Cristo y el reino de la vida (Romanos 5:15-21)

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Cristo y el reino de la vida

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Romanos 5:12–21 (NTV)
12 Cuando Adán pecó, el pecado entró en el mundo. El pecado de Adán introdujo la muerte, de modo que la muerte se extendió a todos, porque todos pecaron. 13 Es cierto, la gente ya pecaba aun antes de que se entregara la ley; pero no se le tomaba en cuenta como pecado, porque todavía no existía ninguna ley para violar. 14 Sin embargo, desde los tiempos de Adán hasta los de Moisés, todos murieron, incluso los que no desobedecieron un mandamiento explícito de Dios como lo hizo Adán. Ahora bien, Adán es un símbolo, una representación de Cristo, quien aún tenía que venir; 15 pero hay una gran diferencia entre el pecado de Adán y el regalo del favor inmerecido de Dios. Pues el pecado de un solo hombre, Adán, trajo muerte a muchos; pero aún más grande es la gracia maravillosa de Dios y el regalo de su perdón para muchos por medio de otro hombre, Jesucristo; 16 y el resultado del regalo del favor inmerecido de Dios es muy diferente de la consecuencia del pecado de ese primer hombre. Pues el pecado de Adán llevó a la condenación, pero el regalo de Dios nos lleva a ser declarados justos a los ojos de Dios, a pesar de que somos culpables de muchos pecados. 17 Pues el pecado de un solo hombre, Adán, hizo que la muerte reinara sobre muchos; pero aún más grande es la gracia maravillosa de Dios y el regalo de su justicia, porque todos los que lo reciben vivirán en victoria sobre el pecado y la muerte por medio de un solo hombre, Jesucristo.
18 Así es, un solo pecado de Adán trae condenación para todos, pero un solo acto de justicia de Cristo trae una relación correcta con Dios y vida nueva para todos. 19 Por uno solo que desobedeció a Dios, muchos pasaron a ser pecadores; pero por uno solo que obedeció a Dios, muchos serán declarados justos.
20 La ley de Dios fue entregada para que toda la gente se diera cuenta de la magnitud de su pecado, pero mientras más pecaba la gente, más abundaba la gracia maravillosa de Dios. 21 Entonces, así como el pecado reinó sobre todos y los llevó a la muerte, ahora reina en cambio la gracia maravillosa de Dios, la cual nos pone en la relación correcta con él y nos da como resultado la vida eterna por medio de Jesucristo nuestro Señor.
Pablo continúa su analogía de Adán y Cristo, mostrando cómo la vida que se convirtió en algo posible para todos los hombres por el sacrificio expiatorio de Cristo, se puede ilustrar a manera de antítesis con la muerte, la cual que se convirtió en algo inevitable para todos los hombres por el pecado de Adán. Esta es la verdad que el apóstol sintetiza en su primera carta a los corintios: “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados” (1 Co. 15:22).
Como se indicó en el capítulo anterior, el único factor comparativo en la analogía entre Adán y Cristo es el de un hombre/un acto. Es decir, así como el pecado singular del hombre Adán trajo el pecado a toda la humanidad, también el sacrificio singular del hombre Jesucristo puso la salvación a disposición de toda la raza humana.
En el pasaje actual, como para examinar todas las facetas de esa maravillosa analogía,
Pablo explora cinco áreas esenciales de contraste entre el acto de condenación de Adán y el acto de redención de Cristo. Estos actos fueron diferentes en su eficacia (v. 15), en su alcance (v. 16), en su eficacia (v. 17), en su esencia (vv. 18-19), y en su energía (vv. 20-21).
1. EL CONTRASTE EN EFECTIVIDAD
Romanos 5:15 RVR60
15 Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo.
Romanos 5:15 NTV
15 pero hay una gran diferencia entre el pecado de Adán y el regalo del favor inmerecido de Dios. Pues el pecado de un solo hombre, Adán, trajo muerte a muchos; pero aún más grande es la gracia maravillosa de Dios y el regalo de su perdón para muchos por medio de otro hombre, Jesucristo;
El primer contraste se afirma con claridad y es el que existe entre el don de Cristo y la transgresión de Adán, actos que fueron totalmente opuestos.
