¿Qué tierra eres?
Evangelio de Marcos • Sermon • Submitted
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· 417 viewsLa semilla de la palabra del Señor es esparcida sin detenerse a pensar en los costes y la productividad que pueda dar. Esto atañe solamente a Dios, a nosotros nos es dada la misión de echarla, esparcirla sin preocuparnos si cae en buena tierra o no.
Notes
Transcript
Mr 4:1–20. “Otra vez comenzó Jesús a enseñar junto al mar, y se reunió alrededor de él mucha gente, tanto que entrando en una barca, se sentó en ella en el mar; y toda la gente estaba en tierra junto al mar.
2Y les enseñaba por parábolas muchas cosas, y les decía en su doctrina: 3Oíd: He aquí, el sembrador salió a sembrar; 4y al sembrar, aconteció que una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y la comieron.
5Otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra. 6Pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó.
7Otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto. 8Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, pues brotó y creció, y produjo a treinta, a sesenta, y a ciento por uno. 9Entonces les dijo: El que tiene oídos para oír, oiga.
Cuando estuvo solo, los que estaban cerca de él con los doce le preguntaron sobre la parábola. 11Y les dijo: A vosotros os es dado saber el misterio del reino de Dios; mas a los que están fuera, por parábolas todas las cosas;
12para que viendo, vean y no perciban; y oyendo, oigan y no entiendan; para que no se conviertan, y les sean perdonados los pecados. 13Y les dijo: ¿No sabéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas?
14El sembrador es el que siembra la palabra. 15Y éstos son los de junto al camino: en quienes se siembra la palabra, pero después que la oyen, en seguida viene Satanás, y quita la palabra que se sembró en sus corazones.
16Estos son asimismo los que fueron sembrados en pedregales: los que cuando han oído la palabra, al momento la reciben con gozo; 17pero no tienen raíz en sí, sino que son de corta duración, porque cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, luego tropiezan.
18Estos son los que fueron sembrados entre espinos: los que oyen la palabra, 19pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
20Y éstos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno.
En este domingo vamos a continuar de forma expositiva la serie que comenzamos sobre el evangelio de Marcos.
En la última predicación abordamos el relato que el evangelista Marcos nos hace de Jesús cuando vienen a verle su madre y sus hermanos.
Y Jesús da la sentencia tan lapidaria: ¿Quién es mi madre y mis hermanos? Y mirando a los que estaban sentados alrededor de él, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. 35Porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre” Mr 3:33–35
Vamos a ver en esta mañana cómo esta sentencia de Jesús marca la diferencia entre los que son su madre y sus hermanos de sangre, con los que son sus verdaderos hermanos, hermanas, espirituales.
Y la raya que Jesús marca y los separa es “hacer la voluntad de Dios”
Jesús está diciendo que no hay parentesco que valga aquí.
Los hijos de creyentes, no son hijos de Dios porque sus padres son hombres y mujeres fieles y temerosos de Dios.
Tú eres hijo de Dios, como Jesús dice: hermano o hermana suya, si eres obediente y haces la voluntad de Dios, lo que es lo mismo, si estás dentro y formas parte del reino de los Cielos.
Esa es la raya que marca la separación de los que pertenecen al Reino de Dios y los que no.
Y vamos a ver, y así espero que lo podamos entender, cómo se relaciona esto que Jesús ha dicho acerca de los que son verdaderamente sus hermanos, con la Parábola del Sembrados que expondremos a continuación.
Yo sé que para quienes lleváis tiempo en el evangelio habéis escuchado muchas veces hablar, citar, mencionar este pasaje multitud de veces.
Yo mismo he predicado de esta parábola desde este mismo púlpito.
Pero os ruego que no desconectéis ya, porque si no vais a caer en el error que muchos de los que estaban escuchando a Jesús cayeron en este día.
El error que muchos cayeron en este relato que Marcos nos da en el cual Jesús les está enseñando fue el juzgar antes de tiempo la aparente simpleza de la enseñanza de Jesús.
Si juzgaron a Jesús por simple, cuanto ni más me podrás juzgar a mí en esta mañana.
