Obedece y confía
Filipenses • Sermon • Submitted
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· 48 viewsDediquemos a Dios nuestra obediencia y confianza, y Él hará grandes cosas
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Introducción:
Hay un concepto que considero que ha sido muchas veces muy malentendido: la obediencia.
¿A quién le gusta obedecer?
Bueno, en realidad, si vamos a ser honestos, no son muchas las personas que responderían afirmativamente a esta pregunta. A la mayoría de nosotros no nos gusta obedecer; preferimos ser quienes dan las órdenes.
Tómalo personalmente: ¿te gusta obedecer?
No todos lo dicen, pero muchos consideran que la obediencia es lo contrario a la libertad. El concepto detrás de esto es el de que “si tengo que obedecer, entonces no soy libre”.
De esa manera, definimos la libertad como la capacidad de hacer lo que uno quiere, sin que nadie intervenga en nuestras decisiones.
¿Es eso así?
En realidad no lo es.
¿A qué velocidad conduces tu auto para ir de un lugar a otro? Con tu respuesta sabrás si obedeciste o no. Así como las leyes que determinan la velocidad en el tránsito (que sabemos que contribuyen a evitar accidentes y a la mutua convivencia) hay muchas otras, la mayoría de las cuales obedecemos cada día. Y por diferentes motivos sabemos que nos conviene obedecer.
Pero esto se aplica de una manera muy particular a nuestra relación con Dios. Él es el Rey, y así como la creación le obedece, también nosotros tenemos que respetarle y obedecerle.
En especial nosotros, los cristianos, sus hijos, debemos saber que nuestra vida se tiene que caracterizar por la obediencia a Dios.
La libertad no consiste en hacer lo que a uno le da la gana. La libertad consiste en escoger sabiamente a quién obedecer.
Los cristianos hemos aceptado que Jesús nos indique como vivir. De hecho, le llamamos Señor, con todo lo que eso implica.
Considera esta verdad personalmente: tu vida tiene que consistir en una continua obediencia a Dios.
En la Palabra de Dios encontramos muchos ejemplos de como los hijos de Dios se dedican a obedecerle, y al hacerlo experimentan un conocimiento cada vez más profundo de su Señor.
1. Los hijos de Dios le sirven y le obedecen
6 Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia;7 y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió.8 Y pasando junto a Misia, descendieron a Troas.9 Y se le mostró a Pablo una visión de noche: un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos.10 Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio.
6 Atravesaron la región de Frigia y Galacia, ya que el Espíritu Santo les había impedido que predicaran la palabra en la provincia de Asia. 7 Cuando llegaron cerca de Misia, intentaron pasar a Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió. 8 Entonces, pasando de largo por Misia, bajaron a Troas. 9 Durante la noche Pablo tuvo una visión en la que un hombre de Macedonia, puesto de pie, le rogaba: «Pasa a Macedonia y ayúdanos.» 10 Después de que Pablo tuvo la visión, en seguida nos preparamos para partir hacia Macedonia, convencidos de que Dios nos había llamado a anunciar el evangelio a los macedonios.
6 Luego, Pablo y Silas viajaron por la región de Frigia y Galacia, porque el Espíritu Santo les había impedido que predicaran la palabra en la provincia de Asia en ese tiempo. 7 Luego, al llegar a los límites con Misia, se dirigieron al norte, hacia la provincia de Bitinia, pero de nuevo el Espíritu de Jesús no les permitió ir allí. 8 Así que siguieron su viaje por Misia hasta el puerto de Troas.
9 Esa noche Pablo tuvo una visión: Puesto de pie, un hombre de Macedonia —al norte de Grecia— le rogaba: «¡Ven aquí a Macedonia y ayúdanos!». 10 Entonces decidimos salir de inmediato hacia Macedonia, después de haber llegado a la conclusión de que Dios nos llamaba a predicar la Buena Noticia allí.
6 Pasaron por la región de Frigia y Galacia, habiendo sido impedidos por el Espíritu Santo de hablar la palabra en Asia.
7 Cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió.
8 Entonces pasando por Misia, descendieron a Troas.
9 Por la noche se le mostró a Pablo una visión: un hombre de Macedonia estaba de pie, suplicándole: «Pasa a Macedonia y ayúdanos»
10 Cuando tuvo la visión, enseguida procuramos ir a Macedonia, persuadidos de que Dios nos había llamado para anunciarles el evangelio.
Aquí encontramos a Pablo y sus compañeros viajando de un lugar a otro, compartiendo el evangelio y plantando iglesias en diferentes ciudades. ¿Hacían esto porque les gustaba como profesión? No, lo hacían porque se habían sentido llamados por Dios a hacerlo, y habían consagrado sus vidas a servirle.
