Arrepentimiento Biblico
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3 Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. 4 O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? 5 Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.
1 La necesidad de arrepentimiento
¿Por qué es el arrepentimiento bíblico la necesidad de esta hora? Porque vivimos en una época en que la mayoría de los líderes religiosos realmente niegan la necesidad de arrepentimiento. Si es que lo predican, lo debilitan como el presidente de un seminario que dijo que el arrepentimiento no significa más que “un caballero decirle a Dios que lamenta haber hecho lo que hizo”. Otros dicen que el arrepentimiento es únicamente para los judíos y no para nosotros en la actualidad. Algunos dicen que el arrepentimiento es sólo para los hijos de Dios y que no tiene nada que ver con los pecadores perdidos, mientras que otros predican justo lo contrario: ¡dicen que el arrepentimiento es sólo para pecadores perdidos pero no para los hijos de Dios! ¡Y aún otros afirman que el arrepentimiento es meramente una forma de obras y que ningún grupo lo necesita! Por lo tanto, mi propósito es refutar estos errores fatales que están engañando a las almas preciosas para su destrucción eterna.
Ahora escuchemos el testimonio de la Palabra de Dios. Veamos las palabras de nuestro Señor en Lucas 13:3;5 : “Antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”. Lo que está diciendo es esto: “A menos que renunciéis a vuestras armas de rebelión contra Dios, moriréis en el infierno porque permanecéis bajo la ira de Dios. ¡Confesad vuestros pecados y no los cometáis más o moriréis para siempre!”
Por lo tanto, para empezar, tengo que presentar el efecto del pecado sobre la raza humana, especialmente sobre ti y sobre mí.
¿Qué es el pecado?
Pecado: su definición
En esencia, el pecado es rebelión contra Dios. Isaias 53:6 “6 Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.” Esto significa creer que tenemos el derecho de hacer con nuestra vida lo que nos da la gana y de actuar independientemente de Dios y de su santa ley. Como dice el apóstol Juan: “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley” (1 Juan 3:4). De hecho, el pecado es una manera de decirle a Dios: “No te metas con mi vida; no te necesito”.
Pecado: sus serias consecuencias
La doctrina del efecto del pecado sobre ti y sobre mí y sobre toda la raza humana es muy seria. Así como ningún corazón lo puede concebir apropiadamente, así la boca no puede expresar adecuadamente el estado de perdición y ruina que el pecado ha causado al hombre culpable y desdichado. Te preguntas: “¿Qué ha hecho el pecado en nosotros?”
¡Oh, mi amigo, nos ha separado de Dios!
¡Ha desfigurado y arruinado nuestro cuerpo, alma y espíritu!
El pecado ha llenado nuestro cuerpo de enfermedades y dolencias.
El pecado ha desfigurado la imagen de Dios en nuestra alma.
¡El pecado ha cortado nuestra comunión con él quien nos hizo a su propia imagen moral!
El pecado ha hecho que por naturaleza tú y yo seamos amantes del pecado y aborrecedores de Dios, quien es el único bien.
¡Sí, es cosa muy seria considerar el pecado a la luz de la Palabra de Dios, ver lo que le ha hecho al hombre, a Dios y su Cristo, y a la creación de Dios! El pecado nos ha desligado de Dios y ha abierto las puertas del infierno. Es serio porque el pecado le ha costado al hombre su bien más precioso –su alma imperecedera.
1 La palabra pecado significa “errar al blanco”. 1 Juan 5:17 “17 Toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de muerte.” declara que “toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de muerte”; esto significa cualquier cosa que no está en armonía con el carácter justo y recto de Dios.
El que pecado es todo pensamiento, palabra, actitud y acción que son contrarios a la revelación del carácter y la voluntad de Dios presentados en su Palabra.
Pecado: humillante para el hombre
Mateo 22:37-38 “37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38 Este es el primero y grande mandamiento.” Además, la doctrina del pecado revelada en la Palabra de Dios es una muy humillante. ¿Por qué? porque la Biblia revela que tú y yo estamos espiritualmente muertos y que carecemos de cualquier justicia y rectitud que nos dé algún mérito ante Dios. Esto significa que espiritualmente carecemos de fuerza, somos totalmente incapaces de mejorarnos a nosotros mismos, estamos expuestos a la ira de Dios y no podemos realizar ni una obra que sea aceptable para un Dios santo (Rom. 3:10-18 “10 Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; 11 No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios. 12 Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. 13 Sepulcro abierto es su garganta; Con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; 14 Su boca está llena de maldición y de amargura. 15 Sus pies se apresuran para derramar sangre; 16 Quebranto y desventura hay en sus caminos; 17 Y no conocieron camino de paz. 18 No hay temor de Dios delante de sus ojos.” .
La imposibilidad de que alguno pueda ganarse la aprobación de Dios por medio de sus propias obras resulta claro en el caso del joven rico que se acercó a Jesús (Mat. 19:16-22 “16 Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? 17 El le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. 18 Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio. 19 Honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 20 El joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta? 21 Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme. 22 Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.”
