ESTUDIO 1 de JUAN
LA COMUNIÓN 1 Juan
El diccionario define comunión como el acto de compartir o tener algo en común; participación. Involucra diferentes aspectos de la vida, incluyendo a un grupo de personas que tienen en común la misma fe religiosa. Esta experiencia a nivel humano es algo extraordinario cuando se mezcla con la unidad y es una comunión sublime cuando existe entre el Dios altísimo y los seres humanos redimidos por la sangre preciosa de Cristo Jesús.
La primera epístola de Juan pone de relieve ese tipo de comunión y la extiende a la relación que existe entre todos los hijos de Dios. No deja de advertir que hay peligros que la amenazan y asienta los requisitos para mantenerla.
Tres de sus discípulos, Policarpo, Ignacio y Papías, atestiguaron que su paternidad literaria pertenece a Juan. Papías murió en 155 d.C. Asimismo, Orígenes, quien vivió hasta 254 d.C., aceptaba los 27 libros del Nuevo Testamento como existen en la actualidad. Los mismos se incluyeron también en una compilación hecha por Eusebio por orden del Emperador Constantino. Eusebio murió en 340 d.C. y el Concilio de Cartago ratificó en 397 d.C. los 27 libros del Nuevo Testamento. De modo que Juan ha sido reconocido como autor de sus escritos desde que comenzaron a circular, y han sido aceptados como parte del canon de las Sagradas Escrituras desde su formación.
Esta epístola fue escrita en los últimos años de la década de los 80 o a principios de los 90 d.C. Aunque la carta no identifica al destinatario, se cree que fue escrita en Éfeso y enviada como carta circular a las iglesias del Asia Menor. Esa idea es muy posible, siendo que Apocalipsis, también escrito por Juan, fue dirigido a las siete iglesias de Asia (Apocalipsis 1:4).
TRASFONDO HISTÓRICO
Está de moda poner en duda las grandes verdades bíblicas acerca de la persona y obra de nuestro Señor Jesucristo, pero no hay nada nuevo en eso. Antes de finalizar el primer siglo, los filósofos más destacados ya se tropezaban con la sencillez de las mismas enseñanzas provenientes de los apóstoles de Cristo.
Juan se vió obligado a enfrentar problemas de esa índole. Una de las herejías principales de aquel entonces era el docetismo. Sus adeptos creían que el cuerpo humano es intrínsecamente malo, y por consiguiente, era imposible que la deidad se encarnara en un hombre. Uno de sus impulsores más famosos, de nombre Cerinto, afirmaba que Jesús era hijo de José y María y que el divino Cristo había descendido sobre él en su bautismo, pero que lo había abandonado antes de la crucifixión.
PROPÓSITO DE LA CARTA
Encontramos que hay cuatro propósitos:
1. Para que los creyentes tuvieran comunión con Juan y los demás apóstoles (1:3).
2. Para que su gozo fuera cumplido (1:4).
3. Para que no pecaran (2:1).
4. Para que supieran que tenían vida eterna y para que creyeran en el nombre del Hijo de Dios (5:13).
EL VALOR DE LAS EXPERIENCIAS PERSONALES 1:1-4.
Juan escribió esta primera epístola en un ambiente hostil a sus ideas. La fe transmitida consistentemente por él y sus colegas en sus predicaciones y escritos estaba siendo atacada por una élite que se creía muy superior a los demás creyentes. Según ellos, habían superado las ideas infantiles de los creyentes sencillos
Esta carta es conocida como la Primera Epístola de Juan. Pero, ¿es una epístola? Por cierto que comienza de una manera singular, ya que le faltan el nombre del escritor, alguna referencia acerca de sus destinatarios y los saludos habituales en una carta. El escritor conoce íntimamente a los lectores. Repetidamente se dirige a ellos llamándolos “queridos hijos”, “queridos amigos”, y “hermanos míos”. El indica, además, que pertenece a la comunidad a la que escribe (2:19). Se trata de una persona con autoridad que habla como testigo presencial—alguien que ha oído y visto al Señor Jesucristo.
Juan establece sus credenciales v. 1.
Según la tradición, en ese entonces Juan era el único apóstol que vivía. Ese hecho daba mayor peso a sus palabras. En el primer versículo de su carta, expone sus credenciales en forma irrefutable.
