La Promesa del Espíritu Santo: Parte II, Pentecostés

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Recordemos la promesa de Jesús

Hechos de los Apóstoles 1:8 NVI
Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.
Esta fue la promesa que Jesús hizo a sus discípulos antes de partir, que ellos recibirían el Espíritu mismo de Dios, el cual los empoderaría para ser testigos de la resurrección en todo el mundo.
Hoy, vamos a descubrir cómo fue la llegada de esta promesa y su significado para nosotros.

Pentecostés = La fiesta de los primeros frutos

La fiesta de pentecostés, o primeros frutos (primicias) tenía lugar 50 días después de la pascua.
Entonces, esto sucedió 10 días después del ascenso de Jesús de regreso al Padre.
Pentecostés celebraba la cosecha temprana, la cual anunciaba un año de bendición y de buena cosecha.
En este caso, la iglesia de Jesucristo es inaugurada con el cumplimiento de la promesa, y el bautismo del Espíritu sobre unos pocos (los primeros frutos), anunciando lo que sería la gran cosecha que vendría pronto.
Leamos el relato del día de pentecostés y descubramos juntos algunos detalles sobresalientes.
Hechos de los Apóstoles 2:1–4 NVI
Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, vino del cielo un ruido como el de una violenta ráfaga de viento y llenó toda la casa donde estaban reunidos. Se les aparecieron entonces unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.
Los discípulos de Jesús permanecieron juntos en Jerusalén, así como Cristo se los había ordenado. Posiblemente se hallaban en el aposento alto o en la entrada el templo. Ambos lugares estaban muy cerca el uno del otro.
En el griego, los versículo 2 al 4 son una sola oración larga. La versión en español la separa con “puntos seguidos”, dando a entender que los sucesos fueron uno tras de otros; pero el texto griego relata más bien una serie de sucesos paralelos.

¿Cuáles fueron estos sucesos?

La casa fue llena por un fuerte y estruendoso viento. La palabra viento es la misma raíz que espíritu.
Aparecieron (literalmente se hicieron visibles) lenguas como de fuego, las cuales se distribuyeron sobre cada uno de ellos.
Y cada uno de ellos fue lleno del Espíritu Santo y cada uno comenzó a hablar en distintas lenguas según el Espíritu les daba la habilidad de hacerlo.
¡Imagina la escena que se vivió! Ruido, lenguas como de fuego sobre cada uno, y de repente un grupo de más o menos 120 personas hablando cada uno en un idioma diferente.
Pero, lo más importante que debemos notar aquí es lo siguiente: La escena descrita por Lucas hace eco de los relatos del Antiguo Testamento cuando la presencia de Dios llenó el tabernáculo y el templo. Además, hace eco de la promesa hecha por Dios en Ezequiel 37, de que un día Él llenaría nuevamente a su pueblo con su presencia.

Entonces, la llegada de pentecostés esta cargada de profundo significado:

Representa el cumplimiento de la promesa hecha por Jesús a sus discípulos antes de partir.
Representa la inauguración de la iglesia, los primeros frutos de la gran cosecha que vendría para el Reino de los cielos.
Representa la llegada de la presencia de Dios a inundar su templo, la iglesia, con su presencia.
Pero, eso no es todo, continuemos con la lectura.
Hechos de los Apóstoles 2:5–11 NVI
Estaban de visita en Jerusalén judíos piadosos, procedentes de todas las naciones de la tierra. Al oír aquel bullicio, se agolparon y quedaron todos pasmados porque cada uno los escuchaba hablar en su propio idioma. Desconcertados y maravillados, decían: «¿No son galileos todos estos que están hablando? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye hablar en su lengua materna? Partos, medos y elamitas; habitantes de Mesopotamia, de Judea y de Capadocia, del Ponto y de Asia, de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia cercanas a Cirene; visitantes llegados de Roma; judíos y prosélitos; cretenses y árabes: ¡todos por igual los oímos proclamar en nuestra propia lengua las maravillas de Dios!»
Lógicamente, el suceso descrito en los versículos anteriores llamó la atención de quienes estaban presentes por la zona.
¿Por qué había tanta gente? Pues porque esta era una época de peregrinaje, desde el domingo de palmas hasta pentecostés muchos judíos llegaban de diversos lugares del mundo a realizar un peregrinaje al templo con el objetivo de participar de las fiestas sagradas de los judíos.
¿Qué les llamó la atención? Esta gente venía de diversos lugares del mundo, y hablaban distintos idiomas, por ejemplo griego, árabe, arameo, etc. Los galileos no eran personas particularmente instruidas, especialmente aquellos que seguían a Jesús, en su mayoría hablaban solamente el arameo. Pero, de repente comenzaron a proclamar las maravillas de Dios en las lenguas/idiomas de ellos.
Al respecto de este hecho, Craig Keener nota que la llegada del Espíritu Santo marca el reverso del juicio de Babel.
El autor además afirma que: “Aunque estos son judíos, son cultural y lingüísticamente miembros de muchas naciones; por lo tanto, incluso desde el comienzo de la iglesia como una comunidad identificable, el Espíritu movió prolépticamente a la iglesia a una diversidad multicultural bajo el señorío de Cristo.”
Proléptico significa previniendo de antemano lo que llegaría a suceder en el futuro.