Cuando juzgamos a este joven según las normas humanas, consideramos que era un modelo de virtudes y de logros religiosos. Pero, como tantos otros que confían en sus propios esfuerzos y su propia justicia, desconocía la espiritualidad y lo estricto de la ley de Dios. Cuando Cristo le mostró la codicia de su corazón, se fue triste, porque poseía muchos bienes. Era humillante descubrir que sus mejores estudios religiosos no eran más que trapos de inmundicia al olfato de Dios (Isa. 64:6 “6 Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento.” ). Este joven no quiso confesar que su moralidad y que sus mejores acciones no eran más que obras de tinieblas condenatorias por las que necesitaba sentir pesar y a las que tenía que renunciar.
Pecado: nuestra naturaleza
¡Qué humillante es descubrir que Dios requiere la verdad en lo íntimo (Sal. 51:6 “6 He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.” )! ¡Qué humillante es que NO podamos librarnos por nuestros propios medios del pecado en nuestro corazón y en nuestra mente! Qué humillante es que nosotros, al igual que todos los demás, tenemos que comparecer ante Dios como pecadores y declararnos culpables ante él. No queremos confesar que somos pecadores – perdidos, descarriados, indefensos y culpables-- ante Dios. ¡El moral y farisaico no quiere confesar que está en la misma situación ante Dios que el violador, la prostituta y el borracho! No obstante, somos pecadores por naturaleza y en la práctica.
No podemos librarnos del pecado por medio de una resolución, una orden, un sacrificio ni por medio de apartarnos totalmente del mundo, porque es nuestra naturaleza. Jeremías 13:23 dice: “¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer mal?”
El apóstol Pablo Confesó que era humillante enterarse de que lo que quería hacer –vivir justa y rectamente-- no podía hacer. Y lo que no quería hacer –pecar contra un Dios santo, recto y justo—eso es lo que hacía. Confesó tener la voluntad de hacer lo bueno, pero no el poder para hacerlo. Su voluntad estaba depravada, y su naturaleza pecaminosa lo tenía cautivo: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago” (Rom. 7:19). Por más que luchaba contra él, que tomaba resoluciones contra él, que lo denunciaba y que hacía todo lo que podía en su contra –no se podía librar de él.
De la misma manera, nos sentimos humillados cuando, por el poder iluminador del Espíritu de Dios, vemos el terrible poder del pecado en nuestra vida.
Pecado: cómo ve Dios nuestro corazón
¡La Biblia declara que el efecto del pecado sobre el hombre es tal que nuestro corazón es comparable a algunas de las cosas más repugnantes que nos podamos imaginar! Se vale de estas descripciones para mostrarnos cómo considera Dios nuestros pecados.
¿Sabes que la Palabra de Dios nos describe como gusanos? Lo hace en Job 25:4-6: “¿Cómo, pues, se justificará el hombre para con Dios? ¿Y cómo será limpio el que nace de mujer? He aquí que ni aun la misma luna será resplandeciente, ni las estrellas son limpias delante de sus ojos; ¿Cuánto menos el hombre, que es un gusano, y el hijo de hombre, también gusano?” El significado de la raíz de la palabra usada aquí como gusano en el hebreo es “gusano de podredumbre”. Esta es la forma como Dios nos ve: en proceso de putrefacción, fuera de Cristo.
Además, ¿sabías que Dios nos describe en nuestra naturaleza depravada como una “podrida llaga”. Así lo hace en Isaías 1:4-6:
“¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de
malignos, hijos depravados! Dejaron a Jehová, provocaron a ira al
Santo de Israel, se volvieron atrás. ¿Por qué querréis ser castigados
aún? Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma, y todo
corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él
cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas,
ni vendadas, ni suavizadas con aceite.”
Las Escrituras también muestran que el pecado ha hecho al hombre como bestias ignorantes y estúpidas. Leemos en el Salmo 73:22: “Tan torpe era yo, que no entendía; era como una bestia delante de ti”.
Si todavía estás jugando con el pecado, condenas tu alma al infierno. Y eres como las bestias que perecen, porque no entiendes.
Alguien me podría decir: “¡Ésta no es una manera agradable de decir las cosas!” Lo sé, pero es lo que dice la Palabra de Dios. Tenemos que despojarnos de todo nuestro orgullo y fariseísmo y renunciar para siempre a querer algo en nosotros que nos recomiende a Dios.
¡Qué cuadro del hombre depravado! ¡Qué imagen de ti y de mí por naturaleza! Viéndonos en este estado de putrefacción, Dios tiene que ordenar que nos arrepintamos.
Quiero razonar contigo: Si no te ocupas de la eternidad y no piensas en el mundo venidero, entonces de seguro la Palabra de Dios te retrata con exactitud en estas descripciones.
Eres como un gusano, como una llaga podrida y como una bestia que perece. ¡Oh que supieras tu final (Deut. 32:29 “29 ¡Ojalá fueran sabios, que comprendieran esto, Y se dieran cuenta del fin que les espera!” ) y, arrepentido, acudieras ya mismo a Dios, y te encomendaras a su misericordia en Cristo! ¡Oh que te presentaras hoy ante el Dios Santo, humillándote ante él, y clamando a él con verdadero arrepentimiento!
