Instrucciones de Gálatas 6:1
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Gálatas 6.1 “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.”
1. se nos exhorta a tratar con mansedumbre y humildad a cualquier hermano que caiga por debilidad en algún pecado del que se consideraba preservado. El vocablo griego es paráptoma, caída, la cual puede ser inesperadaLa exhortación va dirigida a los que son espirituales, es decir a los creyentes que caminan por el espíritu, no por la carne.
Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta (1).
Aquí no se trata de descubrir el pecado en la vida de otra persona; más bien significa, si un hombre es sorprendido, agarrado de sorpresa por el pecado en él mismo. Dios no intenta que eso suceda
(A) El deber que tienen de restaurar al hermano a quien la tentación de caer le ha tomado por sorpresa Digamos que aquí tenemos a una persona que, sin haber planeado deliberadamente efectuar una mala obra o embarcarse en un rumbo extraviado, “es sorprendido en una transgresión”. Aun antes de darse cuenta total de la naturaleza éticamente reprensible o injuriosa del acto, ya lo ha cometido.
Fue “sorprendido”. Entonces se presenta la pregunta, ¿Cómo debe tratarse dicho caso? La respuesta es que los miembros de la iglesia que son más consistentes en seguir los impulsos del Espíritu deben, en un espíritu de dulzura o mansedumbre restaurar al que cometió la falta. La palabra restaurar significa arreglar, esto es, hacer que algo o alguien vuelva a su posición anterior de integridad o pureza
los que están viviendo por el Espíritu; tienen una responsabilidad decisiva. Ellos deben “restaurarle”, ayudar a tal persona a reparar el daño. El uso del tiempo presente indica que esta restauración es un proceso, más que un acto momentáneo. La restauración no puede siempre ser lograda, pero a nosotros nos toca intentarla.
(B) La forma en que esta corrección debe ser llevada a cabo: «Con espíritu de mansedumbre». La mansedumbre es fruto del Espíritu (5:23) y consecuencia necesaria de una genuina humildad. La corrección, pues, no debe hacerse con ira como quienes se sienten superiores ante la caída de un hermano con espíritu de mansedumbre. Esta actitud, que es una combinación de fuerza y de gentileza, no es necesitada en ningún otro lugar más que lo que es necesitada aquí; éste es el único espíritu que hace posible la restauración. El propósito es una recuperación saludable
(C) Una razón apropiada de la necesidad de ejercer con mansedumbre este ministerio: «considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado». El que hace la corrección ha de vigilarse a sí mismo, no debe perderse de vista a sí mismo, pues él mismo no está inmunizado contra las tentaciones y podría, en otra ocasión, hallarse en la misma situación en que se halla aquel a quien corrige. Esto mismo ha de inducirle, con mayor motivo, a conducirse con humildad y mansedumbre al corregir a otros. Es frecuente el caso de que quienes critican con dureza los pecados ajenos, suelen caer, sin tardar mucho, en los mismos pecados o en otros más graves. Al tratar de restaurar a la persona que haya caído, es una actitud saludable la de recordar: “Si no fuese por la gracia de Dios, así estaría yo.”
Conclusión
La rudeza o la jactancia no le queda bien a la persona que en cualquier momento pueda ser tentada también. En lugar de ser santurrón y arrogante, cada uno debe orar según lo que dice pasajes como Mt. 6:14; 26:41; Mr. 14:38; Lc. 22:40. La persona que piensa que está firme debe cuidar mucho más de sí mismo, no sea que caiga (1 Co. 10:12, 13).
Ningún cristiano debe pensar jamás que es totalmente independiente y que no necesita la ayuda de otros, y nadie debe pensar que ha sido excluido de la tarea de ayudar a otros. El cuerpo de Cristo, la Iglesia, funciona sólo cuando los miembros trabajan juntos por el bienestar común. ¿Conoce a alguien que necesita ayuda? ¿Hay algún hermano o hermana en Cristo que requiere corrección o ánimo? Humilde y gentilmente acérquese a esa persona (Juan 13.34, 35). AMEN