1. Estuvo con Cristo desde el comienzo de su ministerio público. Fue uno de los primeros discípulos llamados por el Señor (Marcos 1:19).
2. Había escuchado a Cristo. Quienes querían desviar a los hermanos de la fe, habían recibido sus ideas de otra fuente, pero Juan oyó sus enseñanzas directamente de la boca del Señor.
3. Lo había visto con sus propios ojos.
4. Lo había contemplado.
5. Sus manos lo habían palpado. El cuerpo que los maestros falsos decían que era un fantasma, fue palpado por manos de Juan en varias ocasiones.
Con el fin de simplificar esta complicada construcción, la VP ha insertado el verbo «escribimos» en el versículo 1, de manera que no se le deja al lector en un suspenso muy largo; otras traducciones modernas también tratan de salvar esta dificultad de distintas maneras.
El resultado—que es importante—es que el énfasis inicial cae en la naturaleza del objeto de la proclamación, en lugar de en el acto de proclamarlo. El propósito del escritor es recordar a sus lectores el carácter del mensaje cristiano antes que llamar la atención al acto mismo de predicarlo. ¿Cuál es, entonces, este objeto? Es «lo que era desde el principio». Si los lectores estaban familiarizados con el Evangelio de Juan y con el libro de Génesis, es muy posible que reconocieran el eco de Juan 1:1, que a su vez es un eco de Génesis 1:1. Si así fue, ellos identificarían «lo que era desde el principio» con «la Palabra» o «el Verbo» que estaba con Dios en el principio. Sin embargo, el escritor no emplea el término «la Palabra» (o «el Verbo») en este momento preciso (aunque lo hace al final del versículo), y deja así abierta la cuestión de qué era «lo que era desde el principio». Pasa enseguida a describirlo como algo que él y otros han «oído».7 Esto confirma que lo que tiene en mente es «la Palabra» o «el Verbo», e indica que lo que había estado con Dios desde el principio ahora ha entrado en la esfera de la experiencia humana. El mensaje de Dios ha llegado a los hombres para que puedan oírlo.
a. “Lo que era desde el principio” vs1
“En el principio era la Palabra (1:1), y de la frase con que comienza el Antiguo Testamento: “En el principio” (Gn. 1:1). Sin embargo, Juan escribe “desde el principio”, no “en el principio” (véase 2:7, 13, 14, 24; 3:8, 11). En la cláusula “lo que era desde el principio”, Juan no se refiere a la proclamación de que Jesús vino en la carne, sino a aquella revelación divina—manifestada en la historia y registrada en el Antiguo Testamento—que enseña la existencia eterna del Hijo de Dios. El mensaje que se proclama es que Jesús, que “estableció su morada entre nosotros” (Jn. 1:14), es eterno.
b. “Lo que hemos oído” vs1.
Juan había oído personalmente las palabras que salieron de los labios de Jesús. El era uno de los doce discípulos que acompañaron al Señor desde el tiempo del bautismo de Jesús hasta su ascensión (Hch. 1:21–22). El había recibido instrucción acerca de las doctrinas que tenían que ver con las obras y palabras de Dios, desde el principio de la creación hasta llegar a la historia de la redención en Jesucristo. De allí que Juan hable de la capacitación que él y sus compañeros apóstoles recibieron de Jesús. Reformula las palabras que Pedro y él dijeran ante el Sanedrín: “Porque no podemos dejar de hablar acerca de lo que hemos visto y oído” (Hch. 4:20).
c. “lo que hemos visto con nuestros ojos” vs1.
Juan pasa ahora de la instrucción espiritual que recibiera a quien fuera su instructor, Jesús, y centra su atención en él. Juan está diciendo: “Nosotros, los apóstoles, somos testigos presenciales; no sólo hemos oído la voz de Jesús, sino que también le hemos visto con maestros ojos”. En cierto sentido, estas palabras son redundantes. Pero Juan enfatiza que los apóstoles vieron físicamente a Jesús. Es decir, ellos no estuvieron ante una aparición cuya voz oyeron, pero cuyo cuerpo no podían ver. Jesús tenía un cuerpo físico, ya que dice “lo hemos visto con nuestros ojos”.
Pero ahora el escritor añade: «hemos visto con nuestros ojos». Es un mensaje visible, y la especificación «con nuestros ojos» no deja dudas de que se trata de un «ver» en el sentido literal.
d. “Lo que hemos contemplado y palparon nuestras manos” vs1.
