AMA A TU PRÓJIMO, HABLA CON ÉL

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INTRODUCCIÓN:

Buenos días a todos mis hermanos aquí presentes y a los que están en casa mirando esta transmisión. Hoy es un precioso día que el Señor nos ha regalado por Su maravillosa Gracia. Así que hoy es un día para estar llenos de gozo, de alegría y muchos más aferrados a las promesas de Dios en Cristo por medio de Su Evangelio revelado a nosotros por las Sagradas Escrituras.
Hoy, vamos a hablar de un tema, que el Señor me ha inquietado desde hace varias semanas. Es una práctica que como creyentes, de forma lamentable, practicamos todos nosotros, y esto me incluye primero a mí; pero que le ruego al Señor, a partir de lo que hoy vamos a aprender, juntos empecemos a cambiar estas cosas y corregirnos. Pues, si no es así, no tiene sentido que hoy estemos aquí reunidos cantando, alabando, alzando las manos y diciéndole a Dios que lo amamos, que lo queremos conocer, pero al salir de aquí en un poco más de una hora, seguimos haciendo lo mismo de esta mañana, o de ayer, o de esta semana que paso. Si vamos a seguir igual, yo les digo hermanos: “no tiene sentido que venga hoy aquí, pues al seguir haciendo las mismas cosas, solo somos piedra de tropiezo para los demás, y nos convertimos en personas que hacen que el Nombre de Dios sea blasfemado por nuestra conducta y testimonio”.
Bueno… A modo de introducción quiero compartir algunas imágenes (ver 3 o 4 fotos de raíces de maleza profundas). Para los que han tenido la oportunidad de estar en el campo, o tener un patio con algunas plantas o pastizal, podrán estar familiarizados con estas imágenes.
En la casa de mis padres hay un patio grande, y allí mi madre esta casi a diario, cuando su salud lo permite, limpiando la maleza que se encuentra en el pasto o pastizal. Ella dedica un buen tiempo en estar ahí haciendo ese trabajo que requiere de paciencia y mucha perseverancia. Toma un cuchillo, y empieza poco a poco a quitar la maleza que se sale con el pasto bueno. Pero ella no lo hace de forma superficial, si no que introduce el cuchillo por debajo de la tierra para lograr arrancar la maleza de raíz. Es algo repetitivo pero que cuando termina una sección del pasto, hay satisfacción en ella por haberlo hecho.
Sin embargo, cuando ella termina una sección del patio, sigue con otra, y así hasta cubrir todo el patio. Y la primera sección que termino en determinado día, lo vuelve a hacer al haber terminado todas las demás secciones. ¿Por qué?, porque la maleza a la semana siguiente vuelve otra vez a brotar. Y esto, lo sigue haciendo así semana a semana, incluso cuando en algunas ocasiones ella no se siente bien de su salud.
Con esto que les comparto, y las imágenes que vemos en pantalla, quiero ilustrar nuestro tema de hoy: “AMA A TU PRÓJIMO, HABLA CON ÉL”.
Vamos entonces a leer lo que encontramos en Lev 19.17-18, leo la NTV

I. TRAS LA OFENSA, RAZONA CON TU PRÓJIMO:

Levítico 19:17–18 NTV
17 »No fomentes odio en tu corazón contra ninguno de tus parientes. Aclara los asuntos con la gente en forma directa, a fin de que no seas culpable de su pecado. 18 »No busques vengarte, ni guardes rencor contra tus hermanos israelitas, sino ama a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor.
Para obedecer el mandamiento cristiano de amar al prójimo como a uno mismo, el cual podemos leer en Mat 22.36-40 [“36 Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley? 37 Y Él le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38 Este es el grande y el primer mandamiento. 39 Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40 De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.”], debemos también considerar que es necesario razonar con nuestro prójimo cuando alguna circunstancia ofensiva ha hecho difícil la hermandad o nuestra relación.
Y, ¿quién es nuestro prójimo?
Razonar con algún hermano o con nuestro prójimo con quien se ha discutido o con quien nos ha ofendido no siempre es fácil, pero es lo bíblico, es lo que agrada al Señor y es lo que es verdaderamente provechoso, aunque a nuestros sentimientos pareciera no serlo.
Generalmente, cuando una falta u ofensa ocurre -lamentablemente- el hombre suele no considerar hablar o tratar de razonar con su prójimo o su hermano o su ser amado, sino que se encierra en su propia mente, especulando, resintiendo las faltas una y otra vez en su corazón, llenándose -al final- de amarguras que le endurecen el corazón.
En mi experiencia como servidor de Cristo en esta iglesia local, he podido notar que todas las circunstancias problemáticas de cualquier índole (es decir, el matrimonio, la familia, el trabajo, el ministerio en la iglesia, etc.) podrían haber sido solucionadas sin que llegaran a mayores pecados o dolores u orgullo, si tan solo las personas involucradas hubieran tenido el deseo de hablar/razonar con su prójimo hasta buscar aclarar las cosas, reconocer los errores propios, no del otro y por ende procurar una reconciliación.
Y cuando nosotros no hacemos esto, empieza a surgir, a brotar una raíz de amargura en nuestro corazón, por la ofensa recibida, por la herida que empieza a sangrar y a abrirse más. Y muchas veces preferimos pasar por alto esas circunstancias, o las hablamos de forma superficial, o tal vez la otra persona o yo, no quiere simplemente hablar de ello por orgullo, por que piensa que tiene la razón y no debe ceder o darle la razón al otro, o porque la herida causada es tan grande, que es doloroso hablar de ello en el corto tiempo.
Si ma mamá, solo se conformará con limpiar la maleza del pasto una vez, y dejará así, en cuestión de dos o tres semanas el patio estaría lleno de maleza, con un pasto crecido y con el pasar de un mes, incluso allí empezarían a llegar animales peligrosos para hacer su morada, como por ejemplo alguna serpiente, tarántulas, ratones u otra clase de insectos y bichos.
Así que es necesario cortar la maleza de raíz, tan pronto notamos que empieza a crecer. Miremos lo que nos dice la Palabra de Dios en Heb 12.14-15...

