LAS SIETE GRANDES PROMESAS título

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LAS SIETE GRANDES PROMESAS
DE JUAN 14
INTRODUCCIÓN: hay porciones de la Biblia tan ricas en contenido que pueden dar lugar a un precioso sermón considerando los versículos uno tras otro. En tal caso, es mucho mejor unir sus diferentes partes bajo un denominador común, y en este pasaje el lazo que une sus diferentes partes es la palabra «promesa». Jesús vino de parte de Dios para hacernos grandes promesas y en este capítulo están algunas de las más preciosas.
1. Promesa de un hogar celestial (vv. 2, 3): todos los jóvenes desean un hogar, pero la felicidad del mejor hogar terrenal es pasajera, mas el amor y la alegría que reinarán en la Casa del Padre, donde hemos de estar reunidos millones de hijos suyos en lo que en el Apocalipsis se llama «las bodas del Cordero de Dios», son goces eternos. Cristo dijo que está preparando un lugar para nosotros, y sólo Él puede prepararnos, mientras estamos acá en la Tierra, para que seamos dignos y aptos para gozar los bienes de semejante lugar (Jud. 1:24).
2. Promesa de un camino al hogar (v. 6): al hombre errado y perdido en un mundo desquiciado por Satanás, y donde hay muchos caminos falsos Cristo se ofrece como «el Camino» verdadero para conducirlo a la Casa del Padre.
3. Promesa de un Padre amante (vv. 7–12): los dioses paganos eran horribles y crueles, cual Moloc o Baal (Lv. 18:21; 2 R. 16:3). Pero el Dios todopoderoso se ofrece en su gracia, como un Padre amante y bondadoso a los que confían en Cristo (Jn. 1:12, 20:17; Gá. 4:6).
4. Promesa de un refugio seguro (vv. 13, 14): cuando las cargas de la vida pesan, y las pruebas nos afligen, durante nuestro peregrinaje al Hogar celestial, el creyente puede refugiarse en la oración, con la seguridad de ser oído por Dios (Sal. 34:4–6; Fil. 4:6–7).
5. Promesa de un consolador divino (vv. 16, 17, 26): este es el Espíritu Santo que está en, y con, el creyente en Cristo. Él es el Revelador de las cosas que Cristo dijo que consuelan y alegran el corazón.
6. Promesa de una gloriosa compañía (vv. 21–23): Cristo no solamente nos ofrece su hogar, sino que ha prometido, por su Espíritu, venir a habitar en nuestros propios hogares y en nuestro corazón si estamos andando con Él.
7. Promesa de una paz incomparable (v. 27): la paz que el mundo da es ficticia y fluctuante. Hoy gozamos de la amistad de un amigo, que puede romperse por cualquier razón, pero el Señor nos da la paz con Dios (Ro. 5:1; Col. 1:20). Él la gozaba en la comunión con su Padre Celestial, y de la misma paz gozan los que son de Él (Fil.; Col. 3:15).
CONCLUSIÓN: ¿No vale la pena emprender el camino a este hogar celestial, permanente y eterno, contando con tales promesas?
VViladeca(Barcelona) España: Editorial CLIE.
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