Adoración: nos preparamos para las bodas del Cordero
predicaciones temáticas Ágape; alabanza y adoración • Sermon • Submitted
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" La celebración final, el gran banquete para el que todos resucitaremos, es una Boda. Y usted está invitado. Es más, usted será parte de esa Boda.
Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos.
1. La iglesia como novia
1. La iglesia como novia
Uno de los conceptos más complicados para abordar como cristianos es la Iglesia como Novia de Cristo. Entendemos de forma relativamente fácil que Dios es nuestro Padre, nuestro Amigo, como el Gran Guerrero; que Jesús es nuestro Salvador, nuestro Hermano mayor, nuestro Sumo Sacerdote, Rey de Reyes y Señor de Señores; que el Espíritu Santo es nuestro Maestro, nuestro Consolador, nuestro Ayudador, Dios en la Tierra. Pero la Novia? La Esposa?
En realidad, el concepto “Novia de Cristo” no se encuentra explícitamente en la Biblia, pero es una idea que se origina desde el Antiguo Testamento: muchos de los Profetas equiparan la relación de Dios con Israel a un matrimonio
Oseas 2:19–20 (NBLA)
Te desposaré conmigo para siempre;
Sí, te desposaré conmigo en justicia y en derecho,
En misericordia y en compasión;
20 Te desposaré conmigo en fidelidad,
Y tú conocerás al Señor.
«Ve y clama a los oídos de Jerusalén, diciendo: “Así dice el Señor:
‘De ti recuerdo el cariño de tu juventud,
Tu amor de novia,
De cuando me seguías en el desierto,
Por tierra no sembrada.
»Sin embargo, Yo recordaré Mi pacto contigo en los días de tu juventud, y estableceré para ti un pacto eterno.
»Entonces te acordarás de tus caminos y te avergonzarás cuando recibas a tus hermanas, las mayores que tú y las menores que tú; y te las daré por hijas, pero no por causa de tu pacto.
»Estableceré Mi pacto contigo; y sabrás que Yo soy el Señor;
para que recuerdes y te avergüences, y nunca más abras la boca a causa de tu humillación, cuando Yo te haya perdonado por todo lo que has hecho», declara el Señor Dios.
»Porque tu esposo es tu Hacedor,
El Señor de los ejércitos es Su nombre;
Y tu Redentor es el Santo de Israel,
Que se llama Dios de toda la tierra.
pero sobre todo, esta figura se presenta en uno de los libros menos comprendidos de la Biblia: el Cantar de los Cantares. A simple vista, el cantar de los Cantares es la historia del cortejo y matrimonio de un rey con una doncella, así como las complicaciones que surgen cuando ese rey antepone sus responsabilidades y compromisos en la corte a su relación con la doncella o la Amada. El poema se complejiza cuando lo miramos, como muchos intérpretes y rabinos lo plantearon, desde un punto de vista espiritual a la luz de la relación planteada por los profetas. Si no aceptamos su sentido alegórico, el Cantar de los Cantares simplemente está ahí para incomodarnos y sonrojarnos, pero lo cierto es que está en el Canon Bíblico porque le pone palabras a la relación de Dios con su amada, con Su Pueblo. Esta representación de Dios como esposo nos habla de Pacto, de amor, de cuidado y sobre todo de intimidad.
En el Nuevo Testamento, esta relación con Israel se extiende al nuevo pacto, a Su Iglesia, y todos formaremos parte de la Nueva Jerusalén, la novia prometida a Cristo, quien se identificó a sí mismo como el novio
Los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando; y vinieron* y dijeron* a Jesús: «¿Por qué ayunan los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos, pero Tus discípulos no ayunan?»
Y Jesús les respondió: «¿Acaso pueden ayunar los acompañantes del novio mientras el novio está con ellos? Mientras tienen al novio con ellos, no pueden ayunar.
que vino a redimir a Su novia y tuvo que regresar a Casa de Su Padre para hacer los preparativos, tanto de la morada que tendrá con la novia
»En la casa de Mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, se lo hubiera dicho; porque voy a preparar un lugar para ustedes.
como de la Boda que ocurrirá en el final de los tiempos
Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado.
