El amor más grande

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Debemos reprogramar nuestras prioridades, colocando a Dios por sobre toda otra cuestión importante en nuestras vidas.

Notes
Transcript

“All you need is love”, hasta los Beatles lo sabían.
Necesitamos amor para vivir. Sabernos amados, sentirnos amados, le dota a nuestra vida de algo sumamente especial.
Pero, ¿cuánto amamos?
Todos nosotros hemos llegado a Jesús porque alguien nos compartió la buena noticia de que Dios nos ama. ¡Qué bueno que Dios nos ame! Dios nos ha amado y nos ha integrado a su propia familia.
Pero, ¿somos conscientes de que debemos amar a Dios por encima de todo lo demás?
Mateo 22:34–40 RVR60
34 Entonces los fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una. 35 Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: 36 Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? 37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38 Este es el primero y grande mandamiento. 39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40 De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.
Mateo 22:34–40 NVI
34 Los fariseos se reunieron al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos. 35 Uno de ellos, experto en la ley, le tendió una trampa con esta pregunta: 36 —Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley? 37 —“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente”—le respondió Jesús—. 38 Éste es el primero y el más importante de los mandamientos. 39 El segundo se parece a éste: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.” 40 De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.
Mateo 22:34–40 NTV
34 En cuanto los fariseos oyeron que había silenciado a los saduceos con esa respuesta, se juntaron para interrogarlo nuevamente. 35 Uno de ellos, experto en la ley religiosa, intentó tenderle una trampa con la siguiente pregunta: 36 —Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante en la ley de Moisés? 37 Jesús contestó: —“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”. 38 Este es el primer mandamiento y el más importante. 39 Hay un segundo mandamiento que es igualmente importante: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. 40 Toda la ley y las exigencias de los profetas se basan en estos dos mandamientos.
Mateo 22:34–40 NBLA
34 Los fariseos se agruparon al oír que Jesús había dejado callados a los saduceos. 35 Uno de ellos, intérprete de la ley, para poner a prueba a Jesús, le preguntó: 36 «Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley?» 37 Y Él le contestó: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38 »Este es el grande y primer mandamiento. 39 »Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40 »De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas».
Nuestra vida encuentra su justo equilibrio cuando somos cubiertos por el amor de Dios, y cuando amamos a Dios por sobre todas las cosas.
¿Amas a Dios?
¿Te das cuenta de que podría parecer que amas más las notificaciones de tu celular que tu Biblia?
Si nuestro amor se midiera por el tiempo que dedicamos, nuestro amor por Dios podría parecer bien pobre.
Quiero recordarte la experiencia de alguien que creyó amar mucho a Dios, y a quien se le tuvo que recordar que lo hiciera.
Juan 21:15–17 RVR60
