NO ES MALO LA RIQUESA..
LO BUENO Y LO MALO DE LAS RIQUEZAS..
El periódico Wall Street Journal citó un ingenioso anónimo quien describió el dinero como “algo que se puede usar como pasaporte universal a todas partes menos al cielo, y como proveedor universal de todo excepto la felicidad”. El escritor podía haber añadido que el dinero también provoca la codicia y la rivalidad, un maravilloso siervo pero un amo terrible. El amor al dinero sigue siendo “raíz de todos los males” (1 Timoteo 6:10), y ha hecho mucho para llenar nuestro mundo con corrupción y lujuria (1 Pedro 1:4).
Al leer los sermones y parábolas de nuestro Señor, uno se queda impresionado por el hecho de que tuvo mucho que decir en cuanto a la riqueza material. Ministró a personas que, en su mayor parte, eran pobres y que pensaban que adquirir más riquezas era la solución para sus problemas. Jesús no ignoraba las necesidades de los pobres, y por su ejemplo y sus enseñanzas animó a sus seguidores a compartir con otros lo que tenían. La iglesia al principio fue un compañerismo de personas que voluntariamente compartió sus posesiones con los menos afortunados (Hechos 2:44–47; 4:33–37).
En su relato del hijo pródigo y del hermano mayor, Jesús describió dos filosofías opuestas de la vida. Antes de su arrepentimiento, el pródigo desperdició su vida, pero su hermano mayor gastó su vida como fiel esclavo del trabajo. Ambas actitudes son erradas, porque el enfoque cristiano a la vida es que debemos invertir nuestra vida para el bien de otros y para la gloria de Dios. Este capítulo recalca esa verdad: La vida es una mayordomía, y debemos usar fielmente las oportunidades que Dios nos da. Un día debemos dar cuenta al Señor de lo que hemos hecho con todo lo que él nos ha dado, así que es mejor prestar atención a lo que Jesús dice en este capítulo en cuanto al uso correcto o incorrecto de las riquezas.
Ni Jesús ni Lucas llaman parábola a alguno de los dos relatos de este capítulo, de modo que es probable que nuestro Señor estaba describiendo sucesos reales. Sin embargo, sea que se trate de sucesos reales o solamente parábolas, los valores espirituales son los mismos.
El uso correcto de las riquezas (Lucas 16:1–13)
Un mayordomo insensato (16:1–2). Un mayordomo es alguien que maneja los bienes de otro. No es dueño de esos bienes, pero tiene el privilegio de disfrutarlos y usarlos para ganancia de su patrón. Lo más importante de un mayordomo es que sirve fielmente a su amo (1 Corintios 4:2). Al mirar a las riquezas que lo rodean, el mayordomo debe recordar que le pertenecen a su patrón, no son suyas personalmente, y que debe usarlas de manera que agrade y produzca ganancia a su amo.
Este mayordomo en particular se olvidó de que era un mayordomo y empezó a actuar como si fuera el dueño. Se convirtió en un mayordomo pródigo que desperdició los bienes de su patrón. Su amo oyó del asunto y de inmediato pidió un inventario de sus bienes y una revisión de cuentas. También despidió al mayordomo.
Antes de juzgar tan severamente al hombre, examinemos nuestra propia vida para ver cuán fieles hemos sido como mayordomos de lo que Dios nos ha dado. Para empezar, somos mayordomos de la riqueza material que tenemos, sea poca o mucha; y un día tendremos que dar cuenta a Dios por la manera en que la hemos adquirido y usado.
La mayordomía cristiana va mucho más allá de darle a Dios el diezmo de nuestros ingresos y luego usar el resto como nos plazca. La verdadera mayordomía quiere decir que le agradecemos por todo lo que tenemos (Deuteronomio 8:11–18) y lo usamos como él dirige. Darle a Dios el diez por ciento de nuestros ingresos es una buena manera de empezar nuestra mayordomía, pero debemos recordar que Dios debe controlar también lo que hacemos con el noventa por ciento restante.
También somos mayordomos de nuestro tiempo (Efesios 5:15–17). La frase “aprovechando bien el tiempo” procede del mundo de los negocios, y significa aprovechando la oportunidad. El tiempo es eternidad, acuñada en preciosos minutos que se nos entregan para que los usemos sabia o descuidadamente. La principal lección de esta narración es que el mayordomo, por ruin que fuera, usó su oportunidad sabiamente y preparó para el futuro. La vida dejó de ser disfrute y se convirtió en inversión.