Juan el Bautista reconoce a Jesús como el Novio, y a sí mismo como el amigo que se alegra de Su llegada
»El que tiene la novia es el novio, pero el amigo del novio, que está allí y le oye, se alegra en gran manera con la voz del novio. Y por eso, este gozo mío se ha completado.
Por su parte, el tema es tratado por Pablo en 2Co 11:2-3 y Ef 5:22-32. En el primer pasaje, Pablo pelea por la pureza de la Iglesia de Corinto, pues la Iglesia está desposada (prometida) a Cristo pero Pablo debe velar por que se mantenga pura y a la espera de su Señor, sin corromperse o ser engañada por evangelios o espíritus distintos a los que les han sido predicados.
Porque celoso estoy de ustedes con celo de Dios; pues los desposé a un esposo para presentarlos como virgen pura a Cristo.
Pero temo que, así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, las mentes de ustedes sean desviadas de la sencillez y pureza de la devoción a Cristo.
En el segundo pasaje,
Las mujeres estén sometidas a sus propios maridos como al Señor.
Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, siendo El mismo el Salvador del cuerpo.
Pero así como la iglesia está sujeta a Cristo, también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo.
Maridos, amen a sus mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio Él mismo por ella,
para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra,
a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada.
Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama.
Porque nadie aborreció jamás su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, así como también Cristo a la iglesia;
porque somos miembros de Su cuerpo.
Por esto el hombre dejara a su padre y a su madre, y se unira a su mujer, y los dos serán una sola carne.
Grande es este misterio, pero hablo con referencia a Cristo y a la iglesia.
Pablo enseña a los efesios cómo deben ser las relaciones entre el esposo y la esposa, y nos pide reiteradamente que seamos como Jesús, al reconocer al marido como cabeza y al entregarnos por completo por amor a la esposa.
De este segundo pasaje entendemos:
Que Cristo amo a la Iglesia y se entregó por ella (v. 25)
Que se entregó para santificarla y la purifica con el lavamiento de agua con la palabra (v.26)
Que tras santificarla y lavarla, le será presentada en toda su gloria, sin mancha, arruga, sino santa e inmaculada (v.27)
Que somos el cuerpo de Cristo porque, como en el matrimonio terrenal, al unirse hombre y mujer se vuelven un solo cuerpo. (v.28)
Que todo esto es un misterio, no el matrimonio sino la relación entre Cristo y la Iglesia. (v.32)
A la luz de este pasaje, El bautismo el Agua y la Santa Cena, Cena del Señor o Eucaristía toman un nuevo significado. El Bautismo es, además de nuestra identificación con la muerte y resurrección de Cristo, nuestro reconocimiento de ese lavamiento por el Agua que es la palabra, al tiempo que la Eucaristía es, como dice el v. 29, el sustento (comida) y alimento para la Iglesia.
En Apocalipsis, el misterio del que habla Pablo (v. 32) es muy evidente. En Apocalipsis 19:6-9
Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos.
Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios.
vemos la alegría y la alabanza que se desprenden de la llegada de las Bodas del Cordero, y se nos describe a novia que ya “se ha preparado”, es decir, que ya está lista porque se le concedió vestirse de lino fino limpio y resplandeciente, que, como lo explica el mismo versículo 8, es las acciones justas de los Santos. Es decir, nuestras acciones justas visten a la novia. Después, aparece el novio en todo su esplendor, montado en un caballo blanco ataviado con su nombre (el nombre que nadie conocía) y acompañado de sus ejércitos celestiales.
Más adelante, en el 21:9
Vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las últimas siete plagas, y habló conmigo, diciendo: «Ven, te mostraré la novia, la esposa del Cordero».