Juan recurre a otro verbo para expresar el hecho de ver a Jesús; el dice: “lo hemos contemplado”. Juan informa expresamente a los lectores que empleó tres de sus sentidos corporales para comprobar la presencia del Señor. Oyó, su voz, lo vio con sus ojos y lo tocó con sus manos.
Las palabras y nuestras manos han tocado traen memorias de la aparición de Jesús en el día de la resurrección cuando, en el aposento alto, él invitó a los Once y a los que estaban con ellos a tocarle y a ver por sí mismos que él tenía un cuerpo físico. “Un espíritu no tiene carne y huesos, como vosotros veis que yo tengo”, dijo Jesús (Lc. 24:39; consúltese también Jn. 20:20, 25, 27).
Juan está enseñando la doctrina apostólica de la resurrección de Jesús. El habla como testigo presencial, puesto que mediante sus sentidos naturales él y los que estaban con él oyeron, vieron y tocaron personalmente a Jesús, y pueden declarar que el cuerpo físico resucitado del Señor es real.
Y el escritor pone énfasis en la idea diciendo que «han contemplado» y «han palpado» con sus manos.9 Estas descripciones de algo percibido por los sentidos significa que el autor no puede estar pensando sólo en un mensaje oído. Debe estar pensando en la aparición de «la Palabra» o «el Verbo», descrito en Juan 1:1–18, que se hizo carne en Jesucristo.
El término Palabra es uno de los nombres que Juan usa para describir a Jesucristo (Jn. 1:1, 14; 1 Jn. 1:1; Ap. 19:13). Jesús, que es llamado “la Palabra”, declara las palabras de Dios con absoluta autoridad. El revela la voluntad de Dios y “da testimonio [al hombre] de lo que él ha visto y oído” (Jn. 3:22) en presencia de Dios. Además, Jesús no sólo revela el mensaje de vida; él también es poseedor de vida (Jn. 1:4; 11:25; 14:6) y la comparte con todos los que escuchan su Palabra con fe. El es el dador de vida.
En primer lugar, lo que Juan escribe en realidad es: “La vida, la vida eterna, la que estaba con el Padre”. El es enfático al describir el alcance de este vida, la caracteriza como eterna. Es vida que nunca termina, porque tiene el sello de la eternidad. Pero la vida que Juan describe es más que un concepto. Representa a Jesucristo, tal como lo demuestra Juan por medio de la cláusula “que estaba con el Padre”. Las palabras con el Padre no sólo implican que el Hijo está ante la presencia del Padre; la preposición con en el griego original también tiene el significado radical de cerca de o estar frente a. Entonces la vida, personificada en el Hijo, está cerca del Padre o frente al mismo (véase Jn. 1:1).
En segundo lugar, Juan escribe que “la vida se manifestó” y que “la vida eterna … se nos manifestó”. Juan se refiere a la realidad histórica del nacimiento, vida, muerte y resurrección de Jesús, y a sus apariciones personales posteriores a dicha resurrección.
Una vez más, Juan enfatiza que él y los que estaban con él han visto a Jesús. Lo vieron primeramente en carne humana y, después de su resurrección, en cuerpo glorificado. Como testigos de la victoria de Jesús sobre la muerte, los apóstoles dan testimonio de la vida muerte, resurrección y ascensión de Jesús. El verbo testificar (una palabra que Juan usa con frecuencia en sus escritos) apunta al verbo que le sigue, proclamar. Los apóstoles proclamaron la Palabra de vida. Ellos proclamaron la Palabra y la obra de Jesús.
El autor cree que el hombre común puede poseer vida física pero carecer de vida espiritual; desde el punto de vista espiritual está muerto (3:14; Jn. 5:24). No obstante, Jesús es la fuente de vida espiritual; aquellos que creen en él pasan por una experiencia espiritual comparable al nacimiento físico, y así obtienen el don de la vida (Jn. 3:16, 36; cf. 3–8). A menudo se califica a esta vida como «eterna» (v. 2), pero este adjetivo simplemente destaca una característica que es inherente al concepto mismo. Es lógico pensar que la vida espiritual a la cual Dios introduce a los creyentes será de la misma calidad y duración eternas que la de Dios mismo (Lc. 20:36).