UN REINO INCONMOVIBLE
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INTRODUCCIÓN
INTRODUCCIÓN
Buenas tardes hermanos, es un gozo estar nuevamente con ustedes compartiendo la Palabra del Señor.
Hay una expresión que se volvió muy popular entre los jóvenes hace unos años, la expresión es “YOLO”, en inglés “You Only Live Once”, que traducido al castellano sería: “Sólo se vive una vez”. La frase tiene la intención de recordarnos que esta vida no solo es corta, sino que es lo único que hay. Solo se vive una vez, solo tienes una oportunidad para disfrutar cada experiencia al máximo. Solo tienes una oportunidad para hacer lo que quieras, y ser quien quieras ser. Después de todo, sólo se vive una vez.
Este pensamiento nace de una convicción nihilista, es decir, la creencia de que no hay absolutos, de que es imposible conocer la realidad en verdad, no hay moral objetiva que nos demande regir nuestras vidas según los principios del bien y el mal. No hay perspectiva de lo divino, sino solo de lo material, lo sensorial. El nihilismo ha llevado a la sociedad actual a negar cualquier tipo de gobierno divino, dejando a los seres humanos a la deriva, siendo regulados únicamente por lo sensorial, aquello que popularmente llamamos “el sentido del bienestar”.
Tal como resalta el biólogo y pastor, Antonio Cruz, lo que le preocupa al hombre moderno “es el nivel de sus ingresos mensuales, su estado de salud y, a lo sumo, las vacaciones estivales. Sin creencias sabe vivir, pero sin dinero no”.
Lo material, lo visible, aquello que puedo tocar, que puedo experimentar, aquello que puede traerme el mayor placer en el momento presente es lo valioso. La seguridad presente, el bienestar presente y el placer presente es lo que atesora el corazón del hombre.
Pero, ¿es cierto eso? ¿Es esta tierra y lo que aquí tenemos todo lo que hay? ¿Acaso solo se vive una vez? ¿YOLO? Bueno, la respuesta corta es sí, si hablamos de este mundo, claro que sí, solo tenemos una oportunidad, pero, ¿es acaso esta vida lo único que hay? ¿Es acaso esta vida nuestra única oportunidad de conocer la felicidad y experimentar lo que significa estar vivo de verdad?
Si la respuesta es sí, entonces, ¿adónde vamos cuando toda nuestra seguridad presente se ve trastocada por, digamos, “una pandemia mundial”, una crisis económica, una dictadura política, una enfermedad terminal, un despidio injustificado? ¿Qué pasa con todo nuestro esfuerzo para construir ese bienestar presente?
En cierto sentido, vivimos como haciendo castillo de arena, vivimos construyendo, acumulando, trabajando largas horas, esfornzándonos al máximo, con la esperanza de que no vengan las olas y deshagan en cuestión de segundos el castillo de arena que hemos construido. Pero, la historia de la humanidad nos muestra una y otra vez que, tarde o temprano, la ola vendrá, y todo aquello a lo que nos aferramos se derrumba.
Esta es una realidad que golpea a todos, creyentes y no creyentes por igual. Sin embargo, hay una diferencia, o al menos, debería haber una diferencia entre el creyente y el no creyente en cuando a la esperanza. Y digo debería, porque cada vez más son los creyentes que afirman creer en la vida eterna, pero luego conducen sus vidas como si ésta no existiera. Cada vez más son los creyentes que a toda voz gritan YOLO.
El materialismo se ha introducido en la iglesia de una manera tan dañina que si algo no va bien en tu vida, entonces debes tener poca fe. Como si la fe tuviese por objetivo garantizar ese sentido del bienestar que los no creyentes tanto buscan en este mundo.
Lo que el autor de Hebreos quiere enseñarnos en la parte final del capítulo 12 de su carta, es precisamente lo contrario, que nuestro bienestar no está en este mundo pasajero sino en el venidero, en el Reino Inconmovible de Dios que vendrá a su debido tiempo.