Juan reconoce en la Nueva Jerusalén a la esposa ataviada para su marido, y en el v.9, uno de los 7 ángeles lo lleva a conocerla. Es decir, la Nueva Jerusalén (de la cual nosotros somos ciudadanos Fil 3:20, 21
el cual transformará el cuerpo de nuestro estado de humillación en conformidad al cuerpo de Su gloria, por el ejercicio del poder que tiene aun para sujetar todas las cosas a Él mismo.
Somos parte de la Novia porque somos hechos ciudadanos de esa Nueva Jerusalén, que se desposará con el Novio, quien es “el Tabernáculo de Dios” (v.21:2) y el Templo de ella (21:22). Si tratamos de comprender literalmente estos pasajes, nos encontraremos totalmente perdidos, pero si concedemos que la Biblia es, además de un libro descriptivo y prescriptivo, pero también un libro poético y profético, entonces podremos reconocer que muchas de las imágenes sólo pueden intuirse, percibirse con el entendimiento espiritual que Dios nos da.
2. La adoración de la Novia
2. La adoración de la Novia
Es muy probable que, con nuestra mente y razonamiento, este planteamiento de la Iglesia como Novia y la esperanza de las Bodas del cordero nos parezcan algo muy distante y ajeno. Después de todo, nos acercamos a Dios buscando una respuesta práctica, una solucion a nuestros problemas y redención de nuestros pecados. Sin embargo, la vida cristiana es un crecimiento constante en la revelación de quién es Dios, quién es Cristo y quiénes somos nosotros en Él (Ef 1:15-23
Por esta razón también yo, habiendo oído de la fe en el Señor Jesús que hay entre ustedes, y de su amor por todos los santos,
no ceso de dar gracias por ustedes, mencionándolos en mis oraciones,
pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, les dé espíritu de sabiduría y de revelación en un mejor conocimiento de Él.
Mi oración es que los ojos de su corazón les sean iluminados, para que sepan cuál es la esperanza de Su llamamiento, cuáles son las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos,
y cuál es la extraordinaria grandeza de Su poder para con nosotros los que creemos, conforme a la eficacia de la fuerza de Su poder.
Ese poder obró en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y lo sentó a Su diestra en los lugares celestiales,
muy por encima de todo principado, autoridad, poder, dominio y de todo nombre que se nombra, no solo en este siglo sino también en el venidero.
Y todo lo sometió bajo Sus pies, y a Él lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia,
la cual es Su cuerpo, la plenitud de Aquel que lo llena todo en todo.
Si usted conoce a Dios como Salvador, como Redentor, como Escudo, como fortaleza y refugio, como Guerrero, como el León de la Tribu de Judá, es importante que siga conociéndole para que Él también se revele como Padre eterno, como Principe de Paz, como el Cordero de Dios. (Os 6:3
»Conozcamos, pues, esforcémonos por conocer al Señor.
Su salida es tan cierta como la aurora,
Y Él vendrá a nosotros como la lluvia,
Como la lluvia de primavera que riega la tierra».
Como Iglesia (como el Cuerpo de Cristo a lo largo de todo el mundo) es fundamental que reconozcamos a Jesús como el Esposo, y que entendamos que en el papel de Esposa, la Iglesia está llamada a participar de el romance entre el Novio y la Novia. El matrimonio Celestial no es sólo un trámite, no es sólo un cumplimiento legal de un Pacto: es el deleite de Jesús, la consumación de un proceso de enamoramiento, de esfuerzo, de entrega, que le costó su sangre y vida a Jesucristo, y que es el objetivo directo del Espíritu Santo. Al entender esto, podemos reconocer que la canonicidad del Cantar de los cantares tiene sentido, porque nos dota del lenguaje correcto para enamorarnos, no solo en lo terrenal sino en lo Espiritual. Como un par de novios que se escapan para encontrarse, que se buscan y que piensan todo el día uno en el otro, como un par de novios que aprovechan todo el tiempo disponible para estar juntos, para alejarse, para contemplarse y sentirse cerca, como un par de novios que no pueden esperar más para la noche de bodas y sin embargo tienen que esperar porque ella todavía no está lista, porque debe ataviarse de lino fino y ser mudada.
