La oración de Daniel
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· 106 viewsEl modelo de la oración de Daniel es un ejemplo para nosotros.
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La oración de Daniel
La oración de Daniel
Daniel 9:1–5
1 En el año primero de Darío hijo de Asuero, de la nación de los medos, que vino a ser rey sobre el reino de los caldeos, 2 en el año primero de su reinado, yo Daniel miré atentamente en los libros el número de los años de que habló Jehová al profeta Jeremías, que habían de cumplirse las desolaciones de Jerusalén en setenta años.
3 Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza. 4 Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión diciendo: Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; 5 hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas.
Introducción
Introducción
La oración es el medio donde nos comunicamos con Dios, ofrecemos acciones de gracias, adoración, peticiones e intercesión.
La oración no consiste en repetir palabras aprendidas o declaraciones mágicas.
Consiste en expresar con sinceridad lo que hay en el corazón, confiando en que Dios nos escucha. Hebreos 11:6 “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.”
Sin embargo, podemos tomar el modelo de personas piadosas y sinceras para expresar nuestras oraciones, pero principalmente imitar su piedad y sinceridad.
El pecado de Judá
El pecado de Judá
Judá fue llevado cautivo por su pecado por Nabucodonosor rey de los caldeos, desde los tiempos de los jueces Israel se rebeló contra su Dios. Dios envió jueces y profetas para rescatarlos y exhortarles a volverse a Él, por un tiempo lo hacían mientras los liberaba de sus enemigos, pero una vez liberados se apartaban de su Dios.
Esta situación duro por casi mil años, hasta que los pecados de Israel y Judá colmaron la paciencia de Dios. Por eso Dios cumplió su Palabra.
Levítico 26:32-33 “Asolaré también la tierra, y se pasmarán por ello vuestros enemigos que en ella moren; y a vosotros os esparciré entre las naciones, y desenvainaré espada en pos de vosotros; y vuestra tierra estará asolada, y desiertas vuestras ciudades.”
Esta Palabra se cumplió, Israel y Judá fueron llevados cautivos por su rebelión, pero aun así Dios tuvo misericordia de ellos y prometió regresarlos a su tierra.
Conocimiento de la Palabra
Conocimiento de la Palabra
Daniel, quien amaba a su nación, estando en la cautividad escudriñaba fervientemente la Palabra de Dios y allí se enteró por la profecía de Jeremías que la cautividad duraría 70 años.
Jeremías 29:10-12 “Porque así dijo Jehová: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar. Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré;”
Según los cálculos de Daniel, el periodo de 70 años estaba a punto de cumplirse. Por lo tanto se dispuso a clamar a Dios.
Es por el conocimiento de la Palabra que se nos rebela nuestra condición de pecado y de las promesas de Dios.
Así como la Biblia inspiró a Daniel a orar, así también debe ser para nosotros.
Intercesión
Intercesión
Daniel no fue indiferente a la promesa profética, no tomo la actitud de negligencia, creyendo con arrogancia de que Dios debía cumplir su promesa, no se puso a reclamar o decretar, se humilló.
Daniel 9:3 “Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza.”
Reconoció el pecado de su nación
Reconoció el pecado de su nación
Daniel era hombre justo, pero siendo judío reconocía los pecados de su nación. Por lo tanto, antes de reclamar la promesa, pidió perdón por los pecados de su nación.
Daniel 9:4-5 “Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión diciendo: Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas.”
Muchos cristianos están tan enfocados en hacer oraciones personales que olvidan interceder por su tierra, por su nación. Debemos entender que cuando clamamos por el bienestar de nuestra nación, estamos clamando por el bienestar propio.
Eso fue lo que Jeremías les enseñó a los deportados.
Jeremías 29:7 “Y procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella a Jehová; porque en su paz tendréis vosotros paz.”
Petición
Petición
Luego de humillarse y pedir perdón por los pecados de su nación, entonces Daniel presenta su petición a favor de Judá.
Daniel 9:18-19 “Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestras desolaciones, y la ciudad sobre la cual es invocado tu nombre; porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias. Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo.”
Daniel clama por misericordia, apelando al amor de Dios y no a la justicia de Israel.
Con esto está reconociendo que no son dignos de recibir ese favor aun cuando Dios lo había prometido. Por eso dice: “...hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, ...”
Conclusión
Conclusión
Falsos maestros de la Palabra han corrompido la oración de intercesión con métodos arrogantes que pretenden exigirle a Dios que responda sus oraciones y cumpla sus promesas a favor de ellos.
Aun cuando Dios ha dejado muchas promesas en su Palabra, y de seguro las cumplirá, debemos venir a Él presentando nuestras peticiones con humildad, considerando la justicia de Dios y no la nuestra.
Salmos 138:6 “Porque Jehová es excelso, y atiende al humilde, Mas al altivo mira de lejos.”
Si tomamos esta actitud de depositar nuestra confianza en Dios, creyendo que Él obrará a nuestro favor según su voluntad y no nuestro capricho, de seguro recibiremos las promesas de Dios.