La Biblia es Suficiente para los Jóvenes

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El Salmo 119 es el capítulo más largo de la Biblia y contiene un tema central y constante: la excelencia de la Palabra de Dios. Como en ningún otro lugar en las Escrituras, vemos aquí cómo el creyente verdadero desea conocer al Señor por medio de su Palabra. La Biblia es suficiente para todo asunto de fe y práctica que la iglesia pueda enfrentar.
Además, el Salmo 119 nos brinda un testimonio contundente a favor de la suficiencia que las Escrituras poseen para guiarnos adecuadamente mientras transitamos por las aguas muchas veces turbulentas de la juventud.

¿Qué es la suficiencia de las Escrituras?

Cuando decimos que la Biblia es suficiente, estamos afirmando que la ella contiene todo lo que necesitamos saber para ser salvos y todo lo que necesitamos saber para vivir para la gloria de Dios. No necesitamos buscar otras fuentes de información para conocer Dios. No necesitamos tips novedosos, estrategias espectaculares, ni grandes sacrificios para conocer a Dios. Lo único que necesitamos es crecer en el conocimiento de la auto-revelación de Dios contenida en las páginas de las Sagradas Escrituras.
Si usamos herramientas, plataformas, libros, podcasts, sermones, artículos, o cualquier otra cosa, tales recursos deben estar anclados a nuestra máxima autoridad que es la Biblia. Y si no tuviéramos todos esos recursos, pero tuviéramos la Biblia, tendríamos todo lo que necesitamos para conocer a Dios y vivir para él. Eso precisamente significa afirmar la suficiencia de la Biblia en un mundo como el nuestro.
Hoy consideraremos específicamente la suficiencia de las Escrituras para los jóvenes. Y lo haremos a partir de un versículo muy conocido, citado y amado:
Salmo 119:9 ¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra.
Aquí tenemos una de las preguntas más importantes que los creyentes jóvenes deben hacerse y una respuesta contundente.

La Pregunta: ¿Cómo puedo limpiarme y vivir para Dios?

Este versículo pregunta: «¿Con qué limpiará el joven su camino?»
Al parecer, esta es una pregunta que el salmista mismo se hace, una pregunta muy personal, una pregunta muy importante. El salmista quiere conocer la manera de vivir en pureza y santidad delante de Dios. Quiere conocer la manera de vivir una vida que agrade a su Creador.
Y es que, después de saber cómo podemos ser salvos, la pregunta acerca de cómo llevar una vida que honre al Señor es la cuestión más importante que debe ocupar la mente de los creyentes. Las Escrituras nos ordenan vivir en santidad para que reflejemos el carácter santo de nuestro Creador y Redentor:
1 Pedro 1:14-16 Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.
Allí radica la importancia de preguntarnos cómo podemos limpiar nuestro camino. Es crucial para nosotros saber cómo podemos cumplir con este llamado a la santidad que el Señor nos hace.
Por naturaleza, nuestro camino no es limpio. Nuestra naturaleza pecaminosa y nuestros actos pecaminosos ensucian nuestra vida con toda clase de transgresiones delante del Señor. Ninguno de nosotros está limpio por su propio récord moral. Todos estamos sucios y necesitamos limpiarnos. Y si somos creyentes verdaderos, nos preguntaremos constantemente cómo podemos limpiar nuestra vida en esta etapa de la juventud, o en cualquier etapa de la vida.
Lastimosamente, la respuesta a esta pregunta muchas veces se ha buscado en el lugar incorrecto. Muchas veces confiamos en la sabiduría humana y no en la sabiduría divina. Nos enfocamos en la experiencia de otros, en los consejos de otros, en las estrategias de otros, y parece que hemos desplegado la Biblia de su lugar central. No dejamos que las Escrituras informen tanto nuestro conocimiento como nuestra práctica cristiana.
Una frase atribuida al gran predicador del siglo XIX, Charles Spurgeon, afirma que en las Biblias de muchos de nosotros hay suficiente polvo como para escribir la palabra «condenación» con nuestros dedos. Esta es una dura exhortación a nuestro abandono voluntario de la Palabra de Dios. No es casualidad que nuestras vidas estén sucias por el pecado, pero el Señor nos muestra la respuesta en la segunda parte del versículo.

La respuesta: Guardando la Palabra de Dios

Ante la pregunta de cómo limpiarnos y vivir para Dios, la respuesta del salmista apunta directamente a la suficiencia de las Escrituras. Nos dice que la única manera en que podemos llevar vidas que glorifiquen a nuestro Señor es guardando su palabra.
Vemos en el salmista una confianza verdadera en la Palabra de Dios como el medio para transformar nuestras vidas de la suciedad del pecado hacia la limpieza de la santidad de Dios. Por eso, siempre que hemos fallado en vivir para Dios, siempre que hemos cometido actos pecaminosos que deshonran la santidad de Dios, ha sido porque nos hemos desviado de las Escrituras.
El Señor Jesucristo sabe que la única manera de ser limpiados es por medio de su Palabra. Por eso pronunció estas palabras a sus discípulos:
Juan 15:3 Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.
La obra de la Palabra de Dios es precisamente limpiarnos de nuestras impurezas. No podemos pretender limpiar nuestra suciedad espiritual con estrategias humanas. Solo podemos ser limpiados cuando nos exponemos a la Palabra de Cristo y esta habita abundantemente en nosotros.
Tampoco podemos pretender mantenernos limpios y crecer espiritualmente separados de la Palabra de Dios. Solo podemos ser santificados por la obra transformadora de las Escrituras. Por eso, el Señor Jesucristo oró por todos nosotros para que seamos santificados en la palabra de Dios:
Juan 17:17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.
La Palabra de Dios nos limpia y nos mantiene limpios.
Nuestro mundo promueve suciedad a nuestra mente. Nos dice que debemos apreciar como hermosas aquellas cosas que el Señor claramente ha condenado como desagradables. Las redes y el internet embellecen actitudes pecaminosas y nos hacen sucumbir muchas veces ante la presión. Y cuando eso sucede, nuestro camino y nuestra vida se ensucian, y solo podemos salir de allí si regresamos a la Biblia.
En el salmo 119, el salmista sabe que en su juventud está llamado a amar a Dios con todas sus fuerzas, y por eso le busca y le ruega no ser abandonado para desviarse de una vida congruente con la Palabra de Dios:
Salmo 119:10 Con todo mi corazón te he buscado; no me dejes desviarme de tus mandamientos.
El salmista sabe que, en su juventud, la única manera de no sucumbir ante el pecado que todos los días toca a su puerta es guardar la Palabra de Dios en lo profundo de su corazón:
Salmo 119:11 En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti.
El Salmista sabe que esta disciplina espiritual de meditar en la suficiente palabra de Dios se debe llevar a cabo en total dependencia de Dios, y por eso ruega ser enseñado por Dios mismo:
Salmo 119:12 Bendito tú, oh Jehová; enséñame tus estatutos.
De la misma manera, nosotros estamos llamados a buscar al Señor con todo nuestro corazón por medio de la meditación de las Escrituras. Estamos llamados a no sucumbir al pecado, sino a guardar la Palabra de Dios para mantenernos limpios. Y estamos llamados a depender de Dios para ser enseñados por su Espíritu la mejor manera de poner por obra y guardar su Palabra.
La Biblia es suficiente para guiarnos a una vida que glorifica a Dios en nuestra juventud. En esta etapa de la vida en que necesitamos muchísima sabiduría para poder vivir bien delante de Dios, la Biblia se alza como el tesoro del cual debemos extraer las riquezas de la sabiduría y el conocimiento de Dios.
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