La novia debe prepararse para la boda. La responsabilidad del novio es ir a moradas de Su Padre para preparar la casa en donde vivirá con la novia y supervisar que el banquete se prepare; la responsabilidad de la novia es prepararse, dejarse lavar con la Palabra, ser cambiada y embellecida. El Espíritu Santo, Su ayudador, está al pendiente de que eso suceda. Y mientras sucede, la novia tiene la posibilidad de hablarle al novio, de expresarle sus sentimientos, sus deseos, la expectación que tiene de encontrarse con el novio: eso es nuestra adoración, las palabras que la Novia sabe que le gustan al Novio, los elogios que tiene sólo para él, el perfume agradable que sabe que el Novio disfruta.
2Co 3:16-18
Pero cuando alguien se vuelve al Señor, el velo es quitado.
Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad.
Pero todos nosotros, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu.
Y mientras adoramos a Dios, Él opera en nosotros; mientras nos dedicamos a cantar su naturaleza y a reconocer su Gloria, la hermosura de Su santidad nos transforma, nos atavía para presentarnos delante de Cristo. Mientras declaramos quién es Él, mientras lo agradamos con cantos que declaran su belleza y hermosura, Él también declara sobre nosotros, sobre Su Iglesia, quiénes somos para Él, apartados, llamados, valiosos y suyos. Así como cuando amamos y somos amados, nuestra autoestima crece porque escuchamos cómo nos ve la otra persona (quien nos da valor y nos refiere con palabras de amor ese valor que tal vez nosotros no podemos ver) así salimos transformados por amar y por ser amados por Cristo.
Por eso es importante proporcionar el espacio y el tiempo suficientes para que todos como Iglesia participemos de esta adoración. Ya habrá tiempo para ponernos de acuerdo sobre los detalles de la boda, lo que falta por hacer, las necesidades que tenemos. Ya habrá tiempo para ser lavados por la Palabra. Pero una iglesia preocupada sólo por sus asuntos, por sus necesidades, por lo que le falta, por lo que le duele, es una Novia centrada en sí misma. No conozco ningún novio que desee que le falte nada a su novia, y definitivamente Jesús no es un Novio que no atienda las necesidades de su futura Esposa, pero, siendo muy honestos: si pudieramos escoger entre recibir quejas, reclamos y solicitudes de cosas que necesitamos, o recibir halagos y palabras bonitas, qué preferiríamos?
Más allá de todas las implicaciones espirituales que conlleva el concepto de la Iglesia como Novia, hay un aspecto determinante, que nunca habría sido posible en el antiguo Pacto, pero que hoy, gracias al Sacrificio de Jesús, es un hecho y un derecho de la Iglesia: la Santidad misma de Dios, que hacía que cualquiera que se acercara tan siquiera un poquito a Dios pereciera en el intento, es ahora parte de nuestra naturaleza, de nuestra identidad con Cristo (Ef 4:22-24
que en cuanto a la anterior manera de vivir, ustedes se despojen del viejo hombre, que se corrompe según los deseos engañosos,
y que sean renovados en el espíritu de su mente,
y se vistan del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad.
Busquen la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.
Mientras en el Antiguo Testamento nadie podía entrar al Lugar Santísimo y estar en la presencia de Dios, nosotros podemos acercarnos directamente al trono de la Gracia, Heb 4:16
Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna.
nos hizo sentarnos en los lugares celestiales con Cristo Jesús (Ef 2:5-6
aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia ustedes han sido salvados),
y con Él nos resucitó y con Él nos sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús,
Como la Novia de Cristo y Su futura Esposa, estamos destinados a la intimidad con Jesús, al matrimonio eterno.
