¡Victoria! Jesús Resucitó

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Indudablemente, ese tercer día llegó y fue un día de victoria para todos, a pesar de que aquella cruz había marcado gran tristeza en los discípulos, aquella tumba quedaría vacía porque ¡Jesús Resucitó!

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El valor de la resurrección de Jesús es tan especial

La única obra de redención de la humanidad descansa sobre dos bases importantes, la muerte y resurrección de Jesús.
Como lo vimos el día viernes, Cristo murió por nuestros pecados, pero también resucitó para nuestra justificación Romanos 4:16-25, imaginémonos por un instante que solo hubiera muerto en la cruz, no habría caso alguno a nada de lo que hemos creído.
Romanos 4:16–25 RVR60
16 Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros 17 (como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen. 18 El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. 19 Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. 20 Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, 21 plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; 22 por lo cual también su fe le fue contada por justicia. 23 Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, 24 sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, 25 el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.

Aunque lo quisieron ocultar

Este evento particular, lamentablemente aunque lo presenciaron muchos, desde un principio se ha luchado para que quede oculto a los ojos del mundo, como el caso de la guardia que vió el momento en que la piedra fue removida de su lugar Mateo 28:11-15.
Mateo 28:11–15 RVR60
11 Mientras ellas iban, he aquí unos de la guardia fueron a la ciudad, y dieron aviso a los principales sacerdotes de todas las cosas que habían acontecido. 12 Y reunidos con los ancianos, y habido consejo, dieron mucho dinero a los soldados, 13 diciendo: Decid vosotros: Sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos. 14 Y si esto lo oyere el gobernador, nosotros le persuadiremos, y os pondremos a salvo. 15 Y ellos, tomando el dinero, hicieron como se les había instruido. Este dicho se ha divulgado entre los judíos hasta el día de hoy.
Ahora, esto ¿Por qué debería importarnos tanto? Muy sencillo, porque aún al día de hoy, hay conversaciones que aún dentro de la iglesia pueden hacer que tu fe se desvíe de la única dirección que debe tener.

Sin resurrección no hay vida eterna

La resurrección de Jesús significa la promesa de resurrección nuestra, su inmortalidad es esperanza de nuestra inmortalidad en Él.
La esperanza que tenemos de la resurrección y la vida eterna no es un tema del futuro del creyente sino una realidad presente. Porque en el momento en que Jesús resucitó, nos heredó las instrucciones para vivir el reino aquí en la tierra, siendo esa luz que Él fue en su tiempo.
1 Corintios 15:12–19 RVR60
12 Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? 13 Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. 14 Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. 15 Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. 16 Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; 17 y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. 18 Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. 19 Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres.

No te dejes engañar

Este día, estamos celebrando el acontecimiento que marcó el inicio de nuestra fe, que Jesús murió en la cruz, pagando el precio de nuestros pecados, y Dios le resucitó de los muertos, entonces, ahora todo el que cree en el nombre de Jesús es nacido de nuevo, con la esperanza de la vida eterna y ser ahora llamado hijo(a) de Dios.
Así como el Hijo, hoy somos hijos por creer en Jesús, el acto de amor más grande que la humanidad haya recibido. Por lo tanto, no te dejes engañar, y no dejes pasar de largo la bendición de tener presente la base de tu fe.
1 Corintios 15:32–33 TLA
32 En Éfeso luché con hombres que parecían fieras salvajes. Pero, si es verdad que los muertos no vuelven a vivir, entonces ¿qué gané con eso? Mejor hagamos lo que algunos dicen: «Comamos y bebamos, que mañana moriremos.» 33 ¡No se dejen engañar! Bien dice el dicho, que «Las malas amistades echan a perder las buenas costumbres.»

¡Victoria!

