Al que a Mí viene

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Jn.6:37

Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí;

y al que a mí viene, no le echo fuera.

    El capítulo seis de Juan es uno lleno de grandes enseñanzas.   Inicia con Jesús supliendo la necesidad de comida en un lugar desierto.  La Biblia nos dice que habían como cinco mil hombres (Jn.6:10), esto sin contar a las mujeres y niños como se nos dice en Mt.14:21.  Seguido de este grandioso milagro se produce otro milagro extraordinario, Jesús caminando sobre las aguas.   Una vez más es Mateo quien nos añade otro detalle de este maravilloso suceso, el de Pedro caminando sobre las aguas también (Mt.14:28-29).   Juan nos continúa diciendo que al otro día la gente vino a buscar a Jesús y al no hallarlo se fueron en su búsqueda.   Es en este punto que Jesús da una enseñanza profunda y clara de él como verdadera comida y verdadera bebida.   Es aquí donde llegamos a nuestro pasaje para el día de hoy.  

    Este verso crea un poco de confusión, pues tiene dos partes aparentemente similares, pero a la vez distintas.   Es por eso que debemos estudiarlo con cuidado para no cometer algún error doctrinal.

   La primera parte de este verso nos dice: Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí.   Encontramos a Jesús diciéndonos que todo lo que viene a él es producto del Padre dárselo.  Esto es como si habláramos de predestinación.  Cabe hacer la pregunta ¿qué es predestinación?   Esta pregunta es importante porque en la Biblia se nos dice claramente que la predestinación existe.   Por lo tanto es algo con lo que debemos tratar.  Predestinación es 1. Destinar anticipadamente algo para un fin. 2. Elegido por Dios desde la eternidad para lograr la gloria (Tomado del diccionario de la Lengua Española).  

   Según estas dos definiciones entendemos que lo que ya está predestinado a ocurrir nadie lo podrá cambiar.   Pensando de esta forma muchas personas creen que las personas que se van a salvar ya están predestinadas y por esa causa no hace falta predicar, después de todo se va a salvar quien está predestinado para salvación y se va a perder quien esta predestinado para perdición.   ¿Será esto realmente así o la Biblia tendrá otra definición para predestinación?   

    Veamos varios versos en la Biblia donde se nos habla de predestinación.  En Ro.8:29-30 aparece la palabra en dos ocasiones.   El primer verso dice: 29Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo…   Este verso nos dice que Dios predestinó al hombre para que fuese hecho conforme a la imagen de su Hijo.  Sin embargo se interpone la frase: Porque a los que antes conoció.    La Biblia nos dice claramente que toda persona que no viene a Jesús es desconocida por Dios (Gál.4:9).   Por lo tanto los predestinados son aquellos que han conocido a Dios.   Aquellos que han abierto su corazón a Cristo.  A esos Dios los ha predestinado para que sean conforme a la imagen de su Hijo.   Veamos ahora el siguiente verso de Romanos.  El verso 30 dice: 30Y a los que predestinó, a éstos también llamó;…   Este verso es confirmando la soberanía de Dios en cuanto a la existencia de las cosas.   El llama a quien ha predestinado para la salvación.   Versos como 2 Ped.3:9 donde nos dice: …no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento y  Jn.3:16 … para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna,  nos dicen que la voluntad de Dios es que todos sean salvos.   La puerta de salvación está abierta para todo aquel que recibe a Cristo como Salvador.  

   Miremos otro verso, el cual no menciona la palabra predestinación, pero nos arroja luz en cuanto al tema.   Me refiero a Mt.25:41 que dice: 41Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.   Este verso nos habla del fuego eterno preparado ¿para quien?, para el diablo y sus ángeles.   El infierno es un lugar preparado por Dios para Satanás y sus demonios.   No ha sido preparado con la intención de que el hombre sea arrojado al infierno.  Sin embargo encontramos a Jesús hablándoles a personas, a hombres que deshonraron al Señor.   Estas personas, de acuerdo a las palabras de Jesús, van a ser lanzadas a ese lugar de tormento eterno.   No porque estaban predestinados para eso, sino porque por su propia voluntad decidieron ir a ese lugar.    Dios da la puerta de salvación para todo hombre, pero el hombre decide si entra o no.   El deseo de Dios, es que todos procedan al arrepentimiento y de esa forma sean salvos, ese deseo continúa activo, pero el hombre toma la decisión final.   La pregunta ahora debe ser ¿sabrá Dios quien va ha ser salvo y quien no?   Sí, él lo sabe por que él conoce el fin de todas las cosas.   Sin embargo su llamado a nosotros es Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura (Mr.16:15).   No nos toca a nosotros analizar quien es candidato a salvación y quien no.   Nuestro llamado es a predicarles a todos, el resultado final lo dará el Señor.

