EL PECADO DE MOISES

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El pecado de Moises, y su fruto

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EL PECADO DE MOISÉS, Y SU FRUTO
Números 20:1–13
En este capítulo se registran tres tristes acontecimientos:
1) La muerte de María (v. 1)
2) La transgresión de Moisés (v. 12).
3) El desnudamiento de Aarón (v. 28).
Tres resultados de la incredulidad. Con respecto a Moisés, consideraremos:
I. Las circunstancias relacionadas con su pecado.
1. EL LUGAR.
De vuelta en Cades, donde habían estado hacía treinta y nueve años, cuando enviaron a los espías a reconocer la tierra, donde muchos dudaron y atrajeron sobre sí la condena de cuarenta años vagando por el desierto. Cuidado con los viejos pecados y lugares estériles en tu experiencia.
2. LA CONDICIÓN DEL PUEBLO.
Descontentos y murmurando. «Habló el pueblo contra Moisés», y murmuró contra la providencia de Dios (vv. 2–5). Éste es siempre el origen de un intenso conflicto para el hombre fiel de Dios.
3. LA HUMILDAD DE MOISÉS.
«Moisés y Aarón… se postraron sobre sus rostros» (v. 6). No como delante del pueblo, sino delante del Señor, y su gloria se les apareció, y se les reveló un camino de liberación. «Les sacarás aguas de la peña» (v. 8). Moisés no podía hacer el agua, pero ella vendría a su orden.
II. La naturaleza de su pecado.
«Hablad a la peña» (v. 8). Ésta era la orden que habían recibido, pero en lugar de hablar, Moisés golpeó dos veces la peña (v. 11). Cuando se tuvo que sacar agua de la peña la primera vez, Dios ordenó a Moisés que la golpeara (Éx. 17:6). Aquella peña era Cristo (1 Co. 10:4), y así, en el propósito de Dios, solo podía ser golpeada una vez:
«El padeció una vez». Las bendiciones adicionales o los renovados derramamientos de su plenitud nos vienen pidiéndolos: «Hablad a la peña». Tenemos aquí una evidencia incidental de la meticulosidad de Jehová acerca de las cosas que eran tipo de su Hijo que había de venir. La enseñanza en los tipos es la enseñanza del Espíritu Santo. Estas cosas se disciernen espiritualmente.
En este pecado del siervo de Dios hubo:
1. DESOBEDIENCIA.
Dios dijo hablad, pero él golpeó, y ello dos veces, como si además hubiera impaciencia en el acto. Quizá estaba dejándose llevar más por su experiencia pasada que por la Palabra de Dios que le había sido dada entonces. Esto es siempre un peligro para los siervos de Cristo. Los medios empleados y bendecidos ayer puede que no sean los medios dispuestos por Dios para hoy. Espera en el Señor.
2. PASIÓN EGOÍSTA.
«¡Oíd ahora, rebeldes!» Es bien cierto que eran rebeldes, pero llamarlos así en tal circunstancia no servía para mejorar las cosas. Su espíritu fue provocado, y así habló imprudentemente con sus labios (Sal. 106:33). Los mejores de los hombres son tan solo hombres. El más manso de los hombres sobre la tierra no tenía un seguro contra el orgullo. El que se piensa que está de pie, que tenga cuidado que no caiga.
3. PRESUNCIÓN.
«¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña?» (v. 10). Es muy doloroso para Dios cuando buscamos nuestra propia gloria mientras hacemos su obra. Notemos cuán diferente fue con Pedro y Juan en relación con la curación del cojo mencionado en Hechos 3:12. «¿Quieres que yo te muestre el camino de la salvación?» le dijo un predicador a un alma ansiosa. Estos «yoes» pueden llegar a ser magnificados por el buscador de modo que lleguen a ocultar al Maestro. Sin Mí, dijo el Señor, nada podéis hacer. Es el Espíritu el que vivifica.
Hay dos cosas que no debemos olvidar al tratar con el pecado de Moisés:
1) Que él mismo nos lo cuenta. No intenta ocultar sus propios fallos a los ojos de los demás. Es para la gloria de Dios y nuestro bien que se registran.
2) Que su fracaso por su incredulidad (v. 12) no alteró la fidelidad de Dios. «Y salieron muchas aguas» (v. 11). La incredulidad de algunos no anula la fe de Dios. Como cristianos todos nos quedamos cortos de lo que pudiéramos ser, pero Él permanece fiel. Bendito sea su Nombre.
III. El fruto de su pecado:
1. DESHONRÓ AL SEÑOR.
«Por cuanto no creísteis en Mí, para santificarme delante de los hijos de Israel» (v. 12). El Nombre del Señor es profanado por la incredulidad y por los actos de autoglorificación de su pueblo. «Seré santificado en vosotros a los ojos de las naciones» (Ez. 20:41).
2. LE CERRÓ EL PASO A LA POSESIÓN PROMETIDA.
«No meteréis esta congregación en la tierra que les he dado» (v. 12). Siervo de Dios, un pecado puede impedirte el goce de un gran privilegio, una pequeña nube puede ocultar de tu mirada todo el azul del cielo. Esta es la razón de que muchos del pueblo del Señor se ven estorbados de entrar en la plenitud de bendición y poder en su servicio para Cristo: hay pecado en el campamento. Y ellos no pudieron entrar por su incredulidad.
CONCLUCION:
Es una solemne advertencia para nosotros.
Cristo nuestra roca ha resucitado de los muertos; es nuestro sumo Sacerdote viviente; y nos da las bendiciones espirituales que necesitamos conforme se las pedimos. Una persona no tiene que salvarse una vez tras otra, ni tampoco el don del Espíritu Santo debe repetirse. Recibimos el Espíritu una sola vez cuando confiamos en Cristo; recibimos llenuras del Espíritu muchas veces conforme venimos a Cristo y se lo pedimos.La principal razón, sin embargo, por la que Dios juzgó a Moisés y le impidió entrar en la tierra prometida fue esta: se exaltó a sí mismo y no le dio la gloria a Dios. Al llamar al pueblo «rebeldes» y al decir: «¿Os hemos [Aarón y yo] de hacer salir aguas de esta peña?» (v. 10), Moisés no le daba a Dios la gloria debida a su Nombre. Fue una evidencia de orgullo e incredulidad (v. 12). El punto más fuerte de Moisés era su mansedumbre (12.3), sin embargo aquí es donde falló. Sin duda Pedro era un hombre valiente, pero fracasó precisamente en eso mismo cuando negó al Señor. A menos que glorifiquemos a Dios en todo lo que hacemos, Dios se enfrentará a nosotros y hará que perdamos las bendiciones que Él tiene planeadas para nosotros.
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