Los ladrones del gozo
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· 1,882 viewsA lo largo de los cuatro capítulos de Filipenses se menciona el gozo o el regocijo en 19 ocasiones. Aprendamos a cultivar el gozo del Señor.
Notes
Transcript
Los Ladrones del Gozo
Introducción
9 Y Nehemías el gobernador, y el sacerdote Esdras, escriba, y los levitas que hacían entender al pueblo, dijeron a todo el pueblo: Día santo es a Jehová nuestro Dios; no os entristezcáis, ni lloréis; porque todo el pueblo lloraba oyendo las palabras de la ley. 10 Luego les dijo: Id, comed grosuras, y bebed vino dulce, y enviad porciones a los que no tienen nada preparado; porque día santo es a nuestro Señor; no os entristezcáis, porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza.
9 Al oír las palabras de la ley, la gente comenzó a llorar. Por eso el gobernador Nehemías, el sacerdote y maestro Esdras, y los levitas que enseñaban al pueblo, les dijeron: «No lloren ni se pongan tristes, porque este día ha sido consagrado al Señor su Dios.»
10 Luego Nehemías añadió: «Ya pueden irse. Coman bien, tomen bebidas dulces y compartan su comida con quienes no tengan nada, porque este día ha sido consagrado a nuestro Señor. No estén tristes, pues el gozo del Señor es nuestra fortaleza.»
9 Luego Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote y escriba, y los levitas que interpretaban para el pueblo dijeron:
—¡No se lamenten ni lloren en un día como este! Pues hoy es un día sagrado delante del Señor su Dios.
Pues todo el pueblo había estado llorando mientras escuchaba las palabras de la ley. 10 Nehemías continuó diciendo: «Vayan y festejen con un banquete de deliciosos alimentos y bebidas dulces, y regalen porciones de comida a los que no tienen nada preparado. Este es un día sagrado delante de nuestro Señor. ¡No se desalienten ni entristezcan, porque el gozo del Señor es su fuerza!».
9 Entonces Nehemías, que era el gobernador, y Esdras, el sacerdote y escriba, y los levitas que enseñaban al pueblo, dijeron a todo el pueblo: «Este día es santo para el Señor su Dios; no se entristezcan, ni lloren». Porque todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la ley.
10 También les dijo: «Vayan, coman de la grasa, beban de lo dulce, y manden raciones a los que no tienen nada preparado; porque este día es santo para nuestro Señor. No se entristezcan, porque la alegría del Señor es la fortaleza de ustedes».
Mark Twain fue un humorista profesional cuyos discursos y escritos han hecho reir a la gente y, por un corto tiempo, olvidar sus problemas. Sin embargo, el mismo Mark Twain era un hombre cuya vida fue quebrantada por el dolor. Cuando su amada hija Jean murió repentinamente de un ataque de epilepsia, Twain, demasiado enfermo para ir al funeral, le dijo a su amigo: “Nunca he envidiado a nadie sino a los muertos. Siempre envidio a los muertos”.Jesucristo fue “varón de dolores, experimentado en quebranto”. Sin embargo, él poseía un gozo profundo que iba más allá de todo lo que el mundo pudiera ofrecer.
Cuando se enfrentó a la cruel muerte del Calvario, Cristo les dijo a sus seguidores:
11 Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.
11 Les he dicho esto para que tengan mi alegría y así su alegría sea completa.
11 Les he dicho estas cosas para que se llenen de mi gozo; así es, desbordarán de gozo.
11 »Estas cosas les he hablado, para que Mi gozo esté en ustedes, y su gozo sea perfecto.
Aquellos que han confiado en Cristo tienen el privilegio de experimentar la “plenitud de gozo”
11 Me mostrarás la senda de la vida;
En tu presencia hay plenitud de gozo;
Delicias a tu diestra para siempre.
11 Me has dado a conocer la senda de la vida;
me llenarás de alegría en tu presencia,
y de dicha eterna a tu derecha.
11 Me mostrarás el camino de la vida,
me concederás la alegría de tu presencia
y el placer de vivir contigo para siempre.
11 Me darás a conocer la senda de la vida;
En Tu presencia hay plenitud de gozo;
En Tu diestra hay deleites para siempre.
