Descansen en la verdad divina

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Descansen en la Verdad Divina

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Santiago odiaba la hipocresía en el culto de la gente y en la religión que profesaban. Las fuertes palabras que escribe en contra de la hipocresía en esta sección breve al final del capítulo 1 se repetirán después en la carta. Un aspecto importante de la fe real para una vida real es la disposición que tenemos para escuchar, para realmente escuchar a Dios, para aceptar con humildad su Palabra, y luego actuar conforme a lo que sabemos que es la verdad.
Nueva Biblia de las Américas (Capítulo 1)
22 Sean hacedores de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismos.23 Porque si alguien es oidor de la palabra, y no hacedor, es semejante a un hombre que mira su rostro natural en un espejo;24 pues después de mirarse a sí mismo e irse, inmediatamente se olvida de qué clase de persona es.25 Pero el que mira atentamente a la ley perfecta, la ley de la libertad, y permanece en ella, no habiéndose vuelto un oidor olvidadizo sino un hacedor eficaz, este será bienaventurado en lo que hace.26 Si alguien se cree religioso, pero no refrena su lengua, sino que engaña a su propio corazón, la religión del tal es vana.27 La religión pura y sin mancha delante de nuestro Dios y Padre es esta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y guardarse sin mancha del mundo.
¿Qué puede causar crisis espiritual en los pensamientos y en las acciones de la gente cristiana? ¿Cómo pueden los cristianos que han vuelto a nacer convertirse en hipócritas? Santiago tiene tres respuestas:
(1) No escuchamos bien, o lo suficiente, ya sea a Dios o el uno al otro. Eso es grave. Todos necesitamos una exhortación regular a prestarle atención a la Palabra: “la cual puede salvar vuestras almas”.
(2) Hablamos demasiado; nadie aprende nada hablando.
(3) No siempre controlamos bien el enojo y con frecuencia permitimos que nos llene el corazón. El enojo envenena todas las relaciones. Nunca se va por sí solo sino que se acumula a diario, dejando cada vez menos lugar para la paciencia, la bondad, el entendimiento y el perdón.
22. No os limitéis a escuchar la palabra engañándoos así a vosotros mismos.
Haced lo que ella dice.Consideremos en los cuatro versículos siguientes las cosas que detallamos a continuación:
a. Un mandamiento directo.
El mandamiento tiene una parte negativa y otra positiva. “No os limitéis a escuchar … Haced lo que ella dice”.
He aquí una traducción más literal del texto: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos” (RVR).
Nuestra versión invierte el orden, puesto que en la experiencia diaria, oír viene antes de hacer.
Asimismo, la frase engañándoos así a vosotros mismos tiene que ver solamente con el oír. Por consiguiente, la decisión de ubicar las palabras haced lo que ella dice separadamente al fin del versículo es recomendable, ya que señala énfasis.
Consideremos primeramente el término oidores.
Esta expresión está estrechamente vinculada con la palabra desobediencia en el griego. El escritor de Hebreos reúne al verbo oír y al sustantivo desobediencia en la misma frase.
“Debemos prestar una atención más diligente, por consiguiente, a lo que hemos oído, para que no nos deslicemos …
Toda violación y desobediencia recibió su justo castigo” (2:1–2).
Santiago también advierte a sus lectores que presten atención a la Palabra de Dios. Si ellos se descuidan de escuchar el mensaje de Dios, se engañan a sí mismos.
Se limitan a escuchar la predicación del evangelio y al fin del culto se van como si la Palabra de Dios no hubiese tenido nada que decirles.
A continuación, Santiago nos dice a todos nosotros: “Haced lo que ella dice”.
La fe cristiana siempre es activa y se encuentra en marcado contraste con otras religiones que practican la meditación y una inactividad generalizada.
En una de sus epístolas, Juan habla del deber del cristiano de permanecer activó.
El dice: “Queridos hijos, no amemos de palabra ni de lengua, sino con acciones y de verdad” (1 Jn. 3:18; Ez. 33:32).