2 EL SIGNIFICADO DEL ARREPENTIMIENTO
Definición de arrepentimiento
Entonces, ya ves que el hombre está en una posición de rebeldía contra la soberanía y la autoridad de Dios. Por eso es que nuestro Señor Jesús vino al mundo predicando: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17). Ordena a cada pecador que abandone sus armas de rebelión y enarbole la bandera blanca de rendición para entrar al Reino de Dios. En otras palabras, el pecador tiene que cambiar de parecer en lo que respecta al pecado.
Y esto es exactamente lo que significa arrepentirse: cambiar de parecer en lo que respecta al pecado y a Dios, lo cual da como resultado el apartarse del pecado y acercarse a Dios.
¡Y qué apartarse es éste! El arrepentimiento afecta la totalidad de la vida del pecador.
El vocabulario bíblico relacionado con el arrepentimiento es realmente rico. Encontramos el tema del arrepentimiento a través de toda la Biblia y expresa su idea aun cuando no se usa la palabra misma.
El arrepentimiento implica “lamentarse, llegar a deplorar algo, arrepentirse” como en Job 42:6: “Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza.” Se arrepiente (sentado) en polvo y cenizas al estilo de los que sufren el dolor profundo por la pérdida de un ser querido”.
Tambien arrepentimiento implica “volverse”, “La Biblia abunda en expresiones idiomáticas que describen la responsabilidad del hombre en el proceso de arrepentimiento. Tales frases incluyen los siguientes: ‘lava tu corazón de maldad’ (Jer. 4:14 “14 Lava tu corazón de maldad, oh Jerusalén, para que seas salva. ¿Hasta cuándo permitirás en medio de ti los pensamientos de iniquidad?” ),
Los dos requisitos del arrepentimiento son: volverse del mal y volverse hacia lo bueno.” El por volverse y abandonar el pecado, es un poder dado por Dios, el pecador puede encaminar en otra dirección su destino.
Entonces hay dos maneras de comprender la conversión, como el acto soberano gratuito de la misericordia de Dios y el acto del hombre por medio del cual va más allá de la contrición y el lamentarse a una decisión consciente de volverse a Dios.
Esto último incluye el repudio de todo el pecado y una confirmación de la voluntad total de Dios sobre la vida de uno”.
Arrepentimiento implica “un cambio de idea que lleva a un cambio en la conducta”.
Arrepentimiento es: “Cambiar la manera de vivir de uno como resultado de un cambio completo de sus pensamientos y actitudes con respecto al pecado y la justicia–‘
Aunque en español uno de los componentes centrales del arrepentimiento es el dolor o contrición que la persona experimenta debido al pecado, el énfasis en metanoeo y metanoia parece ser más específicamente el cambio total, tanto en el pensamiento como en la conducta, con respecto a cómo una debe pensar al igual que actuar”. La importancia de estas definiciones es que aunque el énfasis principal en el arrepentimiento es el cambio de idea que lleva al cambio de la conducta, no se puede descartar el elemento emocional de contrición o remordimiento.
Lo que incluye el arrepentimiento
Por lo tanto, arrepentirse es cambiar de parecer en cuanto al pecado y a Dios, lo cual da como resultado el apartarse del pecado y acercarse a Dios. ¡Y qué apartarse es éste! El arrepentimiento afecta la totalidad de la vida del pecador.
Arrepentimiento incluye que el pecador asuma la culpa de su condición pecaminosa ante Dios y ponerse del lado de él en contra de sí mismo. El penitente no culpa a ningún otro de su condición, sino que se condena a sí mismo bajo la ira eterna de Dios porque se lo merece.
Arrepentimiento incluye sentir gran tristeza por el pecado. Segunda Corintios 7:10 “10 Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte.” Y Mateo 5:4 dice: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación”.
El arrepentimiento lleva a confesar los pecados. No escondiendo nada, el pecador se hace responsable de sus pecados y abre su corazón pecaminoso a Dios.
Además, el arrepentimiento lleva a renunciar al pecado. El pecador arrepentido toma la determinación de no volver a él. Por lo tanto, en el arrepentimiento bíblico, el pecador convicto y convencido asume su lugar ante de Dios como un condenado con justicia. Aborrece su pecado, anhela ser libre de él. Siente gran tristeza por su pecado y toma la determinación de no volver a él.
Y demuestra que su arrepentimiento es real andando en la senda de justicia y en auténtica santidad. “Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” es la evidencia de que ha ocurrido un cambio radical en nuestra vida (Mat. 3:8).