Por definición, todos los dones son gratuitos, pero aquí la palabra charisma (don) se refiere a algo dado con una actitud especial de gracia y favor, y por lo tanto también podría traducirse propiamente como “don de gracia. Cuando se emplea para denotar lo que se da a Dios, el término se refiere a aquello que es recto y aceptable ante sus ojos; cuando se emplea acerca de lo que es dado por Dios, como sucede aquí, se refiere a aquello que es dado completamente aparte del mérito humano. En relación al sacrificio expiatorio de Cristo el término se emplea en ambos sentidos. Ir a la cruz fue el acto supremo de obediencia de Jesús a su Padre y por lo tanto fue totalmente aceptable para el Padre. Haber ido a la cruz también se constituyó en el acto supremo la gracia divina, su don de gracia ofrecido a la humanidad pecadora.
La palabra transgresión es la traducción de paraptoma, que tiene el significado básico de desviarse de un sendero o apartarse de la norma. Por extensión, transmite la idea de ir a donde no se debe ir, y por ende se traduce algunas veces “traspasar”, “infringir” y “quebrantar”. El pecado singular de Adán que fue transmitido a toda su posteridad y que trajo como consecuencia el imperio de la muerte en el mundo, fue una transgresión del mandato único, de la única norma de obediencia que Dios había dado.
El efecto que ejercieron el don y la transgresión es diferente en cada caso. Por la transgresión de aquel uno, es decir, Adán, murieron los muchos. Quizás para mantener el paralelismo Pablo utiliza la palabra mucho en dos sentidos diferentes en este versículo. Como se verá más adelante, él usa el término todos con significados igualmente distintivos en el versículo 18. En relación al acto de Adán, muchos es universal e inclusivo, por lo cual corresponde al “todos” del Romanos 5:12 . Debido a que todos los hombres sin excepción llevan en sí mismos la naturaleza y la marca del pecado, todos ellos sin excepción, se encuentran bajo la sentencia de muerte (como el apóstol ha dejado claro en capítulos anteriores).
Al comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, Adán se apartó del estándar de Dios y entró a un campo restringido por prohibición divina. Como consecuencia de ello, en lugar de llegar a ser más como Dios, según Satanás les había prometido, el hombre fue menos semejante a su Creador y se separó de Él. En lugar de introducir al hombre en los dominios de Dios, la transgresión de Adán le dejó a él y a toda su posteridad en el imperio de la muerte y de Satanás.
Sin embargo, el corazón de la comparación de Pablo radica en que el acto singular de salvación de Cristo tuvo un efecto inmensurablemente mayor que el acto singular de condenación por parte de Adán. Él dice que abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo (15 pero hay una gran diferencia entre el pecado de Adán y el regalo del favor inmerecido de Dios. Pues el pecado de un solo hombre, Adán, trajo muerte a muchos; pero aún más grande es la gracia maravillosa de Dios y el regalo de su perdón para muchos por medio de otro hombre, Jesucristo;). La provisión divina de redención no sólo es una expresión de la gracia de Dios el Padre sino también de la gracia de Dios el Hijo, la gracia de un hombre, Jesucristo.
El pecado de Adán trajo muerte, pero la gracia de un hombre, Jesucristo, hizo más que simplemente proveer el camino para que la humanidad caída fuera restaurada al estado de inocencia original de Adán. Jesucristo no solamente revocó la maldición de la muerte perdonando y limpiando de todo pecado, sino que proveyó el camino para que los hombres redimidos participen de la justicia y gloria plenas de Dios.
Juan Calvino escribió: “Puesto que la caída de Adán ha tenido un efecto tal que ha producido la ruina de muchos, mucho más efectiva es la gracia de Dios para el beneficio de muchos; por cuanto debe admitirse que Cristo es mucho más poderoso para salvar, de lo que Adán fue para destruir” (Commentaries on the Epistle of Paul to the Romans [Grand Rapids: Baker, 1979], p. 206). La gracia de Dios es más grande que el pecado del hombre. No solamente la gracia de Dios es mayor que el pecado original de Adán que trajo muerte a todos los hombres, sino que es mayor que todos los pecados acumulados que los hombres han cometido o cometerán en toda la historia.