Sí, servían a Dios. Le habían entregado a Dios sus vidas, su tiempo, sus decisiones. Obedecían a Dios.
Tú también has sido llamado a obedecer a Dios. Cuando venimos a Jesús dejamos de vivir la vida a nuestra manera y le entregamos a Dios la autoridad, dejando que Él decida lo que hagamos.
Eso no siempre implica que nos convirtamos en misioneros, como Pablo y sus amigos. Pero sí implica que cada día, en cada decisión, nos comprometamos a obedecer a nuestro Señor.
Pablo y sus amigos viajaban por Frigia y Galacia, y entonces les sucede esto, que suena tan extraño:
...les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia:...
¡Qué extraño! ¿No te parece?
¿Cómo es eso de que les fue prohibido predicar la Palabra?
Este es el mismo Pablo que más adelante le escribiría a Timoteo:
1 Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, 2 que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.
1 En presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de venir en su reino y que juzgará a los vivos y a los muertos, te doy este solemne encargo: 2 Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar.
1 En presencia de Dios y de Cristo Jesús —quien un día juzgará a los vivos y a los muertos cuando venga para establecer su reino— te pido encarecidamente: 2 predica la palabra de Dios. Mantente preparado, sea o no el tiempo oportuno. Corrige, reprende y anima a tu gente con paciencia y buena enseñanza.
1 En la presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, por Su manifestación y por Su reino te encargo solemnemente:
2 Predica la palabra. Insiste a tiempo y fuera de tiempo. Amonesta, reprende, exhorta con mucha paciencia e instrucción.
Las dos cosas se aplican como obediencia a Dios. Sí, hay que predicar, pero también hay que ser sensible a la dirección del Espíritu Santo.
Pablo debe haber considerado la importancia de la provincia de Asia (Asia Menor) y debe haber querido predicar allí. Era un lugar estratégico desde donde la Palabra llegaría a muchos lugares más. Pero no era el momento. Les fue prohibido. Más adelante, Pablo pasaría en Éfeso, en la provincia de Asia, uno de los períodos más largos de ministerio a las iglesias.
Pero no solamente sucedió eso con respecto a Asia.
...intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió.
¡Qué intenso! ¿No te parece?
Una vez más, quisieron ir a predicar a cierto lugar, pero el Espíritu Santo les dijo que no.
Ahora, considera lo que ellos hicieron en cada ocasión: sencillamente obedecieron a la dirección de Dios.
Aquí es donde está el desafío para nosotros:
¿Estarías dispuesto a que Dios te dirigiera de esta manera, así como dirigió a aquellos discípulos dedicados a Él?
¿Te gustaría tener una relación tan profunda con Dios como para “sentir” cuando Él te prohiba algo o no te permita ir a cierto lugar, como lo hizo con ellos?
Si Dios tocara tu corazón para indicarte que no hagas algo o que no vayas a cierto lugar, ¿qué harías?
El mismo Dios que los dirigió a ellos es el que nos dirige a nosotros en este tiempo.
Aquellos discípulos siguieron su viaje siendo obedientes a Dios, y cuando estaban en Troas:
...se le mostró a Pablo una visión de noche: un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos.
Por lo general asumimos que este fue un sueño que tuvo Pablo. No dice que haya sido un sueño, sino una visión. Puede ser que haya estado orando, y mientras lo hacía que haya tenido esa visión.
¿Puede Dios darnos visiones así hoy en día? Sí que puede. Pero no lo limites a Dios en cuanto a su manera de revelarse, dirigirnos y hablarnos. Él lo va a hacer de diferentes maneras a diferentes personas.
Tenemos que estar listos para escucharlo y obedecerle.
La clave es cultivar una relación personal con Dios, diaria, cotidiana.
¿Qué hicieron Pablo y sus compañeros cuando él recibió aquella visión?
...en seguida procuramos partir para Macedonia (Grecia, Europa), dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio.
En el caso de que Dios nos muestre lo que hacer, ¿cuándo hay que hacerlo?
¡En seguida!
Los hijos de Dios hemos escogido libremente seguirle, obedecerle y servirle.
Que esa sea siempre nuestra actitud.
2. Los hijos de Dios son dirigidos por Él para vivir conforme a su voluntad y dar fruto
11 Zarpando, pues, de Troas, vinimos con rumbo directo a Samotracia, y el día siguiente a Neápolis;12 y de allí a Filipos, que es la primera ciudad de la provincia de Macedonia, y una colonia; y estuvimos en aquella ciudad algunos días.13 Y un día de reposo salimos fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración; y sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían reunido.14 Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía.15 Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos.
