Cristo autoridad de Dios

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1 Corintios 1:24 NVI
pero para los que Dios ha llamado, lo mismo judíos que gentiles, Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios.

PODER Y AUTORIDAD

En el Nuevo Testamento hay varias palabras griegas que se traducen como “poder”, “autoridad” o “potestad”.
Entre estas, hay dos que se destacan sobre las demás. La primera se relaciona con el poder o la capacidad para hacer algo;  y la segunda describe el poder o la autoridad delegada en una persona para que pueda desempeñar un puesto o cumplir una misión.

DUNAMIS

La primera palabra es “dynamis”. Si les parece conocida es porque es la raíz de varios vocablos castellanos, tales como “dinamo” y “dinamita”. Esta palabra, que aparece unas 118 veces en el Nuevo Testamento, describe la capacidad para hacer algo, es decir, para llevar a cabo una tarea, ya sea en el campo físico, político o espiritual.
Este tipo de poder proviene de una fuente. En este caso, la fuente del poder es el Dios todopoderoso, creador del cielo y de la tierra (Gn. 1-2).
Textos tales como Lucas 1:37 y Marcos 10:27 afirman que para Dios todo es posible. Y Dios muestra su poder haciendo milagros y prodigios en nuestro medio; como también demuestra su poder cuidando a su pueblo del mal.
Jesús es quien revela y nos da acceso al poder de Dios. Es el mediador entre Dios y la humanidad (1 Tim. 2:4) en cuyo nombre hay poder para salvación (Hch. 4:12).
De acuerdo a Lucas Jesús actuaba “en el poder del Espíritu”, lo que quiere decir que en él habitaba el poder de Dios. Recordemos que el Espíritu Santo es la plena manifestación de Dios en nuestros medios. Por lo tanto, actuar “en el poder del Espíritu” es actuar con el respaldo divino.
Lucas 4:14 NVI
Jesús regresó a Galilea en el poder del Espíritu, y se extendió su fama por toda aquella región.
De acuerdo a Romanos 15:13 y 19, las personas que hemos aceptado y creído el mensaje del Evangelio también podemos vivir “en el poder del Espíritu Santo”.
Romanos 15:13 NVI
Que el Dios de la esperanza los llene de toda alegría y paz a ustedes que creen en él, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo.
Romanos 15:19 RVR60
con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo.
Esto quiere decir que el creyente, en sí mismo, no tiene poder. Si tenemos alguna autoridad, es porque Dios nos da acceso a su poder.
Para decirlo con mayor claridad, los creyentes no podemos salvar, ni transformar ni sanar a nadie. Pero, Dios salva, Dios transforma y Dios sana.
Ustedes y yo podemos ser instrumentos o colaboradores de Dios en la misión de salvar a la humanidad perdida. Pero debe quedar claro que, como escribiera el Apóstol Pablo a los Corintios, la excelencia del poder es de Dios, no es nuestra.
2 Corintios 4:7 NVI
Pero tenemos este tesoro en vasijas de barro para que se vea que tan sublime poder viene de Dios y no de nosotros.

ESOUSÍA

La segunda palabra relacionada a la teología bíblica sobre el poder es “exousía”. Esta palabra se traduce comúnmente como “autoridad”, dado que se emplea para describir el poder que ha sido delegado a una persona en virtud del puesto que ocupa o de la misión que ha de desempeñar.
El vocablo griego “exousía” aparece en el Nuevo Testamento unas 108 veces. Al igual que ocurre con el vocablo anterior, se emplea principalmente para hablar de la autoridad de Jesús, en virtud de su rol como salvador de la humanidad y de su misión salvífica.
Una vez más, el Dios padre es la fuente de toda autoridad. Es el rey que ha de juzgar a vivos y a muertos. El Dios Creador tiene la autoridad para juzgar, para destruir y para reconstruir el orden creado.
Jesús predicaba que Dios se ha acercado a la humanidad para salvarla, para edificarla y para bendecirla. Jesús invitaba a la humanidad, pues, a colocarse bajo la autoridad del reino de Dios.
Los creyentes nos hemos sometido voluntariamente a la autoridad del Dios revelado por Jesús de Nazaret, lo que nos da acceso al poder del Espíritu Santo. Al aceptar el mensaje cristiano, aceptamos el señorío de Jesucristo sobre nuestras vidas. Esto nos permite pasar a formar parte del cuerpo de Cristo, cuerpo que comparte la misión del Hijo.
Esto se ve con toda claridad en 2 Corintios 5:17 al 20, que dicen: De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación: Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.
Una vez más, encontramos que Dios es quien delega en el creyente la autoridad espiritual necesaria para cumplir con la misión de anunciar las buenas nuevas de salvación.
Lucas 10:19 NTV
Miren, les he dado autoridad sobre todos los poderes del enemigo; pueden caminar entre serpientes y escorpiones y aplastarlos. Nada les hará daño.
En fin, cuando la Iglesia habla sobre la plenitud del poder del Espíritu Santo, está hablando de habilidad, de la capacidad y de la autoridad que Dios le da a su pueblo para vivir en su mundo y para colaborar en la misión de proclamar la buena noticia de la salvación.
Mateo 28:18–20 NVI
Jesús se acercó entonces a ellos y les dijo: —Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo.
Queda claro que el poder no es nuestro; el poder es de Dios. Pero, podemos acceder a ese poder por medio de la obra de Cristo, quien abrió un camino nuevo y vivo por medio de su sacrificio en la cruz.
Hebreos 10:20 NVI
por el camino nuevo y vivo que él nos ha abierto a través de la cortina, es decir, a través de su cuerpo;
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