15 Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. El le dijo: Apacienta mis corderos.16 Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas.17 Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.
Juan 21:15–17 NVI
15 Cuando terminaron de desayunar, Jesús le preguntó a Simón Pedro: —Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? —Sí, Señor, tú sabes que te quiero—contestó Pedro. —Apacienta mis corderos—le dijo Jesús. 16 Y volvió a preguntarle: —Simón, hijo de Juan, ¿me amas? —Sí, Señor, tú sabes que te quiero. —Cuida de mis ovejas. 17 Por tercera vez Jesús le preguntó: —Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? A Pedro le dolió que por tercera vez Jesús le hubiera preguntado: «¿Me quieres?» Así que le dijo: —Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero. —Apacienta mis ovejas—le dijo Jesús—.
Juan 21:15–17 NTV
15 Después del desayuno, Jesús le preguntó a Simón Pedro: —Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos? —Sí, Señor —contestó Pedro—, tú sabes que te quiero. —Entonces, alimenta a mis corderos —le dijo Jesús. 16 Jesús repitió la pregunta: —Simón, hijo de Juan, ¿me amas? —Sí, Señor —dijo Pedro—, tú sabes que te quiero. —Entonces, cuida de mis ovejas —dijo Jesús. 17 Le preguntó por tercera vez: —Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? A Pedro le dolió que Jesús le dijera la tercera vez: «¿Me quieres?». Le contestó: —Señor, tú sabes todo. Tú sabes que yo te quiero. Jesús dijo: —Entonces, alimenta a mis ovejas.
Juan 21:15–17 NBLA
15 Cuando acabaron de desayunar, Jesús dijo* a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?». «Sí, Señor, Tú sabes que te quiero», le contestó Pedro. Jesús le dijo*: «Apacienta Mis corderos». 16 Volvió a decirle por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». «Sí, Señor, Tú sabes que te quiero», le contestó* Pedro. Jesús le dijo*: «Pastorea Mis ovejas». 17 Jesús le dijo por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Pedro se entristeció porque la tercera vez le dijo: «¿Me quieres?». Y le respondió: «Señor, Tú lo sabes todo; Tú sabes que te quiero». «Apacienta Mis ovejas», le dijo* Jesús.
Antes de analizar más profundamente este diálogo pensemos por un momento en sus protagonistas. Esta es una conversación entre Jesús y Simón Pedro. Tuvo lugar en Galilea, donde Jesús había invitado a sus apóstoles para encontrarse con ellos. Allí se les apareció a la orilla del lago y desayunó con ellos. Fue un tiempo de intimidad entre Jesús, resucitado, y sus amados discípulos. En un determinado momento, Jesús se apartó con Pedro para tener estar conversación, que Juan escuchó sin ser invitado.
Creo que el Señor muchas veces procura tener con nosotros este tipo de encuentros. Él sabe si hay testigos o no, pero procura tener esta conversación profunda e íntima con nosotros. Jesús quiere encontrarse con nosotros, apoyar su mano sobre nuestro hombro, mirarnos a los ojos y hablar de cosas importantes.
¿Cómo te sientes al considerar una conversación así con el Maestro?
El tema de la conversación fue el amor de Pedro por el Señor.
Es una conversación extraña, que parece estancarse en el delicado asunto del amor del discípulo por su Maestro.
Imagínate al Señor teniendo esta conversación contigo. Substituye el nombre de Simón Pedro por el tuyo.
Ahora, vayamos paso por paso, considerando el contenido de esta conversación.