11 Zarpando de Troas, navegamos directamente a Samotracia, y al día siguiente a Neápolis. 12 De allí fuimos a Filipos, que es una colonia romana y la ciudad principal de ese distrito de Macedonia. En esa ciudad nos quedamos varios días.
13 El sábado salimos a las afueras de la ciudad, y fuimos por la orilla del río, donde esperábamos encontrar un lugar de oración. Nos sentamos y nos pusimos a conversar con las mujeres que se habían reunido. 14 Una de ellas, que se llamaba Lidia, adoraba a Dios. Era de la ciudad de Tiatira y vendía telas de púrpura. Mientras escuchaba, el Señor le abrió el corazón para que respondiera al mensaje de Pablo. 15 Cuando fue bautizada con su familia, nos hizo la siguiente invitación: «Si ustedes me consideran creyente en el Señor, vengan a hospedarse en mi casa.» Y nos persuadió.
11 Subimos a bordo de un barco en Troas, navegamos directo a la isla de Samotracia y, al día siguiente, desembarcamos en Neápolis. 12 De allí llegamos a Filipos, una ciudad principal de ese distrito de Macedonia y una colonia romana. Y nos quedamos allí varios días.
13 El día de descanso nos alejamos un poco de la ciudad y fuimos a la orilla de un río, donde pensamos que la gente se reuniría para orar, y nos sentamos a hablar con unas mujeres que se habían congregado allí. 14 Una de ellas era Lidia, de la ciudad de Tiatira, una comerciante de tela púrpura muy costosa, quien adoraba a Dios. Mientras nos escuchaba, el Señor abrió su corazón y ella aceptó lo que Pablo decía. 15 Fue bautizada junto con otros miembros de su casa y nos invitó a que fuéramos sus huéspedes. «Si ustedes reconocen que soy una verdadera creyente en el Señor —dijo ella—, vengan a quedarse en mi casa». Y nos insistió hasta que aceptamos.
11 Así que, saliendo de Troas, navegamos con rumbo directo a Samotracia, y al día siguiente a Neápolis.
12 De allí fuimos a Filipos, que es una ciudad principal de la provincia de Macedonia, una colonia romana; en esta ciudad nos quedamos por varios días.
13 El día de reposo salimos fuera de la puerta, a la orilla de un río, donde pensábamos que habría un lugar de oración. Nos sentamos y comenzamos a hablar a las mujeres que se habían reunido.
14 Y estaba escuchando cierta mujer llamada Lidia, de la ciudad de Tiatira, vendedora de telas de púrpura, que adoraba a Dios; y el Señor abrió su corazón para que recibiera lo que Pablo decía.
15 Cuando ella y su familia se bautizaron, nos rogó: «Si juzgan que soy fiel al Señor, vengan a mi casa y quédense en ella». Y nos persuadió a ir.
Aquellos discípulos obedecieron la dirección del Espíritu Santo, tomaron la visión como una indicación de la voluntad de Dios y procedieron a hacer lo que sentían que Dios les indicaba.
Tal como tenemos que hacer tú y yo.
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Los discípulos viajaron desde el borde de Asia Menor por mar hasta la isla de Samotracia y luego a Neápolis, el primer puerto de Europa, en el borde de la provincia de Macedonia, en Grecia.
Hicieron aquel viaje con alegría, pensando en lo que Dios haría allí, siendo que les estaba dirigiendo específicamente a aquel lugar.
Me imagino aquel sábado en el que salieron a predicar. ¿Qué haría Dios?
Pronto pudieron ver la mano de Dios empezar a moverse. Lidia adoraba a Dios, creía en el único Dios verdadero, y aquel día creyó en Jesús. No solamente ella creyó, sino también su familia, y fueron bautizados.
Lidia también se ofreció a hospedar a los misioneros.
¡Qué bendición! ¿Imaginas si hubieras sido parte de aquel equipo misionero? ¡Dios estaba obrando poderosamente!
3. Los hijos de Dios enfrentan la lucha espiritual
16 Aconteció que mientras íbamos a la oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía espíritu de adivinación, la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando. 17 Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo: Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación. 18 Y esto lo hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, éste se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en aquella misma hora.
16 Una vez, cuando íbamos al lugar de oración, nos salió al encuentro una joven esclava que tenía un espíritu de adivinación. Con sus poderes ganaba mucho dinero para sus amos. 17 Nos seguía a Pablo y a nosotros, gritando:
—Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, y les anuncian a ustedes el camino de salvación.