Tu error en este día puede estar ya germinando pensando que la predicación de hoy, lo que Dios puede tener para ti, ya la has escuchado en multitud de ocasiones.
Y eso puede que te lleve a hacer “click” y desenchufar.
Espero que no lo hagas y estés unos minutos en suspense, pensando “a ver por dónde nos va a salir en esta mañana”.
Pero antes vamos a ver lo que aquí está ocurriendo.
En estas secuencias de acciones que Marcos nos describe en el ministerio de Jesús, ahora, nos muestra a Jesús enseñando junto al mar, Lucas nos dirá que es el lago de Galilea, pero es lo mismo.
Es como aquellas dos mujeres que le dice una a la otra… ¿qué marido más guapo tienes? Y ella le responde… ¿comparado con quién?
A lo mejor Marcos dice que era un mar porque no había visto algo más grande que aquello y Lucas sí, que acompañó a Pablo en parte de sus viajes por mar estableciendo las iglesias en las diferentes regiones de Asia Menor.
Y nos dice el v1 que: “Otra vez comenzó Jesús a enseñar junto al mar”, como nos lo ha descrito en otras ocasiones, pero en esta rapidez en el relato de Marcos no nos dice el día.
Sin embargo Mateo, en su capítulo 13 nos dice que este fue el mismo día que Jesús tiene ese encuentro con su madre y sus hermanos y Lucas nos hace entender que también fue el mismo día.
Y esto es importante, porque el tema principal que Jesús acaba de abordar es la blasfemia contra el Espíritu Santo.
Era tal la resistencia que estaban mostrando los fariseos en contra de Jesús que incluso le acusaban de hacer los milagros en el poder y la autoridad de Beel-zebú.
Y era tal la resistencia y estaban al límite de no retorno, para no recibir ya perdón y ser reo, como dice Jesús, de juicio eterno.
Y las gentes siguen agolpándose junto a Jesús. Si en el relato anterior apenas le dejaban comer, ahora tiene que subirse en una barca, para enseñarles desde allí.
Porque era mucha la gente, la multitud va creciendo, pero Jesús no pierde la oportunidad.
En lo que llevamos del relato de Jesús en el evangelio de Marcos, hemos visto a Jesús enseñando: mientras va andando por los caminos, junto al mar de Galilea, en la sinagoga, en una casa, mientras comía, en un monte.
Incluso Juan, en su evangelio, nos lo describe predicando en un cementerio, y ahora lo vemos subido en una barca.
Para Jesús no había formalismos. Me preguntaba…. ¿en qué lugares y cuáles herramientas usaría Jesús si estuviese en el tiempo que nos ha tocado vivir?
Si vemos como Jesús no duda de subirse a una barca para ponerse de cara a las gentes y así tener mejor acceso a ellos mientras les enseñaba.
Hay quienes dicen que era por la multitud, para salvaguardarse de ella, y es verdad, pero Jesús no dejó a aquellas gentes sin enseñanza y adoptó una solución.
Jesús se sube a una barca, se retira unos metros y con las gentes en tierra comienza a enseñarles.
Dicen algunos autores que el evangelista Marcos dedica más tiempo a narrar la acción de Jesús, que a recoger la enseñanza de Jesús.
Y es así, si miramos de manera general el relato de los hechos de Jesús en este evangelio, nos daremos cuenta que es más específico en lo que Jesús hace, que en lo que Jesús enseña.
Por ejemplo, como vimos en días anteriores, al comienzo del capítulo tres que nos narra la sanidad del hombre que tenía la mano seca, y nos muestra que Jesús estaba en la sinagoga, pero no nos habla acerca de su enseñanza.
Después, cuando Jesús es acusado de estar poseído por demonios o hacer las cosas en la autoridad de los demonios, los suyos vinieron a llevárselo.
Porque lo que estaba hablando les parecía que estaba fuera de sí, y sin embargo, Marcos no nos dice qué era lo que Jesús enseñaba.
Pero en parte del capítulo tres, prácticamente el capítulo cuatro nos muestra a Jesús enseñando.