Sin embargo, pocos son los creyentes que se aprovechan de este privilegio. Mas bien viven bajo una nube de desilusión cuando podrían andar en la luz del gozo. ¿Qué es lo que les ha robado el gozo?
La respuesta a esa pregunta tan importante se encuentra en una carta escrita hace siglos. Fue escrita por el apóstol Pablo cuando era prisionero en Roma en el año 62 d. de C., y fue enviada a sus amigos creyentes de la iglesia en Filipos, la cual fue una iglesia fundada por Pablo en su segundo viaje misionero (Hechos 16). Uno de los miembros de dicha iglesia, Epafrodito, había sido enviado a Roma para llevar una ofrenda especial al apóstol y ayudarle en ese tiempo difícil en su vida (Filipenses 2:25–30; 4:10–20). En la carta a la iglesia en Filipos, Pablo expresa su gratitud a los creyentes; pero, lo que es más importante, revela su secreto del gozo cristiano. Por lo menos 19 veces en los cuatro capítulos, Pablo menciona la palabra gozo o regocijo.
Lo notable acerca de esta carta es lo siguiente: la situación de Pablo era tal que no parecía haber razón para que se regocijara. Era un prisionero en Roma y su juicio se aproximaba. ¡El podría ser puesto en libertad o ser degollado! Hechos 28:30–31 indica que era un prisionero en su propia casa alquilada, pero que estaba encadenado a un soldado romano, y no se le permitía predicar en público. Pablo quiso ir a Roma como predicador (Romanos 1:13–16); sin embargo, llegó allí como prisionero. Y desafortunadamente, los creyentes en Roma estaban divididos; algunos estaban de parte de Pablo y otros en su contra (Filipenses 1:15–17). ¡De hecho, algunos de los creyentes procuraban hacer la situación más difícil para el apóstol!
Sin embargo, a pesar del peligro e incomodidad, Pablo sobreabundaba en gozo. ¿Cuál era el secreto de este gozo? El secreto se encuentra en otra palabra que a menudo es repetida en Filipenses: es la palabra sentir, que en este libro se refiere al uso de la mente. Pablo usa dicha palabra 8 veces y también otras 6 palabras distintas que indican el uso de la mente (ciencia, conocimiento, ánimo, estimar, pensamiento, pensar). En otras palabras, el secreto del gozo cristiano se encuentra en la manera que el creyente piensa—sus actitudes. Después de todo, la perspectiva que se tiene de las cosas, determina el resultado que se obtiene de ellas. “Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él” (Proverbios 23:7).
7 Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él.
Come y bebe, te dirá;
Mas su corazón no está contigo.
7 que son como un pelo en la garganta.
«Come y bebe», te dirá,
pero no te lo dirá de corazón.
7 Están siempre pensando cuánto cuesta.
«Come y bebe», te invitan, pero no lo dicen con sinceridad.
7 Pues como piensa dentro de sí, así es él.
Él te dice: «Come y bebe»,
Pero su corazón no está contigo.
De ahí que la carta a los Filipenses es un libro de psicología cristiana, sólidamente basado en doctrinas bíblicas. No es un libro de autoayuda superficial que le enseña al lector cómo convencerse de que todo va a salir bien. Es un libro que describe la mente que el creyente debe tener si quiere experimentar el gozo en Cristo, en un mundo lleno de dificultades.
Para entender mejor el tema total de este libro, primero es necesario descubrir cuáles son los ladrones que nos roban el gozo, y luego determinar las clases de actitudes que debemos tener, a fin de subyugar y derrotar a dichos ladrones.
I. Los ladrones que le roban el gozo
1. Las circunstancias.
La mayoría de nosotros confesamos que cuando las cosas van “viento en popa” nos sentimos mucho más felices y nuestro comportamiento es más agradable a los que convivan con nosotros. “De seguro papá tuvo un buen día en la oficina”, dijo la pequeña Alicia a su amiga que le visitaba. “No rechinó los neumáticos del auto cuando enfrenó al llegar, ni azotó la puerta al entrar. ¡E incluso le dio un beso a mamá!”
Pero, ¿se ha detenido a considerar cuán pocas son las circunstancias de la vida que están realmente bajo nuestro control? No tenemos control sobre el tiempo, sobre el tráfico en el centro de la ciudad o sobre las cosas que otras personas dicen y hacen. La persona cuya felicidad depende de circunstancias ideales estará infeliz una gran parte del tiempo. El poeta Byron escribió: “Los hombres son el hazmerreír de las circunstancias”. ¡Sin embargo, aquí el apóstol Pablo, en la peor de las circunstancias, escribe una carta saturada de gozo!