18 Así continuó durante muchos días. Por fin Pablo se molestó tanto que se volvió y reprendió al espíritu:
—¡En el nombre de Jesucristo, te ordeno que salgas de ella!
Y en aquel mismo momento el espíritu la dejó.
16 Cierto día, cuando íbamos al lugar de oración, nos encontramos con una joven esclava que estaba poseída por un demonio. Era una adivina que ganaba mucho dinero para sus amos. 17 Ella seguía a Pablo y también al resto de nosotros, gritando: «Estos hombres son siervos del Dios Altísimo y han venido para decirles cómo ser salvos».
18 Esto mismo sucedió día tras día hasta que Pablo se exasperó de tal manera que se dio la vuelta y le dijo al demonio que estaba dentro de la joven: «Te ordeno, en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella». Y al instante el demonio la dejó.
16 Mientras íbamos al lugar de oración, nos salió al encuentro una muchacha esclava que tenía espíritu de adivinación, la cual daba grandes ganancias a sus amos, adivinando.
17 Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, gritaba: «Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes les proclaman el camino de salvación»
18 Esto lo hacía por muchos días; pero desagradando esto a Pablo, se volvió y dijo al espíritu: «¡Te ordeno, en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella!». Y el espíritu salió en aquel mismo momento.
Los hijos de Dios no somos ajenos al mundo espiritual que nos rodea.
Al contrario, los hijos de Dios, en nuestra relación con nuestro Salvador, influenciamos en nuestro entorno espiritual, siendo sal y luz.
No te sorprendas si el ambiente espiritual se agita a tu alrededor. Todos los cristianos necesitamos estar alerta y preparados para ser dirigidos por nuestro Señor ante cada situación que involucre la lucha espiritual en la que estamos involucrados.
Eso fue lo que sucedió en aquel momento del ministerio de Pablo y sus compañeros.
Todo iba bien. Estaban siendo dirigidos por Dios y le estaban obedeciendo. Como consecuencia estaban empezando a ver fruto de su obra. Lidia y su familia habían creído en Jesús y los habían hospedado.
Ellos seguían predicando a otras personas. Mientras iban a la oración, a aquel mismo lugar a la orilla del río donde habían conocido a Lidia, sucedió el encuentro con aquella muchacha.
¿Quién era? Era una adivina, o así la consideraban, pero en realidad era una joven que estaba poseída por un espíritu maligno. Era esclava de unos hombres que la utilizaban para recibir ganancia con su adivinación.
Aquella joven, motivada por el espíritu que la poseía, empezó a gritar que “Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, que os anuncian el camino de salvación”.
Esto suena bien interesante. Quien hablaba, en realidad, no era la joven sino el espíritu demoníaco que la poseía.
Al principio aquello podría haber sonado positivo. ¿Te imaginas algunos de los comentarios que los discípulos podrían haber hecho? “¡Mira! ¿Ya escuchaste? Hasta esa joven que no nos conoce anuncia lo que hacemos. ¡Qué bien!”. Yo podría haber hecho un comentario así.
Pero, ¡cuidado! Un hijo de Dios al servicio del Padre celestial no recibe ni celebra ningún testimonio proveniente de un demonio. Y para eso tenemos que tener mucho discernimiento.
Aquellos gritos de la muchacha podrían haber hecho tropezar a los apóstoles al sentirse “poderosos”, “muy espirituales”, “reconocidos por el mundo espiritual”. Se podrían haber enorgullecido. ¡Aquella era una trampa del diablo!
Pero, gracias a Dios, Pablo tuvo el discernimiento para actuar con sabiduría de Dios.
Aquel pregón del espíritu que poseía a la joven se repitió en varias ocasiones, hasta que Pablo reaccionó y echó fuera el demonio.
Cuando Pablo le dió la orden al espíritu inmundo (observa que dice literalmente que Pablo le habló al espíritu, no a la muchacha), la joven fue liberada al instante.
¡Qué bendición! ¡Otro testimonio del respaldo de Dios al ministerio del los misioneros!
Dios va a respaldar tu servicio también.
Prepárate para que el mundo espiritual se agite.
Pídele discernimiento al Señor, para no dejarte engañar.
Dios está obrando en tu vida y a tu alrededor.
4. Los hijos de Dios pueden experimentar la dificultad y el rechazo (aún cuando obedecen)
19 Pero viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los trajeron al foro, ante las autoridades; 20 y presentándolos a los magistrados, dijeron: Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad, 21 y enseñan costumbres que no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos romanos. 22 Y se agolpó el pueblo contra ellos; y los magistrados, rasgándoles las ropas, ordenaron azotarles con varas. 23 Después de haberles azotado mucho, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase con seguridad. 24 El cual, recibido este mandato, los metió en el calabozo de más adentro, y les aseguró los pies en el cepo.