Y quiero que prestéis especial atención al versículo 2 porque dice así: “Y les enseñaba por parábolas muchas cosas, y les decía en su doctrina” Mr 4:2.
Jesús les enseña por parábolas. Una parábola, en el modo que Jesús las usa; no es la enseñanza, es algo que está al lado de la enseñanza.
La parábola no es la enseñanza en sí, la parábola no es nada si Jesús nos nos dice qué es lo que está enseñando con ella. Lo que es lo mismo, si Jesús no le da la interpretación.
Por ejemplo, una Parafarmacia no es una farmacia, se asemeja pero no lo es hasta que el Estado le dé o le permitan vender lo que a la farmacia le caracteriza que es el vender fármacos, medicamentos, por ejemplo con receta, cosa que solamente le está permitido a las farmacias.
Una parafarmacia nunca será una farmacia hasta que no tenga permiso para vender farmacos con receta.
Una parábola, seguirá siendo una parábola, hasta que Jesús no le dé la interpretación correcta.
El versículo 2 nos dice por dos veces que Jesús estaba enseñando. La palabra “enseñaba” y “doctrina” la raíz en griego es la misma… enseñanza o instrucción.
Jesús estaban dando la clave de las enseñanzas.
Jesús les estaba proveyendo la llave que abriría la puerta para entender el resto de las enseñanzas de Jesús.
Por ejemplo, la parábola del crecimiento de la semilla, la parábola de la semilla de la mostaza, que vienen a continuación, son conocidas como las parábolas del Reino de Dios.
Sin entender esta parábola del sembrador, no entenderían ninguna otra.
Y a la gran mayoría de aquella multitud le pareció… “una ejemplo simplista”
Desconectaron, dejaron de escuchar a Jesús, si lo van a hacer con Jesús, ¿cómo no lo llegaréis a hacer con un predicador falto de recursos como yo?
Empieza Jesús a hablarles a gentes del campo, que vivían de eso, de cultivar y trabajar la tierra, ¡les habla de semillitas!
¡Y les habla de una semilla que cae en el camino y vienen las aves y se la comen!
¡Vaya tontá!, si las aves escarban para comerse las semillas bien enterradas, no se van a comer las que las tiras de cualquier manera como si no hubiese un mañana.
Cualquier hombre o mujer que viva del campo y escuche este relato de Jesús y Jesús comience diciendo que: “He aquí, el sembrador salió a sembrar; y al sembrar, aconteció que una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y la comieron” Mr 4:3–4.
Diría: este el sembrador más cercano que ha visto es el monumento al sembrador en Albacete del inicio de la Avenida de la Estación. No ha visto otro.
Muchos de los que estaban escuchando a Jesús en aquel momento no se les ocurriría echar la semilla, ni junto al camino, ni entre piedras, ni donde hubiesen espinos que ahoguen la planta y no la dejen desarrollarse.
Yo no he visto a ningún sembrador que haga esto, ni vosotros tampoco, todavía más con el precio y el coste que tiene la semilla.
En el tiempo de Jesús y en nuestro tiempo, el que siembra siembra sobre tierra ya preparada y acondicionada para recibir la semilla.
Lo digo porque si tomamos el texto literal, las tres cuartas partes de la semilla se pierde… ¿no es así?
Un sembrador lo haría al revés, si acaso que se pierda una cuarta parte, pero no la gran mayoría de la semilla.
Esto solamente se entiende a la luz de la interpretación magistral de la parábola que Jesús le da.
Porque Jesús no está hablando de semilla, sino de la palabra de Dios.
Y ahora sí, la Palabra de Dios que se les ha sembrado en el corazón, son muchos los que van a dejar desperdiciar.
Son muchos la que la van a dejar perder y muchos la que la van a rechazar y pocos la que la van a guardar, las que la van a atesorar dando el fruto que se espera de ellos.
En definitiva, son pocos, comparados con los que recibirán el evangelio de Jesús, que entrarán en el reino de los Cielos.