En el año 202 después de Cristo, vivió una mujer llamada Perpetua. Ella era de una familia rica de Roma, más a su vida había llegado el mensaje del Evangelio, y su vida ahora estaba destinada a creer en Jesús.
Con un bebé en brazos, eran tiempos complicados para la fe Cristiana (cuando no lo han sido), pero ella se las arreglaba para asistir a las reuniones a escondidas para saber más de la Palabra de Dios.
Una noche, sufrieron un complot de los soldados romanos, gracias a una persecución que autorizaría el emperador Séptimo Severo para dar una lección a los nuevos creyentes.
Dentro de los cuatro presos, se encontraba Perpetua y su bebé, Felicitas, el esposo de Felicitas y un joven creyente que temía por su vida.
La condena posteriormente sería dada, darían un espectáculo al pueblo romano, siendo devorados por las fieras. Más en sus constantes oraciones, recibirían de parte de Dios en sueños, el mensaje de lo que habrían de sufrir: ser mártires de la fe cristiana. En pocas palabras, Papá los estaba llamando a casa.
Cuando el día llegó, se les dió la oportunidad de negar su fe ofreciendo incienso a los ídolos romanos, pero ninguno de ellos cedería ante tal propuesta, y aquel día se les uniría al martirio su pastor, quien había recibido de Dios la instrucción de estar con ellos para fortalecerles.
La mañana antes del evento, el pastor de ellos les contaría un sueño que tuvo, donde dejarían sus cuerpos y se elevarían a los cielos acompañados por cuatro ángeles que les decían, vengan suban a adorar al Rey que vive por los siglos. Este sueño les alegró la vida, y el carcelero no lograba entender por qué estaban tan felices si iban a morir seguro ese día.
Aquella tarde, cinco creyentes darían un espectáculo tal, que la gente quedaría sorprendida por tal resistencia que presentarían estos cristianos, que en ningún momento dejaban de orar y cantar himnos dando gracias a Dios mientras eran embestidos por las diferentes fieras.
Cuando ya había pasado casi una hora del espectáculo y no los veían morir, el emperador da la orden para que darles el golpe de gracia. Perpetua, haría una señal, y el emperador detendría todo para escucharla negar a Jesús, pero las palabras de Perpetua serían: “No puedo presentarme ante mi Señor en estado de tristeza”, y segundos después, el coliseo quedaría en silencio y cinco valientes de la fe tendidos ante las miradas de los presentes.
Lucas 24:1–35 RVR60
1 El primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas. 2 Y hallaron removida la piedra del sepulcro; 3 y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. 4 Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes; 5 y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? 6 No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea, 7 diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día. 8 Entonces ellas se acordaron de sus palabras, 9 y volviendo del sepulcro, dieron nuevas de todas estas cosas a los once, y a todos los demás. 10 Eran María Magdalena, y Juana, y María madre de Jacobo, y las demás con ellas, quienes dijeron estas cosas a los apóstoles. 11 Mas a ellos les parecían locura las palabras de ellas, y no las creían. 12 Pero levantándose Pedro, corrió al sepulcro; y cuando miró dentro, vio los lienzos solos, y se fue a casa maravillándose de lo que había sucedido. 13 Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén. 14 E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido. 15 Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. 16 Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen. 17 Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes? 18 Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días? 19 Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; 20 y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron. 21 Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido. 22 Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro; 23 y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive. 24 Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron. 25 Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! 26 ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? 27 Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían. 28 Llegaron a la aldea adonde iban, y él hizo como que iba más lejos. 29 Mas ellos le obligaron a quedarse, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Entró, pues, a quedarse con ellos. 30 Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio. 31 Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista. 32 Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras? 33 Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos, 34 que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón. 35 Entonces ellos contaban las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan.
Hoy podemos alegrarnos y recordar que Jesús vive y reina para siempre. Y que nos ha dado un lugar en su reino, pero en lo que ese tiempo llega, no desvíes tu camino de las pisadas que el Señor dejó a su paso, para que vayamos por el mismo camino que Él caminó.
Aquel carcelero cambiaría su vida para siempre al tener en su prisión a Perpetua y sus amigos, porque con su ejemplo y esperanza de la vida eterna y la resurrección, en sus hechos le enseñaron que su fe no eran solo palabras, sino que de verdad creían en lo que decían, lo vivían aún en su condenación.
Vivamos en victoria, demos ejemplo de verdaderos creyentes, aquellos que con nuestro hablar y actuar, marcamos la vida de las personas que nos rodean, así como Cristo marcó nuestra vida con su vida, muerte y resurrección.
Gloria a Dios! Amén!
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