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Adviento 2

Malaquías 3:1-4

San Juan el Bautista preparó el camino

            Amados hermanos en el Señor.  Imagínense qué pasaría, si ustedes fueran invitados a cenar con el presidente de la República.  Supongamos que el presidente quisiera mostrar su interés en el hombre común y corriente, y entonces, quisiera cenar con usted y su familia en su casa.  Claro, usted se sentiría muy honrado, aunque hubiera votado por el otro candidato en la elección anterior.  Pero, después del entusiasmo inicial, tal vez comenzaría a sentirse preocupado, ¿no?  Tal vez se preguntaría  ¿Cómo debo ir vestido?  ¿Cómo me portaré con el presidente?  ¿Puedo atneder al presidente de la República en mi casa o apartamento?  Con tales preguntas, comenzaría a convencerse de no aceptar la invitación.  Pero todo sería diferente si en el momento de tener tantas dudas llegara un representante del presidente para explicarle todo, y para preparar todo en su casa para el presidente.  Tal vez seguiría nervioso, pero probablemente le aceptaría como invitado en su casa.

            En nuestro texto de hoy, tenemos algo muy parecido.  Dios, hablando por medio del profeta Malaquías, prometió enviar un representante antes de la venida de Cristo el Salvador.  Durante más de mil años, Dios prometió que el Mesías, el Salvador, iba a llegar, y la gente de Israel estaba esperándole.  Pero, tuvieron muchas dudas sobre el tema, entonces, Dios envió a su mensajero, San Juan el Bautista.  San Juan el Bautista preparó el camino.

            I. Para que el Señor entrara en su templo

            II. Para que el Señor limpiara a su pueblo.

I

            Escuchen de nuevo el primer versículo de nuestro texto: He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros.  He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos.  El primer punto importante en esta profecía es el mensajero. ¿Quién es?  Es San Juan el Bautista, lo sabemos con seguridad por el Nuevo Testamento.  San Juan era una persona muy interesante.  Fue el último profeta antes de Cristo, y tuvo la misión de completar la tarea de todos los profetas del Antiguo Testamento.  Todos escribieron y enseñaron sobre el Cristo que iba a llegar.  San Juan tuvo la misión de preparar su  llegada inmediata, y era como un puente entre los dos testamentos, porque profetizó que Cristo iba a llegar y lo indicó como el cumplimiento de la profecía cuando llegó, con las palabras, "He aquí el Cordero de Dios."

            La misión de San Juan es importante para nosotros también porque representa la constancia del amor de Dios.  Por siglos, repetió Dios de muchas maneras proféticas que Cristo iba a llegar.  En San Juan el Bautista, repitió Dios la promesa por última vez como testimonio de la verdad de su promesa.  En San Juan, vemos que Dios cumplió la promesa más importante en el mundo -- la del Salvador.

            Esta  promesa del Salvador es el tema de nuestro texto también.   Malaquías dice que el mensajero "preparará el camino delante de mí." "Mí" se refiere a Dios, que es Cristo.  Esto es lo que celebramos en Adviento, que Dios estaba preparando el mundo para el Adviento, es decir, la llegada, de Cristo, el Hijo de Dios.  Entonces, hoy, tres  semanas antes de la Navidad, recordamos que Dios prometió el mejor regalo de Navidad que sea posible -- nos prometió al Hijo, Dios hecho hombre.  Esta promesa de Dios era la  vida espiritual de los Judíos creyentes.  Malaquías dice, "vendrá súbitamente a su templo  el Señor a quién vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros."

            La gente estaba esperando la llegada del Señor.  Es interesante que esta profecía de Malaquías es muy parecida a una de Isaías, en el  capítulo 41 de su libro.  En su libro, Isaías, que vivió mas o  menos trescientos años antes de Malaquías, prometió dos cosas.  Primero, que el pueblo de Dios, después de sufrir  un exilio en Babilonia, iba a regresar a su país.  Segundo, que el Mesías iba a llegar, con un mensajero que iba a preparar su camino.  Los Judíos del tiempo de Malaquías conocían la profecía antigua de Isaías, y ellos  acababan de regresar del Exilio en Babilonia, entonces, parece que estaban esperando al Mesías en seguida.  Como todavía no llegaba, comenzaron a dudar de las promesas de Dios.  Entonces, el mensaje de Malaquías fue: las promesas de Dios son siempre verdades.  Cristo viene.  La gente seguía esperándolo.