Escuchando estas parábolas del Reino, en el evangelio de Lucas los discípulos de Jesús llegan a preguntarle: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» Él les dijo: «Luchen por entrar por la puerta estrecha, porque, les digo, muchos pretenderán entrar y no podrán. Lc 13:23–24
Hay mucha gente que escuchó la parábola en palabras de Jesús que no se interesó por nada más. Se quedó solamente con eso.
Vosotros poneos en el lugar de los que solamente van a escuchar la parábola y no la interpretación.
Pensad en como siempre se nos ha enseñado acerca de este pasaje, como Jesús lo está enseñando literalmente.
Independientemente que esta tierra tenga unas u otras características, aunque el sembrador esparce la semilla y la tira, pero no la malgasta echándola sobre un camino.
No la derrocha tirándola sobre piedras, o entre espinos hasta tal punto de aprovechar solamente la cuarta parte de la semilla.
Por sí sola esta parábola es simplista, lo veis, y como tal muchos la tomaron así y no quisieron saber más.
Lo que muchos pasaron por alto es que Jesús estaba enseñando, que aquella parábola aparentemente simple, no era nada sin que Jesús pusiese a su lado la enseñanza.
¿Entendéis el punto aquí? Por qué hay quienes se deleitan leyendo la Palabra de Dios y hay quienes piensan que es un libro más?
Jesús nos da la primera luz para entender la parábola que es la llave, para poder entender todo lo demás. ¡El que tiene oídos para oír, oiga!
Un día un hermano me decía que para él no había predicaciones ni largas ni cortas, porque Dios siempre tenía algo para él.
Siempre se llevaba algo por muy sencilla y simple que sea la predicación, independientemente de su duración, de su contenido, o exposición.
Por qué digo esto, porque seguidamente de que Jesús dice: “el que tiene oídos para oír, oiga” seguidamente dice así…..
“Cuando estuvo solo, los que estaban cerca de él con los doce le preguntaron sobre la parábola” Mr 4:10.
De toda aquella “mucha gente” que Marcos nos describe, cuando Jesús se quedó solo, hubo un grupo, no sabemos de cuántos, que estaban cerca, más los doce apóstoles, que le preguntaron sobre el sentido de la parábola.
Hubo un grupo de personas que habían escuchado lo mismo que el resto, pero que pensaron, que aquello no podía ser tan simple como parecía en un primer momento.
Aquella similitud tan común debía de estar cerca de una enseñanza mucho mayor de lo que supuestamente parecía ser.
Y Jesús da la clave, revela la esencia de porqué hay quienes las Palabras de Jesús, su evangelio, la buena noticia de Salvación, para ellos es un mensaje sin contenido.
Y sin embargo hay quienes, una pequeña parte, que la reciben, la atesoran, la guardan y dan fruto a un treinta, un sesenta y a un ciento por uno.
Si recordáis, cuando vimos el pasaje de la blasfemia del Espíritu Santo, hablamos que hay muchos que han escuchado demasiado hablar de Dios.
Han escuchado de Jesús de su palabra, y la han rechazado tantas veces y han pospuesto una decisión, se ha endurecido tanto el corazón, que ya no hay vuelta atrás.
Pero esto lo sabe Dios. Está situación de oposición a Dios lo juzgará Dios y no nos corresponde a nosotros.
A nosotros nos corresponde seguir esparciendo la palabra del Señor porque no sabemos en qué clase de tierra va a caer.
No nos tiene que preocupar a nosotros en la clase de tierra que es su corazón, si se está desperdiciando o no.
Nosotros debemos de seguir predicando el evangelio de salvación y el fruto lo dará Dios, porque es su semilla.
Cuando un predicador, en mi caso yo en este día, cuando se predica la palabra de Dios, como yo lo estoy haciendo, y la rechazas, no me rechazas a mí, estás rechazando a Dios.
Yo estoy tirando la semilla, sin mirar la tierra a la que cae.
De la misma manera que lo estaban entendiendo la mayoría de los que recibieron la parábola en palabras de Jesús.
El sembrador de la parábola tiraba la semilla aún consciente de que tres cuartas partes de ella tenía todas las probabilidades de perderse.
Un agricultor que persiga una buena gestión de sus tierras nunca haría esto.
