Gracia Asombrosa 5
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· 3 viewsLa ley es extensión de Su gracia. Para protegernos de las consecuencias del pecado
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Reforzar invitación reunión de matrimonios
NECESITAMOS ALGUIEN QUE ATIENDA A LOS NIÑOS EN LAS ACTIVIDADES DE MUJERES Y MATRIMONIOS
Niños a ataque sábado 25. 12 del medio día
Aventureros de la Fe
Continuamos estudiando sobre la gracia de Dios, la semana pasada vimos la tensión que puede haber entre la ley y la gracia de Dios. Quizá una de las mejores formas de entender el propósito de Dios al dejarnos reglas, es viendo la primera regla en el huerto del Edén ¿la recuerdas?
“pero el Señor Dios le advirtió: «Puedes comer libremente del fruto de cualquier árbol del huerto, excepto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Si comes de su fruto, sin duda morirás».” (Génesis 2:16–17, NTV)
Nosotros leemos esa regla en el contexto de miles de años, pero para ellos sirvió como un recordatorio diario de la autoridad de Dios sobre la humanidad. Obedecer la regla mantuvo las cosas en orden y les garantizó que experimentarían la máxima libertad; mientras no rompieran esa regla, serían tan libres como se puede ser. Lo que fue verdad para ellos, sigue siendo verdad para nosotros. La máxima libertad siempre se encuentra bajo la autoridad de Dios.
Hace unas semanas vimos que el pecado cambió todas las cosas, hizo del mundo un lugar peligroso, mientras más peligroso el ambiente, se requerirías más reglas para mantener a su pueblo a salvo. Antes del pecado no había peligro en el huerto, por eso bastaba con una sola regla; pero una sola regla no podía contener el pecado que crecía cada día más. Cuando el pecado aumentó, también aumentó la necesidad de más leyes. Quizá la necesidad de esas leyes ha cambiado, pero el propósito de Dios sigue siendo el mismo: Proteger la libertad de aquellos a quienes Dios ama. Pero esto hay que enseñarlo, se tiene que aprender.
Cuando se habla de los mandamientos o leyes, en muchos surge la misma pregunta de Adán y Eva ¿será que Dios intenta privarme de algo bueno? Y esa pregunta cambia el tema de: obediencia a confianza, esa pregunta revela ¿confiaré en que Dios quiere lo mejor para mí? Por eso es importante recordar que Dios da los mandamientos a quienes ya tienen una relación con ÉL. Si Dios te ama ¿por qué daría leyes para lastimarte o privarte de algo? ¿por qué querría lo malo?
Como padres sabemos que hay momentos que decimos a los hijos: ¡no! Algunas veces preguntan ¿por qué? Y aunque por la emoción a veces decimos ¡porque soy tu papá! En realidad, lo que estamos diciendo es, no lo puedo explicar, pero necesito que confíes en mí.
Nuestro Padre Celestial está en una situación similar. Al leer la historia de Israel queda claro que Dios está en ese predicamento. Cuando el pueblo confió y obedeció tuvieron un beneficio, pero cuando desobedecieron, hubo consecuencias. Cuando confiamos y obedecemos se revela que la ley de Dios es en realidad una expresión de SU Gracia. Y cuando la vemos bajo esa luz, podemos entender las palabras del salmista cuando dijo:
“sino que se deleitan en la ley del Señormeditando en ella día y noche.” (Salmo 1:2, NTV)
Cuando vemos la ley de Dios, así como ÉL lo diseñó, entendemos que la gracia y la ley de Dios no son conceptos opuestos, no hay tensión entre los 2, sencillamente uno es expresión de la otra.
La semana pasada vimos los primeros mandamientos, los últimos 6 mandamientos fueron dados para preservar la libertad de Su Pueblo. Específicamente, Dios quería que mantuvieran libertad de la tiranía y de las consecuencias naturales del pecado. Mientras vivieron en Egipto sólo conocieron las leyes del faraón. La palabra del faraón era ley, la justicia era lo que él dijera, la fuerza y el poder determinaba quién tenía la razón. Cuando un nuevo faraón tomó posesión las reglas cambiaron, algunas para peor. Lo único real y absoluto era la palabra del faraón.
Así es como la ley y gobierno operaba en esos tiempos; el pueblo estaba sujeto a los deseos de los hombres en el poder. Y cuando los hombres establecen las leyes, inevitablemente esos hombres se ven o se ponen por encima de la ley que ellos mismos han decretado.
