Viernes

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Viernes Santo

Juan 19:17-30

Consumado es

            Imagínense el gozo de haberse graduado en la universidad.  Aquí en Bogotá hay literalmente miles de personas que madrugan todos los días para pasar una hora o más en un bus para llegar a su trabajo.  Luego trabajan todo el día y al final salen corriendo para ir a una de las universidades y pasar varias horas más estudiando.  Después buscan otro bus para volver a sus casas para una cena fría y un descanso breve antes de que el despertador los llame a repetir el proceso.  Lo hacen porque buscan una vida mejor.  Para lograr su meta de un título universitario, tienen que gastar años así.  Imagínense el gozo de haberse graduado en la universidad después de años de tanto esfuerzo.  Con razón, siempre se marcan los días de la graduación con una ceremonia y con las felicitaciones de los amigos y familiares, porque es la consumación de años de esfuerzo.  Hoy conmemoramos un día que también es la consumación de años de esfuerzo por parte de nuestro Señor.  Pero, a pesar de que Dios gastó los treinta y tres años de la vida de Cristo preparándose para los acontecimientos que conmemoramos hoy, el día en que todos estos esfuerzos se consumaron no fue un día de gozo.  Al contrario, en vez de felicitaciones y celebraciones, ese día fue un día de dolor y agonía.  Pero en este primer Viernes Santo Cristo hizo el anuncio a todo el mundo: Consumado es.  En ese día,

            I. Toda la humillación de Cristo es consumada.

            II. Los últimos actos de amor son consumados.

            III. La profecía de su muerte es consumada.

            IV. El sacrificio propiciatorio es consumado.

I.

            Todos sabemos que hay, en realidad, cuatro historias de la crucifixión de Jesús registradas en nuestras Biblias.  Cada uno de los evangelios lo archiva.  En realidad, cada uno de los evangelistas nos da detalles diferentes con enfoques singulares.  No es decir que no estén de acuerdo, más bien, cada uno nos suministra detalles de acuerdo con el enfoque de su escritura.  Al relacionar los cuatro podemos tener una visión global de los acontecimientos de la crucifixión.  Sin embargo, esta tarde, seguimos la historia que San Juan archivó.

            San Juan nos muestra especialmente algunos de los detalles más humillantes de la crucifixión de Jesús.  Como todos los evangelistas, nos dice que Jesús fue crucificado con otros dos criminales. En si mismo, ser muerto como un criminal es un especie de humillación.  Ciertamente sería una vergüenza para sus familiares admitir su nexo con un criminal.  Pero San Juan describe con más detalle otros dos acontecimientos.  Primeramente, habla de la controversia sobre el título que puso Pilato.  En las crucifixiones romanas, fue la costumbre hacer tal título.  Mientras el condenado iba al sitio de la sentencia, lo llevaba alrededor de su cuello.  Luego, al ser suspendido en la cruz misma, se ponía encima de la cabeza.  El propósito del título era decir por qué se crucificaba la persona.  Era realmente la lista de cargas y afirmaba que la persona crucificada era culpable.  En el caso de Jesús fue lo mismo.  Los judíos acusaron a Jesús de varios crímenes, pero la carga que finalmente convenció a Pilato a crucificarlo fue la de reclamar ser el Rey de los Judíos.  Por eso, Pilato escribió el título así.

            Sin duda, Pilato sabía que Jesús no era el Rey temporal de los judíos, y que al escribirlo así, los ofendería.  Pero, Pilato sabía también que Jesús era inocente, y que los judíos lo condenaron por pura envidia.  Entonces, usó esta oportunidad para afirmar su propia autoridad de nuevo.  Pilato tenía que manifestar su autoridad porque había condenado a un hombre inocente solamente por la presión de los judíos.  Por su parte, los judíos que entendían mejor que Pilato que el verdadero Rey de los Judíos sería el Mesías, por supuesto querían cambiar este título, porque una afirmación pública y oficial de que Jesús era el Mesías socavaría su influencia con el pueblo que sabía quién había impulsado la crucifixión de Jesús.  Pero no lo lograron.

            Lo humillante en todo esto es que esta lucha política sucedió antes de que Cristo muriera.  Aun antes de que era clavado en la cruz, Pilato determinó aprovechar la costumbre del título para apoyar su propia autoridad y los judíos al verlo comenzaron en seguida a oponerse.  Ninguno consideró más el hecho de que un hombre inocente estaba muriendo, su único interés en todo esto era qué ventaja política se podría ganar.

