El Pentecostés

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El Pentecostés:

Gratitud a Jesús por la Bendición del Espíritu Santo

 “Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro

se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles

se derramase el don del Espíritu Santo”

(Hechos 10:45).

INTRODUCCIÓN

            La fiesta de las semanas tenía un gran significado para los asistentes al santuario. Los israelitas eran esencialmente un pueblo agrícola y su asistencia al santuario en las fiestas solemnes era una señal de su aprecio por el Dios que otorgaba bendiciones.

            La fiesta de Pentecostés tenía varios nombres en el AT: “la fiesta de la siega”      , “la fiesta de las semanas” o Pentecostés (Éxo. 23:16; 34:22; Núm. 28:26; Hech. 2:1).

I. PERSPECTIVA AGRÍCOLA E HISTÓRICA DE LA FIESTA DE LAS SEMANAS (Lev. 23:15-22; Deut. 16:9-12)

            Esta fiesta se celebraba al fin de la temporada de la cosecha de la cebada en la época de la primavera. Se contaban siete semanas incluyendo el día de la presentación de la gavilla como primicias (el día 16) y exactamente el día 50 era conocido como el Pentecostés. Caía en el día 6 del tercer mes conocido como Siván. La palabra Pentecostés se deriva de una palabra griego que significa “cincuenta”. En el Nuevo Testamento la fiesta de las semanas se conocía como la fiesta de Pentecostés.

           

A.    Pentecostés: Un Llamado al Reconocimiento, Gozo y Gratitud.

     1. ¿Cuál era el propósito o significado de esta fiesta? ¿Qué quería reconocer el pueblo durante este día de fiesta?

La celebración del Pentecostés era un reconocimiento de que Israel dependía de Dios, el dador y autor de todas las bendiciones. Era una expresión de gratitud. Era una expresión y reconocimiento de gozo (Deut. 16:9-11).

                      2. ¿Qué tipo de sacrificios se presentaban durante esta fiesta especial? Se ofrecían “dos panes para ofrenda mecida… de flor de harina, cocidos con levadura” (Lev. 23:17).

Elena de White dice que la presentación de los dos panes cocidos con levadura ante el Señor era una “expresión de gratitud” (PP 581). Además de estos panes con levadura, se ofrecían siete corderos, un becerro, dos carneros y estas ofrendas se presentaban como holocaustos a Jehová.  Además de estos holocaustos, se ofrecía un macho cabrío por expiación, dos corderos como ofrendas de paz (v. 18-19).

                        3. ¿Era sólo la fiesta de las semanas una ocasión para expresar agradecimiento? ¿Tenía la fiesta de las semanas algún tipo de conmemoración?

B.     Pentecostés y la Ley Divina

“La tradición judía relacionaba la fiesta con la promulgación de la ley que ocurrió unos 50 días después de la salida de Egipto (ver Éxo. 19:1-16), y por lo tanto uno de los propósitos del Pentecostés era conmemorar la promulgación de la ley”  (1 CBA 639).

Esto quiere decir, que desde el momento en que salió Israel de Egipto, en la primera Pascua histórica, hasta el momento histórico de recibir Moisés los Diez Mandamientos (la ley de Dios), hubo exactamente 50 días. Este sería el primer Pentecostés original. Vea el siguiente diagrama para tener una idea de este evento:

50 Días
Éxodo de Egipto
Promulgación de la Ley

 

 

 

 

 


Hay un elemento muy importante en esta celebración y es que la fiesta de  las semanas tenía un elemento histórico que debe conectarse con el éxodo. “Acuérdate de que fuiste siervo en Egipto” (Deut. 16:12). “Cuando los israelitas recordaban en esta fiesta que habían sido esclavos en Egipto, podían sentir otra vez la libertad que les había dado el éxodo (Deut. 16:9-12) y su liberación de la esclavitud (Lev. 23:21)” (6 CBA 138).

Pentecostés no sólo conmemoraba la Ley de Dios sino también el derramamiento del Espíritu Santo.

II. CRISTO UNGIDO CON EL ESPÍRITU SANTO (Mat. 3:16,17; Hech. 10:38)

           

            La  presencia del Espíritu Santo en el bautismo de Jesús fueron las credenciales divinas que avalaron el inicio de su ministerio de salvación (Mat. 3:16,17). La Biblia enfatiza la importancia de la recepción del Espíritu Santo en la persona de Jesús. Lo que lanzó a Cristo en la misión de la predicación fue precisamente la bendición del ungimiento del Espíritu Santo.  “Cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hech. 10:38).