Tomemos el ejemplo de una familia, hay reglas quizá una es: no tomes agua directo de la jarra, pero algunas veces el papá siente que puede romper esa ley; y al romperla no se siente lejos de Dios, porque esa ley ¡no la puso Dios! La puso él. Lo mismo sucede para cualquiera que establece una ley, ya sea para una familia, empresa, iglesia o nación.
Al dar la ley a Israel y sin tener rey, Dios hizo posible para los israelitas vivir bajo el gobierno de las leyes, en vez que bajo el gobierno de un hombre. Bajo esas leyes dadas por Dios, cada uno recibió un trato igualitario. A diferencia de las leyes de otras naciones, este sistema de justicia elevó el estatus de las mujeres, los niños, extranjeros, incluso los esclavos. Cada uno disfrutó de derechos dados por Dios, sin importar su estatus social, riqueza, poder, porque cada uno respondía ante Dios como REY. El pueblo de Israel ya no estaría sujeto a leyes cambiantes de acuerdo con el estado de ánimo del faraón en turno.
El deseo de Dios para Israel era que mantuvieran una Teocracia. ÉL quería que las naciones paganas que los rodeaban observaran y se maravillaran de cómo el pueblo hebreo construía cuidades, carreteras, tenía un ejército, cobraba impuestos, tenía estructura social y mantenía la justicia, -las funciones normales de una nación- pero ¡sin rey! Sería una nación dirigida por el amor y la sumisión al dador divino de las leyes. SU deseo fue establecer una nación que amara su ley ¡por qué confiaban en ÉL! La Fuente. Pero eventualmente Israel rogó por un rey y Dios se los dio.
“Sin embargo, el pueblo se negó a escuchar la advertencia de Samuel. —Aun así, todavía queremos un rey —dijeron ellos—. Nuestro deseo es ser como las naciones que nos rodean. El rey nos juzgará y será nuestro líder en las batallas. Así que Samuel le repitió al Señor lo que el pueblo dijo,” (1º Samuel 8:19–21, NTV)
Los mandamientos 6 al 10 son de naturaleza altamente relacional. Fueron dados para enseñarles a vivir pacíficamente unos con otros. La mayoría de esas reglas para nosotros son intuitivos, porque hemos sido educados en una cultura que, mayormente, privilegia esos valores. Y es así en gran parte por el hecho de que los mandamientos fueron centrales en el pensamiento de las personas que fundaron ciudades, culturas, después d Jesús. Pero para Israel, una nación de exesclavos, todo esto es algo totalmente nuevo. Venían de un lugar en el que prácticamente ¡no tenían derechos individuales! De una cultura en el que una persona era considerada de menos valor que un animal. En Egipto las personas eran llevadas, vendidas, intercambiadas por objetos. Con este contexto podemos empezar a entender la dignidad que esas leyes tan sencillas le dieron a esos hombres, mujeres y niños de esta nueva comunidad.
Empieza con un mandamiento sorprendente, antes de prohibir matar, adulterar, robar, mentir y codiciar, Dios instruye a su pueblo a honrar a su padre y madre; con este mandamiento en particular, hay una lógica sorprendente y que da muchas lecciones.
“» Honra a tu padre y a tu madre. Entonces tendrás una vida larga y plena en la tierra que el Señor tu Dios te da.” (Éxodo 20:12, NTV)
Dios relaciona la honra a los padres como una clave para tener una sociedad pacífica, ordenada, estable. Esto da origen a algo que se repite mucho: “Una nación nunca será más fuerte que sus familias”. Como trates a tus padres, influirá en cómo tratas a tus ciudadanos, lo que impactará directamente en la salud futura de tu país.
La palabra que se tradujo como honra, muchas veces se quiere aplicar a quienes tienen una posición elevada: reyes, dignatarios. El mandamiento de honrar a los padres va más allá de un requisito mínimo de obedecer a tus padres. El Señor esperaba que Su pueblo reverenciara a sus padres, aún siendo adultos. Dios sabía que el pueblo que honra, reverencia a sus padres -aún con todos sus defectos-, tendría menos problemas en obedecer los últimos 5 mandamientos. Si creces honrando a tus padres, es más que probable que te inclines a honrar a las personas que te rodean. Y los mandamientos que siguen se centran en extender esa honra a los demás.
“» No cometas asesinato.” (Éxodo 20:13, NTV)
Honra el cuerpo de los demás
“» No cometas adulterio.” (Éxodo 20:14, NTV)
Honra el matrimonio de los demás.
