La vida cristiana como sacrificio vivo

Romanos 12:1  •  Sermon  •  Submitted
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La vida cristiana como sacrificio vivo. Un culto racional. Sermón basado en Rom 12:1. La vida cristiana surge como consecuencia de creer en el evangelio (Rom 1-11). El primer momento, anterior a la vida ética cristiana (Rom 12 y 13) es la respuesta al Dios misericordioso mediante un acto de adoración: la entrega de nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo y agradable. En esto consiste el culto racional, pleno: en entregar cada área de la vida a Señor que se ha entregado para darnos su vida.

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Romanos 12:1–2 (RVR60)
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Introducción:
Rom 12:1-2 es considerado por los comentaristas como una “joya bíblica”.
No en vano, Martyn Lloyd-Jones dedicó diez sermones a su exposición. Al leerlos, uno percibe que aún podrían escribirse muchos más.
Pablo escribía sus cartas en dos partes: doctrina/enseñanza del evangelio y práctica del evangelio.
En Rom 1-11 subraya que el evangelio es una buena noticia: Dios, por medio de Jesús, nos libra del pecado y la muerte habitando en nosotros por el Espíritu. Y esta buena noticia tiene implicaciones en la vida del cristiano: El creyente ha muerto al pecado y no puede seguir viviendo en él (Rom 6:1); anda en novedad de vida (Rom 6:4); ha sido libertado del pecado para convertirse en siervo de la justicia (Rom 6:18). La presencia del Espíritu asegura que el creyente no vivirá según la carne, sino según el Espíritu (Rom 8:1–11) y hará morir las prácticas de la carne por medio del Espíritu (Rom 8:13).
¿En qué consiste la práctica del evangelio? Romanos 12: 3-12 lo desarrolla: En suma: Rom 12:1
Romanos 12:12–13 RVR60
gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración; compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad.
Ahora bien, ¿cómo es esto posible? Rom 12:1-2 es la respuesta a esta pregunta. En este texto Pablo nos enseña el camino a recorrer para vivir una vida cristiana.

1. Por las misericordias de Dios

Rom 12:1 “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios,...”
1.1. No hay vida cristiana sin doctrina cristiana.
Pablo no cierra la parte doctrinal, para abrir un capítulo independiente sobre cuestiones prácticas. Para Pablo, la exposición de la doctrina está vinculada a la exhortación a la práctica.
Esta relación está expresada mediante una partícula : “Así que”, que mira hacia los capítulos de Rom 1-11.
F. F. Bruce dice: “La doctrina nunca se enseña en la Biblia simplemente para que se conozca; se enseña para que pueda traducirse en práctica”. Entonces cita Juan 13:17: “Si sabéis estas cosas, bienaventurados sois si las hacéis”.
1.2. El contenido de esta doctrina es la misericordia de Dios (Rom 11).
Así, esta doctrina no es una enseñanza de Pablo, sino de Cristo. Pablo es “un apóstol llamado” (Rom 1:1), “un ministro de Cristo Jesús” (Rom 15:16), revestido de autoridad. Pero Pablo no tiene autoridad en sí mismo, en tanto que hombre, sino como mensajero del buen mensaje de Dios, quien se ha demostrado misericordioso ante los pecadores.
Pablo predica la doctrina de la misericordia con misericordia, porque también la vive. Por ello vuelve a dirigirse a ellos como hermanos (comp. Rom 1:13; 7:1, 4; 8:12; 10:1; 11:25; 15:14; 16:17) manteniendo el tono afectivo de la carta.
Así, la exhortación no es una reprimenda. Su actitud es la de rogar (comp. Ef. 4:1 y Fil. 4:2) y tiene por fin implorar y animar a sus hermanos a vivir conforme a esta revelación de las misericordias de Dios.
Su finalidad es atender a las necesidades y crisis de sus hermanos. Presentando el único fármaco que puede sanar sus dolencias: el evangelio.
Ilustraciones o aplicaciones. La misericordia de Dios esta a la base de la doctrina y de la práctica.