            El otro aspecto humillante que San Juan nos relata es el repartimiento de la vestidura de Cristo entre los soldados.  Los romanos no tuvieron las sensibilidades modernas.  No les parecía mal que los soldados robaran al condenado aun su ropa y aun antes de que se muriera.  Cristo, suspendido en la cruz, seguramente vio y escuchó los soldados a sus pies dividiendo y hasta echando suertes por su ropa. ¡Qué chocante!  Pero tenía que ser así, porque este fue su tiempo de humillación más profunda.  Murió la muerte más vergonzosa del mundo antiguo, y tuvo que soportar los insultos más graves que se pueden dar a un hombre agonizante.  En realidad, su humillación fue consumada en la cruz.

II.

            San Juan nos muestra un gran contraste entre Jesús y casi todos los que estaban alrededor. A Pilato y a los judíos y aun a los soldados lo que les interesaba era lo que podrían lograr de la situación, ventajas políticas o la ropa de Jesús.  Pero, a Jesús lo que le interesaba eran los demás. Se ve esto en el tierno cuidado que manifestó por su propia madre.

            Este acto de amor para con su madre no fue el único.  Conocemos de los otros evangelios el amor que mostró al pedir que su Padre perdonara a los que lo crucificaban y el que mostró al malhechor penitente.  Sin embargo, San Juan, que fue el amigo más íntimo de Jesús en este mundo archiva el amor que Jesús, Dios todopoderoso, mostró para con su madre humana.  Es impresionante que en la agonía y el dolor de la cruz, Jesús se preocupó tanto por su madre humana que aseguró que su amigo más íntimo la cuidara.

            ¿Por qué fue necesario que Jesús hiciera esto?  Probablemente el hecho de que no se menciona a José después de que Jesús tenía doce años indica que ya había fallecido.  María probablemente era una viuda.  En aquel entonces, la vida de una viuda era bastante difícil porque dependía totalmente de sus hijos.  Aunque es muy probable que Jesús tenía hermanos, en este tiempo no creían en él y además parece que se habían casado. Parece que ni siquiera estaban presentes para apoyar a su madre en este momento horrible. En cualquier caso, Jesús no confiaba en su capacidad de cuidar de su madre, y pidió que San Juan lo hiciera.

            En este acto de amor vemos una expresión del mismo amor que clavó a Jesús en la cruz.  Jesús estaba allá porque nos amó y no quiso dejarnos ir a los infiernos.  Este mismo amor lo impulsó a cuidar de su madre.  Este mismo amor es la garantía de Dios de que aun nos cuida igual como cuidó a María, porque nos ama igualmente.  Por eso, nos importa tanto que los últimos actos de amor se consumaron en la cruz.

III.

            El amor que clavó a Jesús en la cruz no sólo se manifestó en el cuidado por su madre.  Se mostró también en la manera en que cumplió con su misión.  Cristo, cuidadosamente, cumplió todas las profecías en cuanto a ella.  Esto muestra el amor de Dios para con nosotros, porque fue por amor que Dios prometió enviar al Salvador siglos antes, y su amor incomprensible cumplió perfectamente con la promesa.

            Una de las profecías más claras sobre la muerte de Jesús se encuentra en el Salmo 22, que leímos antes.  Dos veces en nuestro texto, San Juan hace referencia a ella para mostrar que David realmente vio a Jesús en la cruz mil años antes.  Por eso, podemos decir que los preparativos que realizó Dios para este día transcendental duraron más que los treinta y tres años de la vida de Jesús.  Obviamente, si David habló sobre la crucifixión mil años antes, comenzaron por lo menos un milenio antes de la cruz.  Pero aun esta cantidad de tiempo sería muy breve para incluir todo lo que Dios hizo para preparar ese día.  Dios habló de él ya en el huerto de Edén, y en verdad, Dios planeó para este día aun antes de la creación, en la eternidad misma. A lo largo de por lo menos cuatro mil años, Dios manejó toda la historia del mundo a fin de que, en su debido momento, Cristo fuera crucificado justo afuera de Jerusalén. 

            El Salmo 22 contiene las palabras de Jesús mismo en cuanto a sus sufrimientos.  Juan menciona primeramente el insulto de que los soldados dividieron su ropa y hasta echaron suertes por ella mientras Jesús aun vivía en la cruz.  Además, David habló de su sed, que Juan también destaca.  Sólo fue posible que David viera esasa cosas porque el Espíritu Santo las reveló.  Jesús, en pleno acuerdo con él, manifestó su sed profetizada por David para que viéramos el cumplimiento de esta profecía. En el Salmo, se mencionan varios otros aspectos de sus sufrimientos de una manera a la vez muy poética y muy gráfica, y los otros evangelios mencionan los detalles.  Pero, el Salmo 22 sólo es la profecía, es decir, la realidad todavía no existía.  En la cruz, toda la profecía de su muerte se consumó.

 

IV.

            Aunque todos los demás acontecimientos del primer Viernes Santo son importantes, el evento central de ese día es la misma crucifixión de Jesucristo.  En esto, vemos el contraste más fuerte entre Jesús y todos los demás presentes, porque Cristo, y sólo Cristo, fue capaz de lograr nuestra salvación por medio de este evento.