23. Cualquiera que oye la palabra, pero no hace lo que ella dice es como el hombre que mira su rostro en un espejo 24, y, después de mirarse, se va y se olvida inmediatamente cómo era.
b. Un ejemplo notable. Una fotografía, especialmente aquella que nos capta tal como somos, vale mil palabras.
Diariamente nos vemos reflejados en el espejo: antes de salir de casa por la mañana, durante el transcurso del día y varias veces por la noche. Los espejos son parte de nuestra vida. Pero los repetidos regresos al espejo establecen el punto de que nuestras memorias son como zarandas.
Santiago utiliza la ilustración del espejo. Los espejos del primer siglo no estaban hechos de vidrio sino de un metal que era pulido regularmente.
Estos espejos descansaban horizontalmente sobre mesas, de modo que la persona que quisiese mirar su reflejo en los mismos tenía que inclinarse y mirar hacia abajo.
Al hacerlo no veía más que un pobre reflejo de sí mismo
Aquí está el punto de comparación. La persona que se mira en el espejo para ver su propia imágen y rápidamente se la olvida es como la persona que escucha la proclamación de la Palabra de Dios pero no responde a la misma.
Ve su reflejo en el espejo, rápidamente ajusta su apariencia exterior, y se marcha.
El oye la predicación del evangelio, hace algunos ajustes menores y prosigue su camino. Pero el evangelio no alcanza a penetrar en su corazón y no llega a cambiar la disposición interna de este hombre.
El espejo es un objeto utilizado para alterar la apariencia externa de la persona; la Palabra, sin embargo, confronta al hombre internamente y exige una respuesta.¿Por qué se olvida la persona de su apariencia tan pronto como se aleja del espejo? Tal cosa parece increíble, pero sin embargo es cierta.
Mucha gente oye una predicación cierto domingo, y una semana más tarde no puede recordar ni una palabra de dicho mensaje. La persona que se limita a oír la Palabra se aleja y no responde a sus demandas.
25. Pero el hombre que mira atentamente a la ley perfecta que da libertad, y sigue haciéndolo sin olvidar lo que ha oído, sino que la cumple—éste será bendecido en lo que hace.
c. Una pronta respuesta.
La persona cuyos oídos y corazón están abiertos a lo que Dios tiene que decir literalmente se inclina para mirar la ley de Dios, del mismo modo en que lo hace cuando se contempla en el espejo que está colocado horizontalmente sobre la mesa.
Sin embargo, la diferencia está en que al estudiar la ley perfecta de Dios ella no se aparta de dicha ley como lo hace la persona que echa solamente una rápida mirada al espejo.
Aquella continúa mirando atentamente la Palabra. Medita sobre ella y obedientemente la pone en práctica.
Santiago recurre al uso de un sinónimo para la Palabra de Dios. La llama “la ley perfecta” y hace que el lector se acuerde del contenido del Salmo 19.
Las leyes promulgadas y oficializadas por el hombre son temporarias y están condicionadas por la cultura, el lenguaje y la ubicación.
En contraste con esto, la ley de Dios es permanente e inmutable.
Es aplicable a todos en todo tiempo y en toda situación.
Es perfecta.¿Por qué es perfecta la ley? Porque la ley perfecta de Dios da libertad y sólo ella hace que el hombre pueda ser realmente libre.
Es decir, la ley de Dios por medio de Jesucristo libera al hombre de la esclavitud del pecado y del egoísmo.
Jesús dice: “Y si el hijo os hiciese libres, seréis verdaderamente libres” (Jn. 8:36; consúltese también Ro. 8:2, 15; Gá. 5:13).
Dentro de los límites de la ley de Dios el hombre es libre, porque allí vive en el ambiente que Dios le ha designado. Cuando cruza esa frontera, se transforma en un esclavo del pecado.
Mientras guarde la ley, es libre.
Y finalmente, el hombre que sigue mirando fijamente la ley perfecta y la guarda, será bendecido.
¿Por qué es ese hombre feliz? Sabe que “los preceptos del Señor son rectos, y dan gozo al corazón”, y que además “los mandamientos del Señor son radiantes, y dan luz a los ojos” (Sal. 19:8; Sal. 119:1–3).