III. EL PENTECOSTÉS APOSTÓLICO (Joel 2:23; Hech. 2)

            El Comentario Bíblico Adventista en el tomo 1, página 819 dice que “Así como los panes eran ofrecidos 50 días después de la gavilla mecida, así también transcurrieron cincuenta días entre la resurrección de Cristo y el derramamiento del Espíritu Santo en el día de Pentecostés (Hech. 2:1-4)”.

A.    Cumplimiento del Pentecostés en el Nuevo Testamento.

            La mayor y mejor bendición conferida a la iglesia es la bendición del Espíritu Santo. Una lectura cuidadosa al libro de los Hechos de los Apóstoles revela que el éxito evangelístico de la iglesia naciente se originó en la recepción del Espíritu Santo en el creyente.

            Encontramos en el Antiguo Testamento que se predecía la efusión del Espíritu Santo en la iglesia y que sería una bendición esta recepción. El libro de Joel habla acerca de la “lluvia temprana” (Joel 2:23). La lluvia temprana en el calendario agrícola tenía el propósito de hacer germinar las semillas de los campos. El derramamiento del Espíritu Santo en el día de Pentecostés tuvo como objetivo importante difundir el evangelio a las naciones reunidas en Jerusalén.

            Fue una bendición haber recibido el Espíritu Santo. Los apóstoles recibieron la facultad de hablar en otras lenguas para poder difundir la verdad acerca del Cristo crucificado, Cristo resucitado y el Cristo ascendido a los cielos (Hech. 2:22-24, 32-34). San Pedro en el sermón del cual se convirtieron como 3, 000 personas (v. 41), le dice a la congregación de miles reunidos que “habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís” (v. 33). El derramamiento del Espíritu Santo constituye la mayor bendición que se le puede otorgar al creyente, pues, recibiendo esta bendición, vendrán más bendiciones como resultado de la recepción del Espíritu Santo.

            Los apóstoles estuvieron esperando la unción del Espíritu Santo y Elena de White comenta que “los discípulos sentían su necesidad espiritual, y clamaban al Señor por la santa unción que los había de hacer idóneos para la obra de salvar almas. No pedían una bendición simplemente para sí. Estaban abrumados por la preocupación de salvar almas. Comprendían que el Evangelio había de proclamarse al mundo, y demandaban el poder que Cristo había prometido” (HAp 30).

            La demanda de la bendición del Espíritu Santo no sólo era para los discípulos mismos sino para todos los creyentes. Así sucedió. Los creyentes reunidos recibieron el Espíritu Santo.

            B. La Bendición del Espíritu como Lluvia Temprana.

            “La ascensión de Cristo al cielo fue la señal de que sus seguidores iban a recibir la bendición prometida” (HAp 31). La bendición prometida era el Espíritu Santo. Jesús prometió esta bendición a sus discípulos (ver Juan 16:7, 13). El propósito con el Espíritu Santo era capacitar a los creyentes para el adelantamiento de la obra de Dios y la obra de salvar almas.

            La lluvia temprana tiene dos aspectos muy importantes: para el creyente y para la iglesia.

           

a.       La lluvia temprana en el creyente

En primer lugar, la lluvia temprana en el creyente sucede cuando se entrega a Jesús y lo acepta como su Salvador. Comienza una obra especial de transformación. Debe haber un crecimiento en su vida espiritual.

“El Espíritu de Dios, recibido en el corazón por la fe, es el principio de la vida eterna” (DTG 352).

“Desde el día de Pentecostés hasta ahora, el Consolador ha sido enviado a todos los que se han entregado plenamente al Señor y a su servicio. A todo el que ha aceptado a Cristo como Salvador personal, el Espíritu Santo ha venido como consejero, santificador, guía y testigo” (HAp 40).

Cuando el Espíritu Santo viene al hombre es para convencerlo “de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8) y para guiarlo “a toda la verdad” (v. 13). Esta es la lluvia temprana en el creyente.

            b. La lluvia temprana en la iglesia

            En segundo lugar, “El derramamiento del Espíritu en los días de los apóstoles fue el comienzo de la lluvia temprana, y gloriosos fueron los resultados” (HAp 45).  A partir del capítulo 2 de Hechos y hasta el fin del libro se testifica del avance glorioso del evangelio desde Jerusalén, Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra.

