Escucha, calla y relajate
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No Vivimos muy lejos del mundo de los tiempos de santiago. Muchos viven enojados, siempre tiene algo que decir y poco dispuestos a escuchar. Santiago, sin embargo, pone énfasis no en hablar sino en escuchar. Esto es más importante que hablar.
PRONTOS PARA OIR...
Escuchar es un arte difícil de dominar, ya que significa centrar un interés intenso en la persona que habla.
Escuchar es el arte de cerrar la propia boca y abrir los oídos y el corazón.
Cuanto problemas hubiéramos evitado o cuantos malos entendidos si tan solo hubieras escuchado o puesto atención al consejo.
Este mundo es muy ruidoso y es necesario retomar el arte de escuchar. Escuchar es amar al prójimo como a uno mismo; sus preocupaciones y sus problemas son lo suficientemente importantes como para ser escuchados.
PORQUE ES TAN IMPORTANTE ESCUCHAR PRIMERO.
Todo hombre debe ser pronto para oír. “El que tiene oídos, que oiga” decía Jesús (Mat. 13:9).
Todo el que tenga oídos para oír, que escuche y entienda».
Pero, la Palabra de Dios no puede obrar en nuestra vida a menos que la recibamos de la forma correcta. Jesús no sólo dijo: “Mirad lo que oís” (Marcos 4:24), sino también: “Mirad, pues, cómo oís” (Lucas 8:18).
Cuando se trata de nuestra relación con Dios. Escuchar es algo muy importante.
Escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es.
No seáis como vuestros padres, a quienes los primeros profetas clamaron diciendo: “Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Volveos ahora de vuestros malos caminos y de vuestras malas obras”; pero ellos no atendieron ni me escucharon, dice Jehová. Zacarías 1:4
Elias pasa un tiempo donde le era dificil escuchar atentamente a Dios.
Las ocupaciones diarias nos turban para escuchar.
1 Reyes 19:8-13
Si vas al templo, ten cuidado con lo que haces y presta atención a lo que allí se enseña. Es mejor obedecer a Dios que ofenderlo presentando ofrendas sin pensar en lo que se hace.
Ante Dios, piensa bien lo que vas a decir, pues Dios es más poderoso que tú.
TARDOS PARA HABLAR...
Cuando Santiago dice que debemos ser tardos para hablar no está pidiendo que hagamos un voto de silencio.
Epicteto dijo: «Tenemos dos oídos y una boca para que escuchemos el doble de lo que hablamos».
Jenócrates dijo: «Aunque algunas veces he lamentado haber hablado, nunca he lamentado haber guardado silencio»
“Hasta al necio, si calla, se le tiene por sabio” (Pr. 17:28).
Hasta los necios pasan por sabios si permanecen callados; parecen inteligentes cuando mantienen la boca cerrada.
Salomón dijo algo parecido en este proverbio: “Cuando las palabras son muchas, no estará ausente el pecado, pero quien reprime su lengua es sabio” (Pr. 10:19).
Hablar demasiado conduce al pecado. Sé prudente y mantén la boca cerrada.
Cuando planeamos hacer o decir algo, deberíamos preguntarnos si nuestras acciones y palabras promueven la honra de Dios y avanzan la causa de la justicia y la paz para nuestro prójimo. (CANTO: Si vas a bendecir
Pero el Señor está en su santo templo. Que toda la tierra guarde silencio delante de él».
Calla en presencia de Dios, y espera paciente a que actúe; no te enojes por causa de los que prosperan ni por los que hacen planes malvados.
TARDOS PARA ENOJARSE...
Ser lento para hablar, lento para la ira, 1:19b
Lo que Santiago requiere no es que hablemos despacio, sino que seamos lentos para comenzar a hablar.
Uno de los mejores ejemplos es el de Nabal y David. 1 Samuel 25:1, 23-26.
Cuando permitimos que la ira nos guíe, ya no somos guiados por la ley de Dios. En vez de ello, el creyente debe controlar su temperamento, orar pidiendo sabiduría y obedecer la ley de Dios.
La persona enojada comienza pleitos; el que pierde los estribos con facilidad comete todo tipo de pecados.
Tan obvio, tan fundamental, pero tan pasado por alto, tan olvidado. Ser rápido para oír significa atender, prestar atención a lo que se nos dice. Oír para Santiago es escuchar, atender a lo que se nos dice. Oímos todo lo que suena, escuchamos sólo lo que atendemos.
Lo mismo con la ira: debemos ser lentos en dejar que nuestro espíritu se agite. Hay una relación de necesidad entre las tres. Cuando más rápidos seamos para oír y más lentos para hablar, más lentos seremos en enojarnos.
Así también el autor de Hebreos nos exhorta a que “con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos” (Heb. 2:1)
David y Pablo enseñaron lo mismo, Pablo dice: “Enojaos, pero no pequéis” (Ef. 4:26) y David dice: “Si se enojan no pequen” (Sal. 4:4, NVI). El problema de la ira no está en ella misma, sino en el hecho de que la ira del hombre no lleva a cabo la justicia de Dios. Seguramente existe algo que podemos llamar una “santa indignación”. Que sepamos, Jesús se enojó en varias oportunidades. En Marcos 3:5 se enojó con los fariseos y herodianos que cuestionaban su poder para hacer un milagro en día sábado, y curó al hombre enfermo en la propia sinagoga. En Marcos 10:14 se enojó con sus discípulos porque no permitían a los niños que se le acercaran. En Mateo 16:23 se enojó duramente con uno de sus discípulos preferidos, Pedro, y le llamó “Satanás”, por no haber sabido poner la mira en las cosas de Dios. El episodio más conocido del enojo de Jesús fue cuando, haciendo un látigo de cuerdas, entró con poder en el templo y sacó a todos los que se aprovechaban económicamente de los pobres (Mat. 21:13). En todas estas ocasiones, Jesús no pecó.