2. La gente.
Mi hija bajó rápidamente del autobús escolar al detenerse éste enfrente de nuestra casa y azotó la puerta al entrar. Subió excitadamente las escaleras hacia su cuarto y de nuevo azotó la puerta. Durante todo este tiempo iba refunfuñando en voz baja, “¡Gente-gente-gente-GENTE!”
Fui a su puerta y toqué suavemente. “¿Puedo entrar?”
Ella respondió: “¡No!”
Traté una vez más, pero ella dijo en forma aun más bélica: “¡No!”
Le pregunté: “¿Por qué no puedo entrar?”
Su respuesta fue: “¡Porque tú eres una gente también!”
Todos nosotros hemos perdido nuestro gozo a causa de la gente: por lo que son, lo que dicen y lo que hacen. (Y sin duda nosotros hemos contribuido a hacer a alguien infeliz.) Pero, tenemos que vivir y trabajar con la gente; no podemos aislarnos y, a la vez, glorificar a Cristo con nuestras vidas. Somos la luz del mundo y la sal de la tierra. Pero, a veces la luz se desvanece y la sal se hace amarga por causa de otras gentes. ¿Hay alguna manera de tener gozo a pesar de la gente?
3. Las cosas.
Un hombre rico se estaba mudando a su mansión, y un vecino suyo de la secta religiosa de los cuáqueros, quien creía en una vida sencilla, estaba observando las actividades cuidadosamente. El vecino contaba el número de sillas y mesas y el vasto número de artículos curiosos que se llevaban a la casa. Finalmente, le dijo al señor de la mansión: “Vecino, si usted necesita algo, venga a verme y le diré cómo puede vivir sin ello”.
Abraham Lincoln caminaba por la calle con sus dos hijos, quienes estaban llorando y peleándose. “¿Qué les pasa a los niños?” preguntó un amigo. “Lo mismo que pasa con todo el mundo”, replicó Lincoln. “Tengo tres nueces y cada niño quiere dos”.
¡Cosas! ¡Qué ladrones éstas! Sin embargo, Cristo dijo: “La vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (Lucas 12:15).
15 Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.
15 »¡Tengan cuidado!—advirtió a la gente—. Absténganse de toda avaricia; la vida de una persona no depende de la abundancia de sus bienes.
15 Y luego dijo: «¡Tengan cuidado con toda clase de avaricia! La vida no se mide por cuánto tienen».
15 También les dijo: «Estén atentos y cuídense de toda forma de avaricia; porque aun cuando alguien tenga abundancia, su vida no consiste en sus bienes».
En el sermón de la montaña, Cristo enseñó en contra de hacerse tesoros en la tierra; no están a salvo, no duran y nunca satisfacen. Pero, aun así, la mayoría de la gente hoy en día piensa que el gozo viene de las cosas que poseen. En realidad, las cosas nos pueden robar la única clase de gozo que realmente perdura.
4. La preocupación.
Este es el peor ladrón de todos. ¡Cuánta gente ha sido robada de su paz y satisfacción a causa de la preocupación! De hecho, la preocupación tiene incluso consecuencias físicas, y mientras que la medicina puede quitar los síntomas, no puede eliminar la causa. La preocupación hace su obra por dentro. Usted puede comprar sueño en la farmacia, pero no puede comprar descanso.
Si Pablo hubiera querido preocuparse, le habrían sobrado ocasiones para ello. Era un prisionero político que se enfrentaba a una posible ejecución. Sus amigos en Roma estaban divididos respecto a su juicio. No tenía una junta misionera que lo respaldara ni una Sociedad de Ayuda Legal que lo defendiera. Pero, a pesar de todas estas dificultades, ¡Pablo no se preocupó! En cambio, escribió una carta llena de gozo diciéndonos cómo dejar de preocuparnos.
De manera que estos son los cuatro ladrones que nos roban el gozo:
las circunstancias,
la gente,
las cosas y
la preocupación.