Podría decirse que el acto de pecado de Adán, por devastador que haya sido, tuvo apenas un efecto unidimensional: trajo muerte a todos. Por otro lado, el efecto del acto redentor de Cristo tiene facetas inmensurables porque Él no solamente restaura el hombre a una vida espiritual sino que le imparte la vida misma de Dios. La muerte es por naturaleza algo estático y vacío, mientras que la vida por naturaleza es activa y plena. Únicamente la vida puede ser abundante y seguir abundando.
Contrario a su uso al comienzo de este versículo acerca de Adán, el término muchos tiene ahora su significado normal que se aplica solamente a aquellos a favor de los cuales el don de salvación por la gracia de Cristo se hace efectivo a través de su fe en Él. Aunque Pablo no menciona esa verdad determinante en este punto, acaba de declarar que los creyentes son “justificados, pues, por la fe” y que son introducidos “por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes” (Romanos 5:1-2). Por supuesto, esa es la verdad cardinal del evangelio en lo concerniente a la parte del hombre y es el foco de la enseñanza de Pablo en su epístola desde Romanos 3:21 hasta Romanos 5:2.
Muchos de los puritanos y reformadores terminaban sus sermones o capítulos de comentarios con una declaración acerca del “uso práctico” del pasaje. La verdad práctica de Romanos 5:15 es que el poder del pecado, que es la muerte, puede ser quebrantado, pero el poder de Cristo, que es la salvación, no puede romperse. “Nuestro Salvador Jesucristo”, Pablo declaró a Timoteo, (2 Ti. 1:1010 pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio, ).
Jesucristo rompió el poder del pecado y de la muerte, pero lo contrario no es cierto. El pecado y la muerte no pueden romper el poder de Jesucristo. La condenación del pecado de Adán es reversible, la redención de Jesucristo no lo es. El efecto del acto de Adán es permanente únicamente si no es anulado por Cristo.
El efecto del acto de Cristo, sin embargo, es permanente para individuos creyentes y no está sujeto a reversión o anulación. Nosotros contamos con la gran seguridad de que una vez que estemos en Jesucristo, estamos en Él para siempre.
2. EL CONTRASTE EN ALCANCE
Romanos 5:16 RVR60
16 Y con el don no sucede como en el caso de aquel uno que pecó; porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo pecado para condenación, pero el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación.
Romanos 5:16 NTV
16 y el resultado del regalo del favor inmerecido de Dios es muy diferente de la consecuencia del pecado de ese primer hombre. Pues el pecado de Adán llevó a la condenación, pero el regalo de Dios nos lleva a ser declarados justos a los ojos de Dios, a pesar de que somos culpables de muchos pecados.
El segundo contraste entre el acto singular de Adán y el acto singular de Cristo se da en relación a su alcance. En ese aspecto, tal como en la eficacia, la justificación de Cristo es mucho más grande que la condenación de Adán.
En el versículo 15 Pablo habla de “la transgresión de aquel uno”, mientras que en el versículo habla de aquel uno que pecó, esto es, aquel que transgredió. En el primer caso se hace énfasis en el pecado, en el segundo se centra la atención en el pecador. Sin embargo, la verdad básica es la misma. Fue aquel solo pecado por parte de aquel uno que pecó una vez, lo que trajo el juicio de Dios y la condenación que viene como resultado.
Por otro lado, con el don de la gracia de Dios por medio de Jesucristo no sucede lo mismo. El juicio de Dios sobre Adán y su posteridad vino a causa de un solo pecado, pero por otro lado, el don vino a causa no solamente de ese solo pecado, sino de muchas transgresiones, y su resultado no es simplemente la restauración sino la justificación.
John Murray ofrece una útil observación: “El solo pecado no demandaba nada menos que la condenación de todos, pero el don para justificación es de un carácter tal que debe poner las muchas transgresiones en su haber; no podría ser el don gratuito de la justificación a no ser que borrara las muchas transgresiones. En consecuencia, el don de gracia está condicionado en su naturaleza y efecto por las muchas transgresiones, de igual manera que el juicio estaba condicionado en su naturaleza y efecto por el solo pecado sin más” (The Epistle to the Romans [Grand Rapids: Eerdmans, 1965], p. 196).
Este versículo contiene dos verdades prácticas especiales que están muy relacionadas.
