Tema: La Blafemia contra el Espiritu Santo
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Tema La Blafemia contra el Espiritu Santo
Introduccion: Sabemos por la Palabra de Dios y por el Espíritu Santo, que estamos viviendo tiempos finales y es en esta fase final, que el enemigo se está levantando para confundir al pueblo de Dios, a fin que se queden a la gran Tribulación.
Se puede blasfemar de diferentes formas y en contra de varias cosas, tales como: de Dios ( Ap. 16:11), de la Palabra de Dios (Tit. 2:5), de la doctrina (1 Ti. 6:1), del camino a la Verdad (2 P. 2:2), de las potestades superiores (Jud . 8, Ap. 13:6) y toda blasfemia puede ser perdonada si la persona se arrepiente (Mr. 3:28, Lc. 12:10), pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada ni en este siglo, ni en el venidero, sino que la persona experimentará la condenación eterna.
Quien ha cometido este pecado, ha caído en un estado irreversible, con el corazón lleno de odio, rechazo y una actitud manifiesta en contra de la verdad y de Dios; de esta manera hace imposible el arrepentimiento y por consiguiente el perdón de Dios, pues el Espíritu Santo es el que produce el arrepentimiento en nosotros. De ahí surge la necesidad, de estar apercibidos en qué consiste la blasfemia contra el Espíritu Santo, para no ser engañados, ya que algunas personas temen haber cometido este pecado y no saben qué hacer.
La palabra “blasfemia” se traduce del vocablo griego blasphemia que significa calumnia, detracción, discurso injurioso, reproche injurioso a la majestad divina y que habla mal. (Strong G988). A la luz de la palabra, blasfemar es maldecir el nombre de Dios (1 R. 21:10), hablar en contra de Dios o de lo sagrado (Hch. 6:13), es atribuirle a Satanás las obras que hace el Espíritu de Dios, cuando es evidente que es Dios el que está actuando (Mt. 12:24), es voltearse en contra del Espíritu Santo después de haberlo recibido (Hch. 6:4-8). La Ley Mosaica mandaba lapidar al que blasfemaba el nombre de su Dios o maldecía a su Dios (Lv. 24:15-16), que lo conocieron pero que se voltearon contra Él. Este pecado es un proceso de involución, en el cual es enojado, se apaga, contrista, miente, tienta, resiste y por último es blasfemado el Espíritu Santo, por quien fuimos sellados, guiados, consolados, redargüidos y santificados. En esta condición, el Espíritu se aparta y se vuelve enemigo del blasfemo (Is. 63:10), el cual está destinado a morir eternamente.
La Biblia narra el caso del rey Saúl, un hombre que comenzó a caer y que aún cuando Dios le dio oportunidad de arrepentirse, no lo hizo, endureció su corazón y calló en apostasía irreversible, porque la Biblia dice que, Dios apartó su Espíritu y su misericordia (2 S. 7:15). David comenzó en el proceso involutivo en el caso de Betzabé (2 S. 11:2-5), cuando no confesó su pecado, pero este si aprovechó la oportunidad de Dios para arrepentirse.
Para entender este proceso involutivo se estudiará cada uno de los pasos que llevan a cometer este terrible pecado.
ENOJAR AL ESPÍRITU SANTO. Is. 63:10. El pueblo que Dios había escogido como su pueblo y lo había llenado de esplendor, se rebeló en contra de Santo Espíritu, lo que provocó que Él se enojara contra ellos; a causa de ello se convirtió en su enemigo y en lugar de defenderlos, peleó contra ellos. La palabra “rebelaron” en este verso, es traducido del marah que significa ser contencioso, ser rebelde, ser terco, ser desobediente hacia sus padres o hacia Dios y provocar (Strong H4784). El profeta Jeremías expresa que el pueblo de Israel tiene un corazón terco y rebelde, por lo que se desviaron (Jer. 5:23). El tipo de enojo que el Espíritu Santo muestra se traduce del hebreo atsáb que significa afligir, disgustar, herir, molestar y entristecer (Strong H6087), que es el mismo disgusto que el Señor Dios sintió por haber creado al hombre (Gn. 6:6). La solución contra la rebeldía es reconocer que se tiene, arrepentirse y buscar el perdón de Dios (Sal. 51:1-3), convertirnos de los malos caminos para volvernos nuevamente a Dios (Os. 14:1-4).