Por eso quiero invitarlos a que lean conmigo el pasaje de hoy en Hebreos 12:26-29.
EL REINO INCONMOVIBLE
EL REINO INCONMOVIBLE
Cada vez nos acercamos más al final de la serie de Hebreos, y el autor de esta preciosa carta ha estado desarrollando un argumento teológico fundamentado en la superioridad y supremación de Cristo, con el objetivo de motivarnos a perseverar en la fe, aferrándonos a la esperanza que Dios nos ha dado en el evangelio. De manera que, tiene todo el sentido que el autor termine recordando a sus lectores cuál es esa esperanza, en esta ocasión, comparando las cosas movibles con el reino inconmovible.
Esta dualidad de la existencia es la que el autor de Hebreos tiene en mente cuando exhorta a su lectores a permanecer en la fe. Ya ha hecho la comparativa entre:
El reposo celestial de Dios y el reposo terrenal del pueblo de Israerl (Hebreos 4:8-9).
Tabernáculo celestial que es diferente al terrenal levantado por el hombre (Hebreos 8:2 vs Hebreos 9:1).
Figuras en contraste con la imagen misma de la sustancia (Hebreos 10:1).
Cómo Moisés se sostuvo sin temor ante la ira de Faraón como “viendo al invisible” (Hebreos 11:27).
Por supuesto, todo esto llega a su clímax máximo cuando define lo que es la fe, como “la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1).
Esta dualidad de la existencia, ambas reales al mismo tiempo, solapándose una con la otra, la realidad que vemos en contraste con la realidad invisible del reinado de Cristo, una realidad que es mucho más cierta aún, pero que es invisible a nuestros ojos. El autor, una vez más, en su última advertencia a estos hermanos, vuelve a comparar estas dos realidades solapadas, entre las cosas movibles, es decir, aquellas que podemos ver; y la inconmovibles, que aún no vemos, pero que sí son reales.
Ahora bien, la realidad visible, es también una realidad temporal y pasajera.
Tal como dice David Burt “Con todas estas referencias el autor intenta recordarnos que el creyente pertenece a dos mundos a la vez. El primero tiene una existencia temporal. Mientras dura es real, pero no durará para siempre. El otro es una realidad eterna, que existía antes de la realidad temporal, y existirá después de su desaparición. Todo lo que tiene que ver con la realidad creada, temporal, terrenal y movible, va a desaparecer, y entonces perdurará solo lo definitivo, lo eterno , lo celestial, lo inamovible”.
Ahora bien, ¿a qué se refiere el autor de Hebreos con esta realidad inamovible de la que tanto nos habla, y a la que llama “un reino inconmovible”?
Si eres usted es un lector ávido de la Biblia, seguramente ya habrá notado que el Reino de Dios es un tema central en toda la Escritura. En el principio, cuando Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, los creó con el propósito de que ellos reflejaran la gloria de Dios al extender su reino sobre la tierra, el ser humano debía reinar sobre la tierra de la misma manera que Dios reina en el universo y así reflejar su gloria. Desde Génesis, pasando por todo el Antiguo Testamento, hasta llegar a los Evangelio, cuando Cristo anunció en Marcos 1:15 “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio”. Hasta llegar a Apocalipsis 21-22, donde se nos habla de la Ciudad Celestial, la Nueva Jerusalén, un reino glorioso que Dios establecerá por la eternidad en el cuál reinará por siempre con su pueblo, vemos el reino de Dios como un hilo conductor que se encuentra en toda la Escritura. Comienza con la creación de un reino en el Edén, y termina con el establecimiento de una reino en la Ciudad Celestial.
