Devocional de Oración
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Leer San Marcos 3.1-6
1 Otra vez entró Jesús en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía seca una mano.
2 Y le acechaban para ver si en el día de reposo le sanaría, a fin de poder acusarle.
3 Entonces dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio.
4 Y les dijo: ¿Es lícito en los días de reposo hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla? Pero ellos callaban.
5 Entonces, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano le fue restaurada sana.
6 Y salidos los fariseos, tomaron consejo con los herodianos contra él para destruirle.
Podemos al ir al templo con la posibilidad de encontrarnos con personas con actitudes y acciones que nada tienen que ver con la enseñanza de Jesús, y que procuran más bien contrarrestar todo aquello que conlleve experimentar la presencia poderosa de Dios en nuestras vidas, debemos estar preparados para ello.
14 Casi en todo mal he estado, En medio de la sociedad y de la congregación.
Cuando Jesús entró a la sinagoga se encontró con un cuadro que le causó enojo y tristeza.
Esto fue producido por las actitudes que mostraban los que allí estaban:
Habían personas allí que habían llegado solo para vigilarle.
Habían personas allí que habían llegado solo para vigilarle.
2 Y le acechaban para ver si en el día de reposo le sanaría, a fin de poder acusarle.
El propósito de esta vigilancia era encontrarlo en el momento de cometer una falta contra la ley y poder acusarle. Ellos estaban especialmente atentos en que momento Jesús transgrediría la ley ritual judía.
2. Habían allí personas que callaban.
2. Habían allí personas que callaban.
4 Y les dijo: ¿Es lícito en los días de reposo hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla? Pero ellos callaban.
El acto aquí de mantenerse callado tiene que ver con la actitud de calma que alguien puede tener después de pasar una tormenta.
Personas que se mostraron insensibles a las preguntas de Jesús que buscaban hacerlos reaccionar de su actitud errónea ante él.
3. Habían allí personas de corazón duro.
3. Habían allí personas de corazón duro.
5 Entonces, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano le fue restaurada sana.
Lo que para nosotros puede pasar desapercibido en una reunión cultual, no podía pasar desapercibido para Jesús.
Habían personas con dureza de corazón tal que no permitirían que el poder de Jesús restaurará sus corazones.
Habían personas allí con una dureza tal de corazón que al salir de la casa de oración iban con la intención de matar.
Estas actitudes contrastan notablemente con la de un hombre enfermo que había allí en la sinagoga, un hombre que a pesar de no ser bien visto permanecía en aquel lugar esperando una respuesta de Dios a su necesidad.
Es importante estar donde Jesús frecuenta estar, y la casa de Dios es el lugar donde de manera preferente podemos tener la oportunidad de disfrutar de su compañía.
Pero este hombre no solo estaba allí, sino que a pesar de su condición estuvo dispuesto a ser exhibido por Jesús en su condición.
Su problema en la mano no era algo agradable, se dice que su condición no era congénita, probablemente había perdido la movilidad de su mano mas tarde en su juventud. Es mas algunos toman en cuenta algunas tradiciones que este hombre era un albañil, trabajo que en su tiempo no era considerado digno.
Aun así, al llamado de Jesús estuvo dispuesto a extender su mano, a hacer visible la parte de su cuerpo dañado.
Su acción sincera de fe y obediencia fue el marco de la respuesta poderosa de sanidad en su vida.
Una exposición a la mirada directa de Jesús a nuestro corazón podría revelar actitudes incorrectas al presentarnos a la casa de Dios.
Venimos solo para ver lo bueno o lo malo que otros hacen en el templo.
Nos llamamos al silencio cuando La Palabra nos llama a salir de algún estado pecaminoso.
Endurecemos el corazón y no permitimos que sean exhibida nuestra condición espiritual.
¿Que parte de ti necesitas extender a Dios para que pueda ser restaurada?
Una mente con pensamientos inclinados al mal.
Un corazón endurecido que necesita ser sanado.