¿Cómo podemos subyugar a estos ladrones para que no nos roben este gozo que por derecho es nuestro en Cristo? La respuesta es la siguiente: debemos cultivar las clases correctas de actitudes mentales. Si nuestra perspec-tiva determina nuestro porvenir, entonces la actitud mental que cultivamos determinará nuestro gozo o la falta de éste. En los cuatro capítulos de Filipenses, Pablo describe cuatro actitudes mentales que producirán gozo a pesar de las circunstancias, la gente y las cosas; y dichas actitudes nos librarán de las preocupaciones.
II. Las Cuatro Actitudes Que Mantienen El Gozo
1. La mente sencilla (Filipenses 1).
(Sencilla proviene del latín singulus y, en este caso, significa: de un solo propósito, ánimo o sentir. Al decir que cada creyente debe tener una mente sencilla, no significa tener una mente simple o falto de entendimiento o aspiraciones.)
8 El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.
8 es indeciso e inconstante en todo lo que hace.
8 su lealtad está dividida entre Dios y el mundo, y son inestables en todo lo que hacen.
8 siendo hombre de doble ánimo, inestable en todos sus caminos.
“El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos” (Santiago 1:8). “Doble ánimo” en este texto no significa una doble porción de ánimo, sino “dos ánimos contrarios”. El hombre de doble ánimo es inconstante por cuanto vacila entre dos propósitos. La misma idea se expresa en el viejo proverbio latino: “Cuando el piloto no sabe a qué puerto se dirige, ningún viento es buen viento”. La razón por la cual muchos creyentes se perturban a causa de las circunstancias es porque no cultivan la mente sencilla. Pablo expresa esta actitud de la devoción del corazón sencillo hacia Cristo de esta manera: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (1:21).
21 Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.
21 Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia.
21 Pues, para mí, vivir significa vivir para Cristo y morir es aún mejor.
21 Pues para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia.
En el capítulo 1, Pablo describe esas circunstancias difíciles y se enfrenta con ellas abiertamente. Pero, sus circunstancias no pueden robarle su gozo porque él no vive para gozar de las circunstancias; sino que vive para servir a Cristo Jesús. Es un hombre con un solo propósito: “una cosa hago” (3:13).
13 Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, 14 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
13 Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, 14 sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús.
13 No, amados hermanos, no lo he logrado, pero me concentro sólo en esto: olvido el pasado y fijo la mirada en lo que tengo por delante, y así 14 avanzo hasta llegar al final de la carrera para recibir el premio celestial al cual Dios nos llama por medio de Cristo Jesús.
13 Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado. Pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante,
14 prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
No mira a las circunstancias en sí mismas, sino en relación con Cristo Jesús. No es el prisionero de Roma, es el “prisionero de Cristo Jesús” (Efesios 3:1). Las cadenas que lleva son “mis prisiones… en Cristo” (Filipenses 1:13). No se está enfrentando con un juicio civil; sino que está “puesto para la defensa del evangelio” (1:17). No miró a Cristo a través de sus circunstancias, sino que miró a sus circunstancias a través de Cristo; y esto cambió todo.
Cuando un creyente tiene la mente sencilla, se interesa por la comunión del evangelio (1:1–11), el progreso del evangelio (1:12–26), y la fe del evangelio (1:27–30). Pablo se regocijó en las circunstancias difíciles porque éstas le ayudaron a fortalecer su comunión con otros creyentes, dándole la oportunidad de llevar a otros a Cristo, y lo capacitaron para defender el evangelio ante las cortes de Roma. Cuando tienes la mente sencilla, las circunstancias obran para tu bien y no en tu contra.
2. La mente sumisa (Filipenses 2).
Este capítulo se concentra en la gente, y el versículo clave dice: “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo” (v. 3).
3 Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo;
3 No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos.
3 No sean egoístas; no traten de impresionar a nadie. Sean humildes, es decir, considerando a los demás como mejores que ustedes.
3 No hagan nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo,
En el capítulo 1, Pablo coloca a Cristo primero. En este capítulo, pone a otros en segundo lugar. ¡Lo cual quiere decir que él mismo se coloca al último! Por lo general, la razón por la cual la gente nos irrita tanto es porque no podemos hacer nuestra propia voluntad. Si nosotros insistimos en ponernos en primer lugar, y los demás se empeñan en colocarse en primer lugar, el resultado obvio será conflictos frecuentes.