19 Cuando los amos de la joven se dieron cuenta de que se les había esfumado la esperanza de ganar dinero, echaron mano a Pablo y a Silas y los arrastraron a la plaza, ante las autoridades. 20 Los presentaron ante los magistrados y dijeron:
—Estos hombres son judíos, y están alborotando a nuestra ciudad, 21 enseñando costumbres que a los romanos se nos prohíbe admitir o practicar.
22 Entonces la multitud se amotinó contra Pablo y Silas, y los magistrados mandaron que les arrancaran la ropa y los azotaran. 23 Después de darles muchos golpes, los echaron en la cárcel, y ordenaron al carcelero que los custodiara con la mayor seguridad. 24 Al recibir tal orden, éste los metió en el calabozo interior y les sujetó los pies en el cepo.
19 Las esperanzas de sus amos de hacerse ricos ahora quedaron destruidas, así que agarraron a Pablo y a Silas y los arrastraron hasta la plaza del mercado ante las autoridades. 20 «¡Toda la ciudad está alborotada a causa de estos judíos! —les gritaron a los funcionarios de la ciudad—. 21 Enseñan costumbres que nosotros, los romanos, no podemos practicar porque son ilegales».
22 Enseguida se formó una turba contra Pablo y Silas, y los funcionarios de la ciudad ordenaron que les quitaran la ropa y los golpearan con varas de madera. 23 Los golpearon severamente y después los metieron en la cárcel. Le ordenaron al carcelero que se asegurara de que no escaparan. 24 Así que el carcelero los puso en el calabozo de más adentro y les sujetó los pies en el cepo.
19 Pero cuando sus amos vieron que se les había ido la esperanza de ganancia para ellos, prendieron a Pablo y a Silas, y los arrastraron hasta la plaza, ante las autoridades.
20 Después de haberlos presentado a los magistrados superiores, dijeron: «Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad,
21 y proclaman costumbres que no nos es lícito aceptar ni observar, puesto que somos romanos»
22 La multitud se levantó a una contra ellos, y los magistrados superiores, rasgándoles sus ropas, ordenaron que los azotaran con varas.
23 Después de darles muchos azotes, los echaron en la cárcel, ordenando al carcelero que los guardara con seguridad;
24 el cual, habiendo recibido esa orden, los echó en el calabozo interior y les aseguró los pies en el cepo.
Hasta aquel momento los discípulos del Señor estaban viendo una victoria tras otra: varias personas habían creído en Jesús, el poder de Dios y la autoridad del nombre de Jesús se habían manifestado de una manera especial en la liberación de una joven poseída.
Pero...
La liberación de la muchacha era una bendición, y ella podría gozarse en que aquel opresor espiritual ya no la molestaría.
Pero, ¿has observado que no todos se alegran por las victorias espirituales?
Aquella joven le daba ganancia a sus amos en su condición de poseída. Ahora que había sido liberada, se les había terminado la fuente de ganancias.
Por puro egoísmo, pensando solamente en ellos mismos y su bolsillo, reaccionaron violentamente y acusaron con mentiras, injustamente a los misioneros.
...y presentándolos a los magistrados, dijeron: Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad, y enseñan costumbres que no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos romanos.
Me suenan tan familiares estas palabras… Hoy en día se acusa a los cristianos de tener un discurso de odio, de oponerse a los “derechos” de las personas. No es cierto, pero he escuchado practicamente el mismo discurso de los amos de aquella joven en nuestro tiempo.
La protesta de aquellos hombres generó un revuelo en la comunidad, resultó en el arresto de Pablo y Silas, en su tortura y encarcelamiento.
¡Vaya! ¡Todo iba tan bien!
Necesitamos aprender la lección que ellos aprendieron.
Ponte por un momento en su lugar. Habían tratado de hacer todo bien.
Habían guardado silencio cuando Dios les prohibió hablar.
Habían cancelado sus planes de viajar hacia cierta región porque Dios así se los indicó.
Habían viajado hasta Filipos en obediencia a una visión que Dios les había dado.
¡Estaban obedeciendo!
Entonces, cuando uno obedece todo tiene que salir bien, ¿no es así?
Sí, pero conforme a los planes de Dios, que son diferentes a los nuestros.
Ahora, aquí estaban los servidores de Dios, heridos, maltratados, presos, con los pies en el cepo… Podrían tener todas las razones del mundo para deprimirse, cuestionar la obra de Dios, angustiarse.