El encuentra gozo en su quehacer, gozo en su familia y gozo en su Señor Sabe que Dios lo bendice en todo lo que hace (Jn. 13:17)
¿Qué es el cristianismo práctico?
Santiago da algunos ejemplos de lo que debe ser la verdadera religión cristiana:
tener bien firmes las riendas de la lengua, ensuciarse las manos ayudando a la gente necesitada y mantenerse limpio de la suciedad del mundo.
En estos dos versículos, Santiago detalla algunos ejemplos que sirven como criterios para la religión de una persona.
26. Si alguien se considera religioso y sin embargo no refrena su lengua, se engaña a sí mismo y su religión es vana.
Al explicar el significado e implicación de servir a Dios, Santiago comienza por decirle a sus lectores como no servir a Dios. Luego, en el versículo siguiente, los instruye acerca de cómo profesar y practicar su religión.
a. “Si alguien se considera religioso”.
Aquí tenemos una oración condicional simple que describe la vida tal cual es. Una persona que asiste a los cultos de una iglesia cristiana puede considerarse religiosa.
Y es cierto, hay mucha gente que cree que asistir a la iglesia, orar y quizá ayunar son el equivalente de ser religioso.
No es así, dice Santiago, puesto que tales actividades pueden no ser más que gestos externos.
Eso es formalismo, no religión.
¿Qué es entonces la religión? Desde el punto de vista negativo, no es lo que el hombre piensa de si cuando se considera devoto.
Desde el punto de vista positivo, la religión se manifiesta cuando el hombre habla teniendo bien firmes las riendas de la lengua.
b. “Y sin embargo no refrena su lengua”.
El escritor de esta epístola introduce el tema de la lengua en el primer capítulo (1:19), lo menciona aquí en relación con la religión, y vuelve luego al mismo con mayor amplitud en el capítulo tres.
Allí compara a la lengua con caballos que tienen frenos en su boca para obedecer a sus amos. “Nadie puede domar la lengua”, dice Santiago.
“Es un mal incansable, lleno de veneno mortal” (3:8). Si el hombre puede frenar su lengua, “es un hombre perfecto” (3:2)
Si un hombre no consigue controlar su lengua, su religión es vana.
La lengua ingobernable se ocupa de la maldición y la blasfemia, de la calumnia y del lenguaje soez.
Desde el punto de vista del hombre la respuesta apresurada, la distorsión de la verdad, la indirecta sutil y el chiste de dudoso buen gusto son cosas consideradas de poca importancia.
Sin embargo, desde la perspectiva de Dios las mismas constituyen una violación del mandamiento de amar al Señor Dios y de amar al prójimo como a uno mismo.
Una violación de estos mandamientos hace que la religión de esa persona sea inútil.
c. “Se engaña a sí mismo y su religión es vana”.
Esta es la tercera vez que Santiago le dice a los lectores que no deben engañarse a si mismos (1:16, 22, 26).
Como buen pastor que es, se da cuenta cabal de que hay una falsa religión que no es más que un formalismo exterior.
Sabe que mucha gente sólo aparenta servir a Dios, pero su lengua la delata. Su religión tiene un sonido hueco.
Y aunque estas personas no se den cuenta, por medio de sus palabras y acciones—o la falta de las mismas—, se engañan a sí mismos.
Su corazón no está en relación correcta ni con Dios ni con su prójimo, y su esfuerzo por esconder esta falta de amor sólo aumenta su autoengaño. Su religión es vana.
27 La religión que Dios nuestro Padre acepta como pura y sin mancha es esta: cuidar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación y guardarse de la contaminación del mundo.
La Escritura no es un libro de definiciones concisas que puedan aplicarse directamente a casos específicos. La Biblia nos enseña un tipo de vida que es del agrado de Dios y de nuestra prójimo.
Por eso Santiago no nos está dando aquí una definición precisa sino más bien un principio.a. “La religión que Dios nuestro Padre acepta como pura y sin mancha”. Cuando Santiago dice “Dios nuestro Padre” introduce en el argumento el concepto de la familia.
Somos los hijos de Dios porque él es nuestro Padre. El espera que tengamos el debido respeto y amor por él, por nuestros hermanos y hermanas en la casa de Dios, y por toda la gente (Gá. 6:10).