Arrepentimiento y juicio
En Hechos 17:30 leemos estas palabras: “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan”. Dios dice que todos los hombres –no sólo los gentiles, sino todos los hombres, lo cual incluye a todo pueblo, lengua, nación y tribu. Y en el Hechos 17:31 “31 por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.” encontramos por qué Dios ha ordenado que todos los hombres en todas partes se arrepientan: ¡El juicio se acerca! “Arrepentíos!” dice Dios. “El Rey viene para juzgar! Arrepentíos si valoráis vuestra alma” ¿Por qué? “Por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó [Jesucristo], dando fe a todos con haberle levantado de los muertos”. Sí, Dios ordena que todos los hombres en todas partes se arrepientan y produzcan fruto digno de su arrepentimiento lo cual es una vida santa, ¡o se enfrentará con ellos en un juicio sin misericordia!
La cuestión es que Dios es soberano en su salvación. Sólo él establece los términos bajo los cuales recibe a pecadores rebeldes en su reino. Su Palabra declara que él es amante, gentil, misericordioso y generoso; pero es también santo, recto y justo. Por lo tanto, ordena a los hombres que se arrepientan. A menos que el pecador rebelde se arrepienta y crea el evangelio, no hay perdón Hechos 3:19 “19 Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio,” . Pero ¡alabado sea su nombre precioso; es a este tipo de pecador que él mirará! El Señor dice en Isaías 66:2 “2 Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra.” También el Salmo 51:17 nos dice: “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”.
¡Alabado sea el Señor! Nunca rechazará al pecador arrepentido y creyente. Cristo vino a buscar y salvar a justamente este tipo de pecador. Escucha a Isaías 55:6, 7: “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar”.
Nota que en estos versículos hay nuevamente un mandato de que dejemos nuestro propio camino y nos volvamos a Dios. ¡Deja tu camino y vuélvete a Dios!
El arrepentimiento es perpetuo
Debo recalcar también otra verdad: el arrepentimiento bíblico es perpetuo—el hijo de Dios se arrepentirá hasta que Dios lo lleve a su morada. El arrepentimiento es un modo de pensar permanente, un aborrecimiento continuo del mal.
¡Oh, cuántas almas preciosas han sido condenadas aquí mismo! Parecen arrepentirse por un tiempo. Dejan sus antiguas compañías y dejan los lugares donde cometían sus pecados: el bar, el salón de baile, la casa de la prostituta. Parecen aceptar a Cristo. Aun predican, enseñan y testifican de él. Pero porque son “oidores pedregales” (Mar. 4:5, 6, 16, 17 ), sólo duran un tiempo.
Empiezan a enfriarse, volviendo gradualmente a sus costumbres de antes. Vuelven al pecado, vuelven a aquello a lo que habían renunciado. Uno a uno vuelven a sus antiguos pecados y compañeros, y vuelven al mundo. Eso es porque su arrepentimiento no era perpetuo: no surgió del nuevo nacimiento sino de la carne. La Palabra de Dios los describe:
“Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las
contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y el
Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos,
su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor
les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia que
después de haberlo conocido, volverse atrás del santo
mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del
verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca
lavada a revolcarse en el cieno” (2Pe. 2:20-22).
En muchos casos, ese volver al pecado es lento. ¡Pocos vuelven de una sola vez! Primero, anhelan la “libertad”; escudriñan la Palabra de Dios para averiguar cuánta libertad tienen, para poder vivir lo más cerca posible al pecado. Luego, poco a poco vuelven a este pecado y a aquel otro. Por último, ya no tienen un testimonio para Cristo, sino sólo una confesión de fe externa.
El pecado ya no los molesta. No lo aborrecen ni están en contra de él. Se dicen a sí mismos que Dios ya no quiere que se arrepientan y aborrezcan al pecado. Piensan que están en el camino de vida, no obstante, ¡el pecado ya no los molesta! Entonces se vuelven a esos pecados de los cuales una vez se habían arrepentido, diciendo: “¡Ahora tenemos libertad para andar en estos caminos!” Pero, ¡oh, mis amigos, esto no es libertad, sino un permiso para hacer lo que siempre has querido hacer, permiso para andar en el pecado sin restricciones! ¡Has jugado con fuego y tu corazón está ahora endurecido por el engaño del pecado! (Heb. 3:12-13 “12 Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; 13 antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado.” ).
También te advierto: ¡cuídate del arrepentimiento que no continúa! No es un arrepentimiento bíblico auténtico, tu corazón volverá a estar satisfecho con la basura del mundo: “De ceniza se alimenta; su corazón engañado le desvía, para que no libre su alma, ni diga: ¿No es pura mentira lo que tengo en mi mano derecha?” (Isa. 44:20).
Aunque el arrepentimiento bíblico es perpetuo, esto no significa que los hijos de Dios no tengan una lucha continua con el pecado o períodos de “sequedad”. Pablo escribe: “Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis” (Gál. 5:17). Pero los verdaderos hijos de Dios NUNCA pueden estar satisfechos o conformes con sus pecados. El Espíritu Santo dará al auténtico creyente la convicción de que lo está entristeciendo, iluminará su corazón y le dará arrepentimiento y una restauración de su comunión con el Señor (Sal. 51).