II. NO PERMITAS QUE BROTE RAÍZ DE AMARGURA EN TU CORAZÓN:

Hebreos 12:14–15 NTV
14 Esfuércense por vivir en paz con todos y procuren llevar una vida santa, porque los que no son santos no verán al Señor. 15 Cuídense unos a otros, para que ninguno de ustedes deje de recibir la gracia de Dios. Tengan cuidado de que no brote ninguna raíz venenosa de amargura, la cual los trastorne a ustedes y envenene a muchos.
El apóstol ordena que se esfuercen en vivir en paz unos con otros, y lo anexa al hecho de vivir en santidad; podemos estar seguros que el mandamiento divino en Levítico se nos da también con ese fin: el poder vivir en paz con los demás y en santidad.
Con todo, notemos cómo el Señor en Hebreos 12 nos habla que debemos cuidarnos de las raíces de amargura, porque éstas pueden privarnos de la gracia. Pero esto no es un asunto unilateral, sino que nos advierte también que quien posee una raíz de amargura -cual veneno que amarga el corazón de la persona- puede extenderse hasta afectar a muchos, envenenándoles con ese mismo veneno que le ha envenenado antes su propio corazón. Sin duda no es un asunto superficial, sino uno muy importante.
Cuando hay un palo o planta de algun tipo de maleza, cuando no sabemos de esas cosas, solo se corta el tallo en la superficie. Pero a los días, vuelve y crece más tallos o ramas. Ingenuamente uno vuelve y corta esos tallos o ramas y a los días salen más. Al final, se tiene que abrir alrededor de esa planta o tallo una hendidura o cavar alrededor para poder sacarla desde la raíz, pues la única forma de que pueda ser arrancada por completo. Este proceso toma más tiempo, mayor esfuerzo y a veces causa dolor en nuestras manos.
He allí una perfecta ilustración de lo que el apóstol escribe en Hebreos acerca de las raíces de amargura. Recortar los tallos de la amargura no la elimina, pues los tallos se multiplican y crecen otra vez, y además, las raíces se fortalecen más y más cada vez, de tal suerte que luego podría no ser posible arrancarla sin mutilar algo importante y doloroso para nosotros. Esto es lo que ocasiona una raíz de amargura: se contamina quien la tiene, y termina contaminando a otros a su alrededor con su amargo resentimiento, guiando a otros a privarse de la gracia de la cual él mismo se ha privado con su amargura.