            Para entender la posición central de la crucifixión para el Viernes Santo y para toda la vida cristiana, tenemos que entender qué fue realmente.  Sencillamente, la crucifixión fue un sacrificio hecho por Dios.  Y no cualquier sacrificio, fue un sacrificio propiciatorio.  Con él, Jesús hizo el pago que perdonó nuestros pecados.  Este es un punto que debemos entender bien y que nunca podemos perder.  Cristo hizo un pago a su Padre con su cuerpo y su sangre en la cruz y por ese pago nuestros pecados están perdonados.  Toda la humillación, todo el amor de Jesús y todas las profecías del Antiguo Testamento se suman en esta realidad sobresaliente.  Este punto es tan importante porque todos somos pecadores.  Lo que Dios quiere de nosotros es sencillo: amor perfecto, para con él y para con nuestro prójimo.  No importa cuántos mendigos apoyemos en la calle, no importa cuántas veces asistamos a la iglesia, no importa cuánto dinero o tiempo dediquemos al Señor, sin el perfecto amor que Jesús manifestó al ir a la cruz en nuestro lugar, no podemos agradarle a Dios.  Nuestro amor nunca tiene la pureza del de Cristo.  En vez de pensar en los demás cuando sufrimos nuestro enfoque principal casi siempre es en nosotros mismos.  Al sufrir la agonía más horrible en la historia del mundo, Cristo oró por sus perseguidores, consoló al malhechor en la cruz y cuidó de su madre vieja.  ¿Podemos realmente reclamar que tenemos la misma actitud de amor?  Si lo tuviéramos, ¿maldeciríamos a los choferes de los buses cuando no nos paran?  ¿pelearíamos con nuestro cónyuge? ¿miraríamos la televisión en vez de pasar tiempo con nuestras familias?  Lo dudo. Si realmente tuviéramos el amor autosacrificante de Cristo, a nuestra iglesia no le faltaría nada, porque nuestras ofrendas serían superabundantes, y sería imposible utilizar todo el tiempo que los miembros dedicarían al servicio del Señor.  Pero no es así, porque aunque amamos a Dios, nuestro amor no es perfecto.

            Por eso Cristo murió en el Lugar de la Calavera hace casi dos mil años. Debido a la dureza de nuestros corazones, Dios manejó siglos y milenios de la historia a fin de que los acontecimientos de la cruz sucedieran. Cristo murió para pagar por todos estos pecados, y si por a caso hay alguna duda, Cristo nos dijo claramente, “Consumado es.” Cristo hizo todo, y ahora no hay ninguna duda de la realidad, tampoco hay algo que nos quede por hacer. Uno de mis profesores lo puso así: Cristo dijo consumado es -- no dijo es más o menos consumado o es casi consumado, consumado es, ahora y para siempre.

            Esto es lo que queremos decir cuando hablamos de la gracia, del don inmerecido de Dios.  Cuando estamos sólos y reflexionamos sobre nuestros pecados, y tenemos pena porque son horribles, y nos afligimos a nosotros mismos porque sabemos lo mejor, pero no lo hacemos, la respuesta de Dios no es, “¿Cómo vas a cambiar tu vida?” tampoco, “¿Cuán malo te sientes?” o ni siquiera, “¿Estás realmente arrepentido?”  La respuesta de Dios es, “¿Sabes qué sucedió en el Lugar de la Calavera? ¿Escuchaste las palabras de Jesús?”  Consumado es significa que todo pecado, inclusive los nuestros, ha pagado Jesús y por eso, somos perdonados.

            Puesto que aun no sabemos amar, Jesús nos dio el ejemplo perfecto cuando aseguró que su madre tendría un hogar cristiano.  Cristo nos mostró que el verdadero amor, el que imita el de Jesús, es autosacrificante y se dirige siempre a las necesidades de los demás, aun en los momentos más difíciles.  Pero, este amor sólo es posible después de haber experimentado el resultado de la verdad de que en la cruz se consumó el sacrificio propiciatorio de Jesús.

            Antes, hablé de las personas que dedican años a estudiar mientras trabajan y el gozo que se sienten al consumarse los estudios.  Sin embargo, cuando las celebraciones terminan y han recibido las felicitaciones de sus amigos y familiares, es probable que les quede algo: aun tienen que encontrar un mejor trabajo.  Es posible que sabrán que todos sus esfuerzos fueron vanos, porque no pueden hallar nada mejor.  Aun es posible que tendrán que dedicarse a estudios aun más avanzados para lograr su meta.  Este no es el caso con Jesús.  En el primer Viernes Santo todo fue consumado.  No nos queda nada más que hacer, porque Cristo ya hizo y sufrió todo.  Es la promesa de la cruz.  Amen.

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