Pero es que del sembrador que Jesús está hablando la semilla no es suya. Tiene toda la que quiera.
Puede esparcir, y tiene el permiso del dueño de la simiente de extenderla a tiempo y fuera de tiempo, aun siendo consciente de que mucha de ella se va a perder.
Muchos de ellos la van a rechazar y se opondrán a ella.
Y como nos damos cuenta que muchos rechazan la Palabra del Señor somos tentados y caemos en el error de suavizarla.
Por esto los predicadores, en muchas ocasiones se ven acosados para que dejen de hablar, de pecado, de juicio, de arrepentimiento, porque si no se les enfadan o se les van las gentes de las iglesias.
Cuando Jesús, al comienzo de este evangelio no habla en parábolas sino para que se le entienda: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” Mr 1:15.
Daos cuenta la bisagra que usa Jesús para unir la parábola con la interpretación. Que es lo que se pierden la mayoría de la multitud que sigue a Jesús, porque no quieren más.
En este momento muchos ya desconectaron, a lo mejor a algunos de vosotros ya se os pasó el tiempo de atención.
Dice Jesús: “…. El que tiene oídos para oír, oiga. Cuando estuvo solo, los que estaban cerca de él con los doce le preguntaron sobre la parábola….
Y les dijo: A vosotros os es dado saber el misterio del reino de Dios; mas a los que están fuera, por parábolas todas las cosas;….
para que viendo, vean y no perciban; y oyendo, oigan y no entiendan; para que no se conviertan, y les sean perdonados los pecados….
Y les dijo: ¿No sabéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas? Mr 4:8–13.
Lo que Jesús está diciendo es lo siguiente: A vosotros que queréis más, os es dado el misterio del reino de Dios, porque Jesús ha prometido que: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. Mt 7:7–8.
Si clamas al Señor él te enseñará cosas grandes y ocultas que tú no conoces.
Él te revelará el misterio que antes no podías entender, porque te hará ver, y entender lo que antes no podías, porque estabas en total oscuridad.
Pero los que no quieren oír, los que no quieren atender, los que rechazan una y otra vez cargan con su propia responsabilidad.
Tienen un corazón tan rebelde, están tan sobrados, exponen tal contención contra Dios, que ya no pueden recibir nada.
Dice Jesús, citando a Isaías 6: les hablo para que no entiendan, que teniendo ojos, no van a percibir las cosas del reino.
Que teniendo oídos, no van a escuchar, que teniendo entendimiento, no van a entender.
Escucha esto…. ¡Para que no se conviertan, y no les sean perdonados los pecados!
Si tú estas aquí en esta mañana y has escuchado una y otra vez la palabra del Señor, llamándote a arrepentirte y a volverte a Él, y una y otra vez y no quieres tomar la decisión, te digo en el nombre del Señor que deberían temblarte las piernas.
Porque dice el Señor que estás a las puertas de caer en el pecado de blasfemar y resistir al Espíritu Santo.
Estás en el límite de que no llegues a entender el mensaje de salvación y nunca tus pecados te sean perdonados.
Y tuya es la total responsabilidad.
Esto lo tienes en contra tuya y debería hacerte temblar en esta mañana.
Porque no sabes si el Señor te va a permitir escuchar una vez más el llamamiento a que te arrepientas y te vuelvas a él.
¡Pero tienes algo a tu favor! Y lo que tienes a tu favor es que yo no lo sé.
Y como no sé en qué situación estás, voy a seguir predicando desde este púlpito, mientras que se me permita, para que el Señor tenga misericordia de ti.
Para que comprendas el evangelio de Cristo, te arrepientas, para que tus pecados te sean pecados, pero no sigas resistiendo… no sea que traspases el límite.
Pero Jesús dice algo más en esta Bisagra que une la parábola con la interpretación v13 Y les dijo: ¿No sabéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas? Mr 4:13.
Es imposible que puedas entender nada del evangelio de Jesús por ti solo.
No podrás comprender y recibir el mensaje de salvación, si la semilla de la palabra de Dios no cae en la buena tierra de tu corazón, para que dé fruto a un treinta, a un sesenta y a un ciento por uno.
