¿Burlarnos o Invocar?
Semana Santa 2022 • Sermon • Submitted
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· 14 viewsReflexionar sobre la actitud que tenemos frente a la muerte.
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Handout
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HABLEMOS DE LA VIDA
HABLEMOS DE LA VIDA
Todos sabemos desde muy temprano que hemos de morir. Pero vivimos como si la muerte no fuera con nosotros. Nos parece natural que mueran los demás, incluso esos seres queridos cuya desaparición nos apenará profundamente. Pero nos cuesta «imaginar» que también nosotros moriremos. No negamos con nuestra cabeza que algún día lejano e incierto será así. El prestigioso psiquiatra Carlos Castilla del Pino dice que se trata de una singular «negación emocional» que nos permite vivir y proyectar el futuro como si, de hecho, no fuéramos a morir nunca.
Sin embargo, el desarrollo de la medicina moderna está provocando cada vez más situaciones de personas que se ven obligadas a vivir la experiencia de saber que, en un plazo más o menos breve, van a vivir su propia muerte. Cualquiera de nosotros puede sufrir hoy una intervención «a vida o muerte» o verse sometido a los tratamientos de una enfermedad terminal.
Las reacciones pueden ser diversas. Es normal que de pronto se despierte el miedo. La persona se siente «atrapada». Impotente ante un mal que puede acabar con su vida. Enseguida comienzan a brotar preguntas inquietantes:
Preguntas:
¿He de morir ya? ¿Cuándo y cómo será?
¿Qué sentiré en esos momentos? ¿Qué sucederá después?
¿Terminará todo en la muerte? ¿Será verdad que me encontraré con Dios?
¿Cómo enfrentaron la muerte de Jesús las personas que estuvieron con él?
ESCUCHEMOS A DIOS
ESCUCHEMOS A DIOS
BURLA
A. GOBERNANTES Y PUEBLO
35 Y el pueblo estaba mirando; y aun los gobernantes se burlaban de él, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios.
B. SOLDADOS
36 Los soldados también le escarnecían, acercándose y presentándole vinagre, 37 y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
C. MALHECHOR / BANDIDO
39 Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.
Desde una cierta distancia, las «autoridades» religiosas y el «pueblo» se burlan de Jesús haciendo «muecas»: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si es el Mesías». Los soldados de Pilato, al verlo sediento, le ofrecen un vino avinagrado, muy popular entre ellos, mientras se ríen de él: «Si tú eres rey de los judíos, sálvate a ti mismo». Lo mismo le dice uno de los delincuentes, crucificado junto a él: «¿No eres el Mesías? Pues sálvate a ti mismo».
2. INVOCAR
40 Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? 41 Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. 42 Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.
Antes que nada hemos de recordar que la muerte es el acontecimiento más trágico y brutal que nos espera a todos. Es inútil querer olvidarlo. La muerte está ahí, cada día más cerca. Una muerte absurda y oscura que nos impide ver en qué terminarán nuestros deseos, luchas y aspiraciones: ¿Ahí se acaba todo? ¿Comienza precisamente ahí la verdadera vida?
Nadie tiene datos científicos para decir nada con seguridad. El ateo cree que no hay nada después de la muerte, pero no tiene pruebas científicas. El creyente «cree» que nos espera una vida nueva, pero tampoco tiene prueba científica alguna.
La esperanza de los cristianos brota de la confianza total en el Dios de Jesucristo. Todo el mensaje y el contenido de la vida de Jesús, muerto violentamente por los hombres pero resucitado por Dios para la vida eterna, nos lleva a esta convicción: «La muerte no tiene la última palabra. Hay un Dios empeñado en que sus hijos e hijas conozcan la felicidad total por encima de todo, incluso por encima de la muerte. Podemos confiar en él.”
Ante la muerte, el creyente se siente indefenso y vulnerable como cualquier otro; como se sintió, por otra parte, el mismo Jesús. Pero hay algo que, desde el fondo de su ser, le invita a fiarse de Dios más allá de la muerte y a pronunciar las mismas palabras de Jesús: «Padre, en tus manos dejo mi vida». Este es el núcleo esencial de la fe cristiana: dejarnos amar por Dios hasta la vida eterna; abrirnos confiadamente al misterio de la muerte, esperándolo todo de su amor creador.
Esta es precisamente la oración del malhechor que crucifican junto a Jesús. En el momento de morir, aquel hombre no encuentra nada mejor que confiarse enteramente a Dios y a Cristo: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.» Y escucha esa promesa que tanto consuela al creyente: «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso».
El doctor Reil, eminente médico del pasado siglo, decía que «los enfermos incurables pierden la vida, pero no la esperanza». Este es el gran reto del incurable: no perder la esperanza. Pero, ¿esperanza en qué? ¿Esperanza en quién? Al profesor Laín Entralgo dijo sobre la esperanza lo siguiente: «esperanza genuina» que, según los estudios del médico de Heilderberg H. Plügge, habita a la persona ante la muerte, y que se da incluso en quien no profesa religión alguna. Una esperanza secreta que no se orienta hacia este mundo ni hacia las cosas de esta vida, sino que tiende hacia algo indeterminado y apunta a la vida como aspiración firme y segura del ser humano.
El incurable creyente confía todo este anhelo de vida en manos de Dios. Todo lo demás se hace secundario. No importan los errores pasados, la infidelidad o la vida mediocre. Ahora solo cuenta la bondad y la fuerza salvadora de Dios. Por eso, de su corazón brota una oración semejante a la del malhechor moribundo en la cruz: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Una oración que es invocación confiada, petición de perdón y, sobre todo, acto de fe viva en un Dios salvador.
RESPONDAMOS A DIOS
RESPONDAMOS A DIOS
Preguntas:
¿Cómo estoy enfrentando la vida?
¿De qué forma este pensamiento me ayuda a vivir?