La primera es que Dios detesta tanto el pecado que apenas fue necesario un solo pecado para condenar a toda la raza humana y separarla de Él. No fue que el primer pecado de Adán haya sido peor que otros cometidos por él o peor que los cometidos por los hombres desde entonces. Era sencillamente el hecho de que su primer pecado fue pecado. En ese momento, comer el fruto prohibido era el único pecado que Adán y Eva pudieron haber cometido, porque Dios les había impuesto una sola restricción; pero si hubiera sido posible, cualquier otro pecado habría tenido el mismo efecto. De la misma forma, cualquier pecado que cualquier hombre haya cometido en toda la historia sería suficiente para condenar a toda la raza entera, tal como lo hizo el solo pecado de Adán. Ciertamente, esto es algo que nos debe hacer pensar seriamente.
Segundo La otra verdad en el versículo Romanos 5:16 es aún más sorprendente e incomprensible, y es tan reconfortante como la primera es seria. Mayor todavía que el aborrecimiento de Dios hacia el pecado es su amor por el pecador. A pesar del hecho de que Dios odia el pecado a tal punto que cualquier pecado podría condenar a la raza humana, su gracia amorosa hacia el hombre es tan grande que Él no solamente hace provisión para la redención de un solo hombre de un solo pecado, sino para la redención de todos los hombres de todos los pecados.
Jesucristo llevó sobre sí los pecados del mundo entero. 2 Co. 5:1919 que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.” ).
3. EL CONTRASTE EN EFICACIA
Romanos 5:17 RVR60
17 Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.
Romanos 5:17 NTV
17 Pues el pecado de un solo hombre, Adán, hizo que la muerte reinara sobre muchos; pero aún más grande es la gracia maravillosa de Dios y el regalo de su justicia, porque todos los que lo reciben vivirán en victoria sobre el pecado y la muerte por medio de un solo hombre, Jesucristo.
El tercer contraste entre el acto de Adán y el acto singular de Cristo radica en el factor de la eficacia, la capacidad para producir un resultado deseado.
Como Pablo ya ha indicado, el solo pecado de un solo hombre, Adán, trajo el reino de la muerte (Romanos 5:12-14). Es a esa verdad que se refiere el Pues si por la condicional, que aquí transmite la idea de un “porque”. Ya se ha establecido que el solo acto de pecado de Adán trajo el reino de la muerte, aunque esa nunca fue la intención del primer pecado según satanás.
Génesis 3:4–5 RVR60
4 Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; 5 sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.
Ni Adán ni Eva pecaron porque quisieran morir; ellos pecaron porque esperaban ser como Dios. Su pecado produjo el resultado completamente opuesto al que deseaban e hizo notorio el engaño del tentador.
Como se anotó arriba, en lugar de llegar a ser más semejantes Dios, dejaron de ser como Él.
El acto singular de un solo Hombre, Jesucristo, por otra parte, produjo precisamente el resultado deseado. La intención divina del sacrificio que Jesús hizo de sí mismo en la cruz fue que los que reciben la abundancia de ese acto inigualable de la gracia y el don de la justicia llegaran a reinar en vida por uno solo, por Aquel que murió por ellos, Jesucristo.
El resultado unidimensional del acto de Adán fue la muerte, mientras que el resultado del acto de Cristo es la vida, que en sí misma tiene múltiples dimensiones.
Cristo no ofrece solamente vida sino vida en abundancia (Rom 5:15; cp. Jn. 10:10).
Los redimidos en Cristo no solamente reciben vida abundante sino que les es dada la justicia como un don (cp. 2 Co. 5:2121 Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. ).
También Ellos reinarán en esa vida justa con su Señor y Salvador, y poseen la vida justa, gloriosa y eterna de Dios mismo.
El “uso práctico” de esta gran verdad es que aquel que nos ha otorgado vida espiritual hará plena esa vida en nosotros. “Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Fil. 1:6).
Dios es el gran transformador y perfeccionador de la vida. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Co. 5:17).
Romanos 5:17 Reinar en vida por medio de Cristo también significa tener poder sobre el pecado. Más adelante en su carta Pablo dice: “Gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia” (Romanos 6:17-18).
Como creyentes, nosotros sabemos por experiencia así como por las Escrituras, que aún seguimos plagados por el pecado, envueltos todavía en los harapos pecaminosos del viejo hombre (véase Ef. 4:22); pero el pecado ha dejado de ser la naturaleza o el amo del creyente. En Cristo ya no somos víctimas del pecado sino luchadores victoriosos sobre el pecado (1 Co. 15:57).