La confusión entre los presentes

Obviamente todo lo sucedido causó mucha confusión entre los cientos o miles de personas allí presentes.
Leamos la reacción de quienes observaron el suceso.
Hechos de los Apóstoles 2:12–13 NVI
Desconcertados y perplejos, se preguntaban: «¿Qué quiere decir esto?» Otros se burlaban y decían: «Lo que pasa es que están borrachos.»
Vemos dos tipos de reacciones entre las personas que estaban presentes:
Quienes estaban confundidos y querían realmente entender el significado de lo que estaba sucediendo.
Quienes se burlaban de los discípulos y los tildaban de borrachos.
Este tipo de reacciones siguen siendo comunes hoy entre quienes no conocen a Dios y observan a la iglesia desde afuera. Hay quienes desean saber más acerca de Dios y descubrir si es realmente verdad. También los hay que solamente se hacen la burla por medio de ataques y calumnias.
Ante esto, Pedro se levanta y procede a responder a los presentes.

La Respuesta de Pedro

Vamos a leer la respuesta de Pedro completa.
Pero, es necesario entender que este es un discurso demasiado rico en temas teológicos y en sus alusiones a las diversas promesas del Antiguo Testamento.
Sería imposible que hoy podamos desglosar en detalle toda la riqueza y profundidad de este discurso, eso tomaría un estudio de varias horas.
Simplemente nos vamos a enfocar en el tema que hoy nos atañe: La promesa del Espíritu Santo.
Con esto en mente, leamos
Hechos de los Apóstoles 2:14–40 NVI
Entonces Pedro, con los once, se puso de pie y dijo a voz en cuello: «Compatriotas judíos y todos ustedes que están en Jerusalén, déjenme explicarles lo que sucede; presten atención a lo que les voy a decir. Éstos no están borrachos, como suponen ustedes. ¡Apenas son las nueve de la mañana! En realidad lo que pasa es lo que anunció el profeta Joel: »“Sucederá que en los últimos días—dice Dios—, derramaré mi Espíritu sobre todo el género humano. Los hijos y las hijas de ustedes profetizarán, tendrán visiones los jóvenes y sueños los ancianos. En esos días derramaré mi Espíritu aun sobre mis siervos y mis siervas, y profetizarán. Arriba en el cielo y abajo en la tierra mostraré prodigios: sangre, fuego y nubes de humo. El sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre antes que llegue el día del Señor, día grande y esplendoroso. Y todo el que invoque el nombre del Señor será salvo.” »Pueblo de Israel, escuchen esto: Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante ustedes con milagros, señales y prodigios, los cuales realizó Dios entre ustedes por medio de él, como bien lo saben. Éste fue entregado según el determinado propósito y el previo conocimiento de Dios; y por medio de gente malvada, ustedes lo mataron, clavándolo en la cruz. Sin embargo, Dios lo resucitó, librándolo de las angustias de la muerte, porque era imposible que la muerte lo mantuviera bajo su dominio. En efecto, David dijo de él: »“Veía yo al Señor siempre delante de mí, porque él está a mi derecha para que no caiga. Por eso mi corazón se alegra, y canta con gozo mi lengua; mi cuerpo también vivirá en esperanza. No dejarás que mi vida termine en el sepulcro; no permitirás que tu santo sufra corrupción. Me has dado a conocer los caminos de la vida; me llenarás de alegría en tu presencia.” »Hermanos, permítanme hablarles con franqueza acerca del patriarca David, que murió y fue sepultado, y cuyo sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy. Era profeta y sabía que Dios le había prometido bajo juramento poner en el trono a uno de sus descendientes. Fue así como previó lo que iba a suceder. Refiriéndose a la resurrección del Mesías, afirmó que Dios no dejaría que su vida terminara en el sepulcro, ni que su fin fuera la corrupción. A este Jesús, Dios lo resucitó, y de ello todos nosotros somos testigos. Exaltado por el poder de Dios, y habiendo recibido del Padre el Espíritu Santo prometido, ha derramado esto que ustedes ahora ven y oyen. David no subió al cielo, y sin embargo declaró: »“Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.” »Por tanto, sépalo bien todo Israel que a este Jesús, a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías.» Cuando oyeron esto, todos se sintieron profundamente conmovidos y les dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: —Hermanos, ¿qué debemos hacer? —Arrepiéntase y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados—les contestó Pedro—, y recibirán el don del Espíritu Santo. En efecto, la promesa es para ustedes, para sus hijos y para todos los extranjeros, es decir, para todos aquellos a quienes el Señor nuestro Dios quiera llamar. Y con muchas otras razones les exhortaba insistentemente: —¡Sálvense de esta generación perversa!
Esta es la magnífica respuesta de Pedro a la multitud. En pocas palabras, Pedro procede a refutar a los calumniadores y a dar respuesta a los buscadores.
El argumento de Pedro en resumen es este: Lo que los profetas del Antiguo Testamento habían anunciado acerca de la salvación, es lo que hoy se está cumpliendo.
Jesús era realmente el Mesías/Cristo anunciado.
Su venida fue el cumplimiento de las profecías mesiánicas del AT.
Su muerte y resurrección son la salvación de la humanidad.
Ahora, la llegada del Espíritu Santo anuncia la inauguración de su reino, el inicio de “los últimos tiempos”, los cuales llegarán a su consumación tras su glorioso retorno.
Mientras esperamos ese retorno, tenemos la oportunidad de ser salvos de su juicio venidero por medio de aceptar su salvación hoy.