Para los judíos, sin embargo, el reino de Dios no era una idea únicamente espiritual, sino también terrenal. A ellos fue dada la promesa de entrar en una tierra física donde fluiría leche y miel. Nos remontamos a la promesa hecha a Abraham, cuando Dios lo llama a salir de Ur de los Caldeos para ir a una tierra que Dios le daría a él y a su descendencia. Promesa que se confirmaría más adelante cuando por medio de Moisés Dios rescata al pueblo de la esclavitud en Egipto para hacer de ellos una nación de sacerdotes a fin de que fuesen representantes de Dios en esta tierra. Las naciones debía ver a Israel y ver el reino de Dios de manera visibile en este mundo. Por eso, encontramos la frase tantas veces repetida “para las naciones sepan que hay Dios en Israel”.
De manera que, para los israelitas no era una idea celestial, sino terrenal. Ellos fueron expulsados de la tierra prometida por su pecado, pero Dios prometió que establecería su reino cuando viniera el Mesías, aquel cuyo reinado no tendría fin. Esta promesa fue entendida como una promesa de cumplimiento terrenal, los judíos esperaban la restauración de Israel como nación como el Reino de Dios, pero no supieron reconcer el reino de Dios cuando éste se estableción con la llegada de Jesús. Era un reino espiritual y no político.
El Nuevo Testamento nos da testimonio de este Reino con la llegada de Cristo. Juan el Bautista lo anunció en Mateo 3:2-3 “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado. Pues éste es aquel de quien habló el profeta Isaías...”. La llegada de Cristo fue la trajo el establecimiento del Reino de Dios. Al igual que el autor de Hebreos, el resto del Nuevo Testamento nos enseña que el reino de Dios es una realidad tanto presente como futura. Esto es lo que los teólogos llaman el “ya”, pero “todavía no”, es decir, Cristo ya está sentado en el trono, reina soberanamente sobre el universo, sin embargo, todavía no es es invisible a los ojos de los hombres, es un reinado que todavía no es reconocido por todo ser humano, nosotros como creyentes vivimos en el “ya”, pero “todavía no”. Sin embargo, llegará un punto en la historia de la humanidad en el que Dios removerá todas las cosas visibles y el reino invisible de Cristo será palpable a todo ser humano.
Este momento está cada día más cerca.
El libro de Filipenses 2:10-11 “para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”.
John Piper en su comentario sobre este versículo comenta que “la humanidad se está acercando a un momento en el que toda rodilla, voluntaria o involuntariamente, se doblará delante de el Rey Soberano del universo, Jesucristo”. Voluntaria o involuntariamente, en adoración o en humillación, todos se arrodillarán al Rey. Su reino será visible una vez por todas.
Ese reino es un reino eterno, que no pasará. Un Reino eterno e incorruptible. Ésa es la esperanza del creyente. No habrá más lucha con el pecado, ni con la muerte ni con Satanás porque serán vencidos para siempre.
El apóstol Pedro la describe de la siguiente manera 1 Pedro 1:3 “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Cristo de los muertos, para una herencia [el reino] incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada para vosotros en los cielos”.
Esta herencia no es otra que el reino de Cristo. Somos coherederos con Cristo de este reino inconmovible. Esta herencia no puede corroerse como el metal que sufre las consecuencias del óxido. Tampoco puede ser manchada por el pecado, y mucho menos marchitada por el tiempo. Este es un reino inconmovible.
Los cristianos vivimos en estas dos realidades, el reinado soberano de Cristo, y la experiencia de un mundo caído en el que sufrimos persecusión, luchamos con el pecado, nos agotamos, luchamos con nuestro desánimo, luchamos contra el sistema de valores del mundo. Pero, no será así para siempre. El perfecto Reino de Cristo será establecido.
Eso es precisamente lo que nos dice nuestro texto de hoy en los versículos 26-27.
Hebreos 12:-26-27
El autor vuelve al episodio del Sinaí, en Éxodo 19:18, donde se nos dice “Todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre él en fuego; y el humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía en gran manera. El sonido de bocina iba aumentando en extremo; Moisés hablaba, y Dios le respondía con voz tronante”.