1. Una conversación muy seria

Cuando hubieron comido, Jesùs dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás...
Observa atentamente los primeros detalles de esta charla:
Juan llama “Simón Pedro” a Pedro.
Jesús lo llama “Simón, hijo de Jonás”, en tres ocasiones.
¿Sabes lo que eso significa?
¿Sabes lo que significa cuando tu pareja, en lugar de llamarte por el sobrenombre cariñoso de siempre, te llama por tu nombre completo?
¿Sabías lo que significaba cuando tu mamá te llamaba por tu primer y segundo nombre?
“Simón bar Jonah...”
Creo que Pedro no olvidaría fácilmente el sonido de esa voz pronunciando su nombre.
Por favor, no olvides que Jesús también pronuncia tu nombre.
Isaías 43:1–7 RVR60
1 Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. 2 Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti. 3 Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvador; a Egipto he dado por tu rescate, a Etiopía y a Seba por ti. 4 Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé; daré, pues, hombres por ti, y naciones por tu vida. 5 No temas, porque yo estoy contigo; del oriente traeré tu generación, y del occidente te recogeré. 6 Diré al norte: Da acá; y al sur: No detengas; trae de lejos mis hijos, y mis hijas de los confines de la tierra, 7 todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice.
Isaías 43:1–7 NVI
1 Pero ahora, así dice el Señor, el que te creó, Jacob, el que te formó, Israel: «No temas, que yo te he redimido; te he llamado por tu nombre; tú eres mío. 2 Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubrirán sus aguas; cuando camines por el fuego, no te quemarás ni te abrasarán las llamas. 3 Yo soy el Señor, tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador; yo he entregado a Egipto como precio por tu rescate, a Cus y a Seba en tu lugar. 4 A cambio de ti entregaré hombres; ¡a cambio de tu vida entregaré pueblos! Porque te amo y eres ante mis ojos precioso y digno de honra. 5 No temas, porque yo estoy contigo; desde el oriente traeré a tu descendencia, desde el occidente te reuniré. 6 Al norte le diré: “¡Entrégalos!” y al sur: “¡No los retengas! Trae a mis hijos desde lejos y a mis hijas desde los confines de la tierra. 7 Trae a todo el que sea llamado por mi nombre, al que yo he creado para mi gloria, al que yo hice y formé.” »
Isaías 43:1–7 NTV
1 Pero ahora, oh Jacob, escucha al Señor, quien te creó. Oh Israel, el que te formó dice: «No tengas miedo, porque he pagado tu rescate; te he llamado por tu nombre; eres mío. 2 Cuando pases por aguas profundas, yo estaré contigo. Cuando pases por ríos de dificultad, no te ahogarás. Cuando pases por el fuego de la opresión, no te quemarás; las llamas no te consumirán. 3 Pues yo soy el Señor, tu Dios, el Santo de Israel, tu Salvador. Yo di a Egipto como rescate por tu libertad; en tu lugar di a Etiopía y a Seba. 4 Entregué a otros a cambio de ti. Cambié la vida de ellos por la tuya, porque eres muy precioso para mí. Recibes honra, y yo te amo. 5 »No tengas miedo, porque yo estoy contigo. Te reuniré a ti y a tus hijos del oriente y del occidente. 6 Les diré al norte y al sur: “Traigan a mis hijos e hijas de regreso a Israel desde los rincones más lejanos de la tierra. 7 Traigan a todo el que me reconoce como su Dios, porque yo los he creado para mi gloria. Fui yo quien los formé”».
Isaías 43:1–7 NBLA
1 Mas ahora, así dice el Señor tu Creador, oh Jacob, Y el que te formó, oh Israel: «No temas, porque Yo te he redimido, Te he llamado por tu nombre; Mío eres tú. 2 »Cuando pases por las aguas, Yo estaré contigo, Y si por los ríos, no te cubrirán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, Ni la llama te abrasará. 3 »Porque Yo soy el Señor tu Dios, El Santo de Israel, tu Salvador; He dado a Egipto por tu rescate, A Cus y a Seba en lugar tuyo. 4 »Ya que eres precioso a Mis ojos, Digno de honra, y Yo te amo, Entregaré a otros hombres en lugar tuyo, Y a otros pueblos por tu vida. 5 »No temas, porque Yo estoy contigo; Del oriente traeré tu descendencia, Y del occidente te reuniré. 6 »Diré al norte: “Entrégalos”; Y al sur: “No los retengas”. Trae a Mis hijos desde lejos Y a Mis hijas desde los confines de la tierra, 7 A todo el que es llamado por Mi nombre Y a quien he creado para Mi gloria, A quien he formado y a quien he hecho».
Recuerdo que el Señor me llamó al ministerio llamándome por mi nombre, ¡y me conmovió hasta las lágrimas (y lo hace hasta este mismo día)!
El Señor llama tu nombre. Así te conoce.
A veces te llama por tu nombre y apellido.
Eso significa que hay algo importante y sensible de lo que hay que hablar.
Dios te habla así, íntima y directamente, porque te ama, y te quiere dirigir hacia tu crecimiento, preparándote para que le sirvas mejor (es lo que estaba haciendo con Simón).

