Goza, ora, agradece
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Introducción
Introducción
No sé si usted conoce a algún universitario. Usualmente los universitarios siempre están pelaos. Andan llenos de bultos y con pocos chavos. Por lo menos, cuando yo estudiaba, ese fue mi caso. Como universitaria al fin, el dinero limitado que tenía estaba contado para lo que me fuera a comer y la transportación de ese día. Recuero un día fui a almorzar a un burger king. En la entrada había un hombre que parecía deambulan. Estaba sentado en un escalón de la entrada y tenía un vaso de burger king en la mano, pidiendo dinero. Cuando paso lo saludo, y me dice que le dé dinero. Le digo que no tenía en ese momento dinero para darle, pero que si quería algo de comer, con mucho gusto se lo compraba. Me dice: “Dame un Sunday de caramelo”. “No quieres un hamburger ni nada para comer?”. Dijo que solo el sunday de caramelo. Al pedir, no había syrup de caramelo. Miro a ver si estaba cerca para preguntarle si quería de fresa o lo que había. No lo ví, así que se lo pedí plain. Al dárselo le explico lo que pasó… Lo agarra, lo ve y dice que no fue lo que pidió. Yo lo quiero con caramelo. Lo tiró al piso. ¡Me dio un coraje! Me sentí mal ante el desprecio. El Sunday salió de lo poco que había en el bolsillo y lo menos que yo esperaba era que me dijera gracias. Pero no fue esa su reacción. Traigo esto porque cuando leo la Palabra de Dios y me encuentro textos como este, reconozco que no todo el tiempo somos conscientes de lo que Dios ha hecho y hace por nosotros. No siempre hacemos inventario de todo aquello que hemos recibido inmerecidamente, solo por la gracia de Dios. ¿Cuántas veces nosotros no hemos reaccionado como ese hombre que despreció el mantecado porque no tenía el syrup que deseaba? ¿Cuántas veces Dios nos ha bendecido y nosotros, en vez de agradecerle nos hemos quejado? ¿Cómo se sentirá Dios cuando despreciamos y no agradecemos lo que Él nos da?
Desarrollo
Gratitud es la percepción de que hemos recibido cosas inmerecidas o inesperadas. Algo importante sobre la gratitud es que esta nos ayuda a sobreponernos de las crisis y a enfrentar las circunstancias de vida con esperanza y paz. No hay duda de que las crisis tienen un impacto en nuestra vida y no todas las personas asimilan de la misma manera las situaciones. Aun estando en la misma familia. Las crisis, especialmente en la familia, si no se manejan con sanidad, se crean conflictos graves, ira, divisiones, enojos, separaciones y en los más tristes, la violencia. La próxima vez que se siente a ver las noticias, o a escucharlas por radio, cuente cuántas de esas noticias tristes sobre tragedias, se dieron en escenarios de familia, donde las personas se conocían o vivían juntas. Ese es el país donde estamos viviendo, y nosotros como iglesia no podemos dejarnos llevar por ese impulso y por las presiones que nos empujan a responder con ira, insensibilidad y violencia. La crisis no pueden ser excusa para no dar gracias. Es precisamente el ejercicio de la gratitud que nos ayuda, no solo a enfrentar las crisis, sino a tomar decisiones sabias e inteligentes. Este capítulo 4 de Filipenses, el agosto Pablo le está dando un mensaje significativo a la comunidad de Filipos. La comunidad de Filipo enfrentaba el problema del ensimismamiento y la altivez de muchos ciudadanos, quienes buscaban satisfacer sus propias necesidades y servirse a sí mismos. El apóstol Pablo hace un llamado a la introspección y a seguir el modelo de Jesús, que contrasta con las actitudes de orgullo y envanecimiento. El testimonio y legado de Jesús enseña sobre la grandeza del servicio por encima de ser servidos. Hace unos meses acompañé a una familia donde hubo una pérdida significativa. Esta mujer tuvo a su esposo muy enfermo. Vio cómo poco a poco se fue deteriorando física y mentalmente. Ella se mantuvo a su lado y lo cuidó hasta el día en que él partió a la presencia del Señor. En medio del dolor, la tristeza y todo lo que una persona puede experimentar cuando fallece