Una madre y su pequeño hijo subieron en el elevador para ir al consultorio del doctor. En el segundo piso un grupo de personas entró en el elevador, entre ellas una mujer bastante obesa. Al ir subiendo, el silencio se interrumpió con el grito de la obesa pasajera, quien dirigiéndose a la madre le dijo: “Su hijo me acaba de morder”.
La madre estaba completamente avergonzada, pero el pequeño tenía una explicación: “¡La mordí porque se sentó en mi cara!”
Lo que pasó en el elevador está pasando en todo el mundo: la gente y las naciones se muerden unas a otras porque se sienten maltratadas y marginadas.
Mas el creyente con la mente sumisa no espera ser servido por otros; él sirve a los demás. El considera el bienestar de otros como más importante que sus propios planes y deseos. En el capítulo 2, encontramos cuatro ejemplos maravillosos de la mente sumisa: Jesucristo (2:1–11); Pablo (2:12–18); Timoteo (2:19–24); y Epafrodito (2:25–30). Cada uno de estos ejemplos comprueba el principio, “Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido” (Lucas 14:11).
11 Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido.
11 Todo el que a sí mismo se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
11 Pues aquellos que se exaltan a sí mismos serán humillados, y los que se humillan a sí mismos serán exaltados».
11 »Porque todo el que se engrandece, será humillado; y el que se humille será engrandecido».
3. La mente espiritual (Filipenses 3).
Te darás cuenta de que Pablo usa siete veces las palabras cosa y cosas. El hace hincapié en que la mayoría de la gente “piensa en lo terrenal” (v. 19),
19 el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal.
19 Su destino es la destrucción, adoran al dios de sus propios deseos y se enorgullecen de lo que es su vergüenza. Sólo piensan en lo terrenal.
19 Van camino a la destrucción. Su dios son sus propios apetitos, se jactan de cosas vergonzosas y sólo piensan en esta vida terrenal.
19 cuyo fin es perdición, cuyo dios es su apetito y cuya gloria está en su vergüenza, los cuales piensan solo en las cosas terrenales.
pero que el creyente con la mente espiritual se ocupa de las cosas celestiales. “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” (v. 20).
20 Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
20 En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador, el Señor Jesucristo.
20 En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, donde vive el Señor Jesucristo; y esperamos con mucho anhelo que él regrese como nuestro Salvador.
20 Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también ansiosamente esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo,
La persona con la mente espiritual mira las cosas de este mundo desde el punto de vista celestial—¡qué diferencia!
Cuando cinco misioneros fueron matados por los aucas en el Ecuador, algunos periódicos y revistas consideraron esta tragedia como una gran pérdida de vidas. Sin embargo, mientras que esto trajo pena y sufrimiento a los amigos y parientes, los eventos subsecuentes comprobaron que esas muertes no fueron una pérdida, ni para ellos ni para el mundo. Las palabras de Jim Elliot, uno de los mártires, expresan una gran verdad: “No es ningún tonto aquel que da lo que no puede guardar para ganar aquello que no puede perder”.
La búsqueda de las cosas está robándole el gozo a la gente, aun a los creyentes. Queremos poseer cosas, y después nos damos cuenta de que las cosas nos poseen a nosotros. El único camino a la victoria y al gozo es el de tener una mente espiritual y mirar a las cosas desde el punto de vista divino. Como Pablo, debemos ser evaluadores con los valores correctos (3:1–11), atletas con el vigor necesario (3:12–16), y extranjeros con la visión correcta (3:17–21). “Estimo… prosigo… espero” —son los verbos que describen al hombre con una mente espiritual.
4. La mente segura (Filipenses 4).
La preocupación es sencillamente el error de pensar incorrectamente (la mente), y el sentir incorrectamente (el corazón) acerca de las circunstancias, la gente y las cosas. Así que, si tenemos la mente sencilla, la mente sumisa, y la mente espiritual, no nos será difícil vencer sobre la preocupación. Todo lo que necesitamos es algo que guarde nuestro corazón y mente para que la preocupación no penetre. Pablo describe la mente segura: “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos (mentes) en Cristo Jesús” (v. 7).
7 Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
7 Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.
7 Así experimentarán la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender. La paz de Dios cuidará su corazón y su mente mientras vivan en Cristo Jesús.
7 Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús.