¿Se habrían equivocado al ir a Filipos?
¿No tendrían que haber predicado allí?
¿Estuvo mal que expulsaran aquel demonio?
Esas serían mis preguntas.
5. Los hijos de Dios confían, oran y adoran
25 Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían.
25 A eso de la medianoche, Pablo y Silas se pusieron a orar y a cantar himnos a Dios, y los otros presos los escuchaban.
25 Alrededor de la medianoche, Pablo y Silas estaban orando y cantando himnos a Dios, y los demás prisioneros escuchaban.
25 Como a medianoche, Pablo y Silas oraban y cantaban himnos a Dios, y los presos los escuchaban.
Gracias a Dios por los buenos ejemplos, los que encontramos en la Biblia y en las vidas de nuestros hermanos y hermanas.
Los buenos ejemplos son para que los imitemos.
Si yo hubiera estado en la situación de Pablo y Silas, es probable que hubiera tenido una triste conversación aquella noche, quejándome, preguntándome qué habría hecho mal, lamentando la triste situación en la que me encontraba, autocompadeciéndome.
Pero ellos no lo hicieron.
¿Qué hicieron Pablo y Silas en la prisión?
Oraron.
¿Y cuando oraron?
Se sintieron fortalecidos, inspirados, gozosos, y empezaron a cantar himnos a Dios.
¡Qué locos!
¿Cómo podían cantar en aquella triste situación?
Parece como si hubieran leído aquellas palabras de Santiago:
2 Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas,3 sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.4 Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.
2 Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas, 3 pues ya saben que la prueba de su fe produce constancia. 4 Y la constancia debe llevar a feliz término la obra, para que sean perfectos e íntegros, sin que les falte nada.
2 Amados hermanos, cuando tengan que enfrentar problemas, considérenlo como un tiempo para alegrarse mucho 3 porque ustedes saben que, siempre que se pone a prueba la fe, la constancia tiene una oportunidad para desarrollarse. 4 Así que dejen que crezca, pues una vez que su constancia se haya desarrollado plenamente, serán perfectos y completos, y no les faltará nada.
2 Tengan por sumo gozo, hermanos míos, cuando se hallen en diversas pruebas,
3 sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia,
4 y que la paciencia tenga su perfecto resultado, para que sean perfectos y completos, sin que nada les falte.
O tal vez las de Pedro:
12 Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese,13 sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría.
12 Queridos hermanos, no se extrañen del fuego de la prueba que están soportando, como si fuera algo insólito. 13 Al contrario, alégrense de tener parte en los sufrimientos de Cristo, para que también sea inmensa su alegría cuando se revele la gloria de Cristo.
12 Queridos amigos, no se sorprendan de las pruebas de fuego por las que están atravesando, como si algo extraño les sucediera. 13 En cambio, alégrense mucho, porque estas pruebas los hacen ser partícipes con Cristo de su sufrimiento, para que tengan la inmensa alegría de ver su gloria cuando sea revelada a todo el mundo.
12 Amados, no se sorprendan del fuego de prueba que en medio de ustedes ha venido para probarlos, como si alguna cosa extraña les estuviera aconteciendo.
13 Antes bien, en la medida en que comparten los padecimientos de Cristo, regocíjense, para que también en la revelación de Su gloria se regocijen con gran alegría.
Dios nos conceda la sensibilidad, sencillez y fe que tuvieron aquellos servidores de Dios.
Aún con tus huesos doloridos, con tus heridas a flor de piel, en medio de la noche oscura, cuando las cosas parezcan salir mal, CONFÍA.
Canta al Señor en medio de tus pruebas.
Celebra al Señor cuando no entiendas lo que sucede.
Alégrate de servir a tu Salvador, aunque tengas que enfrentar la dificultad al hacerlo.
Nuestra obediencia no siempre va a implicar que “todo va a salir bien” a nuestra manera. A veces vamos a obedecer a Dios y todo se va a poner en nuestra contra.
No desmayes.
Dios está obrando.
Dios te va a llevar a conocerle mejor por medio de los milagros que va a hacer mientras tú le obedeces con la confianza puesta en sus promesas.
Y, por favor, no olvides el impacto de lo que haces y vives en las vidas de quienes te rodean.
...y los presos oían.
Las vidas de los hijos de Dios producen un impacto en quienes los rodean.
¿Imaginas a aquellos presos sorprendidos porque aquellos hombres oraban y cantaban en medio de su tribulación? ¿Qué les pasaba? ¿Estaban locos o...? ¿Dios estaba con ellos?
Dios también va a usar tu vida para impactar a quienes te ven vivir.
Vive de tal manera que los que saben de ti vean la obra de Dios en tu vida.