Por lo tanto, nunca lo olvides: el verdadero arrepentimiento es perpetuo. Si te has convertido de verdad, aborrecerás y dejaras tus pecados por el resto de tu vida. Y anhelarás ser santo, ser como Cristo y agradar a Dios.
Yo te pregunto: “¿Alguna vez has poseído tú el arrepentimiento bíblico auténtico que Dios ordena de todos los hombres?”
El arrepentimiento es un regalo
Ahora debo agregar que el arrepentimiento es un don de la gracia que obra en el corazón por el poder de Dios el Espíritu Santo. Hechos 11:18 “18 Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!” nos dice: “¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!” El Espíritu Santo nos muestra nuestra condición pecaminosa ante Dios y pone en nosotros la voluntad de renunciar a nuestro odio de Dios y su autoridad. Y por su gracia nos da el anhelo de andar con él en novedad de vida y santidad. Romanos 6:4 “4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.”
Como ya hemos visto, Dios nos ordena arrepentirnos porque tú y yo somos rebeldes contra Dios por naturaleza. Todo hombre aparte de Cristo es un rebelde contra el trono de Dios (Rom. 8:7 “7 Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden;” ). Debido a nuestra naturaleza pecaminosa hemos determinado vivir nuestra vida apartados de Dios. Por eso tenemos que cambiar radicalmente nuestra manera de pensar con respecto a vivir independientemente de él. ¡Esto lo demostramos por medio de nuestro clamor a Dios pidiéndole que sea nuestro Señor y el Soberano de nuestra vida!
Porque le hemos escupido en el rostro, blasfemado su nombre, inclinado ante los dioses del oro y del placer, pasado su día como nos place y andado con orgullo y arrogancia contra él, Dios nos manda arrepentirnos y creer en el Señor Jesucristo. Tenemos que cambiar nuestra manera de pensar acerca del orgullo y la arrogancia, acerca de la codicia y los placeres mundanos y acerca de andar por nuestro propio camino. Tenemos que clamar a él para que obre su amor en santidad en nosotros.
El arrepentimiento como un “don de la gracia” surge de la obra milagrosa del Espíritu Santo, que Jesús llamó: “nacer de nuevo” (Juan 3:3; 1 P. 1:23).
Este nuevo nacimiento también es descrito como “nacer del Espíritu” (Juan 3:5; 6, 8),
“nacido de Dios” (Juan 1:13; 1 Juan 2:29; 3:9; 4:7; 5:1, 4, 18), concebidos por Dios (1 P. 1:3; 1 Juan 5:1, 18)
y regeneración (Tit. 3:5).
La Biblia usa también otros diversos términos. Ningún pecador se arrepiente auténticamente a menos que primero haya recibido vida por medio del Espíritu Santo.
Sí, mi amigo, porque no lo hemos amado a él con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas y hemos derrochado nuestro amor en el egoísmo y en el mundo, Dios nos ordena arrepentirnos y confiar en el Señor Jesús para remisión de nuestros pecados. Porque, fíjate bien, el arrepentimiento auténtico quita al yo del trono y entroniza a Cristo como Señor sobre cada área de la vida.
3 La conexión del arrepentimiento con la fe
En la Palabra de Dios, el arrepentimiento y la fe se hallan conectados inseparablemente, y deben ser predicados juntos. La Palabra de Dios enseña claramente que Dios ordena a“todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hech. 17:30). Además, la Biblia enseña claramente que el arrepentimiento es tan necesario como la fe en el Señor Jesucristo. Pablo les dijo a sus oyentes en Hechos 20:20, “20 y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas,” 21: “21 testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo.”
“y como nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas, testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo”.
Por lo tanto, el arrepentimiento y la fe son ordenados por Dios en el llamado del evangelio. No separemos lo que Dios ha juntado (Mat. 21:32; Mar. 1:15; Hech. 2:36; 5:31; 20:21; 2 Tim. 2:25).
Las evidencias de las Escrituras
¡Escucha estos versículos en que estas grandes verdades son presentadas juntas en la Palabra de Dios! “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:15).
“Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle” (Mat. 21:32).
Dios da este testimonio de su ministerio: “Testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hech.20:21 ).
La epístola a los Hebreos dice: “Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios” (Heb. 6:1).
Y uno de los últimos mandatos de nuestro Señor a sus discípulos antes de ascender al cielo se encuentra en Lucas 24:46-48: “Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando de Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas”.
La Biblia nos da ilustraciones de los que se acercaron a Cristo con arrepentimiento y fe; éstos acudieron a él para que los perdonara de sus pecados. El ladrón en la cruz se arrepintió y creyó Luc. 23:39 ), el hijo El arrepentimiento y la fe son “dos lados de una misma moneda” que llamamos conversión. El arrepentimiento es el lado negativo y la fe es el positivo. El arrepentimiento se vuelve del pecado, la fe se vuelve a Dios. Como dijo el apóstol Pablo: “Testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hech. 20:21).
