El Bautismo de Jesús

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Reflexionar acerca del bautismo de Jesús.

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HABLEMOS DE LA VIDA

Para que nuestra vida sea humana, a nuestra vida le falta una dimensión esencial: la interioridad. Se nos obliga a vivir con rapidez, sin detenernos en nada ni en nadie, y la felicidad no tiene tiempo para penetrar hasta nuestro corazón. Pasamos rápidamente por todo y nos quedamos casi siempre en la superficie. Se nos está olvidando escuchar la vida con un poco de hondura y profundidad.
El silencio nos podría curar, pero ya no somos capaces de encontrarlo en medio de nuestras mil ocupaciones. Cada vez hay menos espacio para el espíritu en nuestra vida diaria. Por otra parte, ¿quién se va a ocupar de cosas tan poco estimadas hoy como la vida interior, la meditación o la búsqueda de Dios
Privados de alimento interior, sobrevivimos cerrando los ojos, olvidando nuestra alma, revistiéndonos de capas y más capas de proyectos, ocupaciones e ilusiones. Hemos aprendido ya a vivir «como cosas en medio de cosas» (Jean Onimus).
Pero lo triste es observar que, con demasiada frecuencia, tampoco la religión es capaz de dar calor y vida interior a las personas. En un mundo que ha apostado por «lo exterior», Dios resulta un «objeto» demasiado lejano y, a decir verdad, de poco interés para la vida diaria.
Por ello no es extraño ver que muchos hombres y mujeres «pasan de Dios», lo ignoran, no saben de qué se trata, han conseguido vivir sin tener necesidad de él. Quizá existe, pero lo cierto es que no les «sirve» para su vida.
Los evangelistas presentan a Jesús como el que viene a «bautizar con Espíritu Santo», es decir, como alguien que puede limpiar nuestra existencia y sanarla con la fuerza del Espíritu. Necesitamos ese Espíritu que nos enseñe a pasar de lo puramente exterior a lo que hay de más íntimo en el ser humano, en el mundo y en la vida. Un Espíritu que nos enseñe a acoger a ese Dios que habita en el interior de nuestras vidas y en el centro de nuestra existencia.
No basta que el evangelio sea predicado. Nuestros oídos están demasiado acostumbrados y no escuchan ya el mensaje de las palabras. Solo nos puede convencer la experiencia real, viva, concreta, de una alegría interior nueva y diferente.
Pensemos:
¿Estamos experimentando al Espíritu de Jesús en nuestra vida, familia y comunidad de fe?
¿Qué experiencias de vida integral esta ocasionando el Espíritu de Dios?
¿Es posible que nuestra vida, familia y comunidad de fe sean espacios donde vivimos acogiendo al Espíritu de Dios?
TRANSICIÓN:
La cristianismo nos propone a través del Evangelio de Marcos una alternativa para nuestra vida, familia y comunidad de fe.