2. Presentar el cuerpo

Rom 12:1 “que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.”
2.1. A Dios le interesa tu cuerpo
Tras la exhortación fraterna basada en las misericordias de Dios, Pablo propone a sus hermanos que presenten sus cuerpos como sacrificios vivos, santos y agradables a Dios, como culto racional.
Rom 6:11–15 deja claro que en un contexto tal la palabra cuerpo se refiere a toda la personalidad (cf. Fil 1:20.)
Calvino dice: “Al hablar de cuerpos él no se refiere solamente a nuestra piel y a nuestros huesos sino a la totalidad de lo que nos compone. Él adoptó esta palabra para poder designar más completamente todo lo que somos, ya que los miembros del cuerpo son los instrumentos por medio de los cuales llevamos a cabo nuestros propósitos”.
(Hendriksen, W. (2006). Comentario al Nuevo Testamento: Romanos (pp. 443–444). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.)
El sacrificio al que se nos invita no afecta sólo a una parte de nuestra vida, sino a todas y cada una de las partes que nos componen nuestra persona.
Este texto tal vez sonó extraño en la cultura greco-romana en la que se encontraba la comunidad de Romanos. Para las filosofías y religiones de la región, el cuerpo y la materia eran despreciables y, desde esa óptica, a Dios sólo le interesaría el alma.
Pero el Dios que revela la escritura quiere todo lo que somos, cuerpo y alma, quienes somos en privado y quienes somos en público, en un ambiente o en otro.
Dios está interesado en relacionarse con nuestra persona de forma integral. Sin despreciar ninguna dimensión. Tanto con nuestro intelecto, como con nuestra alma, o corporalidad.
Dios no quiere robarte el cuerpo para que no hagas el uso que tú querrías hacer. Dios quiere tu cuerpo más que tú, y lo quiere mejor, etc.
2.2. Sacrificio vivo, santo y agradable… como culto racional.
Dios quiere que entregues tu cuerpo en sacrificio, vivo, santo y agradable. Esto, que nos parece extraño, es aún más extraño y chocante de lo que parece.
Los creyentes ofrecen sacrificios, pero no los cuerpos de animales sino “sacrificios espirituales agradables a Dios” (1 Ped. 2:5). El sacrificio en la vida del creyente no es una penitencia, sino la entrega de su persona a Dios, quien lo vivifica, santifica y hace agradable.
En otras palabras, este sacrificio es vivo, santo y agradable, no por mérito de la persona, sino porque mérito del Padre, Hijo y Espíritu.
Este sacrificio es “vivo” porque procede de la vida del Dios vivo en nosotros; es “santo”, porque es un efecto de la presencia santificadora del Espíritu Santo; y es “agradable” porque ha sido posible por medio de Jesús, el único que no ha desagradado a Dios.
No se trata de algo que yo hago para Dios, sino de algo que Dios hace en mí cuando yo me entregó plenamente.
Vivir en un un sacrificio vivo, agradable y perfecto exige necesariamente rechazar la idea de que cada uno nos pertenecemos a nosotros mismos, para asumir que le pertenecemos a Dios.
Tim Keller, en su sermón, Todos con un don (Romanos 12: 1-8), ilustra esto con una historia que puede ser reveladora. Keller habla de una muchacha de 16 años estadounidense que durante los convulsos años 30 recibió la llamada a las misiones. A su pronta edad, decidió entregar su vida al Señor por esta causa. A continuación vinieron años de muchos esfuerzo y sacrificio. Fue una agencia misionera y ésta trazó su programa de formación: debía estudiar mucho y casarse (pues en ese entonces, donde tantos misioneros desaparecían, era una forma de velar por su seguridad). Terminó la educación secundaria, estudió enfermería, estudió biblia y teología, estudió lenguas y culturas asiáticas, etc., pero seguía faltándole algo, un pretendiente, un novio, un prometido o un marido. Pasaron los años, aprobó todos los cursos de idioma, estudios teológicos, culturales, misioneros… pero seguía sin encontrar a su complemento para la misión. Una noche, el día antes de su consagración como misionera -a la espera de poder casarse aún para ser enviada-, ella desató en quejas y profunda amargura ante Dios. “¿¡Por qué me haces algo así!? Yo lo he dejado todo por ti a cambio de que cumplieras tu parte, y me has abandonado. Entregué mi vida por ti y no has hecho nada por ella”. En ese momento, se dio cuenta de que estaba usando a Dios y poniendo en el lugar de un deudor. A cambio de su entrega sacrificada y extensa por años, Dios debía compensarla. En ese momento, se dio cuenta de que no había entregado su vida plenamente, sacrificialmente a Dios.
Frente al ejemplo de esta mujer, que dedicó un tercio de su vida en esta misión, ¿piensas que tú sí has entregado tu vida plenamente?
Esa noche, esta mujer abandonó el trono y el control de su vida, dejando de pertenecerse a ella misma, para pasar a pertenecerle a Dios: quien la ama y conoce más de lo que ella podrá amarse y conocerse jamás. Quien tiene cuidado por ella como nadie más podrá tenerlo.
A la luz de la Biblia, esta forma de abandono absoluto en Dios, de entrega total, de muerte a uno mismo, es la única forma de “culto racional”.
Si no eres creyente o estás dudando al respecto de tu compromiso con la fe, puede que al escuchar esta parte del sermón y ver el coste de la vida cristiana pienses que esto no es para ti. Puede que te parezca un precio demasiado alto que pagar, y que te plantees dejar aquí tu fe. Pero no te engañes. Todo el mundo rinde culto (sirve) por algo o por alguien. Puede que prefieras dejar al Señor para centrarte en tu carrera profesional, o en una relación, o incluso en ti mismo, pero en todo caso, estarás adorando a algo o a alguien que no es digno de tu entrega total.
Solo Dios, quien se ha entregado por nosotros, es digno de nuestra entrega plena a él.
El culto racional no es algo que hacemos únicamente adorando al Señor en comunidad. No es una forma de adoración intelectual. Toda vivencia del creyente está llamada a ser un acto de culto sagrado a su Señor por medio de la entrega.
La acción de adorar racionalmente implica la entrega absoluta de todo lo que uno es a Dios, consagrando a él el corazón, la mente, la voluntad y los hechos.
Vista la misericordia de Dios, manifestada en su bondad (Rom 2:4), paciencia (Rom 9:22), amor (Rom 5:5) y gracia (Rom 1:7), nos cabe a nosotros entregarnos a él para participar precisamente de eso que por nosotros no tenemos. Para participar de todo lo que es Dios, se requiere todo de la persona humana, y se requiere una entrega personal y plena nacida de la gratitud ante su don.