2. Un amor grande y superior

Una vez que Jesús tuvo toda la atención de Pedro, probablemente habiéndole llamado aparte, le dirige la pregunta:
“Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos?”
¿Te das cuenta de que este es un asunto de conversación más íntimo, más personal? Hubiera sido incómodo hablar de esto frente a todos los demás.
¿Por qué le preguntaría Jesús si lo amaba más que los otros?
Bueno, tal vez por esto:
Mateo 26:30–35 RVR60
30 Y cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los Olivos. 31 Entonces Jesús les dijo: Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche; porque escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas. 32 Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea. 33 Respondiendo Pedro, le dijo: Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré. 34 Jesús le dijo: De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces. 35 Pedro le dijo: Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.
Mateo 26:30–35 NVI
30 Después de cantar los salmos, salieron al monte de los Olivos. 31 —Esta misma noche—les dijo Jesús—todos ustedes me abandonarán, porque está escrito: »“Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño.” 32 Pero después de que yo resucite, iré delante de ustedes a Galilea. 33 —Aunque todos te abandonen—declaró Pedro—, yo jamás lo haré. 34 —Te aseguro—le contestó Jesús—que esta misma noche, antes de que cante el gallo, me negarás tres veces. 35 —Aunque tenga que morir contigo—insistió Pedro—, jamás te negaré. Y los demás discípulos dijeron lo mismo.
Mateo 26:30–35 NTV
30 Luego cantaron un himno y salieron al monte de los Olivos. 31 En el camino, Jesús les dijo: «Esta noche, todos ustedes me abandonarán, porque las Escrituras dicen: “Dios golpeará al Pastor, y las ovejas del rebaño se dispersarán”. 32 »Sin embargo, después de ser levantado de los muertos, iré delante de ustedes a Galilea y allí los veré». 33 Pedro declaró: —Aunque todos te abandonen, yo jamás te abandonaré. 34 Jesús respondió: —Te digo la verdad, Pedro: esta misma noche, antes de que cante el gallo, negarás tres veces que me conoces. 35 —¡No! —insistió Pedro—. Aunque tenga que morir contigo, ¡jamás te negaré! Y los demás discípulos juraron lo mismo.
Mateo 26:30–35 NBLA
30 Y después de cantar un himno, salieron hacia el monte de los Olivos. 31 Entonces Jesús les dijo*: «Esta noche todos ustedes se apartarán por causa de Mí, pues escrito está: “Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño se dispersarán.’ 32 »Pero después de que Yo haya resucitado, iré delante de ustedes a Galilea». 33 Pedro le respondió: «Aunque todos se aparten por causa de Ti, yo nunca me apartaré» 34 Jesús le dijo: «En verdad te digo que esta misma noche, antes que el gallo cante, Me negarás tres veces». 35 Pedro le dijo*: «Aunque tenga que morir junto a Ti, jamás te negaré». Todos los discípulos dijeron también lo mismo.
Sí, así reaccionó Pedro cuando Jesús les anunció que se iban a desentender de Él aquella noche, la noche del arresto.
Resuenan en el aire las palabras de Pedro, probablemente dichas con mucha intensidad (y corrigiendo al propio Jesús en lo que acababa de anunciar): “¡Jamás te negaré!”.
Los seres humanos somos bastante buenos para hacer promesas, pero no siempre somos buenos para cumplirlas.
¿Recuerdas lo que sucedió poco tiempo después de aquellas airadas palabras de Simón?
Primero esto:
Juan 18:7–11 RVR60
7 Volvió, pues, a preguntarles: ¿A quién buscáis? Y ellos dijeron: A Jesús nazareno. 8 Respondió Jesús: Os he dicho que yo soy; pues si me buscáis a mí, dejad ir a éstos; 9 para que se cumpliese aquello que había dicho: De los que me diste, no perdí ninguno. 10 Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco. 11 Jesús entonces dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?
Juan 18:7–11 NVI