III. CONSECUENCIAS DE NO QUITAR LA RAÍZ DE AMARGURA:

Con respecto al contaminar a otros, claramente se refiere al chisme, murmuración, calumnias, etc., que son las formas en las que se transmite el veneno de la amargura. Y es el tercer punto del sermón… Recordemos lo que nos dice Santiago 3.5-6, 8-10.
Santiago 3:5–6 NTV
5 De la misma manera, la lengua es algo pequeño que pronuncia grandes discursos. Así también una sola chispa, puede incendiar todo un bosque. 6 Y la lengua es una llama de fuego. Es un mundo entero de maldad que corrompe todo el cuerpo. Puede incendiar toda la vida, porque el infierno mismo la enciende.
Santiago 3:8–10 (LBLA)
8 pero ningún hombre puede domar la lengua; es un mal turbulento y lleno de veneno mortal.
9 Con ella bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que han sido hechos a la imagen de Dios;
10 de la misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.
Y también Santiago más adelante en su carta añade estas otras verdades:
Santiago 4:11–12 (LBLA)
11 Hermanos, no habléis mal los unos de los otros. El que habla mal de un hermano o juzga a su hermano, habla mal de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres cumplidor de la ley, sino juez de ella.
12 Solo hay un dador de la ley y juez, que es poderoso para salvar y para destruir; pero tú, ¿quién eres que juzgas a tu prójimo?
Las calumnias, los chismes, la murmuración y el generar rencillas entre los hermanos al contar cosas que no son prudentes, aún cuando nosotros seamos testigos de que ese hermano esta haciendo cosas injustas o pecaminosas a los ojos de Dios, Santiago nos dice, “esto no debe ser así hermanos”; porque cuando lo hacemos, entonces debemos hacernos la misma pregunta que Santiago hizo en el 4.12 ¿Quién eres tu para juzgar a tu prójimo? Entrar en chismes, murmuración, calumnias, y juicios según las apariencias sin discernir las cosas, sin preguntar a los directamente involucrados y sin ver primero la viga que tenemos en nuestros propios ojos para sacarla, es entonces, en palabras de Santiago: “hablar mal de un hermano, es juzgar mal a un hermano, y por lo tanto, hablar mal de la ley de Dios, y juzgar la ley de Dios”, creyéndonos jueces de la ley de Dios.
Es como si nosotros le dijéramos a Dios que su ley dada no está bien, y que es nuestros juicios los que son correctos. ¿Qué tal? El solo hecho de tan siquiera llegar a pensar en ello, me parece ridículo, soberbio y totalmente ofensivo contra nuestro Señor.
Es por esto que La Ley del Señor manda que, en alguna situación problemática, se aclaren los asuntos antes. Si hay un problema, las partes siempre deben estar más que dispuestas a hablar y razonar, sobre todo si son creyentes en Dios y Su Palabra. El objetivo no es solo la gloria de Dios en su pueblo, sino que estos sean librados de raíces de amargura, o como también dice Levítico, para que "no seas culpable de su pecado".
El Señor desea que su pueblo sea diligente en razonar entre ellos con el fin de solucionar los problemas. Ser negligente en ello, aún cuando la parte negligente sea la "inocente" en la discusión o diferencia, esa parte puede llegar también a pecar contra Dios al no ser diligente en razonar con su prójimo. Es decir, aún cuando nosotros no seamos, en apariencia, los culpables de fomentar el pleito, aún así debemos estar dispuestos a querer hablar y razonar con nuestro prójimo.
Esto que es ordenado en Levítico, es exactamente lo mismo que el Señor Jesús demanda al decir en Mat 5.23-24.

IV. RECONCILIATE CON TU PRÓJIMO:

Mateo 5:23–24 BTX
23 Por lo tanto, si estás presentando tu ofrenda en el Altar, y allí recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, 24 deja allí tu ofrenda ante el Altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y luego regresa y presenta tu ofrenda.
Notemos como el Señor afirma claramente sobre la responsabilidad que tiene aquel que "recuerda" que su hermano tiene algo contra él. Según Jesús, al igual que en Levítico, tanto la persona ofendida como la persona que ofende, tienen la responsabilidad de razonar entre ellos hasta reconciliarse. Tal es la importancia de esto, que Cristo mismo manda que si esto no se ha realizado "deja allí tu ofrenda ante el altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y luego regresa y presenta tu ofrenda".
En lo que al Señor respecta, un pleito no bien sanado en el corazón de alguno, le estorba en su adoración a Dios.
La ofrenda que alguien presenta sin procurar reconciliarse con su hermano, no puede ser aceptada por Dios. Incluso si nosotros sabemos que hay hermanos que están en pelea con su prójimo y somos indiferentes permitiendo que traigan ofrendas a Dios, al menos para el Señor, sería considerada como una ofrenda hipócrita.
Tal es el asunto en este tema, que de ello no se puede escapar ignorándolo, sino que, como el Señor enseña y demanda, debemos aprender a razonar con nuestros prójimos de la manera más diligente.
La sabiduría bíblica presupone esto también, pues como Santiago atestigua, la verdadera sabiduría -la de lo alto- está dispuesta a razonar. Miren lo que él dice:
Santiago 3:17 (BTX IV)
17 Pero la sabiduría de arriba, es primeramente pura, luego pacífica, comprensiva, dispuesta a razonar, llena de misericordia y de buenos frutos, imparcial, sincera.
Lo contrario es necedad, es -en palabras de Santiago- seria una sabiduría "terrenal, animal y diabólica".
Stg 3.15 “15 Esta sabiduría no es la que viene de lo alto, sino que es terrenal, natural, diabólica.”
La madurez de la sabiduría verdaderamente bíblica, es eliminar los celos amargos, contenciones estériles y rivalidades, y estar dispuestos a razonar y reconciliarnos con nuestros prójimos. La sabiduría, el amor y la humildad cristianas, así lo requieren.

CONCLUSIONES:

Así que, cosas podemos concluir de esta enseñanza hermanos:
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