6. Los hijos de Dios experimentan a Dios obrando poderosamente y dan fruto para Él
26 Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron. 27 Despertando el carcelero, y viendo abiertas las puertas de la cárcel, sacó la espada y se iba a matar, pensando que los presos habían huido. 28 Mas Pablo clamó a gran voz, diciendo: No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí. 29 El entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas; 30 y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? 31 Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa. 32 Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. 33 Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos. 34 Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios.
26 De repente se produjo un terremoto tan fuerte que la cárcel se estremeció hasta sus cimientos. Al instante se abrieron todas las puertas y a los presos se les soltaron las cadenas. 27 El carcelero despertó y, al ver las puertas de la cárcel de par en par, sacó la espada y estuvo a punto de matarse, porque pensaba que los presos se habían escapado. Pero Pablo le gritó:
28 —¡No te hagas ningún daño! ¡Todos estamos aquí!
29 El carcelero pidió luz, entró precipitadamente y se echó temblando a los pies de Pablo y de Silas. 30 Luego los sacó y les preguntó:
—Señores, ¿qué tengo que hacer para ser salvo?
31 —Cree en el Señor Jesús; así tú y tu familia serán salvos—le contestaron.
32 Luego les expusieron la palabra de Dios a él y a todos los demás que estaban en su casa. 33 A esas horas de la noche, el carcelero se los llevó y les lavó las heridas; en seguida fueron bautizados él y toda su familia. 34 El carcelero los llevó a su casa, les sirvió comida y se alegró mucho junto con toda su familia por haber creído en Dios.
26 De repente, hubo un gran terremoto y la cárcel se sacudió hasta sus cimientos. Al instante, todas las puertas se abrieron de golpe, ¡y a todos los prisioneros se les cayeron las cadenas! 27 El carcelero se despertó y vio las puertas abiertas de par en par. Dio por sentado que los prisioneros se habían escapado, por lo que sacó su espada para matarse; 28 pero Pablo le gritó: «¡Detente! ¡No te mates! ¡Estamos todos aquí!».
29 El carcelero pidió una luz y corrió al calabozo y cayó temblando ante Pablo y Silas. 30 Después los sacó y les preguntó:
—Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?
31 Ellos le contestaron:
—Cree en el Señor Jesús y serás salvo, junto con todos los de tu casa.
32 Y le presentaron la palabra del Señor tanto a él como a todos los que vivían en su casa. 33 Aun a esa hora de la noche, el carcelero los atendió y les lavó las heridas. Enseguida ellos lo bautizaron a él y a todos los de su casa. 34 El carcelero los llevó adentro de su casa y les dio de comer, y tanto él como los de su casa se alegraron porque todos habían creído en Dios.
26 De repente se produjo un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel fueron sacudidos. Al instante se abrieron todas las puertas y las cadenas de todos se soltaron.
27 Al despertar el carcelero y ver abiertas todas las puertas de la cárcel, sacó su espada y se iba a matar, creyendo que los prisioneros se habían escapado.
28 Pero Pablo clamó a gran voz, diciendo: «No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí»
29 Entonces él pidió luz y se precipitó adentro, y temblando, se postró ante Pablo y Silas,
30 y después de sacarlos, dijo: «Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?».
31 Ellos respondieron: «Cree en el Señor Jesús, y serás salvo, tú y toda tu casa».
32 Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa.
33 El carcelero los tomó en aquella misma hora de la noche y les lavó las heridas, y enseguida fue bautizado con todos los suyos.
34 Llevándolos a su hogar, les dio de comer, y se regocijó grandemente por haber creído en Dios con todos los suyos.
Este es un principio fundamental:
Cuando los hijos de Dios obedecen y confían en Él (aunque no siempre entiendan todos los detalles) Dios hará milagros a su alrededor.
Esta es una invitación abierta a cada uno de nosotros para que nos dediquemos a
servir a Dios,
a obedecerle,
a vivir conforme a su voluntad, y
a confiar en Él.
¡Qué bendición derrama Dios cuando nos dedicamos a adorarle, no importa cuáles sean nuestras circunstancias!
¿Cuándo adoras a Dios? ¿Solamente cuando todo sale bien?
Si es así, estás siendo llamado a cambiar, a deleitarte en Dios, adorarle y entregarle tu confianza aún cuando todo parezca salir mal.
Eso fue lo que hicieron aquellos discípulos y, ¡mira el resultado!
Un terremoto
Las puertas abiertas
Las cadenas rotas
Es interesante que esto los afectó a todos los que estaban en aquella prisión, incluyendo especialmente a aquellos que escuchaban a Pablo y Silas orar y adorar a Dios en medio de la noche, en lugar de maldecir y llorar.