Y ahora Jesús pasa a dar sentido a la parábola y nos explica porqué el sembrador tira la simiente indiscriminadamente sin mirar dónde cae.
Y por qué hay tanto terreno que no la recibe, y muy poca semilla que cae en buena tierra y da el fruto que se espera de ella.
En el v14 Jesús revela que el sembrador es el que predica o esparce la semilla que es la palabra de Dios. “El sembrador es el que siembra la palabra” Mr 4:14.
El sembrador, el que predica, no juzga el terreno, si es bueno o malo, sino que disemina la palabra del Señor sin mirar donde cae.
Y nos presenta tres condicionantes para que la Palabra del Señor no llegue a germinar, que al final es uno solo, que no da fruto, y termina muriendo.
El primero es que si esta parábola es la antesala de la entrada al reino de Dios, el reino de las tinieblas, Satanás mismo, se levanta contra él.
Y los denomina los que están junto al camino Mr 4:15. “En quienes se siembra la palabra, pero después que la oyen, en seguida viene Satanás, y quita la palabra que se sembró en sus corazones”
Reciben la palabra del Señor con entusiasmo, pero llegan a casa, después que ha pasado la euforia, allí mismo Satanás, que no quiere que nadie sea apartado de su esclavitud, le roba la palabra recibida, y queda como si nada.
Ha participado de una reunión muy emotiva, ha decidido entregar su vida a Jesús, pero como espuma en una cerveza, Satanás ha soplado y se ha quedado sin ella.
Incluso hay quienes se bautizan, dan testimonio de su fe, y ya no se les ve nunca más. Rápidamente la semilla de la Palabra de Dios les fue quitada.
El segundo condicionante es el propio mundo que nos rodea.
Dice el Mr 4:16–17: “Estos son asimismo los que fueron sembrados en pedregales: los que cuando han oído la palabra, al momento la reciben con gozo; 17pero no tienen raíz en sí, sino que son de corta duración, porque cuando viene la tribulación, (y la pandemia) o la persecución por causa de la palabra, luego tropiezan”
Estos son los que reciben la palabra y se mantienen por un tiempo pero las propias condiciones del mundo que vivimos, el día a día, se hace muy duro, y muchos terminan sucumbiendo.
Porque a lo mejor creyeron, o se les predicó un evangelio fácil, de prosperidad y bienestar y cuando llegan las dificultades, se enfrían, pierden el ánimo y se alejan.
Parecía que sí, porque dieron grandes muestras de estar gozosos y compartían su alegría con todos, pero cuando llegó la prueba de la fe, porque llega tarde o temprano, abandonaron.
Y uno de los condicionantes, en este sentido, es la propia iglesia.
Vienen aquí y se les predica que en la Iglesia están los santos del Señor y cuando ven que a alguno se le cae el “halo de santidad” salen corriendo hablando pestes de la Iglesia.
Cuando vienen y ven que dentro de la iglesia hay mucha carne cruda, se van huyendo de ella, sin darse cuenta que su propia carne también estar por quemar.
Y esto no lleva al tercer condicionante que es nuestro propio corazón. Nuestra propia condición.
Dice Mr 4:18–19 “Estos son los que fueron sembrados entre espinos: los que oyen la palabra, pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa”
Dice Jeremías que 17:9: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?”
Dice un autor que: “nada, que te engañará o te inducirá al error más rápida y más completamente que tus emociones”
Nuestras emociones, nuestros deseos, lo que nos gusta, las intenciones más profundas de nuestros corazones, no queremos entregarlas, no queremos hacerlas morir y al final nos entristecen y abandonamos.
Porque cuando nos acercamos a Dios, Dios demanda cosas de nosotros, que no queremos entregar y como el joven rico, terminamos yéndonos entristecidos.
A lo mejor, porque ocurre mucho en España, tenemos una paga de viudedad, o una paga de madre soltera y, para no perderla, mantenemos una relación con nuestra pareja sin estar casados.
Y al entender el evangelio, sientes que Dios te pide que te cases y arregles esta situación.