El Sinaí temblaba. Yo no sé si usted ha visto las imágenes en vivo del Volcán en La Palma, no lo haga ahora, preste atención a la prédica y después en su casa lo busca, pero si usted escribe en YouTube Volcán en La Palma en vivo, podrá ver video en vivo de cómo está el volcán. Es impresionante ver el humo y el fuego descender del volcán.
Ahora, imagínese la presencia del Dios Santo sobre el monte Sinaí, no solo fuego y humo, sino que el monte completo temblaba, se estremecía por el sonido de la voz de Dios. El autor quiere traer esa imagen a nuestras mentes para mostrarnos que el Dios eterno, majestuoso, poderoso y santo removerá todas las cosas visibles. Llegará un día donde Dios removerá todas las cosas, será el fin de la vida humana tal como la conocemos, Dios pondrá fin al orden actual, al sistema actual, no será un cambio político, ni social, será un cambio de realidad completamente. El reino de Cristo será visible por la eternidad y lo temporal desaparecerá.
Los versículos 26 - 27 nos dicen precisamente esto, ¿cómo podemos desechar a aquel que habla, si su voz hizo a los montes estremecerse? ¿Cómo podemos desechar al que habla si su voz tiene el poder para hacer templar toda la tierra? El autor cita al profeta Hageo 2:6-7 “Porque así dice Jehová de los ejércitos: De aquí a poco yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca; y haré temblar a todas las naciones, y vendrá el DESEADO de todas las naciones, y llenaré de gloria esta casa, ha dicho Jehová de los ejércitos”.
El contexto de este pasaje es la profecía del juicio de Dios sobre las naciones, en las que conmoverá con su voz absolutamente toda la tierra. No importa cuán grande, cuán fuerte, cuán próspera sea una nación, al sonido de la voz de Dios será completamente conmovida, no quedará en pie.
No importa cuán fuerte económicamente sea la empresa en la que trabajas, no importa cuán segura sea la nación en la que vivas, no importa cuán sólido sea el sistema político del país, todo será conmovido. No importa cuántos títulos universitarios tengas, no importa cuántos idiomas sepas hablar, no importa cuándo dinero tengas ahorrado en el banco, no importa si tienes bitcoin, no importa cuán saludable y fuerte físicamente estés, no importa si eres Messi, Ronaldo, o el rey de España, todo y todos serán estremecidos al sonido de la voz del Señor. Él removerá todas las cosas, solo su reino quedará en pie.
Dios establecerá su reino eterno por medio de su juicio al reino temporal. Todo lo que existe será juzgado por Dios en el día final. Esto es lo que vemos al final de la Biblia:
Apocalipsis 20:11 “Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos”. Aún la tierra y el cielo huyeron del trono de Dios por el juicio que venía.
Apocalipsis 21:1 “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más”. Luego de juzgar, establecerá uno nuevo. Los creyentes vivimos esperando ese momento, en el que estemos con Cristo por la eternidad.
CONEXIÓN CON NO CREYENTES: La pregunta es para ti amado amigo que hoy nos visitas, o que nos ves por ZOOM, cuando ese momento llegue, ¿de qué lado quieres estar?
¿Quieres tener toda tu esperanza en las cosas movibles? ¿O quieres ser parte del reino de eterno de Dios? Todo aquel que no sea parte del reino de Dios será conmovido junto con las cosas visibles. Todo aquel que no esté en Cristo, entonces no podrá permanecer en el día en que Dios remuva toda la tierra.
Amado amigo, no importa cuán grande, y cuán bonito sea el castillo de arena que estás construyendo, llegará un día en el que las olas vendrás y verás las obras de tus manos arrasadas. Tu propia vida será arrasada. Dios es un Dios Santo que ha establecido un día en el que juzgará a vivos y muertos. El libro de Hebreos 9:27 “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio”.