¿Cuál habrá sido su reacción?
¿Cómo habrán expresado su asombro?
El pasaje no nos habla de ellos. Lo que sí sabemos es que el carcelero se despertó para encontrar las puertas abiertas, todo a oscuras, las cadenas rotas.
¿Su reacción? Se iba a quitar la vida. En aquellos tiempos, los responsables de los prisioneros respaldaban con su propia vida el cumplimiento de su función. Podían ser ejecutados si dejaban escapar a un preso. ¡Y allí estaban todas las puertas abiertas y rotas las cadenas!
Pero entonces, desde la oscuridad, se escuchó la voz de Pablo:
No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí.
¿Qué quiso decir con todos?
Quiso decir que los presos no se habían escapado.
Sí, el terremoto y la apertura de las puertas había sido un gran milagro, ¡pero aquel era mayor todavía!
En cualquier prisión del mundo, en cualquier época de la historia, si las puertas de la cárcel se abren, ¡los prisioneros huyen!
Bueno, en todas menos en aquella.
No se nos habla de la reacción de los presos ante el milagro pero sabemos que no huyeron.
Pero todavía quedaban más milagros por ocurrir.
El carcelero corre al interior de los calabozos y se inclina ante Pablo y Silas. Este hombre reconoce que lo que ocurrió tuvo que ver con estos dos hombres.
Los saca fuera del calabozo, y les dirige esta pregunta:
Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?
Me impresiona que haya hecho esto. Aquel era el momento para reestablecer la seguridad de la prisión, para alertar a algún destacamento de soldados para que impidieran huídas.
Pero no. Aquel hombre abrió su corazón para atender el asunto de su salvación.
¿Cómo supo que Pablo y Silas podían responderle?
Tal vez porque también los escuchó orar y adorar a Dios.
Tal vez porque supo de lo que estaban haciendo antes de ser arrestados.
Tal vez porque había quedado impresionado por la liberación de la joven poseída.
Lo cierto es que supo que necesitaba ser salvo, y supo que aquellos misioneros iban a enseñarle cómo serlo.
La respuesta que recibió de Pablo y Silas es famosa:
Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.
Aquellos hombres tenían un solo mensaje de salvación, el único que hay. La salvación se obtiene solamente por medio de la fe en Jesús.
Además le dijeron que aquella salvación no estaba disponible solamente para él, sino también para su familia (“...y tu casa”). Los integrantes de su familia también tenían que creer si iban a ser salvos.
Pero presta atención: muchos cristianos piensan que aquellas palabras fueron todo lo que se dijo, que el hombre creyó sin más. Pero no fue así.
Es posible que el carcelero supiera muy poco de Jesús, y probablemente no supiera por qué tendría que creer en Él.
Por eso,
...le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa.
Ciertamente, aquella fue una larga noche. ¡Pero qué gozosa!
Es posible que él mismo hubiera participado de los azotes que recibieron Pablo y Silas, pero aquella noche él mismo le lavó las heridas. ¡Había cambiado! ¡Había recibido el amor y la salvación que hay en Jesús en su vida!
Aquella noche, fue noche de bautismos.
Aquella fue noche de conversión, salvación y alegría.
Piénsalo desde el punto de vista de Pablo y Silas. El día anterior había terminado muy mal. Habían hecho todo bien, siendo obedientes a Dios y sirviéndole, pero habían terminado golpeados, azotados y presos.
Sin embargo habían confiado en Dios, le habían dado su adoración, y Dios no había parado de hacer milagros.
Varias personas habían venido a Jesús: el carcelero, sus familiares, y probablemente los presos.
¡Dios mío! ¿Cómo no adorarte?
5 Truena Dios maravillosamente con su voz;
El hace grandes cosas, que nosotros no entendemos.
5 Dios hace tronar su voz
y se producen maravillas:
¡Dios hace grandes cosas
que rebasan nuestra comprensión!
5 La voz de Dios es gloriosa en el trueno.
Ni siquiera podemos imaginar la grandeza de su poder.
5 »Maravillosamente truena Dios con Su voz,
Haciendo grandes cosas que no comprendemos.
Así, con estos y otros que habían conocido a Jesús, se empezó a formar una iglesia. Lidia y su familia, el carcelero y su familia, alguno de los presos, y otros que habrían creído a la predicación formaron parte de la congregación inicial.
Por aquel entonces, fue todo. Pablo y Silas tuvieron que salir de la ciudad y seguir su camino. Pero Dios había empezado una tremenda obra que no dejaría por la mitad.