APAGAR AL ESPÍRITU SANTO, 1 Ts. 5:19: La palabra “apagar” viene del griego sbénnumi que significa: extinguir, (literal o figurativamente) apagar fuego o cosas con fuego (Strong G4570). Bíblicamente el fuego representa al Espíritu Santo. Antiguamente las lámparas alumbraban a base de aceite, líquido que nos habla de la llenura del Espíritu Santo en nuestra vida. En el día de Pentecostés, el Espíritu descendió en forma de lenguas de fuego sobre los discípulos (Hch. 2:3). Era la primera llenura del Espíritu, y para mantenerla era necesario llenarse constantemente de Él.
En la parábola de las 10 vírgenes (Mt. 25:1-13) vemos que las 5 prudentes tenían una doble porción de aceite para sus lámparas mientras esperaban al novio, pero las imprudentes no tenían y se les apagaron. La Biblia nos dice que el espíritu del hombre es lámpara a Jehová, con la cual escudriña lo profundo de su ser (Pr. 20:27). Este es el segundo paso en la involución de un cristiano, donde se puede dar marcha atrás, reconociendo que no hemos dejado que el Espíritu Santo fluya en nosotros y ser responsables de mantener la llenura que nos fue dada el día que fuimos bautizados con el Espíritu Santo, la doble porción de aceite, a través de la búsqueda constante de Dios (Ef. 5:18).
CONTRISTAR AL ESPÍRITU SANTO, Ef. 4:30: La palabra “contristar” se traduce del griego lupéo que significa: afligir, estar triste, angustiar, causar tristeza, molestia y dolor (Strong G3076). Se causa dolor al Espíritu cuando en vez de crecer en el proceso de regeneración y despojarnos del viejo hombre, se comienza a vivir conforme al mundo y sus deseos engañosos. Este paso está relacionado con el trato hacia nuestros hermanos en Cristo (Ef. 4:22-31), recordando que nuestra comunión dentro del pueblo de Dios, debe ser por medio del amor, el cual cubre multitud de faltas (1 P. 4:8). Algunas acciones que causan aflicción al Espíritu Santo son:
La mentira, Ef. 4:25. Dios nos manda a dejar a un lado la falsedad y que hablemos con la verdad a nuestro prójimo. Mentira (Ro. 9:1) se traduce del griego pseudomai que significa engañar mediante mentiras, una falsedad (Strong G5574). La mentira hacia el prójimo es una contaminación a nuestra alma que nos prepara al siguiente paso que es mentirle a Dios (Gn. 4:9).
Palabras corruptas, 1 Co. 15:33: Son las palabras obscenas, pervertidas o bien que seducen o irritan; pero usar un lenguaje corrompido no son solamente palabras obscenas, sino que también toda palabra que no edifique al oyente. La Biblia nos exhorta que nuestro hablar debe ser sazonado con sal, que es figura de santidad, ya que seremos juzgados por toda palabra ociosa que salga de nuestra boca (Mt. 12:36).
Maldecir. Pr. 12:18: Proverbios nos indica que hay hombres y mujeres cuyas palabras (maldiciones), son como golpes de espada, que hieren a sus semejantes. Es así como las palabras que una autoridad diga a alguien, pueden ser de bendición o de maldición, pudiendo crear un conflicto de crecimiento espiritual (Stg. 3:6).
Este es el tercer paso, de donde aún se puede volver atrás, y para eso el Apóstol Pablo nos dice que debemos renovar nuestra mente, hablar con verdad y desechar la mentira, compartir con el que padece necesidad, desechar las palabras vanas de nuestra boca, sacar toda amargura, enojo, ira, gritos, maledicencia y malicia, sabiendo que el antídoto contra la amargura es el perdón (He. 12:15).
MENTIR AL ESPÍRITU SANTO, Hch. 5:3: La palabra “mentir” se traduce del griego pseudomai que significa: pronunciar una falsedad o intentar engañar mediante falsedad (Strong G5574). Se cae en esta condición como consecuencia de no despojarse de la mentira, permitiendo que Satanás llene el corazón concibiendo engaños tan grandes como el de mentirle al Espíritu Santo. Ananías quiso engañar a los hombres con el objeto de que creyeran que era espiritual y que era digno de ser admirado e imitado. Amó más la gloria de los hombres que la de Dios y olvidó que a Dios nadie lo engaña (Gá. 6:7). Su vista espiritual estaba oscurecida y jamás pensó que este pecado lo llevaría a la muerte.