“» No robes.” (Éxodo 20:15, NTV)
Honra a los demás al respetar su propiedad de bienes y posesiones.
“» No des falso testimonio contra tu prójimo.” (Éxodo 20:16, NTV)
Honra la reputación de los demás.
“» No codicies la casa de tu prójimo. No codicies la esposa de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su burro, ni ninguna otra cosa que le pertenezca».” (Éxodo 20:17, NTV)
El Señor prohibió el pensamiento deshonroso. Codiciar significa “desear con ansia”. Esto va más allá de sólo admirar algo que pertenece a alguien más. Codiciar ocurre cuando el deseo por algo que alguien más tiene comienza a socavar la satisfacción o tu paz. Codiciar también sucede cuando una persona empieza a resentirse hacia otra por algo que tiene. Codiciar es desear algo tanto, que empieza a erosionar la relación.
En esos 6 mandamientos Dios está diciendo: “Para preservar tu libertad, tanto personal como de nación, hónrense los unos a los otros”.
En 1787 Benjamín Franklin, que como Moisés estaba en el proceso de establecer una nación, en una carta a un amigo escribió: “Sólo un pueblo virtuoso es capaz de vivir en libertad. A medida que las naciones se hacen corruptas y viciosas, aumentan su necesidad de amos”.
Estaba preocupado de las consecuencias al deshonrar a otros, que llevaría al caos a la recién EUA.
El valor de los 10 mandamientos para las naciones no judías está en la realidad que todos los gobiernos -lo reconozcan o no- gobiernan bajo un Soberano Todopoderoso, y responderán ante ÉL. Por eso la responsabilidad de cada nación, es hacer leyes, conforme o las leyes de Dios
Quizá las leyes dadas a los hebreos no serían apropiadas para nosotros hoy, porque muchas de esas leyes tratan asuntos que ya no existen; en vez de eso los gobiernos tienen la responsabilidad de descubrir lo que Dios diseñó para Su pueblo, de forma que los estatutos que surjan se adecúen a eso que Dios creó. En la medida que un gobierno descubre y adopta la ley de Dios, podrá mantener a su nación segura, sin pisotear la libertad.
Muchas de las leyes que estamos viendo que se quieren implementar, están rechazando o negando la instrucción, soberanía de Dios, el resultado inevitable será el sufrimiento para un sector de la población. Bajo la ley de Dios ¡ningún sector sufre!
Al ver el contexto en que fueron dadas las leyes, podemos ver que no fueron diseñadas para alejar a Israel de algo bueno, fueron diseñadas para proteger la integridad de sus relaciones. Esas leyes reflejan la gracia de Dios por SU pueblo y no están en conflicto con SU gracia. Como todos los mandamientos, fueron dados para ayudar a SU pueblo a vivir en SU gracia.
Dios le dio a SU pueblo 10 mandamientos y un cuerpo complejo de leyes para gobernar la nación, pero tenía en mente algo más grande. Israel fue Su instrumento escogido para redimir el mundo de las consecuencias eternas del pecado. Los descendientes de Abraham fueron una nación sacerdotal, un reino gobernado por Dios y el medio por el cual otras naciones llegarían a conocerlo. Fueron la voz de Dios en el mundo, enseñando el camino y mostrando Su verdad a través del diario vivir. Finalmente, le darían al mundo un Salvador a quién llamaron Mesías.
Más allá de lo práctico, en el propósito de formar una nación y guiar a SU pueblo, Dios está dando leyes que lleve a la humanidad a cumplir un propósito eterno. Confrontar el pecado y demostrar nuestra necesidad de un Salvador. Los escritores del NT lo explicarían después: Dios no dio la ley para hacernos buenos, dio las leyes para exponer nuestro pecado. ÉL sabía, desde el principio, que la humanidad no podría mantener sus leyes de forma perfecta, aunque fueran sólo 10 mandamientos. Por eso dio provisión dentro de la ley para quienes violaran sus mandamientos.
Dentro de la ley hay instrucciones de restitución cuando un israelita de manera intencional o no lastimaba a otro ciudadano. Encontramos castigos específicos para ciertas infracciones, ya sea que lo hiciera con o sin intención. La ley incluye un sistema de sacrificios detallados por medio del cual, el pecador podía arrepentirse, encontrar perdón y podía restaurar su relación con Dios.