4. EL CONTRASTE EN ESENCIA
Romanos 5:18–19 (RVR60)
18 Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. 19 Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.
Romanos 5:18–19 NTV
18 Así es, un solo pecado de Adán trae condenación para todos, pero un solo acto de justicia de Cristo trae una relación correcta con Dios y vida nueva para todos. 19 Por uno solo que desobedeció a Dios, muchos pasaron a ser pecadores; pero por uno solo que obedeció a Dios, muchos serán declarados justos.
El cuarto contraste entre el acto de Adán y el acto de Cristo tiene que ver con la esencia. Estos dos versículos resumen la analogía entre Adán y Cristo.
Como sucede con los muchos del Romanos 5:15 , parece que Pablo emplea todos en el Romanos 5:18 para mantener el paralelismo, aunque las dos ocurrencias del término tienen significados diferentes.
Así como “murieron los muchos” en el Romanos 5:15 se refiere de manera inclusiva a todos los hombres, también a todos los hombres la justificación de vida se refiere aquí de manera exclusiva a aquellos que confían en Cristo.
Este versículo NO enseña el universalismo, como algunos han contendido durante muchos siglos. Es bastante claro en muchas otras partes de esta epístola, incluyendo los primeros dos versículos de este capítulo, que la salvación viene solamente a aquellos que tienen fe en Jesucristo (véase también Romanos 1:16-17; 3:22, 28; 4:5, 13; 5:1).
La enseñanza principal de Pablo en estos dos versículos es que la esencia de la transgresión de Adán (Romanos 5:18a) fue la desobediencia (Romanos 5:19a ), mientras que la esencia de la justicia de uno (v. 18b) fue la obediencia (v. 19b). Cuando Dios ordenó a Adán que no comiera del fruto prohibido, Adán desobedeció y trajo la muerte. Cuando Dios envió a su Hijo unigénito al mundo a sufrir y a morir, el Hijo obedeció y trajo la vida.
Romanos 5:19 Constituidos es la traducción de kathistēmi y aquí transmite el concepto de ser hecho o establecido. La culpa de la desobediencia de Adán fue imputada a todos sus descendientes. Por esa razón ellos fueron constituidos pecadores, en el sentido de que ante los ojos de Dios llegaron a ser legalmente culpables de pecado.
De la misma manera, pero con el efecto exactamente opuesto, la obediencia de Cristo hace que quienes creen en Él sean constituidos justos ante los ojos de Dios. La consecuencia de su obediencia perfecta, de su justicia impecable e irreprochable, es imputada en la cuenta de ellos, haciéndoles justos legalmente.
De principio a fin, la vida terrenal de Jesús se caracterizó por la obediencia perfecta a su Padre celestial. Incluso a la edad de doce años, Él recordó a sus padres que le era necesario estar en los negocios de su Padre (Lc. 2:49).
El único propósito que Jesús tenía en la tierra era hacer la voluntad de su Padre (Jn. 4:34; 6:38; cp. Mt. 26:39, 42). En su encarnación, Él “se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil. 2:8).
La Romanos 5:19 obediencia de Cristo a los mandamientos divinos es llamada con frecuencia “obediencia activa”, y su muerte en la cruz se denomina “obediencia pasiva”. Aunque Él obedeció perfectamente la ley en su vida, también se sometió al castigo de la ley en todo su peso y plenitud horribles.
Tanto la obediencia activa como la pasiva están incluidas en la justicia perfecta de Cristo que le es imputada a los creyentes.
Por lo tanto, es una justicia que satisface todas las demandas de la ley, incluyendo los requisitos penales de la ley. La obediencia de uno aseguró así la redención para los muchos que serán constituidos justos ante los ojos de Dios. Dios,aquel que justifica al impío” (Ro. 4:5), puede en vista de ello declarar a creyentes todavía pecadores como plenamente justos, sin que su justicia sea infringida. Él es al mismo tiempo “justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús” (Ro. 3:26).
El “uso práctico” de esta verdad es que los creyentes genuinos en verdad pueden cantar con H. G. Spalford en su grandioso himno:
Mi pecado, oh la dicha de este glorioso pensamiento, Mi pecado, no en parte sino completo, Está clavado a la cruz y ya no más lo llevo Todo está bien, todo está bien dentro de mi alma.