Hay un sentido en el que esta frase YOLO es cierta, no solo se vive una vez, porque después de esta vida entraremos en la vida eterna, bien sea con el Señor en su reino inconmovible o en su justo castigo eterno por nuestra maldad. Pero es en esta vida en la que debemos entrar al reino de Dios, solo es en esta vida en la que podremos entrar o quedar fuera del reino de Dios. Cuando llegue aquel día y Dios quite como una cortina la realidad presente, ya no tendremos más opción, será muy tarde.
Mira cuán poco estable es la realidad en la que estamos, mira cómo el pecado permea toda esta realidad. La corrupción, la maldad, el egoísmo, vivimos en un mundo verdaderamente inseguro como consecuencia de la rebelió humana contra su Creador. Pero Dios nos ofrece una herencia mucho mejor reservada para nosotros en los cielos. Dios nos ofrece ser parte de su reino inconmovible.
Pero, ¿cómo podemos formar parte de este reino? Bueno, el Señor Jesucristo nos dijo claramente en Marcos 1:15 “el tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio”. Lo primero que debemos entender es que todo reino tiene un rey. En el sistema actual el ser humano ha usurpado ese lugar que solo le corresponde a Dios, y en vez de reinar para la gloria de Dios, lo hemos hecho para nuestra propia gloria. Pero ser parte del reino de Dios exige que reconozcamos nuestra rebelión y reconozcamos que hemos usurpado ese lugar que solo le corresponde a Cristo. El arrepentimiento es reconocer y cambiar de dirección. No vivir más como si fuésemos los reyes de nuestras vidas, sino reconociendo el reinado de Cristo sobre nosotros.
En segundo lugar, debemos creer el evangelio, creer que soy aceptado en ese reino por gracia, solo por gracia. Creer que el sacrificio de Cristo es suficiente para limpiarme de mi maldad y otorgarme el perdón necesario para ser reconciliado con el Rey. Nadie que comete una falta contra el Rey puede vivir, pero nuestro Rey es un Rey perdonador, y sufrió Él mismo el castigo de nuestra maldad.
Amado amigo, el reino de Dios es real, y ahora no lo podemos ver, pero llegará un día en que el velo será quitado de nuestros ojos y lo veremos claramente. Que no sea muy tarde para ti, y que cuando llegue ese día, tu nombre esté escrito en la lista de herederos de ese reino inconmovible. Yo te ruego, no te vayas hoy de este lugar sin hablar con algún hermano sobre cómo puede ser parte de este reino. Si nos escuchas por ZOOM, no dudes en contactarnos por nuestras redes sociales y con gusto hablaremos más de este tema contigo.
CONTRASTEN ENTRE LO VISIBLE Y LA FE
CONTRASTEN ENTRE LO VISIBLE Y LA FE
Esa dualidad entre lo que vemos y lo que creemos es una de las tensiones más presentes de la vida cristiana. Por eso el creyente debe vivir por fe, porque la fe es la que nos permite vivir como si lo invisible se hubiese materializado ya. Es la fe la que nos permite vivir en el “ya”, pero “todavía no”.
Ese es el objeto de la fe, llevarnos a vivir conforme a la promesa y no a la vista. La fe es la que nos lleva a creer la Palabra invisible del Dios invisible, que nos promete un reino invisible. Pero es una lucha mantener la fe por una razón muy sencilla, nuestros ojos nos presentan una realidad que aparentemente parece ser más real que lo invisible.
La Biblia nos advierte sobre la vista:
El pueblo de Israel estaba atemorizado al ver el tamaño de Goliat.
1 Juan 2:16 “Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre sino del mundo”.
El ser humano es estimulado por la vista. No en vano la mayoría de las tentaciones entran por los ojos, lo vemos nos atrae. Y el cristiano vive en esa tensión entre lo que ve y lo que cree. Es aquí donde la fe juega un papel fundamental. La fe es la que nos permite vivir no por vista sino confiando en la promesa de Dios.
La fe es que la nos lleva a valorar el reino inconmovible de Dios como más valioso, más importante, y más real que lo que nuestros ojos ven. Por eso el Apóstol Pablo dice que los creyentes “vivimos por fe y no por vista” (2 Corintios 5:7-9).