   Esa es la primera parte del verso que tenemos para disertar en esta mañana. Recordemos que dice: Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí.   Ahora debemos mirar la segunda parte del verso.   Esta segunda parte es el complemento de la primera y nos arroja luz en cuanto a la primera parte.  El verso continúa diciendo: y al que a mí viene, no le echo fuera.   Amados notemos que Jesús dice: y al que a mí viene.   Esto es el resultado de “todo lo que el Padre me da, vendrá a mí.”   La salvación se inicia en Dios trayendo al hombre a Jesús.   Por medio de la predicación oyen las Buenas Nuevas de salvación.   El Espíritu Santo les redarguye de pecado, y finalmente la persona toma la decisión, o acepta a Cristo o lo rechaza.   Jesús dijo: porque muchos son llamados, mas pocos escogidos (Mt.20:16).    Son muchos los que Dios atrae a Jesús, pero son pocos los que vienen a él.   Y al que a mí viene, dice Jesús, no le echo fuera.  

    La salvación es para toda la humanidad, pero la humanidad completa tiene que venir a Jesús para poder ser salva.   Así como el infierno fue preparado para Satanás y sus demonios, así la salvación ha sido comprada para toda la humanidad.  

    Veamos varios ejemplos en la Biblia donde personas vinieron a Jesús y no fueron echados fuera.   Veremos tres casos en específicos, pero sabemos que la Biblia está llena de muchos más.   El primero será el de Zaqueo, luego veremos al paralítico y finalmente veremos a la mujer del flujo de sangre.

I)        Jesús y Zaqueo* (Lc.19:1-10)

    Como vimos la semana pasada Zaqueo era un jefe de publicano.   Esto es suficiente para poder tener una buena idea de qué clase de persona él era, si es que entendemos quienes eran y que hacían los publicanos.   Podemos encontrarlos diariamente en las calles bien vestidos, con muy buenos modales, pero llenos de robo y abuso.   Aun aquí mismo, dentro de la iglesia puede que halla algún Zaqueo sentado.   Eso lo veremos a medida que vemos este relato. 

    Por lo general los publicanos, recordemos que Mateo era un publicano (Mt.10:3), eran odiados por el pueblo.   Veamos como el Nuevo Diccionario de la Biblia los describe. “Era una persona que tenía la responsabilidad de cobrar los impuestos para los romanos. A Zaqueo se le llama “jefe de los publicanos”, lo cual parece indicar que tenía a otros a los cuales supervisaba (Lc. 19:2). La palabra griega que se usa es telönës, pero el término publicano tiene una raíz en la historia de Roma donde era aplicado a unos cobradores de impuestos, por eso se usó esa traducción. Los publicanos eran, como todo cobrador de impuestos, sumamente odiados. Su fama era que cobraban por encima de lo debido para beneficiarse, por lo cual Juan el Bautista les amonestó: “No exijáis más de los que os está ordenado” (Lc. 3:12–13). En adición a esa particularidad estaba el hecho de que los judíos les consideraban personas antirreligiosas, porque tenían mucho contacto con los gentiles y eran considerados traidores a su nación, por lo cual eran muy menospreciados socialmente. El Señor Jesús se juntaba con ellos, por lo cual fue llamado “amigo de publicanos y de pecadores” (Mt. 11:19). Muchos de ellos se convirtieron (Mt. 21:31; Lc. 7:29), entre ellos Mateo (Mt. 10:3; Lc. 5:27) y Zaqueo.”

   De acuerdo a esta información podemos ver la razón por la cual eran odiados.   Zaqueo, pienso que debía ser odiado más todavía por causa de ser el jefe de estos impostores. 