El arrepentimiento y la fe están tan estrechamente unidos que existen algunos pasajes que hablan de arrepentimiento sin mencionar la fe: “Y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Luc. 24:47). Pablo, el apóstol de la gracia, describió su ministerio de este modo: “Anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento” (Hech. 26:20). Por otro lado, existen pasajes que ordenan creer sin mencionar el arrepentimiento: “Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa” (Hech. 16:31). Estos y muchos otros pasajes demuestran que arrepentimiento y fe están vitalmente entrelazados.
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pródigo se arrepintió y creyó (Luc. 15:11ss), y por lo tanto pedimos a los hombres hoy que se arrepientan y crean. El arrepentimiento y el perdón del pecado deben ser predicados juntos A través de los siglos ha existido un debate entre los hijos del Señor en cuanto a cuál viene primero: el arrepentimiento o la fe. Ambos lados tienen sus defensores entre cristianos creyentes de la Biblia. Pero la regeneración es un milagro que no puede ser examinada bajo un microscopio. Aunque el milagro del nuevo nacimiento siempre se manifiesta en la vida de Dios en el alma del hombre, hemos de cuidarnos de poner un orden demasiado estricto en la manera cómo Dios obra ese milagro en la vida del pecador. Dado que tanto el arrepentimiento como la fe surgen de la egeneración, ambos se manifestarán claramente en los hijos del Señor. Ninguna pecador cree en Cristo para salvación a menos que haya cambiado de parecer en cuanto al pecado, Dios y Cristo. Tampoco ningún pecador se arrepiente auténticamente a menos que crea la Palabra de Dios en cuanto a su condición perdida y el poder salvador de Jesucristo. Enfatizar demasiado la fe o el arrepentimiento puede dar como resultado por lo menos cuatro errores: 1) Enfatizar demasiado el arrepentimiento como algo separado de la fe puede dejar al pecador con la impresión que debe sentir un cierto dolor o derramar cierta cantidad de lágrimas antes de poder creer en Cristo. 2) Enfatizar demasiado el arrepentimiento como algo separado de la fe puede dar al pecador la idea de que tiene que dejar todo pecar antes de poder creer en Cristo. 3) Enfatizar demasiado la fe sin arrepentimiento puede dejar al pecador con la impresión que puede “creer en Jesús” sin tener que preocuparse por una vida cambiada. El evangelio llama a pecadores a acudir a Jesús como un Salvador del pecado. Jesús no vino para asegurar al pecador de que irá al Cielo aunque siga en una vida pecaminosa y egoísta; en cambio, Jesús vino para llamar “a pecadores al arrepentimiento” (Mat. 9:13; Mar. 2:17; Luc. 5:32). El pecador nunca se apresurará para acudir a Jesús como Salvador del pecado a menos que vea al pecado como una maldad que ofende a Dios y lo condena con justicia ante él. Su nombre es “JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mat. 1:21). 4) Enfatizar demasiado ya sea el arrepentimiento o la fe puede llevar a un concepto erróneo en cuanto al fundamento correcto para la justificación. El arrepentimiento aparta la vista del pecado y el yo a la vez que la fe recibe la justicia perfecta de Jesús. Ni el arrepentimiento ni la fe ameritan justificación. Nuestro Señor les dijo a sus discípulos, así como a nosotros también, que siguieran su ejemplo en la predicación del arrepentimiento y la remisión11 de pecados por medio de la fe en Cristo porque esto muestra realmente su ministerio mientras estaba en la tierra. Su primer mensaje según lo registra Marcos 1:15 fue “el tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio”. Y sus últimas palabras a sus discípulos y a nosotros fueron que el arrepentimiento y la remisión de pecados por medio de la fe en Cristo debían ser predicado en su nombre entre todas las naciones comenzando en Jerusalén (Luc. 24:46-48). Pero parece que muchos en la actualidad tienen miedo de predicar el arrepentimiento. Nuestro Señor no tenía miedo de llamar a los hombres a arrepentirse, y nos ha comisionado a nosotros para que hagamos lo mismo. Entonces anhelamos proclamar a todos los hombres que deben arrepentirse y creer en el nombre de Cristo para la remisión de sus pecados. “Y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Luc. 24:47). Éstas son palabras llenas de significado que necesitan ser proclamadas hoy tal como en aquel entonces. Hay una verdadera remisión de los pecados por medio de la fe en Cristo para los que se consideran a sí mismos pecadores. El pecador impío –perdido, sin Dios y sin esperanza, lleno de pecado, lleno de perversidad-- debe acudir a Cristo, renunciando a las armas de rebelión y enarbolando la bandera blanca de rendición. A él Dios le brinda la remisión de los pecados. Lo invita a venir, como al hijo pródigo, de regreso a su hogar. Arrepentimiento y remisión están entrelazados, de modo que cuando encontramos uno, encontramos el otro. Donde no hay arrepentimiento, podemos estar seguros de que no hay fe en Cristo. Pero donde hay arrepentimiento auténtico, podemos estar seguros de que hay una fe que confía en Cristo para el perdón total y gratuito de todos los pecados. Nuestro Señor Jesucristo declaró con autoridad que “todo pecado...será perdonado a los hombres” (Mat. 12:31). Está escrito en Los Hechos de los Apóstoles: “A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados” (Hech. 5:31). “Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de pecados, y que todo aquellos de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree” (Hech. 13:38, 39). 11 remisión -- indulto, perdón. 16 “Y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas, testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hech. 20:20, 21). Los apóstoles lo declararon, y nosotros hoy declaramos esta misma verdad.