7 —¿A quién buscan?—volvió a preguntarles Jesús. —A Jesús de Nazaret—repitieron. 8 —Ya les dije que yo soy. Si es a mí a quien buscan, dejen que éstos se vayan. 9 Esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho: «De los que me diste ninguno se perdió.» 10 Simón Pedro, que tenía una espada, la desenfundó e hirió al siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. (El siervo se llamaba Malco.) 11 —¡Vuelve esa espada a su funda!—le ordenó Jesús a Pedro—. ¿Acaso no he de beber el trago amargo que el Padre me da a beber?
Juan 18:7–11 NTV
7 Una vez más les preguntó: —¿A quién buscan? Y nuevamente ellos contestaron: —A Jesús de Nazaret. 8 —Ya les dije que Yo Soy —dijo Jesús—, ya que soy la persona a quien buscan, dejen que los demás se vayan. 9 Lo hizo para que se cumplieran sus propias palabras: «No perdí ni a uno solo de los que me diste». 10 Entonces Simón Pedro sacó una espada y le cortó la oreja derecha a Malco, un esclavo del sumo sacerdote. 11 Pero Jesús le dijo a Pedro: «Mete tu espada en la vaina. ¿Acaso no voy a beber de la copa de sufrimiento que me ha dado el Padre?».
Juan 18:7–11 NBLA
7 Jesús entonces volvió a preguntarles: «¿A quién buscan?». «A Jesús el Nazareno», dijeron. 8 Respondió Jesús: «Les he dicho que Yo soy; por tanto, si me buscan a Mí, dejen ir a estos». 9 Así se cumplía la palabra que había dicho: «De los que me diste, no perdí ninguno». 10 Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la sacó e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco. 11 Jesús le dijo a Pedro: «Mete la espada en la vaina. La copa que el Padre me ha dado, ¿acaso no he de beberla?».
Y después esto:
Lucas 22:54–62 RVR60
54 Y prendiéndole, le llevaron, y le condujeron a casa del sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos. 55 Y habiendo ellos encendido fuego en medio del patio, se sentaron alrededor; y Pedro se sentó también entre ellos. 56 Pero una criada, al verle sentado al fuego, se fijó en él, y dijo: También éste estaba con él. 57 Pero él lo negó, diciendo: Mujer, no lo conozco. 58 Un poco después, viéndole otro, dijo: Tú también eres de ellos. Y Pedro dijo: Hombre, no lo soy. 59 Como una hora después, otro afirmaba, diciendo: Verdaderamente también éste estaba con él, porque es galileo. 60 Y Pedro dijo: Hombre, no sé lo que dices. Y en seguida, mientras él todavía hablaba, el gallo cantó. 61 Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces. 62 Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente.
Lucas 22:54–62 NVI
54 Prendieron entonces a Jesús y lo llevaron a la casa del sumo sacerdote. Pedro los seguía de lejos. 55 Pero luego, cuando encendieron una fogata en medio del patio y se sentaron alrededor, Pedro se les unió. 56 Una criada lo vio allí sentado a la lumbre, lo miró detenidamente y dijo: —Éste estaba con él. 57 Pero él lo negó. —Muchacha, yo no lo conozco. 58 Poco después lo vio otro y afirmó: —Tú también eres uno de ellos. —¡No, hombre, no lo soy!—contestó Pedro. 59 Como una hora más tarde, otro lo acusó: —Seguro que éste estaba con él; miren que es galileo. 60 —¡Hombre, no sé de qué estás hablando!—replicó Pedro. En el mismo momento en que dijo eso, cantó el gallo. 61 El Señor se volvió y miró directamente a Pedro. Entonces Pedro se acordó de lo que el Señor le había dicho: «Hoy mismo, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces.» 62 Y saliendo de allí, lloró amargamente.
Lucas 22:54–62 NTV
54 Entonces lo arrestaron y lo llevaron a la casa del sumo sacerdote. Y Pedro los siguió de lejos. 55 Los guardias encendieron una fogata en medio del patio y se sentaron alrededor, y Pedro se sumó al grupo. 56 Una sirvienta lo vio a la luz de la fogata y comenzó a mirarlo fijamente. Por fin dijo: «Este hombre era uno de los seguidores de Jesús». 57 Pero Pedro lo negó: «¡Mujer, ni siquiera lo conozco!». 58 Después de un rato, alguien más lo vio y dijo: —Seguramente tú eres uno de ellos. —¡No, hombre, no lo soy! —contestó. 59 Alrededor de una hora más tarde, otra persona insistió: «Seguro éste es uno de ellos porque también es galileo». 60 Pero Pedro dijo: «¡Hombre, no sé de qué hablas!». Inmediatamente, mientras aún hablaba, el gallo cantó. 61 En ese momento, el Señor se volvió y miró a Pedro. De repente, las palabras del Señor pasaron rápidamente por la mente de Pedro: «Mañana por la mañana, antes de que cante el gallo, negarás tres veces que me conoces». 62 Y Pedro salió del patio, llorando amargamente.