Dentro de la familia de Dios el amor es el rasgo dominante, puesto que Dios mismo es amor.
Dios da el ejemplo.Aquí tenemos algunos versículos sueltos que ilustran dicho rasgo:
Padre de los huérfanos, defensor de viudas,es Dios en su santa morada. [Sal. 68:5]
El Señor cuida al extranjeroy sostiene al huérfano y a la viuda. [Sal. 146:9]
El defiende la causa del huérfano y de la viuda, y ama al extranjero.[Dt. 10:18]
Porque los paganos corren tras todas estas cosas [necesidades físicas],y vuestro Padre celestial sabe que las necesitáis. [Mt. 6:32]
Si Dios, entonces, da el ejemplo, es lógico que espere que sus hijos hagan lo que él hace. Si ellos siguen el ejemplo de Dios, demuestran una religión que es “pura y sin mancha”.
Estos dos adjetivos muestran el aspecto positivo (pura) y el negativo (sin mancha); juntos, denotan la esencia de la religión. ¿Y cómo ponemos en práctica nuestra religión? Santiago propone dos ejemplos.
El primer ejemplo tiene que ver con las circunstancias y condiciones sociales de su tiempo: “Cuidar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación”. Las condiciones sociales de los tiempos antiguos eran tales que los huérfanos y las viudas estaban sin protección por no tener quién los cuidase ni proveyese por ellos.
Por eso Dios mismo cumplía tal función. El exhortaba al israelita a que fuese el protector y proveedor del huérfano y de la viuda (por ejemplo, véanse Dt. 14:29; Ez. 22:7; Hch. 6:1–6).
La persona que demuestra una religión verdadera visita a “los huérfanos y a las viudas en su tribulación”. Decide en su corazón ser guardian y proveedor, alivia sus necesidades y les demuestra el amor del Señor de palabra y de obra (Mt. 25:35–40).
c. “Guardarse de la contaminación del mundo”.
Aunque Santiago nos insta a involucrarnos socialmente ayudando a los necesitados que nos rodean, nos advierte al mismo tiempo que debemos mantenernos alejados del mundo pecador.
¿Tenemos que aislarnos del mundo? No, estamos siempre en el mundo, pero no somos del mundo (Jn. 17:14).
Por consiguiente, no deberíamos imitar la forma de ser del mundo; en vez de ello deberíamos practicar la piedad.
Al escribir acerca de la venida del Señor y el fin del mundo, Pedro dice: “Por lo tanto, queridos amigos, dado que aguardáis esto, haced todo esfuerzo para ser hallados sin mancha, irreprensibles y en paz con él” (2 P. 3:14, véase también 1 Ti. 6:14).
En cierta forma Santiago repite lo que dijera anteriormente: “Por lo cual, despojaos de toda inmundicia moral y del mal que es tan prevalente” (1:21).
Los miembros de la familia de Dios tienen la palabra santo escrita sobre sus frentes. Saben que “la amistad con el mundo es odio hacia Dios” (Stg. 4:4). Ellos aman y sirven al Señor verdadera y sinceramente.
¡Pensemos!
El pasaje que estudiamos presenta una serie de exhortaciones que debemos poner en práctica.
Afectan todas las áreas de nuestra vida, pero representan debilidades que frecuentemente se observan en medio del sufrimiento.
Evaluemos nuestra vida para que Dios haga una obra frente a Su “espejo”. ¿Cómo soy cuando sube la presión?
1 ¿Estaré dispuesto a ser enseñado por la Palabra de Dios? ¿Por otros hermanos?
2 ¿Seré lento para hablar? ¿Sin responder? ¿Sin disculpas? ¿Sin quejas?
3 ¿Seré lento para airarme?
4 ¿Recibo con humildad la Palabra de Dios, quitando cualquier pecado que podría servir como obstáculo a su obra en mi vida?
5¿Pongo en práctica la verdad de la Biblia que ya entiendo, para que Dios me enseñe más?
6 ¿Controlo mi lengua para no criticar a otros?
7 ¿Tendré más interés en otros y sus problemas que en mí mismo?8. ¿Me he apartado de toda clase de mal
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