En este sentido, Louis Berkhof hablando acerca de Abraham comenta que “la promesa de Dios está en primer plano. Y el caso de Abraham está designado para presentar la idea de que la respuesta adecuada a esa promesa es la de la fe. Toda la vida de Noé fue determinada por su confianza en Dios y en sus promesas, pero es en especial Abraham el que se nos presenta como un creyente típico, que se encomienda a Dios con una confianza libre de oscilaciones en las promesas de Dios...”.
La esperanza de la vida cristiana no está en lo que vemos, sino en la promesa futura de Dios.
Ahora, desarrollar esta perspectiva bíblica, una mentalidad de reino, una visión de largo plazo no ocurre de la noche a la mañana. Es precisamente ahí donde el argumento teológico de Hebreos cobra mayor fuerza. Debemos fijar nuestra mirada en Cristo Jesús para tener la perspectiva correcta de la realidad.
La razón por la que la mayoría de los cristianos no viven su vida a la luz del reino inconmovible de Dios, es porque no meditan lo suficiente en las cosas espirituales ni leen sus Biblias lo suficiente. Son más influenciado por sus ojos y por las prioridades del mundo que por la Palabra de Dios. Es más común encontrar cristianos con preocupaciones terrenales que cristianos con preocupaciones eternas.
Esto es triste. Pero es verdad.
Muchos cristianos podrían hoy vivir sin la Palabra de Dios, pero les aterroriza la idea de quedarse sin empleo. El dinero, la estabilidad, el sentido del bienestar tiene mayor peso en la mente de los cristianos que el reino inconmovible de Dios. Pasamos horas invirtiendo en nuestro crecimiento en esta tierra, pero no invertimos en nuestra preparación para el reino eterno. Estudiamos para salir al mercado laboral y estar preparados para cualquier tarea que nos asignen en nuestros trabajos, pero no nos ocupamos en estar entrenados para toda buena obra como nos dice 2 Timoteo 3:17.
Si me toca aprender inglés para tener mejor puesto en mi trabajo, lo haré. Pero que ni me sugieran aprender un idioma bíblico para comprender mejor la Palabra de Dios que puede alimentar mi fe y ayudarme a vivir a la luz del reino inconmovible, eso no.
¿CÓMO VIVIMOS A LA LUZ DE ESE REINO?
¿CÓMO VIVIMOS A LA LUZ DE ESE REINO?
Amados, como pastor, lo que más anhelo es que vivan sus vidas a la luz de la eternidad. Que el reino de Cristo sea su posesión más valiosa, que sus prioridades estén marcadas por las prioridades del reino de Dios y no el de este mundo. Ahora bien, permítame aclarar algo antes de pasar al siguiente punto, vivir a la luz del reino eterno no significa abandonar todo esfuerzo de este lado de la eternidad.
No me malinterprete, no estoy diciendo que deberíamos abandonar todo esfuerzo por tener cierta estabilidad, ni ser sabios en la administración del dinero, no estoy diciendo que no debemos ahorrar o que no debemos invertir en crecer y mejorar nuestra situación en este mundo. De hecho, si hay algo que puedas hacer para mejorar tu situación, hazlo, el mismo apóstol Pablo dijo en 1 Corintios 7:21 “¿Fuiste llamado siendo esclavo? No te dé cuidado; pero también, si puedes hacerte libre, procúralo más”.
El Reino Inconmovible no quiere decir que debemos abandonar todo esfuerzo como algunas sectas religiosas enseñan a sus seguidores, animándolos a vender todas sus posesiones y yéndose todos juntos a vivir en una casa esperando el fin. No, en absoluto, lo que el texto nos está diciendo acerca del reino venidero es que será un reino que perdurará para siempre, y que nuestra prioridad y esperanza debe estar en el reino de Dios.