Lucas 22:54–62 NBLA
54 Después de arrestar a Jesús, se lo llevaron y lo condujeron a la casa del sumo sacerdote; y Pedrolos seguía de lejos. 55 Después que encendieron una hoguera en medio del patio, y de sentarse juntos, Pedro se sentó entre ellos. 56 Una sirvienta, al verlo sentado junto a la lumbre, fijándose en él detenidamente, dijo: «También este estaba con Él» 57 Pero él lo negó, diciendo: «Mujer, yo no lo conozco» 58 Un poco después, otro al verlo, dijo: «¡Tú también eres uno de ellos!». «¡Hombre, no es cierto!», le dijo Pedro. 59 Pasada como una hora, otro insistía, diciendo: «Ciertamente este también estaba con Él, pues él también es galileo» 60 Pero Pedro dijo: «Hombre, yo no sé de qué hablas». Al instante, estando él todavía hablando, cantó un gallo. 61 El Señor se volvió y miró a Pedro. Entonces Pedro recordó la palabra del Señor, de cómo le había dicho: «Antes que el gallo cante hoy, me negarás tres veces». 62 Y saliendo fuera, lloró amargamente.
No te quedes solamente con el hecho de que Pedro negó al Maestro. Considera también la realidad de que fue el único de los apóstoles que fue armado a la reunión de oración más importante de la historia, se enfrentó violentamente a las autoridades establecidas, y fue el único que se metió hasta el propio patio de la casa del Sumo Sacerdote siguiendo a Jesús.
Simón Pedro sí estaba dispuesto a cumplir con lo que había dicho. Simón sí creía que amaba a Jesús más que todos los demás y creía estar dispuesto a dar su vida por Él.
Pero...
Sí, pero.
Tuvo su momento de debilidad al considerar lo que le podría suceder si lo relacionaban con el Maestro. Tuvo miedo. Tuvo su momento de cobardía. Priorizó su vida. Apostó por su supervivencia.
Y negó a Jesús.
Ahora, permíteme preguntarte: ¿Cuánto importa Jesús para ti?
Sí, estamos hablando bastante de Pedro, pero en realidad, delante de Dios aquí y ahora, esto se trata de ti, de mí, y de nuestra relación con Jesús.
¿Lo amas más que estos?
¿Cuánto amas a Jesús?
¿Cuánto amas a Dios, siendo que sabes que el mandamiento más importante de todos es amar a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todas tus fuerzas?
… ¿me amas más que estos?
¿Puedes imaginar a Pedro en aquel momento? ¿Puedes imaginarlo mirando de reojo a los demás discípulos? ¿Puedes imaginar su vergüenza?
Ahora, ¿cuál es tu sentir cuando Jesús te interpela acerca de tu amor por Él?
Creo que Simón Pedro bajó la mirada e hizo un momento de silencio (tal vez suspiró) antes de responder, bajando la voz:
Sí, Señor, tú sabes que te amo.
Jesús lo está enfrentando con la pieza de autoconocimiento que acaba de recibir. Pero Pedro no puede decir que no ama al Señor. Fue él quien lo identificó a la orilla del lago. Fue quien se despojó de su ropa y llegó antes que todos los demás junto a Él, porque se tiró al agua y llegó nadando hasta donde estaba Jesús.
Pedro seguía sintiendo un profundo amor por Jesús, aunque su propia fragilidad había quedado totalmente expuesta durante su negación, esa que el propio Jesús le había anunciado.
A veces también queda a la vista tu propia fragilidad también, y tú lo sabes: ha quedado a la vista el hecho de que tu amor por el Señor “tiene sus límites”.
¡Qué vergüenza!
El Señor no corrigió a Pedro. Simplemente dijo:
Apacienta mis corderos.
Jesús seguía teniendo una tarea para Pedro.
También sigue teniendo una tarea para ti, a pesar de tus fracasos.