Es probable que usted no esté acostumbrado a pensar a Dios de esta manera, precisamente porque no sabemos qué hacer con la analogía, con la idea de que Dios está esperando casarse con nosotros como Iglesia, tal vez porque nos da miedo la idea de intimidad, porque no nos lo han enseñado o porque hasta nos parece raro que, como hombres, hablemos y cantemos sobre la hermosura de otro hombre, el más hermoso de los hijos de los Hombres, así que la Biblia tiene algunos pasajes que nos pueden dotar de las palabras para expresar la adoración de Cristo, como:
Cantar de los cantares, el cual es de Salomón.
¡Oh, si él me besara con besos de su boca!
Porque mejores son tus amores que el vino.
A más del olor de tus suaves ungüentos,
Tu nombre es como ungüento derramado;
Por eso las doncellas te aman.
Atráeme; en pos de ti correremos.
El rey me ha metido en sus cámaras;
Nos gozaremos y alegraremos en ti;
Nos acordaremos de tus amores más que del vino;
Con razón te aman.
Hazme saber, oh tú a quien ama mi alma,
Dónde apacientas, dónde sesteas al mediodía;
Pues ¿por qué había de estar yo como errante
Junto a los rebaños de tus compañeros?
¡La voz de mi amado! He aquí él viene
Saltando sobre los montes,
Brincando sobre los collados.
Mi amado es semejante al corzo,
O al cervatillo.
Helo aquí, está tras nuestra pared,
Mirando por las ventanas,
Atisbando por las celosías.
Mi amado habló, y me dijo:
Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven.
Porque he aquí ha pasado el invierno,
Se ha mudado, la lluvia se fue;
Se han mostrado las flores en la tierra,
El tiempo de la canción ha venido,
Y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola.
La higuera ha echado sus higos,
Y las vides en cierne dieron olor;
Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven.
Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados parajes,
Muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz;
Porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto.
Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas;
Porque nuestras viñas están en cierne.
Mi amado es mío, y yo suya;
El apacienta entre lirios.
Hasta que apunte el día, y huyan las sombras,
Vuélvete, amado mío; sé semejante al corzo, o como el cervatillo
Sobre los montes de Beter.
Yo vine a mi huerto, oh hermana, esposa mía;
He recogido mi mirra y mis aromas;
He comido mi panal y mi miel,
Mi vino y mi leche he bebido.
Comed, amigos; bebed en abundancia, oh amados.
Yo dormía, pero mi corazón velaba.
Es la voz de mi amado que llama:
Abreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía,
Porque mi cabeza está llena de rocío,
Mis cabellos de las gotas de la noche.
Me he desnudado de mi ropa; ¿cómo me he de vestir?
He lavado mis pies; ¿cómo los he de ensuciar?
Mi amado metió su mano por la ventanilla,
Y mi corazón se conmovió dentro de mí.
Yo me levanté para abrir a mi amado,
Y mis manos gotearon mirra,
Y mis dedos mirra, que corría
Sobre la manecilla del cerrojo.
Abrí yo a mi amado;
Pero mi amado se había ido, había ya pasado;
Y tras su hablar salió mi alma.
Lo busqué, y no lo hallé;
Lo llamé, y no me respondió.
Me hallaron los guardas que rondan la ciudad;
Me golpearon, me hirieron;
Me quitaron mi manto de encima los guardas de los muros.
Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, si halláis a mi amado,
Que le hagáis saber que estoy enferma de amor.
¿Qué es tu amado más que otro amado,
Oh la más hermosa de todas las mujeres?
¿Qué es tu amado más que otro amado,
Que así nos conjuras?
Mi amado es blanco y rubio,
Señalado entre diez mil.
Su cabeza como oro finísimo;
Sus cabellos crespos, negros como el cuervo.
Sus ojos, como palomas junto a los arroyos de las aguas,
Que se lavan con leche, y a la perfección colocados.