Los creyentes son mayordomos de los dones y capacidades que Dios les ha dado (1 Pedro 4:10), y debemos usar esos dones y capacidades para servir a otros. El ladrón dice: “Lo que es tuyo es mío; ¡lo tomo!” El egoísta dice: “Lo que es mío es mío; ¡lo guardo!” Pero el creyente dice: “Lo que es mío es un don de Dios; ¡lo comparto!” Somos mayordomos y debemos usar nuestras capacidades para ganar a los perdidos, animar a los creyentes, y suplir las necesidades de los afligidos.
Finalmente, el pueblo de Dios es mayordomo del evangelio (1 Tesalonicenses 2:4). Dios nos ha encargado el tesoro de su verdad (2 Corintios 4:7), y debemos guardar este tesoro (1 Timoteo 6:20) e invertirlo en las vidas de otros (2 Timoteo 2:2). El enemigo quiere robarle a la iglesia este tesoro (Judas 3–4), y debemos estar alerta y ser valientes.
Como este mayordomo, un día tendremos que dar cuentas de nuestra mayordomía (Romanos 14:10–12; 2 Corintios 5:10ss). Si hemos sido fieles, el Señor nos dará su elogio y recompensa (Mateo 25:21; 1 Corintios 4:5); pero si no hemos sido fieles, perderemos esas bendiciones, aun cuando seremos salvos y entraremos en el cielo (1 Corintios 3:13–15).
Vance Havner a menudo decía: “Dios nos llamó a participar en el juego, no a llevar la cuenta”. Si somos mayor-domos fieles, Dios nos recompensará generosamente, y esa recompensa glorificará su nombre.
Un mayordomo sabio (16:3–8). El mayordomo sabía que perdería su trabajo. No podía cambiar el pasado, pero podía prepararse para el futuro. ¿Cómo? Haciendo amigos entre los que le debían a su amo, de modo que ellos lo recibieran cuando el amo lo echara fuera. Les dio a cada uno un descuento generoso, siempre y cuando ellos pagaran de inmediato, y ellos estuvieron muy contentos de cooperar. Aun el amo lo elogió por su plan astuto (Lucas 16:8).
Jesús no elogió al mayordomo por robarle a su patrón ni por animar a otros a faltar a la honradez. Jesús elogió al hombre por haber aprovechado sabiamente la oportunidad. “Los hijos de este siglo” son expertos en aprovechar oportunidades para hacer dinero y amigos, y alcanzar el éxito. El pueblo de Dios debe poner atención y ser igualmente sabio cuando se trata de manejar los asuntos espirituales de la vida. “Los hijos de este siglo” son más sabios sólo “con sus semejantes”; ven las cosas del tiempo pero no las de la eternidad. Debido a que el hijo de Dios vive con los valores de la eternidad a la vista, debe poder aprovechar mejor sus oportunidades.
La aplicación (16:9–13). Jesús dio tres amonestaciones basadas en la experiencia del mayordomo.
Primero, nos amonestó a usar sabiamente nuestras oportunidades (Lucas 16:9). Uno de estos días la vida se acabará, y ya no podremos ni ganar ni usar dinero. Por consiguiente, mientras tenemos la oportunidad, debemos invertir nuestro dinero para hacer amigos para el Señor. Esto quiere decir ganar a las personas para Cristo, quien un día nos dará la bienvenida en el cielo. Nuestra vida y nuestros recursos se acabarán un día, de modo que nos incumbe usarlos sabiamente.
Es lamentable ver cómo la riqueza de Dios es desperdiciada por creyentes que viven como si Jesús nunca hubiera muerto y que el juicio nunca llegaría. El siguiente dicho es muy cierta:
La única diferencia entre hombres y muchachos Es que los hombres compran juguetes más costosos.
La herencia del pasado se debe usar sabiamente en el presente para garantizar dividendos espirituales en el futuro. Todos nosotros debemos anhelar hallar en el cielo algunas personas que confiaron en Cristo debido a que ayudamos a financiar el ministerio de llevar el evangelio por todo el mundo, empezando en casa. Thoreau escribió que un hombre es rico en proporción al número de cosas de las que puede prescindir, y tenía razón. Una vez oí al finado Jacob Stam orar: “Señor: Lo único que sabemos en cuanto a sacrificio es cómo deletrear la palabra”. ¡Me pregunto si hoy algunos de nosotros podríamos siquiera deletrearla!
La segunda amonestación de nuestro Señor es sé fiel en la manera en que usas tu riqueza material (Lucas 16:10–12). Dice claramente que no puedes separar lo espiritual de lo material. Nota los contrastes: