DE CAMINO ALA CRUCIFIXION

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LA PROFECIA QUE JESUS LES DA ALAS MUJERES DE JERUSALEM LA PERSECUCION QUE OCURIO EN LOS ANOS 70 POR EL GENERAL TITO

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De camino a la crucifixión (23:26–31)
A. Simón de Cirene obligado a llevar la cruz de Jesús (23:26)
B. Las mujeres lamentan el destino de Jesús (23:27)
C. Jesús lamenta el destino de ellas (23:28–31)
La tradición cristiana ha bautizado el camino a la cruz con el nombre de la Vía Dolorosa (el camino de dolor o aflicción). El camino empieza en la fortaleza Antonia y termina en la iglesia del Santo Sepulcro, una distancia aproximada de un kilómetro. Dentro de la iglesia están los sitios en que se presume que ocurrió la crucifixión y la sepultura de Jesús. En los tiempos del Nuevo Testamento, este lugar estaba junto al lado exterior del muro noroeste de la ciudad
23:26 Y mientras lo llevaban, echaron mano de un cierto Simón, un cireneo, que venía del campo, y le pusieron la cruz encima para que la llevara tras Jesús (καὶ ὡς ἀπήγαγον αὐτόν, ἐπιλαβόμενοι Σίμωνά τινα Κυρηναῖον ἐρχόμενον ἀπʼ ἀγροῦ ἐπέθηκαν αὐτῷ τὸν σταυρὸν φέρειν ὄπισθεν τοῦ Ἰησοῦ). La persona condenada normalmente cargaba el travesaño de la cruz (patibulum) al lugar de la crucifixión, donde ya se había fijado al suelo un poste vertical (stipes, staticulum). Lucas no dice por qué era necesario que Simón cargara la cruz, pero los lectores del siglo primero familiarizados con estas cosas deducirían que la flagelación que precedía normalmente a la crucifixión (aunque Lucas no lo menciona) había dejado tan debilitado a Jesús que era incapaz de llevarla él mismo o que iba demasiado lento. Lucas evita dar detalles horripilantes de las torturas asociadas con la crucifixión.2 Él simplemente presenta los hechos y evita que el lector se convierta en un mirón de esta salvaje violencia.
Los soldados no iban a cargar la cruz por la vergüenza que eso llevaba asociado, y escogieron a alguien de origen no romano para hacerlo. Como Lucas dice que Simón (un nombre hebreo común) venía del campo, se supone que no era un residente de Jerusalén y que no había participado en el clamor por la crucifixión de Jesús. Probablemente se trataba de un peregrino (como el eunuco etíope, Hch 8:27–28) que venía a la fiesta y se alojaba fuera de la ciudad. Era de Cirene, la próspera capital de la provincia romana norteafricana de Cirenaica (la actual Libia). Lucas menciona que gente de Cirene estaba presente en Pentecostés (Hch 2:10), que uno de los primeros maestros y profetas fue Lucio de Cirene, y que la sinagoga de los cireneos se unió a otras en su oposición a Esteban (Hch 6:9).
Lucas no emplea el término que aparece en Marcos y Mateo con la connotación de que Simón fue “obligado” (ἀγγαρεύω) a servir. Más bien, utiliza una palabra más general para decir que puso (ἐπέθηκαν) la cruz sobre él. Lucas tampoco la identifica como “su cruz,” esto es, la cruz de Jesús (como en el texto griego en Mt 27:32; Mc 15:21), sino simplemente como “la cruz” (τὸν σταυρόν) y añade una fórmula distintivamente cristiana cuando presenta a Simón llevando la cruz “tras Jesús.” Jesús enseñó que para convertirse en su seguidor se debe tomar la cruz diariamente y seguirle (9:23; 14:27). Lucas presenta irónicamente a Simón como modelo de discípulo y revela que llevar la cruz puede convertirse en una realidad literal.
23:27 Lo seguía una gran multitud del pueblo, y las mujeres se golpeaban el pecho y se lamentaban por él (ἠκολούθει δὲ αὐτῷ πολὺ πλῆθος τοῦ λαοῦ καὶ γυναικῶν αἳ ἐκόπτοντο καὶ ἐθρήνουν αὐτόν). Sólo Lucas señala que “un gran número de personas” (πολὺ πλῆθος τοῦ λαοῦ), residentes de Jerusalén y peregrinos, lamentaba el destino de Jesús mientras era conducido a la crucifixión. “El pueblo” (ὁ λαός) es el objeto de la palabra salvadora de Dios en Jesús (1:17, 68, 77; 2:10) y el objeto de la predicación de Jesús (19:48; 20:1). Su popularidad entre el pueblo (23:5), que le consideraba un profeta poderoso en obra y palabra (24:19), evitó que los líderes llevaran a cabo inmediatamente su intención de deshacerse de él (19:47–48; 20:1–6, 19, 26, 45–46; 22:2). “El pueblo” de repente cambia de lealtad en la escena de la gente gritando fervientemente ante Pilato (23:13) pidiendo que Jesús sea crucificado (23:18, 21, 23).
Lucas no recoge ningún ejemplo de mujeres hostiles a Jesús, y se resalta de entre la multitud que presenciaba los hechos a las mujeres que lloraban. Al igual que Pedro, que lloró tras negar a Jesús (22:62), ellas lloran amargamente por lo que va a sucederle a Jesús. Sin embargo, los líderes judíos permanecen inmutables. Se burlan de él mientras está siendo crucificado mientras que “el pueblo” se limita a mirar (23:35). El lamento de las personas por lo que se está haciendo con Jesús irónicamente contrasta con la gozosa esperanza expresada por Zacarías (1:68–69) y Ana (2:38) en las escenas de apertura.
23:28–30 Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: “Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos. Porque he aquí, los días vienen en que dirán: ‘Dichosas las estériles y los vientres que no dieron a luz y los pechos que no amamantaron.’ Entonces comenzarán a decir a las montañas: ‘¡Caed sobre nosotros!’ y a las colinas, ‘¡Cubridnos!’ ” (στραφεὶς δὲ πρὸς αὐτὰς [ὁ] Ἰησοῦς εἶπεν· θυγατέρες Ἰερουσαλήμ, μὴ κλαίετε ἐπʼ ἐμέ· πλὴν ἐφʼ ἑαυτὰς κλαίετε καὶ ἐπὶ τὰ τέκνα ὑμῶν, ὅτι ἰδοὺ ἔρχονται ἡμέραι ἐν αἷς ἐροῦσιν· μακάριαι αἱ στεῖραι καὶ αἱ κοιλίαι αἳ οὐκ ἐγέννησαν καὶ μαστοὶ οἳ οὐκ ἔθρεψαν. τότε ἄρξονται λέγειν τοῖς ὄρεσιν· πέσετε ἐφʼ ἡμᾶς, καὶ τοῖς βουνοῖς· καλύψατε ἡμᾶς).
Jesús no ofrece consuelo a las mujeres que abiertamente se lamentan de su destino sino que resalta la pena que siente por ellas con una advertencia profética sobre la caída de Jerusalén. Lo que le está sucediendo ahora ha sido determinado por Dios (9:31; 18:31; 22:22, 37; 24:25–26; 24:44, 46; Hch 2:23; 3:18; 4:25–28; 13:27–29). Va a la cruz a sabiendas y obedientemente, fiel a la misión que le fue asignada según la voluntad redentora de Dios (9:22; 13:33; 17:25; 24:7, 26). No hay que compadecerse de él, hay que compadecerse de ellas.
“Volvi[éndose] hacia ellas” (στραφεὶς δὲ πρὸς αὐτὰς) no tiene por qué ser algo previo a una amonestación (ver distintos resultados en 7:9, 44; 9:55; 10:23; 14:25). “Hijas de Jerusalén” recuerda su profecía ominosa de que Jerusalén mata a los profetas y será juzgada por ello (13:34–35). El término no pretende presentarlas como representantes simbólicas de Jerusalén o Israel (Zac 12:10–14). Como habrá niños inocentes entre las víctimas en la inminente destrucción de Jerusalén (19:44), Jesús dirige su lamento a estas mujeres.
Las madres y sus hijos serán víctimas inocentes como él, y el sufrimiento será tan terrible para la ciudad que las mujeres estériles, que a lo largo de las Escrituras han sido consideradas desaprobadas por Dios y desafortunadas (ver 1:25), ahora serán tenidas por “dichosas” (μακάριαι). Las mujeres estériles al menos “no tendrán que añadir la agonía de ver sufrir también a sus hijos.” Esta bienaventuranza irónica complementa el ay anterior que iba dirigido a las embarazadas o a las que todavía estuvieran dando el pecho a sus hijos durante la “gran calamidad” (21:23).
¿Es este un oráculo profético sobre el destino de la ciudad, o es un ay de compasión, o quizá una llamada al arrepentimiento? Neyrey sostiene que el pasaje, teniendo en cuenta a quien se dirige (23:28), la declaración de los delitos (“se hacen estas cosas cuando el árbol está verde,” 23:31), y el pronunciamiento de la sentencia o maldición (23:29–31) encaja en la forma de un oráculo profético de juicio (ver 13:33–35; 19:41–44).
La frase “los días vienen” (ἔρχονται ἡμέραι) también encaja con un contexto de juicio (ver 17:22–37; 21:6, 22–24; Jer 7:32; 16:14), y el grito de que las montañas y las colinas caigan sobre ellos y los sepulten (23:30) es un llamamiento para que una convulsión de la naturaleza los saque de la miseria o los esconda de la ira de Dios (ver Os 10:8; Ap 6:16; 9:6). Lo que está claro es que los que no huyan a las colinas cuando la desolación se aproxime (21:21) suplicarán que las montañas caigan sobre ellos cuando llegue. Si la referencia en el siguiente versículo a la madera seca está conectado con la imagen del fuego, puede que se esté pensando en la conflagración debida a un terrible juicio divino que caiga sobre un bosque de troncos secos y sin savia (ver 3:17; Ez 20:47).
Considero la respuesta de Jesús a los gemidos de estas mujeres como una palabra de compasión que es similar al lamento que pronunció cuando entró en la ciudad y lloró por ella (19:41–44). Seguramente, este lamento expresa lo inevitable de la destrucción de Jerusalén, que será particularmente catastrófica para las mujeres embarazadas y para las que tengan niños pequeños. Ya ha advertido que los habitantes caerán bajo el filo de la espada y serán llevados cautivos y que la ciudad será pisoteada por los gentiles (21:20–24). El destino de Jerusalén está sellado, y cuando estos días lleguen, inocentes y culpables sufrirán por igual la devastación de la ciudad.
A lo largo de la narración de Lucas, Jesús está más preocupado por lo que sucederá con otros que con lo que le sucederá a él. En la última cena, Lucas retira durante un momento la atención de Jesús cuando Jesús muestra su preocupación por la difícil situación de sus discípulos y su futura misión (22:35–36). Está más preocupado por la difícil situación de sus discípulos tras su muerte que por su propia muerte inminente: La referencia a su propio destino en 22:37 pretende ser únicamente una advertencia a los discípulos que no pueden esperar mejor tratamiento que el que recibe su Señor. Jesús rebosa amor divino en su advertencia a Pedro (22:31–34, 61), en su tierna reprobación a Judas (22:48), su oración de perdón por sus ejecutores (23:34), y en su oferta de indulto al criminal en la cruz. Este lamento se pronuncia con el mismo espíritu. Al igual que se lamentó por la ciudad cuando entró en ella (19:41–44), ahora cuando se va expresa su lamento por la inminente devastación que acabará con las vidas de inocentes.
23:31 Porque si se hacen estas cosas cuando el árbol está verde, ¿qué pasará cuando el árbol esté seco? (ὅτι εἰ ἐν τῷ ὑγρῷ ξύλῳ ταῦτα ποιοῦσιν, ἐν τῷ ξηρῷ τί γένηται;). Este proverbio básicamente significa que algo mucho peor se puede esperar que le suceda a aquellos que se merecen el castigo (ver Pr 11:31), pero puede tener distintas aplicaciones. En la estructura, “estas cosas” (ταῦτα) se refiere a lo que se le está haciendo a Jesús (“no lloréis por mí”) como “el árbol verde” (τῷ ὑγρῷ ξύλῳ, “madera húmeda”). La pregunta deliberativa “¿qué pasará?” (τί γένηται) se refiere a la destrucción de Jerusalén en los días venideros. Mi traducción “si se hacen estas cosas” toma el verbo impersonal “hacen” (ποιοῦσιν) como un sustituto de la voz pasiva. No queda claro quién es el que está “haciendo estas cosas.” La ambigüedad permite al lector sacar múltiples conclusiones sobre su significado, que no necesitan ser mutuamente exclusivas.
(1) Si se refiere a lo que los líderes de Jerusalén le están haciendo a Jesús (ver 13:34–35), entonces la madera seca (ξηρῷ) puede referirse a la situación futura tras haber rechazado a Jesús y a los apóstoles (ver 1 P 4:17). Si Jerusalén actúa así con alguien que viene a salvar a Israel, ¿qué puede esperar la gente recibir de Dios por haberle matado (ver 20:9–18; 1 Ts 2:14–16)?
(2) Si fuera un circunloquio de Dios (ver 6:38; 12:20, 48; 16:9), significaría: “Si Dios no ha evitado que la tribulación caiga sobre su Hijo inocente [al permitir su crucifixión], a una nación pecadora le irá mucho peor cuando Dios desate su ira sobre ellos [permitiendo que los romanos destruyan Jerusalén].”
(3) Si se refiere a lo que los romanos están haciendo con Jesús, a quien el gobernador ha declarado inocente (23:4, 14, 22), significaría: “¿Qué harán ellos con los que se rebelan en contra de ellos y son culpables?” Como uno de los malhechores dice en la cruz, nosotros estamos recibiendo el justo castigo por nuestras obras, pero este hombre no hizo nada malo (23:41).
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