, tampoco su Padre les perdonará a ustedes sus transgresiones.
Introduccion.
El poco tiempo que llevo como ministro y el tiempo que le dedico a la oracion en busca de direccion de Dios para predicar de algun tema, siempre me llega el tema del perdon.
La falta de perdón es una de las causas más frecuentes de opresiones mentales y emocionales, e incluso de enfermedades físicas.
Es más, mucha gente en el mundo necesita sanidad mental, emocional y física, y Jesús nos llama a ayudarla. Pero ¿cómo podemos ministrar sanidad a otros si nosotros mismos tenemos heridas emocionales o mentales que no hemos sanado a través del perdón?
Perdón vertical y horizontal
Existen dos direcciones en las cuales se debe extender el perdón. Las mismas están representadas por la cruz, hecha por dos maderos, uno vertical y el otro horizontal. El madero vertical representa el hecho de que todos necesitamos el perdón de Dios, el cual podemos obtener solo recibiendo la obra terminada de Cristo en la cruz. Éste nos perdona y nos salva. El madero horizontal representa el hecho de que el perdón es también necesario entre nosotros, los seres humanos. Hay dos aspectos en lo que respecta al perdón horizontal: Darlo y recibirlo. Si bien las personas deben brindarse el perdón unas a otras, el perdón supremo viene de Dios, a través del sacrificio de Cristo en la cruz por los pecados del mundo.
¿Qué es el perdón y la falta de perdón?
El perdón es el acto voluntario de liberar espiritualmente a alguien que nos ha ofendido o herido. Significa no guardar nada más contra la persona; cancelar o perdonar toda deuda espiritual, mental, emocional o física que el otro tenga con nosotros.
La falta de perdón es una postura (posicion) de resentimiento o amargura hacia alguien por algo malo que hizo contra nosotros. Guardar falta de perdón es como tener una declaración escrita de una deuda contra la persona que nos ofendió; una cuenta que nos rehusamos a cerrar hasta que la obligación haya sido pagada de alguna manera. Si no lidiamos de inmediato con la falta de perdón, se puede convertir una fortaleza espiritual o raiz de amargura de la cual necesitaremos ser libres.
La falta de perdón es rebeldía contra Dios, porque es una transgresión contra las leyes de Su reino. Todas esas transgresiones traen malas consecuencias. Incluso si Dios fuera a ignorar nuestra violación de Sus leyes, eso no detendría el curso de las consecuencias de nuestras malas decisiones y acciones. Nuestras transgresiones no pueden ser ignoradas; deben ser perdonadas, y luego, Dios usará todo en nuestra vida —incluso lo negativo— para nuestro bien. (Véase Romanos 8:28).
En el mundo natural, el fiscal (abogado acusador) compila evidencia contra los acusados que pueden ser usados contra ellos en una corte. Y cuando hemos sido heridos por alguien, a menudo, actuamos como un fiscal, compilando “evidencia” mental contra la persona, porque quedamos capturados en sus faltas contra nosotros. Estamos tan enfocados en la ofensa recibida que no nos damos cuenta de que nuestra falta de perdón se convierte en una evidencia espiritual de nuestra naturaleza pecaminosa ante un Dios todopoderoso, quien es el Juez supremo, el mismo que nos manda a perdonar.
El perdón permite que la vida de Dios fluya en nosotros; mientras que la falta de perdón la detiene. Por lo tanto, rehusarse a perdonar es estar aislado y en prisión espiritual. Cuando éste es el caso, nos estancamos en una mentalidad religiosa que se enfoca en la letra de la ley en lugar del espíritu de la misma. (Véase, por ejemplo, Romanos 7:6). Nuestro corazón se endurece, nuestra fe pierde vida y deja de fluir, y nuestra relación con Dios se vuelve superficial. Podemos tener una formalidad religiosa externa, pero nuestro corazón está vacío. Esto explica por qué tantos creyentes luchan, año tras año, con un ciclo vicioso de frustración y decepción con respecto a su vida espiritual, familiar, su vocación y otras áreas de la vida, viendo apenas uno que otro cambio positivo.
Es más, con nuestra falta de perdón permitimos que Satanás saque ventaja de nosotros; dejamos una puerta abierta para que él venga y nos estorbe, nos robe y hasta nos destruya. Pablo les escribió a los corintios: “Y al que vosotros perdonáis, yo también; porque también yo lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en presencia de Cristo, para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones” (2 Corintios 2:10–11).
Las causas o raíces de la falta de perdón
1. Negarse a soltar una ofensa
No soltar o dejar la ofensa es una raíz principal de la falta de perdón. La persona que no perdona opera desde una fortaleza espiritual, desde donde todo lo que hace sale manchado por la ofensa o es cultivado por la misma. Desde esa posición la persona escoge sus respuestas y reacciones hace los demás. Algunos dicen, por ejemplo, “Ya me traicionaron una vez; no volveré a darle mi corazón a otra persona en toda mi vida”. Cuando alguien recibe una afrenta, sea por algo pequeño o grande —el insulto de un compañero de trabajo, la falta de atención de un padre, la traición de un cónyuge, o algo más—, esa persona puede llevar a ver toda nueva relación con amargura y escepticismo. Es posible que se cierre a los demás; pues siente que no vale la pena correr el riesgo de entregarse nuevamente. Es triste pero las ofensas producen muchos corazones amurallados, porque “el hermano ofendido es más tenaz que una ciudad fuerte, y las contiendas de los hermanos son como cerrojos de alcázar” (Proverbios 18:19).