El arrepentimiento es un don de la gracia Ahora, basado en la autoridad de la Palabra de Dios, quiero declarar que el arrepentimiento debe ser predicado en el nombre del Señor Jesús como una gracia otorgada desde lo Alto. Es otorgada por Dios. Sí, por lo tanto, el arrepentimiento ha sido dado a los gentiles al igual que a los judíos porque es un don de la gracia (Hech. 11:18). No nos llega por las obras de la ley, sino que nos llega total y completamente del corazón generoso de Dios. No debe ser predicado en el nombre de Moisés como una obligación legal, sino que debe ser predicado como lo predicó Jonás, sin ninguna esperanza –porque éste proclamó que Nínive sería destruida en sólo 40 días-- sino que debe ser predicado en el nombre de Jesús como la gracia de Dios. El arrepentimiento es un don dado por la gracia de Dios, igual como la fe es dada por la gracia de Dios. Nuestro Dios generoso y Padre celestial ha exaltado grandemente a su Hijo y le ha dado un nombre que es sobre todo nombre, habiéndolo puesto a su diestra para ser “Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados” (Hech. 5:31). Por lo tanto, es la gracia de Dios, la bondad de Dios lo que lleva al arrepentimiento (Rom. 2:4). Dondequiera que haya verdadera tristeza por el pecado, dondequiera que haya un cambio radical en la manera de pensar con respecto al pecado, puedes estar seguro de que esto ha sido producido por el Espíritu de Dios. Es un don del pacto de gracia tanto como lo es el perdón que lo acompaña. Y recuerda, Dios otorga esta gracia únicamente a pobres pecadores. Los hace tener conciencia de que lo necesitan. El escritor del canto12 lo expresó así: Venid, necesitados, venid y bienvenidos, Venid, la dádiva de Dios glorificad; Verdadera fe y verdadero arrepentimiento, Son gracias que a él os acercan; Sin dinero, venid a Jesucristo y comprad.
Por su gracia, Dios usa la Ley para mostrarte lo que eres y luego te acerca a Cristo. Su Espíritu con su gracia usa la Ley para darte 12 Joseph Hart, 1759. 17 conocimiento del pecado (Rom. 3:19, 20; 7:7-25). Por lo tanto, ¡nunca descartes la Ley de Dios! Sí, te coloca bajo la ira de Dios y te condena al Infierno. Pero, alabado sea Dios, por la Ley de Dios ves, admites y comprendes tu estado pecaminoso, tu gran distanciamiento de Dios y tu gran necesidad de un Salvador. Gálatas 3:24 dice que la Ley es el ayo que te conduce a Cristo como tu única esperanza. Entonces, es la gracia de Dios lo que produce arrepentimiento en tu corazón y fe en el Señor Jesucristo.
El Espíritu Santo te enseñará cuan terriblemente sufrió Cristo por tus pecados, y esta verdad será el medio que te lleve a aborrecer el pecado. Comprenderás que el Espíritu Santo, al iluminar tu entendimiento e influenciar tus sentimientos, produce en ti arrepentimiento –¡aun en ese corazón que parecía tan duro y estéril que no se podría producir nada en él! Tu corazón será quebrantado y hecho fértil al caer sobre tu alma el suave rocío de la lluvia de gracia sobre tu alma. Entonces, por el Espíritu de Dios obrando en ti, verás una hermosura y una gloria en el Señor Jesucristo que causará que lo desees (2 Cor. 4:4, 6; Job 23:3; Cantares 2:3). No sólo aborrecerás el pecado y sentirás gran tristeza por él (2 Cor. 7:10, 11) sino que voluntariamente te volverás de él por fe en Cristo al comprender lo que le ha hecho a él.
Entonces, Dios da arrepentimiento al pecador, es uno de los dones gratuitos de su gracia. Y quien quiere lo posea puede estar seguro de que la mano del Señor está sobre él para siempre.
Pero vayamos más adelante. ¡Dondequiera que hay un arrepentimiento real, es evidencia de la fe en Cristo operando en el corazón! ¡Esto es evidencia de que estás vivo en Cristo! Si tu corazón se ha apartado del pecado, si te postras en el polvo ante Dios debido a tus pecados, si acudes a Cristo en la cruz realmente penitente13 clamando “¡Señor, acuérdate de mí! ¡Señor, sálvame! Señor, ten misericordia de mí y líbrame de caer en el pozo”, entonces hay en tu corazón arrepentimiento y fe. No puedes separarlos, donde encuentras uno, encuentras el otro.