Aquí, nuevamente la ilustración del castillo de arena sigue siendo útil. Cuando usted está en la playa, usted puede disfrutar de su tiempo en la playa construyendo un castillo de arena, hay gente que hace verdaderos monumentos con la arena de la playa. Yo he visto aún personas que han construido réplicas de monumentos en la arena. Usted puede hacer un verdadero castillo, o una mansión en la arena.
Pero estoy seguro de que por muy grande que sea ese castillo en la arena, ninguno de ustedes dejaría su hogar para mudarse a vivir a ese castillo de arena. Lo mismo ocurre con el reino de este mundo, podemos trabajar aquí y debemos hacerlo, debemos ser diligentes, esforzados en todo lo que hagamos en este mundo con el fin de dar gloria a Dios, pero lo que no debemos hacer es poner nuestra esperanza en este mundo, nidejar que esta realidad pasajera y temporal sea la única realidad de la que estemos conscientes. Si hacemos eso, entonces, caeremos en el desaliento y en la incredulidad cuando todo esto se tambalee.
Nuevamente, el teólogo Louis Berkhof hablando acerca del libro de Hebreos dice que“el peligro en contra del cual el escritor de esta carta tenía que estar en guardia no fue el de caer de la fe a las obras, sino más bien de el de caer de la fe en la desesperación.”
Por eso la fe es central en la carta a los Hebreos, porque a menos que estemos convencidos de que esto es verdad, aunque no lo veamos, no ajustaremos nuestras vidas al reino venidero. La fe es la que nos lleva a tener las prioridades del reino como prioridades en nuestras propias vidas.
Louis Berkhof “[el autor de Hebreos] Exhorta a sus lectores a una actitud de fe, que los capacitará para levantarse de lo visible a lo invisible, de lo presente hasta el futuro, de lo temporal a lo eterno, y los hará capaces de ser pacientes en medio de los sufrimientos.”
Así que, ¿cómo vivimos a la luz de este reino?
1. Agradecidos: La traducción de esta palabra tiene dos significados, que no necesariamente son opuestos. Algunos traducen esta frase como “mantengamos la gracia”, mientras que otras traducciones dicen “tengamos gratitud”, ahora bien, es difícil saber exactamente cuál es el significado que el autor tiene en mente, a menos que prestemos atención al contexto del pasaje. De hecho, no solo en Hebreos sino en otras partes de la Biblia esta palabra ha sido traducida como gratitud, por ejemplo 1 Corintios 10:30.
Hoy en día se habla mucho acerca de ser agradecidos. Aún los incrédulos reconocen que ser agradecidos tiene un impacto positivo en la vida de las personas, sin embargo, ese impacto al igual que este mundo es pasajero. La verdadera gratitud es una expresión de adoración a Dios.
El creyente debe vivir agradecido a Dios porque ha recibido una herencia que no pasarán jamás. Una herencia que es más segura que cualquier cosa en este mundo, pues es un herencia celestial. El creyente ha recibido el perdón de sus pecados, y eso solo, ya debe provocar en nosotros un corazón agradecido
2. Sirviéndo a Dios y sus propósitos:
Servimos a Dios porque hemos recibido el reino, no le servimos para recibir el reino.
Es tarea de la iglesia dar testimonio visible del reino invisible.
David Burt “Quien vive para los valores materiales, por mucho que se diga creyente, en el fondo es incrédulo”.
3. Agradándole con temor y reverencia:
“Aunque el Antiguo Testamento acentúa con claridad el temor del Señor, un gran número de expresiones, tales como esperar, confiar, buscar refugio en Dios, mirar a Él, descansar en Él, poner el corazón en Él, y asirse de Él - hacen evidente en gran manera, que este temor no es el de la cobardía sino del niño; un temor reverente, y acentúa… la amante entrega de uno mismo a Dios”.
4. En adoración: Todo esto se resume a una sola respuesta, adoración, ¿estamos viviendo en adoración al Rey soberano?