3. Inconformados y transformados

Rom 12:2 “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”
Una cosa es indicarle a uno la meta a una persona. Otra es animarla para que trate de llegar a ella. Esto es lo que hace Pablo aquí. Primeramente, Pablo enseña sobre lo que debe evitarse para poder seguir corriendo la carrera. En segundo lugar, Pablo enseña sobre lo que debe hacerse para llegar a la meta.
3.1. Inconformes
Los miembros de la iglesia de Roma eran “santos” pero no habían llegado a la perfección. Eran santos, pero seguían cayendo en pecado. Los miembros de esta iglesia eran imitadores del Señor, como cada uno de nosotros. Pero Jesús no es el único modelo a imitar. Al haber otros modelos, modelos corruptos (1 Cor 15:33), debemos estar alertas de los hábitos y prácticas que imitamos.
Nuestros modelos nos modelan. Por lo tanto, si Jesús no es nuestro modelo como cristianos, vendrán otros modelos a quitarle su lugar de referencia en nuestras vidas.
Para Pablo, hay varias consecuencias negativas de todo esto:
La razón principal por la que Pablo advierte en contra de dejar que uno sea moldeado según el criterio de este tiempo malo es que el interés principal del hombre nunca debe ser vivir sólo para sí mismo. El debiera hacer todo para la gloria de Dios (1 Co. 10:31).
La segunda razón es esta: ceder constantemente a la tentación de ser moldeado según el criterio de “este mundo (malo)” (1 Co. 2:6, 8; Gá. 1:4) termina en amarga desilusión; es que: “La apariencia de este mundo se está pasando” (1 Co. 7:31).
3.2. Conformaos
Lo que se requiere es una transformación, un cambio interior, la renovación de la mente, es decir, no sólo del organo del pensamiento y del raciocinio sino de la disposición interna; mejor dicho aun, del corazón, del ser interior. Cf. 1:28; 7:22–25.
Es importante prestar mucha atención a la forma exacta en que el apóstol se expresa en esta exhortación. Nótense estos detalles:
El usa el tiempo presente: “Dejáos transformar” (Seguid permitiendo que se os transforme). Por ello esta transformación no debe ser un asunto de impulsos: a veces sí, a veces no. Debe ser continua.
El verbo que se utiliza está en la voz pasiva. Pablo no dice: “Transformaos”, sino “Dejaos transformar”. La transformación es básicamente una obra del Espíritu Santo. No es otra cosa que la santificación progresiva.
No obstante, el verbo tiene el modo imperativo. Los creyentes no son completamente pasivos. Su responsabilidad no queda cancelada. Deben permitir que el Espíritu haga su obra en sus corazones y en sus vidas. Su deber es cooperar hasta el máximo de su capacidad. Véanse Fil. 2:12, 13; 2 Ts. 2:13.
Finalmente, el apóstol describe el glorioso resultado de esta transformación continua: “para que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios …” Esta es una declaración muy significativa. Demuestra que para discernir la voluntad de Dios para sus vidas, los creyentes no pueden depender meramente de su propia conciencia. Sin duda la conciencia es muy importante, pero debe ser enviada una y otra vez, constantemente, a la escuela de la Escritura para recibir instrucción del Espíritu Santo. Es de esta manera que los creyentes toman conciencia y permanecen conscientes de la voluntad de Dios.
Es buena en el sentido de que es lo mejor para los propósitos de Dios y, en última instancia, para nosotros mismos. Es agradable (es el mismo término que aparece en el versículo anterior para describir la ofrenda de nuestras personas a Dios) por que es lo que complace a Dios. Es perfecta porque Dios nunca se equivoca en lo que él hace en nuestra vida y en lo que permite que ocurra en la vida de su hijo.Conclusión

Conclusión

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