Una vez más, desde el principio Dios sabía que la humanidad no podría cumplir a la perfección. Así que la ley, junto con el sistema de sacrificios, expusieron los corazones pecaminosos y quedó como un recordatorio constante de la necesidad que tenemos de SU Gracia. Aun en esto encontramos la Gracia de Dios dentro de la ley de Dios, porque la ley no sólo condena el pecado, incluye instrucciones para hacer las paces.
Cada uno de los sacrificios dados, se convirtió en una lección.
Tenían que ofrecer su mejor animal de la manada, uno sin mancha ni defecto. Esto le recordaba a Israel que el pecado es costoso y que alguien siempre paga las consecuencias de esos pecados. También les enseñó el concepto de sustitución. La idea de que un sacrificio perfecto podría llevar el castigo del pecado de otra persona.
El sacrificio aseguraba al pecador que cuando ese sacrificio expiaba su pecado, Dios nunca más se lo reprocharía en el futuro. La ley confrontó a la humanidad con ambos conceptos, tanto la seriedad del pecado, como la profundidad de la Gracia de Dios.
Al dar la ley, ocurrió algo interesante, que más adelante ilustraría la relación entre la ley y la Gracia de Dios. La Biblia dice que Moisés descendió de la montaña con las leyes de Dios y la naturaleza respondió con violencia. Claro que esa demostración le dio miedo a los israelitas y dijeron:
“Cuando los israelitas oyeron los truenos y el toque fuerte del cuerno de carnero y vieron los destellos de relámpagos y el humo que salía del monte, se mantuvieron a distancia, temblando de miedo. Entonces le dijeron a Moisés: —¡Háblanos tú y te escucharemos, pero que no nos hable Dios directamente, porque moriremos!” (Éxodo 20:18–19, NTV)
Quizá preguntes ¿Dónde está la gracia en esta escena? Aunque suene raro, pero incluso la temible gloria de Dios fue una expresión de SU gracia. Cuando el pueblo tuvo miedo en las faldas del Sinaí por esos ruidos y relámpagos, una demostración de la presencia de Dios. Moisés les dijo:
“—¡No tengan miedo! —les respondió Moisés—, porque Dios ha venido de esta manera para ponerlos a prueba y para que su temor hacia él les impida pecar.” (Éxodo 20:20, NTV)
Esa demostración de poder fue por el bien de su pueblo. Los israelitas no tenían historia, no sabían de las consecuencias de la desobediencia. Israel era ingenuo como un niño; no había forma que pudiera entender lo que el pecado les podía hacer como nación. No podían entender el peligro de casarse con personas de naciones paganas, no podían entender el peligro de la codicia. Todo es nuevo para ellos, así que Dios usó SU poder para asustarlos para que se sometieran ¿te parece exagerado o inapropiado? A mí no.
Cuando era niño, algunas veces mi papá me infundió miedo y por ese miedo es que yo no me atreví a hacer algunas cosas, no por el daño que me podía hacer lo que quería hacer ¿cómo saberlo si no lo hacía? Pero sí tenía miedo de las consecuencias con mi papá. Eso me mantuvo alejado de muchos problemas, otros aún con ese miedo los hice y ¡sufrí las consecuencias que no podía predecir! Porque nunca lo había hecho. Dime, eso que hizo mi papá ¿fue por odio o por gracia?
Quizá ahora entiendas algunas cosas; lo que fue verdad para Israel sigue siendo verdad para ti y para mí. La ley de Dios es una extensión de SU gracia. Sus mandamientos no son en contra de la gracia; fueron dados por SU gracia. Dio Su Ley para permitirnos mantener nuestra libertad del pecado y de sus consecuencias. ¿No es verdad que tus más grandes remordimientos se pudieron evitar su hubieras decidido obedecer en lugar de desobedecer? ¿no es verdad que serías libre de ciertos recuerdos dolorosos y vergonzosos?
Con todo este contexto, es fácil entender porque la ley de Dios está en el centro de Su gracia, pero es en el momento de la tentación que esta verdad se nos olvida. Igual que Adán y Eva e Israel, creemos la mentira de satanás, de que Dios está intentando quitarnos algo bueno. Que está contra nosotros y no a nuestro favor. Si en ese momento pudiéramos ver esas prohibiciones como una expresión de la gracia liberadora y protectora de Dios, quizá resistiríamos menos y nos someteríamos más. Al hacer eso dejaríamos que la Gracia hiciera su trabajo en nosotros y nos mantendríamos libres.
Palabra de Dios
Oremos