¿Qué función juegan las lenguas en todo esto?

Pedro cita al profeta Joel en el AT.
En esta cita, Joel anuncia el regreso del Espíritu de profecía sobre el pueblo de Dios, y no solamente sobre Israel, sino sobre toda la humanidad.
La llegada de las lenguas marca este suceso, el derramamiento del Espíritu de profecía sobre la humanidad.
Como afirma Craig Keener: “Las lenguas prueban que el Spíritu de profecía ha llegado, lo que prueba que la salvación ha llegado, lo que prueba que la era mesiánica ha llegado, y por lo tanto que el Mesías ha llegado”.
Entonces, las lenguas, junto a las otras señales que sucedieron ese día, descritas en los versículos 1 al 4, fueron la manera dramática y poderosa en la que Dios manifestó la nueva etapa de su plan divino.
Así como la presencia de Dios llenaba el jardín de Edén.
Así como llenó el tabernáculo de Moisés.
Así como llenó el templo de Salomón.
En pentecostés, la presencia de Dios llenó el nuevo templo de Dios, ya no un templo hecho por manos humanas, sino a las personas mismas, a la iglesia, el nuevo templo de Dios.
La llegada del Espíritu Santo en pentecostés anuncia la inauguración de la era final, de “los últimos tiempos”, del periodo en el que Dios ofrece salvación a la humanidad antes del regreso de Cristo para el juicio final.
Además, anuncia el regreso de la presencia manifiesta de Dios en medio de la humanidad, por medio del retorno del Espíritu de profecía, es decir del Espíritu que proclama la verdad de Dios a la humanidad.

¿Quién puede acceder a esta promesa?

En el AT la promesa era solamente para los israelitas.
Pero, ahora, la promesa se haría accesible a toda la humanidad.
Esto mismo es a lo que Pedro se refiere en Hechos 2:39
Hechos de los Apóstoles 2:39 NVI
En efecto, la promesa es para ustedes, para sus hijos y para todos los extranjeros, es decir, para todos aquellos a quienes el Señor nuestro Dios quiera llamar.
Dios había abierto las puertas de su reino para todo aquel que por la fe es llamado a formar parte de este reino.
¡Y esas puertas siguen abiertas hoy para todo aquel que desee entrar por ellas!
Es así que vemos más adelante en el libro de los Hechos cómo es que el mismo Espíritu Santo es derramado de la misma manera sobre los samaritanos y luego sobre los gentiles (en casa de Cornelio).
Así es que se cumple lo dicho por Cristo antes de partir, serán testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra.
Y esa promesa y misión siguen siendo vigentes para nosotros hoy.

Conclusión y aplicación

Hoy hemos hablado de la llegada de la promesa del Espíritu Santo y del significado de esta llegada.
Antes de concluir, veamos algunos puntos sobresalientes que vale la pena llevarnos a casa:
La llegada del Espíritu Santo marca el final de la era del Antiguo Pacto y da paso a la era del Nuevo Pacto.
La llegada del Espíritu Santo significa la irrupción de la presencia manifiesta de Dios en su nuevo templo, la iglesia.
La llegada del Espíritu Santo significa el inicio de “los últimos tiempos”.
La llegada del Espíritu Santo significa la inauguración del reinado del Mesías, Jesús, en anticipo al cumplimiento de ese reino en su regreso.
La llegada del Espíritu Santo significa la apertura del Reino de Dios para todo aquel que ingrese por la fe en Cristo.
La llegada del Espíritu Santo significa que los creyentes son bautizados por el Espíritu Santo y pueden ser siempre llenos por Él, y de esto es de lo que hablaremos la próxima semana.
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