   Ahora lo encontramos con un deseo de ver a Jesús.   Recordemos que el verso tema nos dice: Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí.   Dios es quien puso en Zaqueo ese deseo de ver a Jesús.   Por naturaleza el hombre no busca a Dios, es Dios quien hace el primer acercamiento.  Claro está que Dios tiene sus medios para poner eso deseos en nosotros.   En el caso de Zaqueo no sabemos con certeza cual halla sido, pero si sabemos que nació en él el deseo de ver a Jesús.   Varias podrían ser las razones, pero la que fuera sabemos que la mano de Dios estaba en el asunto.   Siendo que Mateo era publicano, posiblemente se conocían él y Zaqueo o a lo mejor Mateo podía ser uno de los trabajadores de Zaqueo.  Lo cierto es que la salida de Mateo de los negocios de impuestos a lo mejor llamó la atención de Zaqueo.   Otra causa podría ser la popularidad que Jesús tenía en medio del pueblo.   Recordemos que Israel está en espera del Mesías y piensa que vendrá en forma de gobernante.  Posiblemente deseaba Zaqueo poder ver de cerca al futuro Rey de Israel, hablando en términos políticos.   Lo cierto es que siendo Zaqueo un hombre de negocio, auque fueran negocios turbios, quizás veía en Jesús una buena fuente de ganancia.

   Vemos en Zaqueo a un hombre decidido a conseguir lo que quiere.   Al no poder ver a Jesús por causa de los obstáculos de la multitud y su estatura, la cual no le ayudaba, pues era bajito, optó por adelantarse y subirse a un árbol.    ¡Determinación gigante en un hombre bajito!

   Cuando nos vamos por encima de los obstáculos que nos impiden acercarnos más a Jesús el resultado será siempre el mismo, un encuentro con él.   Se requiere de fe, perseverancia y paciencia para poder obtener lo que queremos de parte de Dios.

    La sorpresa de Zaqueo fue mayor, pues a quien tanto él deseaba ver, ahora lo está llamando, y no solo lo llamaba, sino que le dijo que le era necesario posar en su casa.     Un hombre sin muchos amigos, sin popularidad, al menos popularidad buena, ahora se encontraba siendo llamado por uno sumamente popular.    Cuantas cosas habrán pasado por la cabeza de Zaqueo en esos momentos.   “El futuro Rey me llama, pensaría Zaqueo, y no solo me llama, sino que lo hace por mi nombre.    El me conoce y quiere posar en mí casa.   A lo mejor no sabe quien soy ni lo que hago, pero me ha llamado.”   A lo mejor Zaqueo pensó en su negocio, cuanto más podría prosperar.   “Teniendo de mi lado al Rey no habrá obstáculos en mi negocio.   Ahora sí seré rico de verdad.”  

   Como vemos en las caricaturas, a lo mejor los ojos de Zaqueo se formaron como dos grandes signos de dólares.    No olvidemos que sigue siendo un comerciante.   

    La necesidad de Jesús posar en la casa de Zaqueo era por cuanto él también es hijo de Abraham (Lc.19:9).    Recordemos que la salvación es para todos, pero muy en especial para los judíos, pues Jesús vino específicamente para ellos.  

    La Biblia no nos da detalles de la conversación entre Zaqueo y Jesús, pero sí nos muestra cual fue la reacción de Zaqueo ante la visita de Jesús.    Antes de ver esta reacción miremos la reacción de los llamados santos y maestros.    Nos dice la Biblia que todos murmuraron. Podríamos pensar que esto incluía a sus propios discípulos.   No olvidemos que Zaqueo es odiado por todos, y los discípulos también pagaban estos impuestos ficticios o fraudulentos.   Los judíos no entraban en la casa de un publicano.   Estos eran considerados inmundos y pecadores de los peores.  Ahora tenemos a Jesús entrando en esta casa.   Jesús nunca dejaba que las masas lo dirigieran.    Él tomaba sus propias decisiones y actuaba por encima de lo que pudiera pensar el hombre, pues él es El Hombre.             

    Miremos ahora la reacción de Zaqueo.    Las palabras de él nos dicen mucho de la conversación que pudo haber tenido con Jesús.    Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado (Lc.19:8).   