3. Un amor que tiene que ser expresado.

Creo que Pedro hubiera querido que aquella conversación terminara allí.
Pero Jesús insiste:
Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?
Sí, el Maestro no abandonó la cuestión.
Seguramente habrás estado en alguna situación en que habrás querido que se cambie de tema, pero no sucede, y luchas entre salir corriendo o soportar lo que falte de la charla. Pedro no corrió.
Esta vez, Jesús no compara el amor de Pedro con el de los demás. Ya no los menciona. Se trata solamente de si Pedro ama al Señor o no, sin más comparaciones.
Así también quiere tratar Jesús con cada uno de nosotros.
Ya basta de compararnos.
Ya basta de procurar ser mejores que otros, o de convencer a alguien de que somos mejores.
Jesús te va a preguntar simplemente si lo amas. ¿Lo haces? ¿Cómo respondes tú a la pregunta que Jesús le hizo a Pedro?
Sí, Señor: tú sabes que te amo.
Es la misma respuesta que dio anteriormente, palabra por palabra.
En ese “tú sabes” hay muchísimo contenido.
Pedro sabía que el Señor sabía todo. Así como tú y yo sabemos que Él lo sabe todo.
El amor de Pedro por el Señor tenía sus severas limitaciones, y también lo tiene el tuyo.
Sin embargo, Jesús sigue adelante.
Pastorea mis ovejas.
Dios tiene una tarea para los quebrantados por sus propios errores. Dios quiere levantar a los que han caído avergonzados por sus propios fracasos.
Dios tiene una segunda oportunidad para los que procedieron mal.

4. Un amor a la vista del que todo lo ve.

Otra vez, Pedro se habrá preguntado si aquella conversación habría terminado. Pero no, Jesús insistió.
Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?
Pero aquí aparece una reacción fuerte en Pedro.
Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas?
Bueno, yo hasta aquí pensaba que Pedro ya estaba triste por aquel tema de conversación, pero probablemente, ante los ojos de Juan, testigo de esta charla, la tristeza de Pedro quedó claramente a la vista en este momento. Pedro se conmovió.
¿Por qué?
Tal vez por esto. Observa cómo lo dice la NTV:
Juan 21:15–17 NTV
15 Después del desayuno, Jesús le preguntó a Simón Pedro: —Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos? —Sí, Señor —contestó Pedro—, tú sabes que te quiero. —Entonces, alimenta a mis corderos —le dijo Jesús. 16 Jesús repitió la pregunta: —Simón, hijo de Juan, ¿me amas? —Sí, Señor —dijo Pedro—, tú sabes que te quiero. —Entonces, cuida de mis ovejas —dijo Jesús. 17 Le preguntó por tercera vez: —Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? A Pedro le dolió que Jesús le dijera la tercera vez: «¿Me quieres?». Le contestó: —Señor, tú sabes todo. Tú sabes que yo te quiero. Jesús dijo: —Entonces, alimenta a mis ovejas.
Pedro siempre había estado respondiendo “te quiero” cuando Jesús le preguntaba “¿Me amas?”. La tercera vez, Jesús le pregunta “¿Me quieres?”.
Esto refleja directamente la traducción del texto original. Los griegos tenían diferentes términos para referirse al amor en las relaciones entre personas. En esta conversación se utilizan dos:

ἀγαπάω

Era el amor sacrificial, incondicional, supremo, el amor del mártir, el de la madre que está dispuesta a morir por sus hijos.

