CORRIENDO HACIA LA TUMBA

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INTRODUCCIÓN

“Cristo ha resucitado, si verdaderamente ha resucitado”, ese era el saludo que históricamente realizaban los cristianos en época de Semana Santa.
Que gran verdad. Cristo ha resucitado! y ese es el fundamento del Cristianismo, de nuestra fe, de la Iglesia, de nuestra vida.
Hay un dicho popular que dice que todo tiene solución menos.... Pues, esta equivocado, porque la muerte tiene solución en Cristo, el que venció a la muerte el que esta por encima de la muerte.
1 Corintios 15:13–14 NVI
Si no hay resurrección, entonces ni siquiera Cristo ha resucitado. Y si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación no sirve para nada, como tampoco la fe de ustedes.
El viernes había tristeza, los discípulos estaban frustrados, desencajados, había desolación, dolor, incertidumbre, porque todo había terminado. ¿Todo ha terminado en serio? ¿Todo ha terminado en el monte calvario?
No. Porque al tercer día Cristo venció a la muerte y con ello todos aquellos que han puesto esperanza en Él estan unidos a su resurección
Romanos 6:5–6 NVI
En efecto, si hemos estado unidos con él en su muerte, sin duda también estaremos unidos con él en su resurrección. Sabemos que nuestra vieja naturaleza fue crucificada con él para que nuestro cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que ya no siguiéramos siendo esclavos del pecado;
Esa es la gran noticia, ese es el fundamento de nuestra fe, porque Cristo venció a la muerte, porque Él resucito, nosotros podemos tener Vida y parte con Él.
He titulado este mensaje corriendo hacia la tumba.
Juan 20:1–9 NVI
El primer día de la semana, muy de mañana, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que habían quitado la piedra que cubría la entrada. Así que fue corriendo a ver a Simón Pedro y al otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: —¡Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto! Pedro y el otro discípulo se dirigieron entonces al sepulcro. Ambos fueron corriendo, pero como el otro discípulo corría más aprisa que Pedro, llegó primero al sepulcro. Inclinándose, se asomó y vio allí las vendas, pero no entró. Tras él llegó Simón Pedro, y entró en el sepulcro. Vio allí las vendas y el sudario que había cubierto la cabeza de Jesús, aunque el sudario no estaba con las vendas sino enrollado en un lugar aparte. En ese momento entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; y vio y creyó. Hasta entonces no habían entendido la Escritura, que dice que Jesús tenía que resucitar.
Eugène Burnand fue un pintor suizo, cuyas creencias protestantes lo llevaron a pintar obras religiosas en las que puso su sello de realismo. Entre ellas, en el año 1898 pinta «Los discípu- los Pedro y Juan corriendo al sepulcro en la mañana de la resurrección». Esta obra está en la actualidad en una de las paredes del Musée d’Orsay, en París, localizado en la que fue una vieja estación de trenes a un costado del río Sena. Para algunos, esta es la mejor pintura acer- ca de la pascua jamás realizada. En esta pintura se aprecian los colores de los destellos de los primeros rayos del amanecer que están tiñendo las nubes de ese inolvidable domingo por la mañana. Pedro y Juan corren presurosamente hacia la tumba de Jesús; María Magdalena acaba de decirles que junto a otras mujeres fueron a la tumba para ungir su cuerpo con especias aro- máticas, pero que este ya no estaba allí (Juan 20).

1. Juan

Las palabras de María aún están retumbando en sus oídos. Sus rostros, llenos de mil emociones, y sus ac- titudes corporales nos revelan que no están seguros de poder creerlo. Juan, el más joven de los dos, el discípulo amado, apretuja nerviosamente sus manos; él, quien estuvo con Jesús en el momento de ser crucificado, fue el único de sus discípulos que permaneció a su lado hasta el final. Se lo ve frágil, con la imagen fresca de la muerte sangrienta y dolorosa de su maestro ron- dando sus pensamientos, como si apenas pudiera convencerse a sí mismo de que Cristo podría estar vivo nuevamente.

2. Pedro

A su lado está Pedro, quien fue quizás el más infiel de los discípulos, quien lo negó públicamente a Jesús en la noche más oscura de su vida. Se lo ve aterrorizado, agobiado, como si por varias noches no hubiese podido conciliar el sueño, avergonzado, pero con un atisbo de esperanza. No está seguro de poder creer lo que acaba de contar María Magdalena, pero con todas las fuerzas de su alma quiere ha- cerlo; lo desea y lo necesita más que nadie. Mientras corre hacia la tumba, lleva su mano sobre el pecho, sintiendo cómo en su corazón comienza a latir la luz de la esperanza de una nueva oportunidad; ese corazón, que minutos antes estaba abati- do, roto y tan muerto como su maestro el viernes anterior, parece cobrar vida otra vez. Los ojos de ambos contienen una mezcla de ansiedad y esperanza, como los ojos de un padre que es- pera las noticias de un nacimiento inminente. En medio de la incertidumbre surge la expectativa que produce una luz de esperanza.
Conclusión
Todos en algún momento o casi siempre hemos sido Juan y Pedro. Corriendo hacia Jesús en medio de nuestros miedos, ansiedades, dudas y vacios etc.
Corremos con el peso de la vergüenza de los errores cometidos en nuestros días oscuros, con el quebrantamiento que nos produce el desgaste de la lucha diaria y esperando con todas las fuerzas de nuestros corazones que Jesús esté vivo, y que todavía nos ame, nos reciba, nos perdone. Los sueños, las emociones, las visiones que habían sido destrozados, que se derrumbaron y cayeron en un olvido insoportable ese viernes negro, parecen ir ahora corriendo con desesperada anticipación hacia el encuentro de la vida.
Dios nos ama y nunca nos dejará ir. Afirmemos en nuestros corazones la realidad de que la muerte no es el final, porque si Jesús resucitó de los muertos, también nosotros lo haremos. A través de esta pintura, Burnand nos anima a meditar en los rostros de Juan y Pedro, y a través de ellos nos hace la invitación a descubrir por nosotros mismos la tumba vacía y por eso aquellos dos discipulos se convertiran en los cabecillas que transformaran su tiempo.
¿Cual es la evidencia de que alguien ha puesto su fe en Cristo?
Las vidas transformas, como fue posible que estos dos hombres sencillos y humildes se convirtieran en esos titanes de Fe. Como Fue que Un tal Saulo, que antes era perseguidor deje toda su posición y privilegios a morir por el objeto de su persecución.
Tuvo un encuentro con el resucitado y tú ¿A donde corres? ¿Donde esta tu puesta tú mirada? en las cosas de este mundo, en tu cuenta bancaria, en el trabajo que tienes, en las cosas de este mundo? o en aquella tumba vacía que grita Él ha resusitado, si verdaderamente ha resucitado.
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