Vacío

¿De qué manera Cristo les concierne?

Si consideramos las necesidades presentes y eternas del ser humano, vemos que las palabras de Jesús muestran su relevancia para la gente de nuestro siglo.

Una necesidad básica es llenar el vacío espiritual, encontrar una respuesta a ese vacío interno que acosa a tantas personas hoy día.

La gente suele sumergirse y perderse en un mar de actividades y estímulos externos. Si se separan de esos estímulos y se encuentran solos con sus pensamientos, se sienten aburridos, ansiosos o deprimidos.

Notan en su interior el dolor del vacío y no logran evitarlo.

Se dan cuenta de que carecen de recursos para afrontar las pruebas de la vida, que sólo cuentan con muletillas externas.

Y nada externo puede producir una satisfacción duradera. La satisfacción plena debe surgir de dentro, de nuestro interior.

El Señor Jesucristo dijo en Juan 6:35: “Yo soy el pan de vida. El que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que cree en mí, no tendrá sed jamás.”

Algo extraordinario sucede cuando nos relacionamos personalmente con Jesucristo. Él entra a nuestro ser interior y llena nuestros vacíos espirituales como nadie más puede hacer.

Dado que Él vive dentro de nosotros mediante la presencia del Espíritu Santo, podemos tener plena satisfacción.

Algo que debe quedar claro en nosotros es que: somos criaturas que dependemos de nuestro Creador para alcanzar la plenitud y la satisfacción.

Para lograr vivir plenamente como lo quiso nuestro Hacedor, Él debe ocupar el lugar central en nuestras vidas.

Al igual que nuestro Señor, tenemos una comida que otros no tienen, es decir, hacer la voluntad de nuestro Padre celestial (Juan 4:32). Mediante el Señor Jesucristo, nos alimentamos de los recursos que llevamos dentro. Disfrutamos de las cosas externas, pero no dependemos de ellas.

Jesucristo es lo que mucha gente intenta alcanzar. Él es quien llenará su vacío doloroso y les libertará de sus falsas dependencias.

Vida sin propósito.

Otra necesidad importante es la falta de propósito y de dirección que caracteriza a nuestra generación.

Muchos se me acercan después de una predica y me dicen: “Me has descrito perfectamente. Dicen que no saben porque están donde están.

Ante esta necesidad, el Señor Jesucristo dice: “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.” (Juan 8:12)

Cuando seguimos al Señor, descubrimos un propósito y una dirección para nuestra vida, porque vivimos a la luz de Dios mismo y de su voluntad hacia nosotros.

Ya no tropezamos en la oscuridad de la confusión. ¿Alguna vez has tanteado en una habitación oscura buscando el interruptor de la luz?

Él nos saca de la confusión y la inseguridad a su luz. Vemos nuestra vida en el contexto de la voluntad de Dios y sus propósitos para la historia. Y esa visión nos brinda sentido, dirección y propósito.

Nuestras vidas tienen importancia, sentido y objetivo, no sólo para esta vida, sino para la eternidad.

¡Piénsalo! Muchas personas tienen algún propósito en su vida en este momento. Pero la mayoría de estos propósitos son efímeros.

Hoy día, vemos a tanta gente que no sabe de qué se trata la vida… Andan en la oscuridad, sin Cristo, sin rumbo, como un barco sin timón. El Señor Jesús es quien satisface nuestra necesidad de dirección y le da un propósito a nuestra vida.

Solo Cristo da sentido a nuestra vida!