Tema Hna/ Hno no se distraiga
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Por Pastor Freddy Parada
Tema:Hno/as no te distraigas Texto: Mateo 14:25-30 Introduccion: Que es distraerse Apartar la atención de una persona de lo que está haciendo el ruido lo distrajo; se distrae con pasatiempos ridículos; se distrae por el cansancio; con facilidad se distraen de la conversación. La causa de este miedo: Al percibir el fuerte viento. Mientras tuvo Pedro los ojos fijos en Cristo, en su poder y en su palabra, anduvo sobre las aguas sin peligro alguno; pero tan pronto como percibió el peligro del viento, le entró miedo y ya no se acordó del otro caso en que el viento y el mar habían obedecido a Cristo (Mat.8:27). Cuando nos fijamos en las dificultades con los ojos del cuerpo, más que en las promesas divinas con los ojos de la fe estamos en peligro de sucumbir atemorizados. Como alguien ha ilustrado sencillamente: Nunca veréis un ratón que se vuelva a mirar la escoba del ama de casa que le persigue, sino al agujero por donde pueda escapar.
A. El efecto de este miedo: Comenzó a hundirse. Cuando la fe le sostenía, se mantuvo sobre el agua; pero, tan pronto como su fe vaciló, perdió el equilibrio. El hundimiento del fracaso de nuestra alma se debe a la debilidad de nuestra fe:
Somos guardados por el poder de Dios mediante la fe (1 P. 1:5).
1. Fue la gran misericordia de parte de Cristo que no le dejó hundirse al vacilar su fe, descendiendo a las profundidades como piedra (Éx. 15:5), sino que le dio tiempo para gritar: ¡Señor, sálvame! Tal es el cuidado que Cristo tiene de los suyos; los verdaderos creyentes, por débiles que sean, sólo comienzan a hundirse, nunca se hunden del todo.
B. El remedio a que recurrió Pedro en este peligro: el antiguo, probado y bien experimentado remedio de la oración: ¡Señor, sálvame! Vemos primero: El modo de su oración: gritó, con tono ferviente y apremiante.
1. Primero cuando nuestra fe se debilita, debe ser más fuerte nuestra plegaria;
2. segundo: El objeto de su oración, que no pudo ser más apropiado para el peligro en que se encontraba: Gritó: ¡Señor, sálvame! Quienes deseen ser salvos no se han de contentar con llegarse a Cristo, sino invocarle a gritos para que les salve; pero no llegaremos a este punto de gritar, hasta que no nos sintamos hundidos, sólo una fuerte convicción de pecado puede conducir a un fuerte grito de socorro (v. Hch. 16:30). Hay una leyenda india, según la cual, un joven pidió a Buda que le salvara. Buda le condujo al Ganges y lo sumergió hasta que, faltándole la respiración, procuró desasirse de las manos de Buda. Éste le preguntó: ¿Qué es lo que más deseabas cuando tenías la cabeza bajo el agua? Aire para respirar, contestó el joven. A lo que Buda replicó: Cuando desees la salvación con tanto afán como deseabas el aire, la tendrás.
C. El gran favor que Cristo hizo a Pedro, cuando éste comenzaba a hundirse.
1. Primeramente, lo salvó del peligro: Al momento Jesús, tendiéndole la mano, lo agarró (v. Mat.14:31). Nótese que el tiempo de Cristo para salvarnos es a la hora en que comenzamos a hundirnos; nos socorre en el punto crítico. La mano de Jesús está siempre extendida para socorrer a todos los creyentes y, así, impedir que se hundan. ¡No tengamos miedo! ¡Él sostendrá a los suyos! Después, le reprendió por su falta de fe: Le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Cristo reprende y corrige a los que ama (Ap. 3:19). Puede haber fe verdadera donde hay poca fe, pues lo que cuenta es, ante todo, la calidad, más que la cantidad, de la fe. Basta una fe tan pequeña como un grano de mostaza para mover montañas (Mat.17:20). Pedro tuvo bastante fe para hacerle andar sobre las aguas, pero no la suficiente para llegar hasta donde estaba Cristo. Todas nuestras dudas y temores que nos desalientan, se deben a la debilidad de nuestra fe; dudamos porque nuestra fe es poca (comp. Stg. 1:6). Cuanto más creamos, menos dudaremos. Es cierto que Cristo no echa fuera de sí a los de poca fe, pero también es cierto que no se complace en la fe débil de los más cercanos a Él: "¿Por qué dudaste? ¿Qué razón había para ello?" No hay razón para que los discípulos de Jesús tengan una mentalidad perpleja, ni siquiera en medio de la tormenta, porque Él es siempre nuestra ayuda (He. 13:6).
2. Se calmó el viento (Mat. 14: 32), tan pronto como Jesús y Pedro subieron a la barca. Podía Jesús haber continuado andando sobre las aguas, pero prefirió entrar con Pedro en la barca para proporcionar a sus discípulos mayor tranquilidad. Cuando Cristo entra en un alma hace que cesen allí los vientos y las tempestades e impone su paz (Jn. 14:27). Da la bienvenida a Jesús y verás qué pronto se acalla el ruido de las olas. El método mejor para permanecer tranquilos es reconocer que Él es Dios con nosotros (Is. 7:14).
Conclusión: La adoración que le tributaron los que estaban en la barca: Vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres el Hijo de Dios (Mat. 14:33). Dos bienes resultaron del apuro reciente y de la consiguiente liberación:
1. La fe de ellos en el Señor quedó robustecida. Progresaba el conocimiento que de Él tenían. Después que la fe pasa victoriosamente por una prueba, sale fortalecida mediante el ejercicio y se torna más activa. Entonces llega a la perfección de la seguridad y puede decir: ¡Verdaderamente!
2. Tuvieron la oportunidad de tributarle la gloria debida a su nombre: Le adoraron. Cuando el Señor manifiesta su gloria a favor nuestro, debemos retornársela dándole el debido honor (Sal. 50:15). Expresaron su adoración y dijeron: Verdaderamente eres el Hijo de Dios. Quizás esta expresión no tenía aún el profundo sentido de Mat. 16:16 pero nos muestra la adoración de los discípulos a Cristo como al Divino Liberador. Vemos, pues, que el objeto de nuestra fe debe ser también motivo de nuestra alabanza.