¿Cuál es el verdadero significado de la Navidad?
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Para muchos, la Navidad es el momento de pensar en Jesucristo como un bebé en un pesebre. Si bien el nacimiento de Cristo es un evento especial y milagroso, no es el enfoque principal. La verdad central de la historia de la Navidad es esta: el Niño de la Navidad es Dios.
Y cada Navidad todos nos detenemos y reconocemos sin pensar el nacimiento de Cristo; y tal vez la gente acepte el hecho de que Él era Dios en un grado u otro. Pero el problema no es que Él vino, el problema es por qué vino. Y mucha gente parece contenta con detenerse con el solo hecho de que Él vino como si hubiera algún tipo de hecho redentor en eso. Nunca se molestan en averiguar por qué vino.
Dios promete enviar al Mesías
1 ¿Cuáles fueron las consecuencias del pecado de Adán y Eva?
Perdieron su relación con Dios. Experimentaron conflicto con Satanás y el pecado. Sufrieron y murieron.
2. ¿Qué prometió Dios después que pecaron?
Dios prometió que un descendiente de Eva aplastaría la cabeza de la serpiente, destruyendo el poder de Satanás.
3. ¿Quién es el segundo Adán?
Jesús (Ro 5:14–19).
1 Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? 2 Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; 3 pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. 4 Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; 5 sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. 6 Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. 7 Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales.
8 Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. 9 Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? 10 Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. 11 Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses? 12 Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí. 13 Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí. 14 Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. 15 Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. 16 A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti. 17 Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. 18 Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. 19 Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás. 20 Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de todos los vivientes. 21 Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió.
22 Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre. 23 Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado. 24 Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida.
La historia que se revela en Génesis y en el Antiguo Testamento completo apunta con expectativa al Mesías, que es el Salvador y Rey especialmente escogido por Dios. Debido a que el hombre es la cabeza de la creación, su pecado trajo dolor y muerte (Gn 3:16–17).
La creación perfecta de Dios y el plan perfecto de Dios para la humanidad, parece que fueron destruídos por completo. Pero Dios es más poderoso que Satanás y que el pecado humano. En medio de la maldición, Dios pronunció una bendición: un descendiente de Eva vendría para destruir el poder de la serpiente (Gn 3:15).
La segunda parte del versículo está hablando acerca de una persona específica, lo suficientemente poderosa para aplastar a Satanás (Ap 20:1–10). Cristo No sólo traería a gente de regreso a una relación correcta con Dios, sino que también libraría a toda la creación de la maldición y haría un cielo y una tierra nueva y perfecta (Ro 8:21 “21 porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.” ; Ap 21:1 “1 Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.” ).
Jesús es el segundo Adán, deshaciendo el mal que hizo el primer Adán (Ro 5:14–19 ).
14 Sin embargo, desde los tiempos de Adán hasta los de Moisés, todos murieron, incluso los que no desobedecieron un mandamiento explícito de Dios como lo hizo Adán. Ahora bien, Adán es un símbolo, una representación de Cristo, quien aún tenía que venir; 15 pero hay una gran diferencia entre el pecado de Adán y el regalo del favor inmerecido de Dios. Pues el pecado de un solo hombre, Adán, trajo muerte a muchos; pero aún más grande es la gracia maravillosa de Dios y el regalo de su perdón para muchos por medio de otro hombre, Jesucristo; 16 y el resultado del regalo del favor inmerecido de Dios es muy diferente de la consecuencia del pecado de ese primer hombre. Pues el pecado de Adán llevó a la condenación, pero el regalo de Dios nos lleva a ser declarados justos a los ojos de Dios, a pesar de que somos culpables de muchos pecados. 17 Pues el pecado de un solo hombre, Adán, hizo que la muerte reinara sobre muchos; pero aún más grande es la gracia maravillosa de Dios y el regalo de su justicia, porque todos los que lo reciben vivirán en victoria sobre el pecado y la muerte por medio de un solo hombre, Jesucristo.
18 Así es, un solo pecado de Adán trae condenación para todos, pero un solo acto de justicia de Cristo trae una relación correcta con Dios y vida nueva para todos. 19 Por uno solo que desobedeció a Dios, muchos pasaron a ser pecadores; pero por uno solo que obedeció a Dios, muchos serán declarados justos.
La promesa de Dios a Abraham es que El Mesías bendeciría a todas las naciones
3 Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.
1. ¿Qué le prometió Dios a Abraham?
2. ¿Cómo respondió Abraham a la promesa de Dios?