φῐλέω

Era el amor familiar y entre amigos, el que llamamos “amor fraternal”, el amor “normal” entre las personas, sin llegar a demasiados sacrificios o renuncias.
Una aclaración importante: el amor del que habla el mandamiento más importante (Mateo 22:37) es agapéo.
Simón había estado substituyendo el amor sacrificial por el fraternal en las dos primeras preguntas de Jesús, y ahora es el Maestro quien “baja el nivel” y le pregunta si lo aprecia, si “aunque sea lo apreciaba”.
Y por eso Simón se entristeció.
Se sintió descubierto.
Se sintió desnudo.
1 Juan 1:5–10 RVR60
5 Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él.6 Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad;7 pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.10 Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.
1 Juan 1:5–10 NVI
5 Éste es el mensaje que hemos oído de él y que les anunciamos: Dios es luz y en él no hay ninguna oscuridad. 6 Si afirmamos que tenemos comunión con él, pero vivimos en la oscuridad, mentimos y no ponemos en práctica la verdad. 7 Pero si vivimos en la luz, así como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesucristo nos limpia de todo pecado. 8 Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no tenemos la verdad. 9 Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad. 10 Si afirmamos que no hemos pecado, lo hacemos pasar por mentiroso y su palabra no habita en nosotros.
1 Juan 1:5–10 NTV
5 Este es el mensaje que oímos de Jesús y que ahora les declaramos a ustedes: Dios es luz y en él no hay nada de oscuridad. 6 Por lo tanto, mentimos si afirmamos que tenemos comunión con Dios pero seguimos viviendo en oscuridad espiritual; no estamos practicando la verdad. 7 Si vivimos en la luz, así como Dios está en la luz, entonces tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús, su Hijo, nos limpia de todo pecado. 8 Si afirmamos que no tenemos pecado, lo único que hacemos es engañarnos a nosotros mismos y no vivimos en la verdad; 9 pero si confesamos nuestros pecados a Dios, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. 10 Si afirmamos que no hemos pecado, llamamos a Dios mentiroso y demostramos que no hay lugar para su palabra en nuestro corazón.
1 Juan 1:5–10 NBLA
5 Y éste es el mensaje que hemos oído de Él y que les anunciamos: Dios es Luz, y en Él no hay ninguna tiniebla. 6 Si decimos que tenemos comunión con Él, pero andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad. 7 Pero si andamos en la Luz, como Él está en la Luz, tenemos comunión los unos con los otros, y la sangre de Jesús Su Hijo nos limpia de todo pecado. 8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. 9 Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad. 10 Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos a Él mentiroso y Su palabra no está en nosotros.
Cuando te pones bajo la luz de Dios, bajo la luz que Dios es, NO HAY NADA QUE QUEDE OCULTO. Todo lo que eres, lo que has hecho, tus palabras, la meditación de tu corazón, tus intenciones, malas y buenas, ¡todo queda expuesto!
Y somos llamados no solamente a ponernos bajo la luz de Dios sino A ANDAR EN ELLA, A VIVIR EN ELLA.
Sí, ¡qué vergüenza!
Todo está expuesto delante de Él.
Él nos ama, profundamente, y requiere que nos expongamos ante Él, que nos quitemos las máscaras que utilizamos en el trato con otros, que expongamos ante su vista hasta nuestros episodios más vergonzosos. Y lo hace por nuestro bien.
No lo hace para avergonzarnos.
No lo hizo así con Pedro.
Pedro, en su tristeza, reconoció lo que Jesús veía.
Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo (que nada más te quiero).
La respuesta de Jesús siguió siendo:
Apacienta mis ovejas.
Jesús sabía con quién estaba tratando, lo que había hecho y dicho, y sin embargo quería seguir utilizándolo para el desarrollo de sus planes, para que le sirviera.
¡Levántate tú también!
Pedro fue el primer predicador de la iglesia, el que en el día de Pentecostés se levantó frente a la multitud asombrada y predicó un mensaje con el que se convirtieron por lo menos tres mil.
¿Y tú?
¡DIOS QUIERE HACER GRANDES COSAS AHORA UTILIZÁNDOTE A TI!
Sabe lo que has dicho, lo que piensas, y sin embargo quiere que seas su instrumento.
Conclusión:
Vuelve a consagrarte al Señor.
Reconce que le quieres, que lo aprecias, que necesitas su ayuda para amarle más.
Conságrate para que haga lo que puede y quiere hacer utilizándote como su instrumento.
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