TENTAR AL ESPÍRITU SANTO, Hechos 5:9: Tentar, del griego peirázo significa incitar, disciplinar, provocación, examinar (Strong G3985). La Biblia dice en el libro de Santiago que nosotros somos tentados cuando de nuestra propia concupiscencia somos arrastrados (Stg. 1:14). También indica que Dios no puede ser tentado porque El es Santo (Stg. 1:13).
Tentar a Dios es una ofensa grave. El diablo quería que el Señor tentara al Padre cuando le incitó a que se tirara del pináculo, pero la respuesta divina fue “escrito está: no tentarás al Señor tu Dios” (Mt. 4:7). También los fariseos tentaron al Señor con preguntas, pero el Señor siempre les contestó con sabiduría (Jn 7:45-46). Existen varias formas de tentar a Dios, por ejemplo, probarlo para ver si tiene poder para hacer algo, como en el caso de Israel cuando pidieron comida a su gusto (Sal. 78:18-20), también como el caso de los escribas y fariseos que demandaron señal (Mt. 12:38-39).
Este es el quinto paso en el proceso de involución, y entre los antídotos están: la fe, por medio de la cual creemos que Dios es poderoso, que es fiel; el amor a Dios con el cual permaneceremos fieles y en obediencia, utilizar la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios, como lo hizo el Señor en el desierto (Mt. 4:4); con la armadura de Dios (Ef. 6:13); velando y orando (Mt. 26:41).
RESISTIR AL ESPÍRITU SANTO, Hch. 7:51 La palabra “resistir” viene del griego Antipipto que significa oponerse y resistir (Strong G496). Las personas que resisten son las que no solo se oponen al Espíritu Santo sino que matan a los que anuncian las buenas nuevas de salvación, han caído en dureza de cerviz, incircuncisión de corazón y de oídos.
La dureza de cerviz nos habla de dureza para obedecer y servir. La figura la podemos ver en los bueyes que para recibir el yugo sobre su cerviz, primero los castran, para que se vuelvan mansos, figura de cambio de naturaleza y de dominar el área sexual. Luego les colocan el yugo y los aparean con un buey viejo, que ya aprendió a obedecer y a trabajar. El Señor dijo: Aprended de mi que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas (Mt. 11:29). A nosotros nos ponen el yugo compartido con el Señor, quien a causa del sufrimiento aprendió la obediencia. El yugo obliga a los dos bueyes a caminar en la misma dirección y eso es lo que Dios quiere que experimentemos pues desea enseñarnos a caminar correctamente en el camino de santidad. Cuando alguien endurece su cerviz, se está rebelando a caminar con Dios y comienza a caminar sus propios caminos.
La incircuncisión del corazón nos habla de que la carne aun no ha sido quitada, la persona vive una vida en la carne.
La in-circuncisión de oídos nos habla de incapacidad de tener fe pues la fe viene por el oír y también nos habla de oidores olvidadizos que nunca ponen por obra la Palabra. Recordemos que los que no tienen horadada la oreja, no permanecen en la casa de Dios pues solo los hijos permanecen para siempre (Jn. 8:35).
La única solución para regresar de este sexto paso de involución es arrepentirse, humillarse y someterse bajo la mano poderosa de Dios, para que tenga misericordia y nos provea de la oportunidad para dar marcha atrás.
BLASFEMAR CONTRA EL ESPÍRITU SANTO, Mr. 3:29: Este es el último paso del proceso de involución ya que cuando una persona llega a esta condición, ya no puede arrepentirse, pues ha caído en una apostasía irreversible, lo cual hace imposible que sea restaurado. Antes de llegar a esa terrible condición, Dios da oportunidades de arrepentimiento las cuales debemos aprovechar para que nuestro corazón no sea endurecido y entenebrecido. Tenemos el recurso de la ministración y la bendición de ser disciplinados para que seamos restaurados.
Conclusion: Pidámosle a Dios un corazón humilde que pueda reconocer siempre su condición y buscar ayuda a tiempo. Dios es Dios de oportunidades pero también se aparta cuando el cristiano se entrega a vivir desagradablemente delante de Dios. “Por tanto debemos prestar mucha mayor atención a lo que hemos oído, no sea que nos desviemos. Porque si la palabra hablada por medio de ángeles resultó ser inmutable, y toda trasgresión y desobediencia recibió una justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande?” (He. 2:1-3).