3. ¿Para qué llamó Dios a Abraham?
Dios le prometió que a través de uno de sus descendientes bendeciría la tierra.
Dios prometió bendecir a Abraham dándole muchos descendientes (Gen 12:2a). Esta bendición fue cumplida físicamente cuando Abraham eventualmente tuvo muchos descendientes físicos, pero es verdaderamente cumplida en el Mesías, quién salva a los descendientes espirituales de Abraham (Gl 3:6–9 “6 Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia.7 Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham.8 Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones.9 De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham.” ).
Abraham mostró que él creía la promesa de Dios al confiar en Dios y hacer lo que Él dijo.
Estos descendientes espirituales son aquellos que demuestran fe, tal como lo hizo Abraham (Gn 12:1; Ro 4:2–5).
El Mesías trae salvación a todos los hombres (Gn 12:3; 1 Ti 4:10), pero la salvación debe ser recibida por fe.
Dios lo llamó a ser el padre de la nación de la cual nacería el Mesías.
Dios prometió una gran bendición, Abraham creyó y Dios contó su fe por justicia (Gn 15:6). Debido a su fe, los pecados de Abraham fueron llevados por el Mesías (Ro 3:25). Si queremos experimentar la bendición de ser el pueblo de Dios, debemos seguir el ejemplo de Abraham y creer en Jesús el Mesías (Hch 16:31).
El Mesías reinará sobre todo para siempre
Génesis 49:10 (NTV)
10 El cetro no se apartará de Judá,
ni la vara de mando de sus descendientes,
hasta que venga aquel a quien le pertenece,
aquel a quien todas las naciones honrarán.
Dios le prometió que uno de sus descendientes sería el Rey sobre todas las naciones.
De Jesús. Él satisface estas promesas
Estos objetos representan el reinado.
El evangelio—las buenas nuevas que Dios salva a personas del pecado a través de la vida, muerte y resurrección de Jesús—comenzó en Génesis.
En Génesis, Dios explicó por qué enviaría al Mesías e incluyó varias promesas específicas acerca del Salvador que vendría.
Jacob pronunció a Judá la posición de liderazgo del primogénito (Gn 49:10).
Judá era el cuarto hijo, pero Rubén, Simeón y Leví se habían descalificado como el primogénito (Gn 49:3–7). Judá estaba lejos de ser perfecto, pero había demostrado arrepentimiento y madurez espiritual cuando se ofreció como sustituto a fin de salvar a Benjamín (Gn 44:33).
Así que Jacob predijo que el cetro y la vara no se apartarían de Judá (Gn 49:10a). Estos objetos representaban la realeza. A pesar que el linaje de reyes sería interrumpido por medio de la desobediencia, el reinado nunca sería apartado permanentemente de Judá.
Jesús es el León de la tribu de Judá
1 Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos. 2 Y vi a un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos? 3 Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun mirarlo. 4 Y lloraba yo mucho, porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de mirarlo. 5 Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos.
6 Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra. 7 Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono. 8 Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos; 9 y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; 10 y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra. 11 Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones, 12 que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. 13 Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. 14 Los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos.
En el capítulo 5 de Apocalipsis Juan describe lo siguiente: (
1) la búsqueda de uno que es digno (Apo 5:2–4 );
(2) la selección del que es digno (Apo 5:5–7 );
y (3) la canción del que es digno (Apo 5:8–14 ).
El rollo que Juan vió en las manos de Dios es el título de propiedad de la tierra.
¿Quién sería capaz de heredar el rollo y abrir sus sellos ya que la búsqueda resultó que no hay nadie digno? Uno de los ancianos apunta al León de la tribu de Judá, Jesús.
Él es un león que arranca y destruye a Sus enemigos.
Pero Jesús no podía ser el León del juicio a menos que primero fuese el Cordero de Dios que fue inmolado, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn 1:29).
La respuesta a la aparición del Cordero a medida se mueve para tomar el rollo es alabanza.
La adoración resultó al mostrar que Jesús regresará a la tierra triunfante, que establecerá Su glorioso reino milenial, y que derrotará al pecado, la muerte y a Satanás una vez y para siempre.