su cónyuge, esta mujer testificaba del consuelo de Dios. Y no solo eso, sino que no se cansaba de dar gracias. Algunos no la entendían. Pero ella estaba clara, que aún en medio de sus lágrimas, tenía motivos para agradecer. Aun no había terminado el servicio en la funeraria para salir al campo santo, y ella decía que tan pronto terminara las gestiones pertinentes y diligencias que tenía que hacer con el papeleo y demás, que contaran con ella para regresar a visitar a los enfermos, como acostumbraba a hacer con su esposo, antes de que él enfermara de gravedad. La gratitud nos ayuda a enfrentar las dificultades con esperanza porque nos deja ver con claridad que Dios sigue amándonos. Dios sigue estando con nosotros. Por eso el apóstol Pablo animaba al pueblo a recogijrse, a alegrarse de lo que Dios ha hecho. Ese regocijo se traduce en la manera en que nos relacionamos con las demás personas. Ese gozo produce en nosotros un deseo de servir, de ser útil en las manos del Señor. Esa gentileza que el Señor espera de nosotros tiene que reflejarse en la manera en que tratamos a otros, a los que piensan igual que nosotros, como a los que piensan diferente. El Señor está cerca, dice el texto bíblico. Al estar cerca, conoce lo que hay en nuestro corazón, conoce nuestra intención y autenticidad en todo lo que hacemos y lo que no hacemos. Y como las situaciones difíciles están fuera de nuestro control, lo que sí está a nuestro alcance es la manera en que nosotros reaccionamos a ellas. Ser agradecidos nos ayuda a tomar decisiones sabias e inteligentes. Si nuestro pensamiento está enfocado en la queja, en el desastre que puede pasar, en lo que no tiene salida, se nos hará muy difícil sobreponernos a las crisis. Pero si optamos por reconocer que Dios está con nosotros, que nos quiere ayudar a vencer, que nos ha dado más de lo que pensamos o esperamos, podremos vencer en su nombre. Así que hermanos, no nos afanemos por lo que sucede a nuestro alrededor. Confiemos en Dios. Oremos y confiemos en el Señor. Hagámoslo con acción de gracias. No para que estemos desconectados de lo que sucede y no hagamos lo que Dios espera de nosotros, sino que oremos con acción de gracias para que Dios nos ayude a actuar conforme a su voluntad. Para agradarle a Él en todo tiempo.
Conclusión
Esta es una mañana hermosa para entregar nuestras cargas al Señor. Algo muy hermoso de ese pasaje bíblico es que tiene una promesa. Hay consecuencias para todo lo que hacemos. Dependiendo de las cosas que hagamos en la vida, las consecuencias son negativas o positivas. Pero cuando hablamos de un corazón agradecido por las bondades de Dios, de un corazón que se mantiene ferviente en oración y entrega continua al Señor, hay un resultado maravilloso. Es el regalo de la paz de Dios. ¡Qué regalo tan especial y necesario! La paz de Dios es un regalo que constantemente necesitamos porque constantemente estamos enfrentando cosas nuevas que nos quieren separar de Dios y que traen preocupación y angustia al corazón. Pero cuando damos gracias a Dios y oramos, y confiamos en Él, su paz abunda en nuestro corazón y pensamiento. Donde antes abundaba la angustia, la tristeza, la ansiedad, ahora el Señor lo cambia por paz, tranquilidad, confianza plena en Él. Es mañana par que cada uno de nosotros haga un inventario de todo lo que Dios ha hecho. Más allá de hacer nuestra lista de peticiones y preocupaciones, acudamos al Señor con acción de gracias. Regocijémonos en su presencia. Gocémonos en Él. Dar gracias Hable con el Señor y presente su vida. Dele gracias a Dios por sus bendiciones y todas sus acciones de amor hacia nosotros. Descansemos en el Señor, confiemos en Él, entreguemos nuestras cargas y vivamos llenos del gozo de Dios, del gozo de la salvación que hemos encontrado en Cristo Jesús Señor nuestro. Si alguien desea entregar sus cargas, vivir con regocijo, orar con acción de gracias, experimentar la paz de Dios, póngase en pie. Si desea tener un corazón agradecido, enfocado en la gracia de Dios, más allá de nuestros caprichos. Oremos.