Sus mejillas, como una era de especias aromáticas, como fragantes flores;
Sus labios, como lirios que destilan mirra fragante.
Sus manos, como anillos de oro engastados de jacintos;
Su cuerpo, como claro marfil cubierto de zafiros.
Sus piernas, como columnas de mármol fundadas sobre basas de oro fino;
Su aspecto como el Líbano, escogido como los cedros.
Su paladar, dulcísimo, y todo él codiciable.
Tal es mi amado, tal es mi amigo,
Oh doncellas de Jerusalén.
Rebosa en mi corazón un tema bueno;
Al Rey dirijo mis versos;
Mi lengua es como pluma de escribiente muy ligero.
Eres el más hermoso de los hijos de los hombres;
La gracia se derrama en Tus labios;
Por tanto, Dios te ha bendecido para siempre.
Prepara Tu espada sobre el muslo, oh valiente,
En Tu esplendor y Tu majestad.
En Tu majestad cabalga en triunfo,
Por la causa de la verdad, de la humildad y de la justicia;
Que Tu diestra te enseñe cosas tremendas.
Tus flechas son agudas;
Los pueblos caen debajo de Ti;
En el corazón de los enemigos del rey están Tus flechas.
Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre;
Cetro de equidad es el cetro de Tu reino.
Has amado la justicia y aborrecido la iniquidad;
Por tanto Dios, Tu Dios, te ha ungido
Con óleo de alegría más que a Tus compañeros.
Todas Tus vestiduras están perfumadas con mirra, áloe y casia;
Desde palacios de marfil te han alegrado con instrumentos de cuerda.
Hijas de reyes hay entre Tus damas nobles;
A Tu diestra, en oro de Ofir, está la reina.
Él es el resplandor de Su gloria y la expresión exacta de Su naturaleza, y sostiene todas las cosas por la palabra de Su poder. Después de llevar a cabo la purificación de los pecados, el Hijo se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,
en quien tenemos redención: el perdón de los pecados.
Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación.
Porque en Él fueron creadas todas las cosas, tanto en los cielos como en la tierra, visibles e invisibles; ya sean tronos o dominios o poderes o autoridades; todo ha sido creado por medio de Él y para Él.
Y Él es antes de todas las cosas, y en Él todas las cosas permanecen.
Él es también la cabeza del cuerpo que es la iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, a fin de que Él tenga en todo la primacía.
Porque agradó al Padre que en Él habitara toda la plenitud,
En la mano derecha de Aquel que estaba sentado en el trono vi un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos.
Vi también a un ángel poderoso que anunciaba a gran voz: «¿Quién es digno de abrir el libro y de desatar sus sellos?».
Y nadie, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro ni mirar su contenido.
Yo lloraba mucho, porque nadie había sido hallado digno de abrir el libro ni de mirar su contenido.
Entonces uno de los ancianos me dijo*: «No llores; mira, el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido para abrir el libro y sus siete sellos»
Miré, y vi entre el trono (con los cuatro seres vivientes) y los ancianos, a un Cordero, de pie, como inmolado, que tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios enviados por toda la tierra.
El vino y tomó el libro de la mano derecha de Aquel que estaba sentado en el trono.
Cuando tomó el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero. Cada uno tenía un arpa y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos.
Y cantaban* un cántico nuevo, diciendo:
«Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque Tú fuiste inmolado, y con Tu sangre compraste para Dios a gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación.
Y los has hecho un reino y sacerdotes para nuestro Dios; y reinarán sobre la tierra».
Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono y de los seres vivientes y de los ancianos. El número de ellos era miríadas de miríadas, y millares de millares,
que decían a gran voz:
«El Cordero que fue inmolado es digno de recibir el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la alabanza».
Y oí decir a toda cosa creada que está en el cielo, sobre la tierra, debajo de la tierra y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay:
«Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el dominio por los siglos de los siglos».