El Mesías nacería de una virgen
10 Habló también Jehová a Acaz, diciendo: 11 Pide para ti señal de Jehová tu Dios, demandándola ya sea de abajo en lo profundo, o de arriba en lo alto. 12 Y respondió Acaz: No pediré, y no tentaré a Jehová. 13 Dijo entonces Isaías: Oíd ahora, casa de David. ¿Os es poco el ser molestos a los hombres, sino que también lo seáis a mi Dios? 14 Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel. 15 Comerá mantequilla y miel, hasta que sepa desechar lo malo y escoger lo bueno. 16 Porque antes que el niño sepa desechar lo malo y escoger lo bueno, la tierra de los dos reyes que tú temes será abandonada.
Dos reyes querían destruir su reino de Judá.
Dios había prometido que la casa y el trono de David serían para siempre (2 S 7:16), pero cuando Isaías profetizó a Acaz, rey de Judá, alrededor del año 734 a.C., parecía que el linaje de David estaba a punto de ser destruido.
Peka el rey de Israel y Rezín el rey de Aram estaban atacando Jerusalén, y la gente de Judá tenía miedo.
Dios estaba usando a Israel y Aram para castigar a Acaz por guiar a Judá a una idolatría terrible (2 Cr 28:1–5). Cuando la esperanza parecía perdida, Dios envió a Isaías a Acaz para prometer que los enemigos de Judá se esfumarían como “dos cabos de tizón que humean” (Is 7:3–4). Pero Acaz perversamente rechazó la oferta de Dios pretendiendo ser demasiado humilde como para pedir una señal (Is 7:12).
Dios prometió que una virgen tendría un hijo.
Así que Isaías dejó de hablar a Acaz y en vez de ellos habló a la casa de David (Is 7:13). La señal era que una virgen daría a luz a un hijo. Esta es una virgen específica que estaría embarazada milagrosamente sin estar casada o pretender estar casada. El nacimiento virginal muestra que el Mesías es único (Mt 1:18–25).
¿Por qué fue único el nacimiento virginal?
Porque el Mesías tendría sólo una madre terrenal (ningún padre terrenal) mientras que todos los niños tienen tanto un padre como una madre terrenal.
El Mesías es Emanuel—“Dios con nosotros”
14 Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.
El nacimiento virginal muestra que el Mesías es único.
1) Como uno nacido de una mujer, Él es humano y la simiente prometida a la mujer (Gn 3:15; Gl 4:4).
2) Como uno nacido por el poder del Espíritu Santo, Él es divino, el Hijo de Dios, y también santo, no corrompido por el pecado de Adán (Lucas 1:35).
3) Finalmente, en Su nacimiento divino y humano, vemos el comienzo de la paz entre Dios y el hombre.
El nombre Emanuel, que significa “Dios con nosotros”, también muestra que el Mesías serían tanto Dios como hombre.
Debido a que Jesús sería Dios, Isaías podía llamarle Dios Fuerte y Padre Eterno (Is 9:6).
El Mesías tenía que ser Dios porque sólo Dios puede perdonar los pecados (Lucas 5:21),
Tenia que ser Dios porque solo Dios merece adoración como el Salvador (Is 43:11),
y sólo Dios puede reinar para restaurar Su creación (Mt 8:27; 14:33).
Jesús es Dios
1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. 2 Este era en el principio con Dios. 3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. 4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. 5 La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.
6 Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. 7 Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él. 8 No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.
9 Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. 10 En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. 11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. 12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; 13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
Juan comienza su evangelio declarando que Jesús siempre ha existido, “En el principio era el Verbo” (Jn 1:1).
Jesús existía eternamente antes del comienzo del universo. Jesús ya existía cuando los cielos y la tierra fueron creados.
Él no es un ser creado sino que ha existido desde la eternidad.
El principio del evangelio de Juan también contiene una declaración directa concerniente a la deidad de Jesús. Juan declara que “el Verbo [Jesús] era Dios” (Jn 1:1).
Numerosas declaraciones directas de la Escritura afirman que Jesús es Dios. A través del evangelio de Juan, Jesús se refiere a Sí mismo en repetidas ocasiones por el nombre divino “Yo Soy” (Juan 4:26 ; 8:24, 28, 58; 13:19; 18:5, 6, 8).
Tomás se dirigió a Jesús como “¡Señor mío, y Dios mío!” (Juan 20:28) y Jesús lo alabó por su fe (Juan 20:29). La reacción de Jesús implica que Él es Dios.
Jesús vino a dar Su vida como rescate por aquellos que creen en Su nombre para que tengan el derecho de ser hechos hijos de Dios, siendo nacidos no de carne o sangre o de voluntad de hombre, sino de Dios. Juan 1:12-13 “12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; 13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.”