2. Ser espiritualmente inmaduro
Para perdonar de corazón a otra persona se necesita cierto grado de madurez espiritual, en especial cuando la ofensa es real y el enojo es justificado. En su famoso capítulo sobre el amor, el cual es una fotografía del amor del Padre celestial, el apóstol Pablo escribió: “El amor…no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Corintios 13:4–7). Entonces, cuando nos rehusamos a perdonar, demostramos nuestra inmadurez espiritual y emocional en lugar de mostrar el amor de Dios. (Véase Efesios 5:1).
3. Ser egoísta, egocéntrico o orgulloso
Todo pecado viene del yo egocéntrico, y la falta de perdón es una clara evidencia del dominio de nuestra naturaleza carnal. El “viejo hombre” siempre demanda sus derechos e insiste en ser el primero en importancia. Ama quejarse, diciendo cosas como “¡Me heriste!” o “Yo no me merezco esto”, o “Esto no es justo”. De hecho, la mayoría de la gente que he liberado de espíritus malos ha tenido esto en común, el egoísmo. Debemos ser cuidadosos para no caer en esto, porque Satanás pone en cárcel espiritual a aquellos que caminan de acuerdo con sus deseos carnales.
Las consecuencias de la falta de perdón
La falta de perdón es una forma de maldad
En esta parábola, el rey (que representa a Dios) llamó al primer siervo “malvado” (Mateo 18:32) porque no perdonó a su compañero. Desde una perspectiva legal, en la tierra, el primer siervo no había cometido un crimen, solo no había sido capaz de perdonar. Pero la perspectiva celestial es muy diferente de la terrenal.
La falta de perdón provoca la ira de Dios
El rey le reclamó al primer siervo: “Toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?” (Mateo 18:32–33). Es importante entender la diferencia entre las dos deudas descritas en esta parábola. Al cambio de hoy, 10.000 talentos serían un equivalente aproximado de 425 millones de dólares, mientras que 100 denarios serían alrededor de 74 dólares. Entonces, en esencia, el rey le estaba diciendo: “Yo te perdoné 425 millones de dólares, y tú no pudiste perdonar 74?” La falta de misericordia del siervo perdonado desató la ira del rey.
Cuando comparamos ambas deudas, parece ridículo que el primer siervo no quisiera perdonar la pequeña deuda de su compañero. Sin embargo, eso es básicamente lo que hacemos nosotros cada vez que nos rehusamos a perdonar el error de ser humano contra nosotros. Jesús nos perdonó una deuda incalculable de pecados, la cual nunca hubiéramos podido pagar ni con todo el oro del mundo; pero luego, nos volteamos y endurecemos nuestro corazón contra aquel que nos ofende. Nuestra falta de perdón entristece a Dios y puede provocar Su ira; lo cual nos trae graves consecuencias.
La falta de perdón nos entrega a los “verdugos”
“Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía” (Mateo 18:34). Con esta declaración, yo creo que Jesús estaba diciendo, en efecto: “De la misma manera que el rey lidió con el siervo malvado, mi Padre celestial tratará con cualquiera que no perdone a su hermano. Lo entregará a los demonios (verdugos)”. Y no es que Dios tenga espíritus malos, sino que deja a la persona a merced de los demonios que ella misma dejó entrar en su vida, los cuales la torturan. Dios permite que los demonios opriman a la persona, con la esperanza de que ésta se arrepienta, vuelva a Él, perdone a quien la ofendió y reciba Su perdón. El apóstol Pablo trató con Timoteo una situación similar con respecto a dos miembros de la iglesia primitiva. (Véase 1 Timoteo 1:18–20). Hoy, un sinnúmero de personas está bajo tortura demoniaca por haberse negado a perdonar a sus ofensores.
Debemos perdonar tal como hemos sido perdonados
Cuando Jesús les dio a Sus discípulos un ejemplo de cómo orar al Padre celestial, incluyó una referencia al perdón que contenía una condición clara e inevitable: “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores” (Mateo 6:12, nvi). Él hizo énfasis en el principio de que recibir el perdón del Padre depende de que nosotros perdonemos a los que nos ofenden. Si les negamos el perdón a ellos, nos será negado a nosotros también.
Además, la parábola de los dos deudores brinda poderosas verdades reveladas acerca del perdón. (Véase Mateo 18:21–35). Allí, el primer siervo del rey, que le debía a su soberano la enorme cantidad de diez mil talentos, nos representa a usted y a mí. Esta deuda, la cual el siervo encontraba imposible de pagar denota el incalculable costo de nuestro pecado contra un Dios santo. El segundo siervo representa a nuestros hermanos, seres humanos, tal vez nuestros hermanos en la fe más específicamente. Aquel siervo le debía una cantidad infinitamente más pequeña al primer siervo. En otras palabras, nuestra deuda de pecado con Dios es incontablemente mayor que la de cualquier transgresión que otro pueda cometer contra nosotros.
Conclusion
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