5. EL CONTRASTE EN Poder
Romanos 5:20–21 RVR60
20 Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; 21 para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.
Romanos 5:20–21 NTV
20 La ley de Dios fue entregada para que toda la gente se diera cuenta de la magnitud de su pecado, pero mientras más pecaba la gente, más abundaba la gracia maravillosa de Dios. 21 Entonces, así como el pecado reinó sobre todos y los llevó a la muerte, ahora reina en cambio la gracia maravillosa de Dios, la cual nos pone en la relación correcta con él y nos da como resultado la vida eterna por medio de Jesucristo nuestro Señor.
El quinto y último contraste que se establece entre el acto de Adán y el acto de Cristo es con relación al poder de su acto.
Como Pablo explica más a fondo en el capítulo 7, la fuerza energética que hay detrás del pecado del hombre que es la ley, la cual se introdujo para que el pecado abundase.
Sabiendo que sería acusado de antinomianismo y de hablar mal de algo que Dios mismo había revelado en su soberanía por medio de Moisés, Pablo afirma sin lugar a equívocos que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno” (Romanos 7:1212 De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno.” ). Sin embargo, la misma ley de Dios tuvo el efecto de hacer que el pecado del hombre abundase.
Debe advertirse aquí que la ley de Dios, sea ceremonial, moral o espiritual, nunca ha sido un medio de salvación en ninguna época o dispensación.
El lugar que ocupó por orden divina en el plan de Dios tuvo carácter temporal. Como el escolar bíblico F. F. Bruce ha afirmado: “La ley no tiene importancia permanente en la historia de la redención” (The Letter of Paul to the Romans [Grand Rapids: Eerdmans, 1985], p. 121). Pablo ya ha declarado que Abraham fue justificado por Dios única y exclusivamente sobre la base de su fe, completamente aparte de cualquier tipo de buenas obras que él hubiera hecho, varios años antes de haber sido circuncidado y muchos siglos antes que la ley fuese dada (Romanos 4:1-13 ).
La ley fue un elemento que siguió naturalmente como resultado del desarrollo del plan de redención de Dios, el cual cumplió una función temporal que nunca tuvo efectos redentores de por sí.
La desobediencia a la ley jamás ha condenado ningún alma al infierno, y la obediencia a la ley nunca ha llevado un alma a Dios. El pecado y su condenación ya estaban en el mundo mucho antes que la ley, al igual que el camino para escapar del pecado y la condenación.
Dios dio la ley a través de Moisés como un modelo de justicia pero no como un medio para alcanzar justicia.
La ley NO tiene poder para producir justicia, pero para la persona que pertenece a Dios y tiene el deseo sincero de hacer su voluntad, es una guía para llevar una vida justa.
La ley identifica transgresiones o pecados en particular, de manera que esos actos puedan ser vistos más fácilmente como pecaminosos, logrando así que los hombres puedan con mayor facilidad verse a sí mismos como pecadores.
Por esa razón la ley también tiene poder para incitar a los hombres a la injusticia, no porque la ley sea perversa sino porque los hombres son perversos.
La persona que lee una señal en el parque con la cual se prohibe arrancar flores y luego procede a arrancar una, demuestra su rebelión natural y reflexiva en contra de la autoridad. No hay nada malo con la señal; su mensaje es perfectamente legítimo y bueno, pero debido a que coloca una restricción sobre la libertad de las personas para hacer lo que les plazca, ocasiona en ellos resentimiento y tiene el efecto de llevar a algunas personas a hacer lo que de otro modo quizás ni siquiera se les ocurriría hacer.
La ley es por ende consecuencias, tanto para la justicia como para la injusticia. Para la persona que no tiene ley se constituye en un estímulo para la desobediencia y la injusticia que de por sí se siente inclinado a hacer. Para la persona que confía en Dios, la ley estimula la obediencia y la justicia.
Enfocándose nuevamente en la verdad de que el acto singular de redención de Cristo es muchísimo más grande que el acto singular de condenación de Adán,
Pablo se regocija diciendo: mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia. La gracia de Dios no solamente sobrepasa el pecado de Adán sino todos los pecados de la humanidad.
Como un experto tejedor, Pablo hala de todos los hilos en su tapiz de verdades de la redención, declarando: para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.
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