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DESCONSUELO :Dios mis porque me has desamparado
Tengo Sed
Todo esta cumplido
Padre en tus manos encomiendo mi espíritu
DESCONSUELO
DESCONSUELO
Matthew 27:46 (RVR60)
Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
Es una cita del Salmo 22:1
1Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?
DIOS NO PUEDE TOLERAR EL PECADO
Habakkuk 1:13 (RVR60)
Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio; ¿por qué ves a los menospreciadores, y callas cuando destruye el impío al más justo que él,
Jesús no murió como un mártir por una causa justa ni tan solo como un hombre inocente acusado y condenado erróneamente. Tampoco, según algunos sugieren, murió como un gesto heroico en contra de la inhumanidad del hombre hacia el hombre. El Padre pudo haber visto con agrado muertes tan desinteresadas como esas. Pero ya que Jesús murió como sacrificio sustituto por los pecados del mundo, el justo Padre celestial tenía que juzgarlo plenamente de acuerdo con ese pecado. El Padre desamparó al Hijo porque el Hijo llevó sobre sí
“nuestras rebeliones [y] nuestros pecados” (Is. 53:5).
Jesús “fue entregado por nuestras transgresiones” (Ro. 4:25)
y “murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras” (1 Co. 15:3).
Aquel “que no conoció pecado, por nosotros [se] hizo pecado” (2 Co. 5:21) y es más
se convirtió en maldición “por nosotros” (Gá. 3:13). “Llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero” (1 P. 2:24),
“padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos” (1 P. 3:18),
y se convirtió “en propiciación por nuestros pecados” (1 Jn. 4:10).
IDENTIFICACIÓN
IDENTIFICACIÓN
28 Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed.
Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed. Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca. Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu. (19:28–30)
Después de establecer con ternura el cuidado de su madre, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: “Tengo sed”. En su omnisciencia sabía que solo faltaba una profecía por cumplirse.
En El Salmo 69:21 David escribió: “Me pusieron además hiel por comida, y en mi sed me dieron a beber vinagre”
Nos pone cara a cara con Su sufrimiento humano; cuando Jesús estaba en la Cruz experimentó la agonía de la sed. Cuando Juan estaba escribiendo su evangelio, allá por el año 100 d.C., había surgido una cierta tendencia en el pensamiento filosófico y religioso que se llamaba el gnosticismo. Una de sus doctrinas básicas era que el espíritu es totalmente bueno, y la materia totalmente mala. De ahí se deducían ciertas conclusiones. Una era que Dios, que es Espíritu puro, no puede de ninguna manera asumir un cuerpo que es materia, y por tanto malo. Por tanto, los gnósticos enseñaban que Jesús no tenía un cuerpo de verdad, sino que sólo era un fantasma. Decían, por ejemplo, que cuando andaba no dejaba huellas en el suelo, porque era un espíritu puro en un cuerpo irreal.
De ahí pasaban a decir que Dios no podía sufrir; y, por tanto, Jesús no sufrió de veras, sino que pasó por la experiencia de la Cruz sin padecer ningún dolor. Cuando los gnósticos hablaban así creían que estaban honrando a Dios y a Jesús; pero lo que estaban haciendo era destruyendo la realidad de Jesús. Si Él había de redimir a la humanidad, tenía que hacerse humano. Tenía que hacerse como nosotros para hacernos como Él. Por eso Juan hace hincapié en el hecho de que Jesús sufrió la sed. Quería hacer ver que era verdaderamente humano
VICTORIA
VICTORIA
Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.
“Consumado es”
Pagado por completo
Habiendo recibido el vinagre, Jesús dijo: “Consumado es” (gr. tetelestai). En realidad, el Señor gritó estas palabras
(Mt. 27:50; Mr. 15:37).
50 Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.
37 Mas Jesús, dando una gran voz, expiró.
Fue un grito de triunfo; la proclamación de la victoria. La obra de la redención que el Padre le dio estaba completa:
había expiado el pecado (He. 9:12; 10:12),
12 y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.
12 pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios,
había derrotado a Satanás y lo dejó impotente (He. 2:14; cp. 1 P. 1:18–20; 1 Jn. 3:8).
14 Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo,
18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata,
19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación,
20 ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros,
8 El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.
Todas las exigencias de la ley de Dios se habían satisfecho, se había apaciguado la ira santa de Dios contra el pecado
(Ro. 3:25; He. 2:17; 1 Jn. 2:2; 4:10),
25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,
17 Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo.
2 Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.
10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.
todas las profecías se habían cumplido. La culminación de la obra de la redención por parte de Cristo significa que nada debe o puede añadírsele. La salvación no es el esfuerzo conjunto de Dios y el hombre, es completamente una obra de la gracia divina, apropiada solo por la fe (Ef. 2:8–9).
8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;
9 no por obras, para que nadie se gloríe.
SEGURIDAD
SEGURIDAD
“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”
Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró.
Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad. Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró. (23:44–46)
La comedia escenificada por hombres pecadores concluyó de forma abrupta y dramática cuando era como la hora sexta. Más bien se convirtió en una tragedia cuando Dios ocupó el centro del escenario durante las tres últimas horas de Cristo en la cruz. Su presencia en el Calvario a menudo se pasa por alto, pero es únicamente cuando Dios llegó que el Calvario se convirtió en el hecho salvador que resultó ser. La ira de Dios, derramada sobre su Hijo mientras Él llevaba el pecado, es de hecho la realidad principal del Calvario. Tal cosa ocurrió en las horas de tinieblas.
Cinco acontecimientos dramáticos caracterizaron esas tres últimas horas. El primero fueron las tinieblas mismas que comenzaron a la hora sexta (mediodía) y que cayeron sobre toda la tierra hasta la hora novena (3:00 de la tarde). De repente, al mediodía, cuando el sol estaba en su cenit una oscuridad total envolvió la escena.
Jesús murió con una oración en sus labios: «¡Padre, dejo mi espíritu en tus manos!». Es una cita del Salmo 31:5. Ese versículo era la oración que pronunciaba un niño judío al acostarse por la noche. Jesús hizo aún más tierna la oración confiada añadiéndole la palabra Padre. Aun en la cruz, la muerte era para Jesús como el quedarse dormido en los brazos de su Padre.
SABIA ADONDE IBA .. TENIA CONFIANZA EN SU DESTINO
LA SATISFACCION DE LA OBRA CUMLIDA