ESCUCHEMOS A DIOS

El Bautismo de Juan
El Bautista representa como pocos el esfuerzo de los hombres y mujeres de todos los tiempos por purificarse, reorientar su existencia y comenzar una vida más digna. Este es su mensaje: «Arrepintámonos, volvamos al buen camino, pongamos orden en nuestra vida». Esto es también lo que escuchamos más de una vez en el fondo de la conciencia: «Tengo que cambiar, debo ser mejor, he de actuar de manera más digna».
Esta voluntad de purificación o mejoramiento es noble e indispensable, pero no basta. Nos esforzamos por corregir errores, tratamos de cumplir con nuestro deber con más responsabilidad, intentamos hacer mejor las cosas, pero nada realmente nuevo se despierta en nosotros, nada apasionante. Pronto el paso del tiempo nos devuelve a la mediocridad de siempre. El mismo Bautista reconoce el límite de su esfuerzo: «Yo os bautizo solo con agua; alguien más fuerte os bautizará con Espíritu y fuego».
Marcos 1:7–8 NTV
7 Juan anunciaba: «Pronto viene alguien que es superior a mí, tan superior que ni siquiera soy digno de inclinarme como un esclavo y desatarle las correas de sus sandalias. 8 Yo los bautizo con agua, ¡pero él los bautizará con el Espíritu Santo!».
El bautismo de Jesús encierra un mensaje nuevo que supera radicalmente al Bautista. Los evangelistas han cuidado con esmero la escena. El cielo, que permanecía cerrado e impenetrable, se abre para mostrar su secreto. Al abrirse, no descarga la ira divina que anunciaba el Bautista, sino que regala el amor de Dios, el Espíritu, que se posa pacíficamente sobre Jesús. Del cielo se escucha una voz: «Tú eres mi Hijo amado».
Marcos 1:9–11 NTV
9 Cierto día, Jesús llegó de Nazaret de Galilea, y Juan lo bautizó en el río Jordán. 10 Cuando Jesús salió del agua, vio que el cielo se abría y el Espíritu Santo descendía sobre él como una paloma. 11 Y una voz dijo desde el cielo: «Tú eres mi Hijo muy amado y me das gran gozo».
2. El Bautismo de Jesús: El cielo se abre.
El mensaje es claro: con Cristo, el cielo ha quedado abierto; de Dios solo brota amor y paz; podemos vivir con confianza. A pesar de nuestros errores y nuestra mediocridad insoportable, también para nosotros «el cielo ha quedado abierto». También nosotros podemos escuchar con Jesús la voz de Dios: «Tú eres para mí un hijo amado, una hija amada». En adelante podemos afrontar la vida no como una «historia sucia» que hemos de purificar constantemente, sino como el regalo de la «dignidad de hijos de Dios», que hemos de cuidar con gozo y agradecimiento.
3. El Bautismo de Jesús: El Espíritu Santo es VIDA.
Con esta palabra, los judíos designaban el aliento de Dios, que crea y da vida, que cura y purifica, que lo renueva, transforma y reaviva todo. Lo más grande que podemos pedir es ese «Espíritu Santo» que Jesús recibe de su Padre y le hace vivir «haciendo el bien» y «curando a los oprimidos». Ese Espíritu nos va a ir transformando y convirtiendo. Dios nos lo va a regalar, porque es con nosotros el mejor de los padres.
4. El Bautismo de Jesús: Experiencia Paterna Inigual
Para quien vive de esta fe, la vida está llena de momentos de gracia: el nacimiento de un hijo, el contacto con una persona buena, la experiencia de un amor limpio… que ponen en nuestra vida una luz y un calor nuevos. De pronto nos parece ver «el cielo abierto». Algo nuevo comienza en nosotros; nos sentimos vivos; se despierta lo mejor que hay en nuestro corazón. Lo que tal vez habíamos soñado secretamente se nos regala ahora de forma inesperada: un inicio nuevo, una purificación diferente, un «bautismo de Espíritu». Detrás de esas experiencias está Dios amándonos como Padre. Está su Amor y su Espíritu «dador de vida».

RESPONDAMOS A LA VIDA

Los primeros cristianos vivían convencidos de que, para seguir a Jesús, es insuficiente un bautismo de agua o un rito parecido. Es necesario vivir empapados de su Espíritu. Por eso en los evangelios se recogen de diversas maneras estas palabras del Bautista: «Yo os he bautizado con agua, pero Jesús os bautizará con Espíritu Santo».
No es extraño que, en los momentos de crisis, recordaran de manera especial la necesidad de vivir guiados, sostenidos y fortalecidos por su Espíritu. El libro del Apocalipsis, escrito probablemente en los momentos críticos que vive la Iglesia bajo el emperador Domiciano, repite una y otra vez a los cristianos:
«El que tenga oídos, que escuche lo que el Espíritu dice a las Iglesias».
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