Pero como vas a perder esa paga, o esa ayuda, pues terminas abandonando el evangelio, porque no quieres obedecer a la promesa, de los que aman a Dios, todas las cosas le ayudan a bien.
Al final, los tres ejemplos que Jesús da es uno solo, terminan abandonando y rechazando la Palabra que recibieron, no se convierten verdaderamente, y el final es que no entran en el reino de Dios.
Estos tres condicionantes son los que no perseveraron en la palabra de Dios y al final terminaron abandonando como tantos y tantos los seguirán habiendo.
Pero hay una cuarta parte que sí fueron sembrada la Palabra porque su corazón era buena tierra.
Dice Jesús Mr 4:20: “Y éstos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno”
Daos cuenta la de veces que el verbo oír se usa en sus diferentes conjugaciones. Luego a modo de repaso buscad las veces que se usa en estos 20 versículos.
Yo creo que en esta relación que Jesús hace no entran los como llama Alex Sanpedro “Cristianos normales” en su libro Igleburguer.
Me refiero a los que dan fruto a un treinta, a un sesenta y a un ciento por uno.
Dice así: “cristianos domados, acomodados, cristianos burgueses. Que pecan poco y a veces hacen algo, siempre y cuando no les venga mal con su trabajo, o no les coincida con sus vacaciones, puentes, tardes libres para ver la televisión, siesta o ver sus series” hasta aquí la cita.
Pero yo quisiera ser de los que dan un ciento por uno, no me gustaría ser de los que dan treinta o menos.
Yo quisiera ser como hermanos que me han dado testimonio, y seguro que tendréis vosotros también en mente. Que arrastrando sus piernas siguen sirviendo a la Iglesia del Señor.
Y han sido tentados por Satanás, han sufrido enfermedades, su fe ha sido probada, han tenido luchas, pero se mantienen y prosiguen a la meta, como dice el apóstol Pablo.
No ha sido fácil, han tenido que perdonar y pedir perdón, han tenido que desechar y decir que no a muchas cosas por amor y fidelidad a Dios.
Han tenido muchas ganas, y muchas veces de tirar la toalla, de abandonar, pero se ha agarrado a la promesa de que nada ni nadie les podrá apartar del amor de Dios.
Se han caído, se han vuelto a levantar y siguen y siguen con la esperanza que un día verán el rostro de su Señor cara a cara como así él lo ha prometido.
Y estos dan fruto, porque es por los frutos que se les conoce a quienes se les ha sembrado la buena semilla de la Palabra.
La pregunta para terminar es: ¿Dónde estás tú representado en esta parábola?
Porque el Señor Jesús no se ha dejado fuera a nadie, nadie de los que estáis aquí, ni de los que nos puedan escuchar en esta mñana a quedado fuera.
Puedes ser de los primeros, que hace tiempo ya decidieron que esto no era para ellos, que están resistiendo al Espíritu Santo y no dejan que la simiente de la Palabra entre en sus corazones.
Los tres ejemplos que Jesús nos da, comparando la semilla que cae en el camino, entre piedras y entre espinos que al final es ahogada y no germina es uno solo.
Es una exhortación a estar atentos para que esto no te ocurra a ti, como dice el apóstol Pablo: “…el que piensa estar firme, mire que no caiga” 1 Co 10:12.
Vigila, retén, guarda la Palabra de vida que te ha sido dado.
Lastimosamente también hay creyentes que no dan nada de ellos para que el reino de Dios siga extendiéndose.
Y no entienden, que si están dentro es porque otros dieron de sus recursos y de su tiempo, para que recibiesen la simiente de la palabra de Dios y ahora estén aquí.
Jesús dijo: que la simiente era mucha y los obreros pocos.
Pero gracias al Señor que también están, son pocos, no son muchos, dice el Señor, los que dan fruto a un treinta, a un sesenta y a un ciento por uno.
El Señor a estos les dirá, sobre poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré, entra en el gozo de tu Señor.
Medita y reflexiona dónde estás representado en esta mañana.
Que el Señor os bendiga.