Pescadores de hombres
La pesca era la principal ocupación en las ciudades y pueblos alrededor del lago. Gran parte del Ministerio de Jesús estaba centrado en esta área y cuatro de sus discípulos eran pescadores.
Pedro habló sinceramente acerca de sí mismo: él era un hombre pecador. El milagro que experimentó lo abrumó y le hizo reconocer que estaba ante la presencia del Santo de Dios.
El pecador no se atreve a estar en esa compañía; Pedro le ruega al Señor que se aparte.
Sin embargo, Jesús, en vez de apartarse, le dice al pecador Pedro que le espera una nueva ocupación: “Desde ahora serás pescador de hombres”.
La última pesca de Pedro fue la más impresionante de todas las que había conseguido como pescador; ese fue un anticipo de las cosas que habían de venir. En el domingo de Pentecostés, Pedro predicó un sermón que llevó a la conversión y al bautismo a tres mil personas. Ese día hubo una pesca mucho mayor que la que tuvo lugar en el lago de Genesaret.
Pedro y sus compañeros, Jacobo y Juan, que eran los hijos de Zebedeo, llevaron su barca a la playa, lo abandonaron todo, y siguieron a Jesús.