El capítulo 4 describe los recursos espirituales que el creyente tiene en Cristo: La paz de Dios (4:1–9), el poder de Dios (4:10–13), y la provisión de Dios (4:14–23). Con recursos como estos, ¿por qué hemos de preocuparnos? Nosotros tenemos la paz de Dios para guardarnos (v. 7), y el Dios de paz para guiarnos (v. 9). La paz de Dios viene cuando oramos correctamente (vs. 6, 7), cuando pensamos correcta-mente (v. 8), y cuando vivimos correctamente (v. 9). Este es el secreto de Dios para tener victoria sobre toda preocupación.
Conclusión
¿Qué Debemos Hacer?
Este estudio de Filipenses nos debe convencer de que es posible vivir una vida de gozo cristiano a pesar de las circunstancias, la gente, y las cosas, y que no necesitamos preocuparnos cuando vienen las pruebas y el camino se torna difícil. Pero, ¿cómo podemos poner todo esto en práctica en nuestras vidas?
Asegúrate de que eres creyente.
Pablo escribió esta carta a “todos los santos en Cristo Jesús” (1:1). La palabra santos significa sencillamente una persona apartada. Cuando te entregas a Cristo, ya no perteneces a este mundo; perteneces a Dios y has sido apartado para su gloria. Cada capítulo en Filipenses comienza con una de las siguientes frases: “en Cristo” o “en el Señor” (1:1; 2:1; 3:1; 4:1). A menos que pertenezcas a Cristo Jesús, no puedes tener la mente sencilla, “Porque para mí el vivir es Cristo” (1:21), o la mente sumisa, “Estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo” (2:3), o la mente espiritual, “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos” (3:20), o la mente segura, “Y la paz de Dios… guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos” (4:7). ¿Cómo se hace uno hijo de Dios? Pablo contestó esa pregunta cuando estaba en la cárcel en Filipos: “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo, tú y tu casa” (lee la historia completa en Hechos 16:6–40).
Reconoce tus errores.
Si hemos sido de doble ánimo, orgullosos, con mentes mundanas y llenos de preocupaciones, entonces ¡estamos pecando! Y entre más pronto lo confesemos a Dios, más pronto su gozo llenará nuestras vidas. (Algunas personas están realmente orgullosas del hecho de que se preocupan, a pesar de lo que Cristo dice en Mateo 6:24–34.)
Rinde tu mente a Cristo diariamente.
Pídele que te dé una mente sencilla, una mente sumisa, una mente espiritual y una mente segura. (En los capítulos siguientes explicaremos la manera en que cada una de estas mentes funciona en la vida cristiana.) Cuando te das cuenta de que has perdido tu gozo durante el día, pregúntate: “¿He sido de doble ánimo? ¿He sido orgulloso? ¿Estoy codiciando cosas? ¿Estoy preocupándome?” Si eres culpable, confiesa tu pecado al instante, y pídele a Dios que restaure tu mente para que seas como él quiere.
Busca oportunidades en las que puedas poner tu mente a trabajar.
Si en verdad quieres una mente sencilla, puedes estar seguro de que el Señor arreglará las circunstancias para que puedas empezar a ejercitarla.
Una nueva creyente, hablando con su pastor dijo: “Yo le pedí al Señor que la verdad de Filipenses 1:21 llegara a ser una realidad en mi vida; y usted no se imagina lo que sucedió. ¡Fui a parar en un hospital!”
El pastor le preguntó: “¿Buscaste oportunidades para hacer progresar el evangelio de la manera en que Pablo lo hizo en Roma?”
Su semblante cayó y replicó: “No, pienso que no lo hice. Pasé la mayor parte del tiempo quejándome”.
Descubrirás durante este estudio que Dios te mandará pruebas frecuentes en tu vida, para ayudarte a desarrollar tus actitudes espirituales. El aprendizaje y el vivir van juntos, y Dios le dará la gracia que necesitas para cada demanda. Al ejercitar la actitud correcta, encontrarás que un gozo profundo inundará tu corazón—gozo a pesar de las circunstancias, la gente y las cosas—y un gozo que vence a la preocupación y te llenará de la paz de Dios.
“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz…” (Gálatas 5:22).
22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
22 En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad,
22 En cambio, la clase de fruto que el Espíritu Santo produce en nuestra vida es: amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad,
22 Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad,
Deja que este fruto crezca en tu vida desde ahora.