Tenemos esto bellamente ilustrado en el caso del publicano que encontramos en Lucas: “Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece , será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (18:13, 14). Fíjate bien, las palabras del salmista siguen siendo ciertas: “Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos14 de espíritu” (Sal. 13 penitente -- lamentarse por haber hecho lo malo. 14 contrito -- sentir remordimiento o gran tristeza por los pecados propios. 18 34:18). Fue por pecadores como estos que nuestro Señor Jesús sufrió en la cruz.
Por lo tanto, salga y sea proclamado el mensaje en todos los pueblos debajo del cielo: dondequiera un alma se arrepiente y se vuelve a Jesucristo con fe, la gracia de Dios ya está obrando y le es otorgado perdón.
Arrepentimiento por la autoridad de Jesucristo Sigamos adelante. Nuestro Señor nos enseñó que el arrepentimiento predicado en el nombre de Jesús es predicado por la autoridad de Jesús como Señor. ¡Escucha! “Toda potestad [autoridad] me es dada en el cielo y en la tierra, Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones...en mi nombre” (Mat. 28:19, 20). Lo que está diciendo es esto: En el nombre de Jesús es que se postra el pecador arrepentido, y todas las fortalezas amuralladas de su corazón se derrumban ante Dios. En el nombre de Jesús la legión de demonios fue sacada del hombre que vivía en los sepulcros de Gadara. En el nombre y la autoridad del Rey Jesús, el pecador es librado por medio de la fe en su sangre. Todos los pecados son perdonados, su poder es quebrantado y su dominio desaparece. En la autoridad de su nombre tienes que acudir a ese Trono de Gracia, que ha sido colocado por Dios mismo para el pobre pecador (Heb. 4:16).
Dios promete perdón total al pecador arrepentido El evangelio promete al pecador un perdón total de todos los pecados que jamás haya cometido, ya sea un pecado de pensamiento, palabra o acción; ya sea un pecado de omisión o comisión.15 Este perdón es tan grande como lo es total. Es un perdón de las ofensas más horribles y más repetidas: impureza, robo, blasfemia, violación, borrachera, sí, prostitución, adulterio y aun homicidio. Es un perdón de los crímenes del peor tipo, un perdón comprado con la sangre preciosa de Cristo. Cuando nos volvemos a Dios con un arrepentimiento auténtico y confiamos en Jesucristo que nos limpie por fe, ¡seremos salvos!
Esto es el evangelio, la esperanza que Dios nos dice que ofrezcamos al pecador. Esto no es Jonás, quien dijo “¡De aquí a cuarenta días Nínive será destruida!” –no dijo nada de arrepentimiento. Pero yo te digo que la ira de Dios viene. Y enseguida te digo también 15 Los pecados de omisión son las cosas que el Señor nos ordena hacer que no hacemos: Santiago 4:17 “Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado”. Los pecados de comisión son las maldades que hacemos que el Señor nos ordena no hacer. 19 que si te arrepientes y te vuelves a Dios con un corazón quebrantado y un espíritu contrito, creyendo la verdad del evangelio, entonces hay para ti perdón y remisión absolutos en la sangre del Salvador. Porque “la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7). Porque a todos los que se arrepienten y creen en él, esta sangre les limpia todos los pecados que prohíben a los hombres estar en la presencia del Dios tres veces santo. Sí, proclamo perdón en el nombre de Jesús para pecados como éstos. No son demasiado negros para ser perdonados por Dios. ¡No están arraigados tan profundamente que no puedan ser lavados por la sangre preciosa de nuestro Señor Jesús!
¿Es el perdón de Dios para ti? Pero alguien puede decir: “No dudo que el arrepentimiento y la remisión de los pecados deben ser predicados en el nombre de Cristo, y que tales cosas sean enseñanzas de Cristo. Mi problema es: ¿son para mí?” Pues bien, ésta es una cuestión que tienes que determinar bajo la dirección del Espíritu Santo. Pero déjame hacerte algunas preguntas: ¿Te arrepientes de tus pecados? ¿Sientes gran pesar por los pecados porque son la plaga de tu corazón y la maldición de tu vida? ¿Aborreces el pecado? ¿Te vuelves del pecado queriendo vivir como el Santo Dios quiere que vivas? Entonces te digo a ti: si tienes este arrepentimiento, entonces cuentas también con esta remisión de tus pecados. Cristo los puso juntos: “arrepentimiento y el perdón de pecados” (Luc. 24:47). Y recuerda: Cristo te ha ordenado arrepentirte y creer (Mar. 1:15). Lo que él ha ordenado, tú por su gracia puedes llevar a cabo.
Pero si en realidad no has sabido por experiencia lo que es el arrepentimiento, ¿quisieras elevar esta oración? “Oh Señor, muéstrame la culpa de mi pecado, y hazme ver a tu Hijo amado pagando esta culpa en mi lugar. Enséñame a sentir gran pesar por mis pecados y a aborrecerlos, y dame la seguridad, por la enseñanza de tu Palabra y por la gracia de tu Espíritu de que todos han sido perdonados en el nombre de Jesús. Haz que pueda seguir mi camino regocijándome por ser un pecador salvado por tu gracia soberana”. ¿Elevarás al Señor esta oración?