            En aquel establo en Belén hace como dos mil años, cumplió Dios esta promesa.  ¿Saben ustedes por qué damos regalos en la Navidad?  Para representar el regalo más importante de todo el mundo.  ¿Qué queremos para la Navidad?  ¿Nueva ropa?  ¿Plata?  ¿Juguetes?  ¿Paz mundial?  Es imposible recibir un mejor regalo que él que ya recibimos en el pesebre de Belén.  Cristo es el deseo del pecador, porque Cristo tiene lo que necesitamos más -- el amor y el perdón de Dios.

            Malaquías llamaba a Cristo "el ángel del pacto."  Estaba pensando en el ángel de Señor, que muchas veces apareció en el Antiguo Testamento.  Este "ángel" era Cristo, pero antes de hacerse hombre.  Se apareció como un "ángel" porque la palabra "ángel" significa "mensajero."  Cristo es el mensajero perfecto de Dios, aun mejor que Juan el Bautista, porque Cristo es Dios.  Cristo llegó al mundo para darnos el conocimiento perfecto de Dios, es decir,  el conocimiento perfecto de su gracia.  ¿Qué quiere decir la palabra "gracia"?  Un don o el amor inmerecido.  Cristo nos explicó tal amor cuando se hizo hombre para salvarnos.  La vida perfecta y humilde de Dios era lo que necesitabamos, era la perfecta gracia -- el perfecto don inmerecido, porque no tenía que hacerlo, pero nosotros necesitábamos  que él lo hiciera. Sin el ángel del pacto, el mensajero perfecto de Dios, no tendríamos mos la perfección delante de Dios, porque nadie puede ser perfecto delante de Dios.  Tampoco tuendríamos el pago que el hizo con su muerte ni la vida que proviene de su resurrección.

            Malaquías dijo que el Señor iba a venir "súbitamente a su templo."  A veces, se leen comentarios que dicen que estas palabras se refieren al templo de los judíos que estaba en Jerusalén,  entonces, el cumplimiento de estas profecías son las ocasiones cuando Cristo visitó este templo, por ejemplo cuando tenía doce años, o cuando echó a los que cambiaban dinero del templo.  Pero, esto no es lo que significan estas palabras.  El cumplimiento de estas palabras proféticas se encuentra en varios textos del Nuevo Testamento; escuchen uno, 2 Corintios 6:16 dice: ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo de Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo."  El templo y el tabernáculo eran símbolos de la presencia de Dios entre su pueblo.  El verdadero templo de Dios es nada más que la iglesia cristiana -- no el edificio, sino la gente.  Nosotros somos el templo.    Cristo llegó súbitamente a nosotros cuando llegó a Belén.  Cuando todo el mundo estaba tan ocupado con sus propios asuntos -- el viaje a su pueblo ancestral, las ovejas en el campo, el hospedaje para la noche, Dios hizo el más gran milagro de la historia del mundo.  El Creador de Universo se convirtió en un niño varón en el vientre de la Virgen María para salvar un pueblo rebelde de sus propios pecados.  ¿Quién lo sabía cuando sucedió?  Casi nadie.  La prima Elisabet y su marido Zacarías.  Un poquito más tarde, un grupo de pastores de ovejas.  Aun mas tarde, algunos sabios de un pueblo extranjero.  Pero, por lo general, la gente de Israel no notó la llegada de su Salvador.

II.

            San Juan el Bautista llegó para preparar el camino del Señor.  Este camino no era un camino físico, sino equivalente a nuestros corazones.  δebido a que Cristo iba allegar "súbitamente" como Malaquías dice, la  gente necesitaba preparación.  Después de mil años de esperar a Cristo, la situación era similar a la de hoy.  Todos nosotros esperamos y creemos que Cristo puede llegar en su segundo Adviento en cualquier momento, pero ¿cuánta importancia tiene en la vida cotidiana?  Los judíos creyentes conocían las promesas de Dios, pero dejaron de vivir en expectación.  Entonces, San Juan el Bautista preparó el camino del Señor para que el Señor limpiara a su pueblo.

