Una de las tácticas favoritas para justificar la falta de perdón es culpar a los demás.
Es muy fácil acostumbrarnos al ambiente antinatural de auto-justificación y auto-conmiseración.
Las heridas del pasado pueden estar enterradas, pero todavía están vivas. Y porque no han sido tratadas a la manera de Dios, es increíble ver que nos convertimos en y somos iguales al ofensor (pero estamos cegados ante esa realidad).
No perdonar al ofensor es una ofensa contra Dios, lo cual nos convierte también en ¡un ofensor ante Dios! La Biblia nos dice que debemos confesar y renunciar a este pecado.…