    Estando ya en la casa de Zaqueo a lo mejer él hizo alarde de todo lo que poseía.    En ese momento Jesús lo enfrentó con la realidad de su pecado,    dejándole ver que todo eso era producto de los robos y fraudes. Este encuentro de Zaqueo y Jesús pudiera ser uno similar al de Jesús con la mujer samaritana (Jn.4:16-18; 28-29) donde Jesús le declaró todo cuanto había hecho llevándola a un arrepentimiento. Al Zaqueo darse cuenta de su pecado lo confesó y restituyó lo robado con un aumento de cuatro.    Pero no solo hizo eso, sino que también dio la mitad de sus vienes a los pobres.   Este es el fruto del verdadero arrepentimiento.   Jesús dijo: Por sus frutos los conoceréis (Mt.7:16-20).

    Una persona que nace de nuevo debe dar frutos de arrepentimientos cambiando su manera de pensar, hablar, ver y actuar.    Esa es la verdadera señal del nuevo nacimiento.

    Jesús concluye su visita con las palabras: Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.    De esta forma dejó ver que la razón por la cual fue a la casa de Zaqueo era porque él necesitaba salvación.    ¿Por qué Zaqueo?    Recordemos que Zaqueo tuvo un deseo de ver a Jesús y por encima de los obstáculos se abrió camino.  Toda persona que vence los obstáculos que le impiden llegar a Jesús, cuando llegan tiene un encuentro personal con él.   Y al que a mí viene, dice Jesús, no le echo fuera.

    Otro ejemplo es el de la mujer del flujo de sangre.   La multitud no le dejaba llegar a Jesús, pero ella fue persistente porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva (Mr.5:8).   

    De esta manera podríamos ver un gran número de ejemplos en la Biblia.   Estas acciones están respaldadas por las palabras dichas por Jesús en Jn.6:37 Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.    Cuando venimos a Jesús la garantía es una, nos va a recibir.   ¿Estamos dispuestos a vencer los obstáculos para recibir lo deseado por parte del Señor?    Zaqueo lo hizo, al igual que la mujer del flujo de sangre.    Dios esta en espera de que nosotros lo hagamos también.

II)     Jesús y el paralítico *(Mr.2:1-5)

       En este caso encontramos a cuatro amigos trayendo a un quinto amigo que está paralítico en una cama.   El relato nos dice claramente que los cuatro amigos tenían fe.   No solo tenían fe, sino que era una fe viva, activa y que se podía ver, pues se nos dice en el verso 5 Al ver Jesús la fe de ellos.  ¿Cómo podemos ver la fe?   Por las obras,  así nos lo dice Santiago 2:18.   Confesar que tenemos fe no da resultados.   Actuar sobre esa fe es lo que trae resultados.   Los hombres trajeron a su amigo con la intención de que Jesús lo sanara.   Tenían fe de que Jesús lo podía sanar, pero al llegar al lugar donde estaba Jesús se encontraron con unos obstáculos.   La casa estaba repleta de personas y no había forma de entrar en ella.    ¿Cuántos habrán estado halla afuera enfermos y retornaron a sus casas como vinieron?  No sabemos qué ocurriría halla afuera, pero pienso que fueron muchos los que le habrán dicho: “No hay forma de entrar, está muy lleno.   Nadie te va a ceder su lugar, lo mejor es que se vallan y vengan otro día.” 

    Todo lo que tratemos de hacer para el Señor siempre va a tener obstáculos.   Van a venir personas a tratar de apagar tu fe y a desanimarte.  Nosotros decidimos cual será el próximo paso a dar.   O fluimos con la corriente y nos vamos, o nos vamos en contra de la corriente y hacemos lo que ningún otro se ha atrevido a hacer.   Estos amigos tenían una misión, llevar a su amigo ante Jesús.   Ellos sabían que Jesús era la respuesta para su amigo y no titubearon o se resignaron a la realidad existente.   Ellos fueron más allá de lo que otros fueron.   Decidieron escalar.    Decidieron hacer lo imposible para algunos, pero no para los de voluntad decidida, obtener lo que Dios tenía para ellos.

   Dios tiene mejores cosas para nosotros, pero tenemos que dejar que nuestra fe en Dios se vea a través de la acción.   Para Zaqueo los obstáculos eran la muchedumbre y su estatura, pero ninguno pudo detener a este hombre, pequeño en estatura, pero gigante en voluntad.

