Saber quién es Jesús no implica creerle
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Marcos 5: 6-10
Cuando vio, pues, a Jesús de lejos, corrió, y se arrodilló ante él. Y clamando a gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes. Porque le decía: Sal de este hombre, espíritu inmundo. Y le preguntó: ¿Cómo te llamas? Y respondió diciendo: Legión me llamo; porque somos muchos. Y le rogaba mucho que no los enviase fuera de aquella región.
Jesús y sus discípulos encuentran a un endemoniado. Para los discípulos, el endemoniado era alguien a quien debían evitar. Para Jesús, era alguien con quien debía encontrarse. El demonio dice de sí ser “legión”. Nombre militar que hace referencia a una multitud de soldados poderosos. Pero ante Jesús, ellos no tienen ningún poder o autoridad.
El diablo actúa de forma ruidosa. Pero ese ruido, es como el llanto de un niño con una pataleta. Consecuencia de su debilidad, ya que no puede hacer otra cosa ante el poder y autoridad de Dios. Lección: no nos distraigamos por el ruido. Pongamos los ojos fijos en Jesús.
Señor, ayúdame a no intimidarme por el ruido y el aparente poder de este mundo. Ayúdame a fijarme en Jesús: autoridad, poder y victoria ante este mundo.
Oro por los que atraviesan por el poder del mar, por los que sufren. Señor, bendice sus palabras y acciones en todo momento.
Los demonios dicen la verdad sobre Jesús: “Jesús, Hijo del Dios Altísimo” (v. 6). A pesar de rechazarlo, saben quién es. No le creen, pero lo reconocen. ¿Cuántas veces yo no reconozco a Jesús así? Guardo silencio sobre mi fe para no sonar intenso o no asustar a los demás.
Lucas 19: 10
Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
No quiero que los demonios o las rocas reconozcan más a Jesús que yo, que soy su discípulo.
Señor, perdóname cuando priorizo mi reputación. Dame valor y alegría para decir quién eres para mí. Que quien me encuentre te conozca por mis palabras y acciones.