            Tristemente, cuando de repente comenzó el ministerio de Cristo, había muchos que no lo aceptaron  No entendieron su propósito, aunque Malaquías lo explicó en nuestro texto.  Dijo "el es como fuego purificador, y como jabón de lavadores.  Y se sentará para afinar y limpiar la plata; porque limpiará a los hijos de Leví, los afinará como a oro y como a plata, y traerán a Jehová ofrenda en justicia."  Aunque no entendieron, Cristo llegó para purificar la gente.  Este era el mensaje de San Juan.  El predicó la necesidad de arrepentirse.  El arrepentimiento es la limpieza que hace Dios en nosotros.

            Lo que la gente no entendía bien era que somos pecadores.  Cada uno de nosotros es sucio delante de Dios.  Isaías comparó todas nuestras buenas obras con un "trapo de inmundicia." Imagínense, lo mejor que usted haga, si, por ejemplo, compra comida para un pobre o si da uno de sus riñónes a un niño que está muriendo, delante de Dios es como ofrecer como servilleta el trapo que usó para limpiar el inodoro .  Todas nuestras buenas obras están contaminadas con pecado.  Por esto, necesitábamos ser limpiados delante de Dios.  Esta es la importancia de la perfección de Cristo.  Delante de Dios, Cristo era perfecto.  Cuando Dios nos dio la perfección de Cristo, y le dio a Cristo la inmundicia nuestra -- todos nuestros pensamientos, todas nuestras palabras, todos nuestros sentimientos y todas nuestras acciones son inmundicia delante de Dios, apartados de Cristo -- cuando Dios hizo este intercambio, fuimos purificados.  Cristo es como blanqueador.  Ya, delante de Dios, tenemos la pureza de Cristo, aunque somos pecadores imperfectos en este mundo.

            San Juan el Bautista, el mensajero de Cristo, preparó el camino de Cristo por su predicación.  Llamó a la gente a arrepentirse.  Les predicó que sus vidas no eran puras, que sus corazones no eran limpios.  San Juan acusó a los miembros aparentemente más fieles de la sinagoga de ser pecadores porque pensaban que iban a los cielos por sus propios méritos.  El llamado  de San Juan todavía suena en la iglesia de hoy.  ¿Pensamos que somos rectos delante de Dios?  Claro que no, pero siempre tenemos que examinarnos.  Hay un fariseo dentro de cada uno de nosotros.  Se nota en este sentimiento de satisfacción que tenemos cuando nos esforzamos mucho para llegar al culto.  Se nota también en el hecho de que siempre la otra persona está equivocada.  Se nota cuando comparamos nuestra ofrenda con la del prójimo.  Todos nosotros necesitamos escuchar a San Juan cuando está preparando el camino.  Necesitamos reconocer nuestro propio pecado, y arrepentirnos para no desechar a Cristo de nuestros corazones.

            El resultado lo tenemos en el ultimo versículo de nuestro texto.  Malaquías dijo: y traerán a Jehová ofrenda en justicia.  Y será grata a Jehová la ofrenda de Judá y de Jerusalén.  Ahora, porque estamos limpios ante los ojos de Dios, nuestras buenas obras son aceptables de Dios.  El trapo de inmundicia ya es aceptado por Dios, porque es limpio, tal como si Cristo mismo lo hubiera hecho.  Dios declara que nuestras imperfecciones son perfectas, porque Cristo era perfecto y nosotros somos perdonados.  Entonces, ¿qué hacemos?  ¿Decimos que ya estamos perdonados totalmente, y entones podemos hacer lo que queramos?  Claro que no.  Tal actitud es la de la incredulidad, no de la fe.  La actitud de la fe dice, "Aunque soy sucio de verdad, Cristo me limpió.  Aunque merezco ser desechado como un trapo de inmundicia, estoy emblanquecido, estoy perdonado.  ¿Cómo vive un hombre puro, un santo delante de Dios? Con la actitud de arrepentimiento que predicó San Juan el Bautista."  Tal arrepentimiento prepara el camino de Cristo en nuestros corazones.

            Amados hermanos en Cristo, ustedes son  templo de Dios.  Ustedes son   pueblo purificado por Cristo.  Vivan así.  Amen.

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