    Obstáculos como la multitud y lo alto de la casa no impidieron a estos hombres lograr su objetivo, llevar a su amigo ante la presencia de Jesús.   En la Biblia encontramos este pasaje, Mt.11:12 Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan.    Este es Jesús hablando de violencia y violentos.   Solo los que tienen una fe violenta, una fe que actúa por encima de la burla, la duda, la vergüenza, etc. son los que alcanzan los beneficios del reino de Dios.    Recordemos las palabras de Jesús: y al que a mí viene, no le echo fuera.   Para poder recibir de Cristo tenemos que venir a él y el camino no será fácil, pues la carne, en ocasiones el alma, el mundo y Satanás tratarán de impedir que lleguemos a él.     Pero si somos violentos alcanzaremos las bendiciones del reino de Dios.

    Permítanme mostrarles un tercer ejemplo para dejar este principio establecido en una forma clara.  

III)      El padre con el hijo endemoniado* (Mr.9:17-20)

   En este tercer caso encontramos a un padre sufriendo mucho por la condición en que se encuentra su hijo.    No es fácil ver al hijo sufrir sin poder hacer nada para aliviarle.    Estamos dispuestos a tomar su lugar contar que pueda estar sano y continuar con su vida. Este padre en su desesperación trajo su hijo a Jesús.   El problema fue que no encontró a Jesús.    Él estaba en el lugar correcto, pero no a la hora correcta.   Jesús en esos momentos estaba en un monte alto conectado con el Padre.   Solo Pedro, Jacobo y Juan se encontraban con él.    Este padre llegó buscando a Jesús, y al no encontrarle le pidió a sus discípulos que expulsaran el demonio que tenía cautivo al hijo, y al padre en sufrimiento.    Una vez más vemos a la fe en acción.    Él no se fue porque Jesús no estaba.     Por el contrario esperó porque  “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí” dijo Jesús y así es.   Dios se lo había dado a Jesús y esperó a que él llegara.    Cuando Jesús lo vio le preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto?   El  padre respondió: desde niño.   Poseído por un espíritu inmundo desde niño.   Su intención era matar al niño físicamente y matar al padre emocionalmente.   Estaba logrando su objetivo hasta que llegó Jesús, porque al que a mí viene, dice Jesús, no le echo fuera.    Jesús no rechaza a nadie que viene buscándole.    Solo echa fuera a los demonios, pero nunca a las personas que le buscan.  

   Miremos por un momento el clamor de este padre.   Quizás podamos aprender algo de este clamor y clamar nosotros por nuestros milagros.   Mr.9:22 Y muchas veces le echa en el fuego y en el agua, para matarle; pero si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos.    El clamor fue “ten misericordia de nosotros”   no solo del niño, pero también del padre.  Jesús ama  a los niños y escucha el clamor de los padres.    Cuando el hombre clama a Dios de esa manera siempre recibe respuesta.    Es el clamor que te lleva a recorrer cielo y tierra por tu milagro.   Es vencer todo obstáculo para poder obtener la cercanía de Jesús.    El enfermo no tiene que estar cerca si lo está el que clama.   Esta es la clave en la oración.   Podemos orar por otros que están lejos, pero si los que clamamos estamos cerca del Señor la oración recibirá respuesta.

    Permítanme concluir con un resumen de lo dicho.   La predestinación es que todo hombre ha sido predestinado para ser salvo.   Lo único que tiene que hacer es venir a Jesús, porque el que a él viene, no le echa fuera.   Si toda la humanidad viene a Cristo, toda la humanidad será salva.    Otro punto importante es la fe activa.   Es aquella que se ve a través de las acciones y no tanto de las palabras.   Es fe en que Cristo es la respuesta para todas nuestras situaciones, sea cual sea.    Otro punto importante es que debemos saber que siempre vendrán obstáculos para tratar de robarse nuestro milagro.    Perseverancia, determinación y paciencia son vitales para poder lograr nuestra meta, la cual es llegar a donde Jesús está.    Esto es así con todas las cosas, sea salvación, enfermedad, liberación o paz interior.    Todo lo podemos obtener cuando venimos a Jesús, porque todo el que a él vine, no le echa fuera.    Amen.

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