IV. EL PENTECOSTÉS FINAL (Joel 2:23; Apoc. 18:1)

            La iglesia en los días finales de la historia está a la espera de la lluvia copiosa y abundante del Espíritu Santo. El profeta Joel previó una abundante efusión del Espíritu Santo que comúnmente conocemos como la “lluvia tardía” (Joel 2:23). La lluvia tardía en el calendario agrícola judío tenía la finalidad de hacer madurar las semillas y cosechas de los campos.

            El profeta Juan hace alusión a un ángel poderoso que ilumina toda la tierra (Apoc. 18:1). Creemos que esta iluminación de la tierra con la gloria de Dios, representa el derramamiento del Espíritu Santo en forma abundante. Es la lluvia tardía que ayudará a la iglesia a terminar la predicación del evangelio con poder y gloria.

            A. Bendición del Espíritu como Lluvia Tardía.

            “Cristo prometió el don del Espíritu Santo a su iglesia, y la promesa nos pertenece a nosotros como a los primeros discípulos… Esta bendición prometida, reclamada por la fe, trae todas las demás bendiciones en su estela” (DTG 626).

            La lluvia tardía tiene también dos aspectos muy importantes: para el creyente y para la iglesia.

1.      La lluvia tardía en el creyente

            En primer lugar, la lluvia tardía en el creyente se refiere al proceso de santificación y al continuo crecimiento espiritual que hace del creyente un cristiano maduro.

            Elena de White conecta las lluvias temprana y tardía en el creyente al expresar que “el Espíritu Santo es dado para llevar adelante, de una etapa a otra, el proceso de crecimiento espiritual. La maduración del grano representa la terminación de la obra de la gracia de Dios en el alma” (TM 506).

 En segundo lugar, “El Espíritu Santo se da como agente regenerador, para hacer efectiva la salvación obrada por la muerte de nuestro Redentor” (HAp 43).

            Escribiendo a la iglesia de Éfeso, San Pablo conecta el Espíritu Santo con el concepto de la redención (véase Efe. 1:13-14; 4:30). El tema de la redención se presenta como algo futuro, pues, dice, “hasta la redención” (Efe. 1:14), por lo tanto, se espera que el creyente persevere y sea glorificado. Jesús afirmó que “el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mat. 24:13).

            2. La lluvia tardía en la iglesia

            En segundo lugar, esta lluvia tardía se aplica a la obra poderosa que efectuará el Espíritu Santo en la iglesia y que la lanzará en el cumplimiento y consumación final de la misión de la iglesia: el evangelio a todo el mundo y entonces vendrá el fin.

            “Hasta el fin del tiempo, la presencia del Espíritu Santo ha de morar con la iglesia fiel. Pero acerca del fin de la siega de la tierra, se promete una concesión especial de gracia espiritual, para preparar a la iglesia para la venida del Hijo del hombre. Este derramamiento del Espíritu se compara con la caída de la lluvia tardía” (HAp 45).

            El propósito del Pentecostés final a favor de la iglesia es que hará “madurar la cosecha” (CS 669).

            Los profetas hablaron acerca de la lluvia tardía. “Pedid a Jehová lluvia en la estación tardía” (Zac. 10:1). “Hará descender sobre vosotros lluvia… tardía” (Joel 2:23).

            Debemos agradecer a Dios por el bendito ministerio del Espíritu Santo en nuestra vida y a favor de nuestra iglesia.

CONCLUSIÓN

            En el libro de los Hechos de los Apóstoles se presenta el impactante ministerio y función del Espíritu Santo que bendijo a la iglesia cristiana y que propició el avance del evangelio.

            Este libro presenta los grandes hechos y portentos efectuados a través del Espíritu Santo.

            El Espíritu Santo fue, es y ha sido la mayor y mejor bendición que Dios ha otorgado a la iglesia en el afán de ser efectivos en la predicación del evangelio.

            Debemos estar agradecidos a nuestro bondadoso Dios por la promesa del Espíritu Santo y especialmente por el cumplimiento de esa promesa en nuestra vida.

Llamado a la gratitud

            “¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si  le pide un huevo le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis  dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Luc. 11:11-13).

            Los mejores dones que el Padre celestial nos ha dado son su Hijo amado y su Santo Espíritu.

El Señor también manifiesta  en la parábola que aunque seamos malos, somos buenos con nuestros hijos, y si somos buenos con ellos podemos ser buenos también con el Señor Jesús, por lo tanto:

“DEMOS A JESÚS LA MEJOR OFRENDA

QUE NUNCA LE HEMOS DADO”.

Reflexionando en la gratitud

Cada bendición que se nos concede demanda una respuesta hacia el Autor de todos los dones de la gracia” (PP 185).  “Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Rom. 5:5).

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