LA CRUCIFIXIÓN DE JESÚS

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JUAN 19:17-27

Juan 19:17–27 LBLA
17 Tomaron, pues, a Jesús, y Él salió cargando su cruz al sitio llamado el Lugar de la Calavera, que en hebreo se dice Gólgota, 18 donde le crucificaron, y con Él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en medio. 19 Pilato también escribió un letrero y lo puso sobre la cruz. Y estaba escrito: JESÚS EL NAZARENO, EL REY DE LOS JUDÍOS. 20 Entonces muchos judíos leyeron esta inscripción, porque el lugar donde Jesús fue crucificado quedaba cerca de la ciudad; y estaba escrita en hebreo, en latín y en griego. 21 Por eso los principales sacerdotes de los judíos decían a Pilato: No escribas, «el Rey de los judíos»; sino que Él dijo: «Yo soy Rey de los judíos». 22 Pilato respondió: Lo que he escrito, he escrito. 23 Entonces los soldados, cuando crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos e hicieron cuatro partes, una parte para cada soldado. Y tomaron también la túnica; y la túnica era sin costura, tejida en una sola pieza. 24 Por tanto, se dijeron unos a otros: No la rompamos; sino echemos suertes sobre ella, para ver de quién será; para que se cumpliera la Escritura: Repartieron entre si mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes. 25 Por eso los soldados hicieron esto. Y junto a la cruz de Jesús estaban su madre, y la hermana de su madre, María, la mujer de Cleofas, y María Magdalena. 26 Y cuando Jesús vio a su madre, y al discípulo a quien Él amaba que estaba allí cerca, dijo* a su madre: ¡Mujer, he ahí tu hijo! 27 Después dijo* al discípulo: ¡He ahí tu madre! Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su propia casa.

Introducción

Cuando comparemos el relato de la crucifixión que nos proporciona Juan con el resto de los evangelios podemos llegar a pensar que el discípulo amado omite grandes detalles, que es simplista y que no tiene mucho que aportar a la perspectiva ofrecida por los sinópticos en cuanto a la crucifixión de nuestro Señor Jesús.
P.ej. Mateo nos relata que un hombre llamado Simón de Cirene fue obligado a llevar la cruz (Mat. 27:32), seguramente, los guardias temían que dada la condición física de Jesús no fuera a llegar al lugar donde sería crucificado. También nos indica que la humillación a la que fue expuesto fue brutal. Todos lo que pasaban por el lugar tenía algo malo que decir, meneaban la cabeza y proferían insultos contra el Hijo de Dios. Los alguaciles hacían lo mismo y aún los dos ladrones que estaban siendo crucificados (Mat. 27:39-44). Además, Mateo registra una serie de eventos milagrosos que rodearon la muerte de nuestro Señor, como el hecho de que desde la hora sexta hasta la novena hubo tinieblas sobre toda la tierra; que el velo del templo se rasgo en dos de arriba a abajo, que hubo un temblor que hasta las rocas se partieron, y la resurrección de algunos santos que luego se aparecieron a muchos en la santa ciudad (Mat. 27:45-53).
Por su parte, Lucas nos cuenta que mientras Jesús iba camino al Gólgota las mujeres lloraban y hacían lamento por él, a estas Jesús les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos. (Lc 23:28). Además, nos dice que estando en la cruz Jesús dijo unas palabras que debieron sacudir las conciencias de aquellos que le escucharon: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23:34). Además, nos indica que uno de los malhechores le injuriaba pero el otro fue salvado por Jesús en el mismo borde del infierno. Las tinieblas, y el velo rasgado también es relatado por el evangelista, pero a esto añade que un centurión que vio todo aquello dio gloria a Dios diciendo: “Verdaderamente este hombre era justo” (Lc 23:47) y junto a él la multitud que presenciaba este espectáculo “se volvían golpeándose el pecho” (Lc 23:48).
En cuanto al evangelio de Marcos vemos que se relata de manera resumida los mismo acontecimiento, con la ligera variación de que la declaración afirmativa del centurión fue más dramática: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”. (Mr 15:39).
Aunque Juan omite estos detalles, tiene sus razones: (1) Los otros evangelios ya habían sido escritos por lo tanto, su audiencia ya estaba bien enterada de los sucedido. (2) Una descripción demasiado gráfica de la cruz no era necesaria puesto que todos conocían bien en que consistía esta penosa ejecución. (3) El enfoque de Juan no es apelar a algún sentimiento de conmiseración y dolor, al contrario, a procurado durante toda su narrativa demostrar la majestad, la excelencia, y el control que el Señor ha tenido en cuanto a su muerte. Esta demostrando que efecto Jesús tiene el poder que dijo tener (Juan 10:18;18:6). La escena no es una escena de un solitario y débil maestro, sino la de un Conquistador Victorioso.
Entonces lo que tenemos frente a nosotros no es el reporte de un anciano con mente olvidadiza carente de recuerdos. Podemos estar seguros que el testimonio que Juan nos ofrece esta lleno de años de reflexión, meditación y aplicación a su propia vida. Juan guiado bajo la dirección del Espíritu Santo consideró convenientes contarnos estas cosas para que al ser conocidas creyéramos que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo en su nombre tengamos vida eterna (Jn. 20:31).

I. LA CRUCIFIXIÓN DE JESÚS

A. Jesús es crucificado

Lo primero que nos dice esta porción del pasaje es que Jesús salió desde el lugar de la sentencia cargando su cruz. Un viejo travesaño de madera conocido como (patibulum) que se colocaba sobre el reo para que este lo llevara por las calles y llamara a una procesión de curiosos que se escandalizarían y temerían. Y así como en el día de Expiación el Sumo sacerdote tomaba un macho cabrío, ponía sus dos manos sobre su cabeza y confesaba todos los pecados del pueblo para luego enviarlo al desierto, el Señor Jesús era enviado a las afueras de la ciudad a morir en su desierto. Con la diferencia de que este Arquetipo de cordero a su vez lleva la leña del sacrificio (La cruz) y es el Sumo Sacerdote que lo ofrecía.
Aunque su cruz en realidad era la de su pueblo Él se apropió de ella en un sentido redentor. Las palabras de Juan nos dan la idea de que Jesús fue el soporte físico y el alma afligida que llevaba el peso de aquel madero, la identificó como suya, la tomó sobre sí y la llevó hasta un lugar que quedaba a las afueras de la ciudad llamada el Lugar de la Calavera [gr. Κρανίον], que en hebreo se dice Gólgota. El nombre de este lugar puede responder a varias razones: (1) porque era un lugar donde acostumbraban a ejecutar criminales y los cráneos de muchos de ellos podían verse durante el recorrido, cosa que parece improbable por ser tierra judía; (2) porque siendo un lugar de ejecución, recibió ese nombre como un emblema de muerte y dolor; (3) porque el lugar se elevaba por encima del nivel de la ciudad y la cima pelada daba la forma de un cráneo, esto parece lo más razonable. Cualquiera que fuere la etimología del nombre, ahí fue donde crucificaron a Jesús.
Juan cuida que sea el Señor Jesús quien tenga toda nuestra atención, y es lo apropiado porque lo que está ocurriendo es el evento más importante desde la creación del universo y lo será más allá de su fin. El Hijo de Dios está ocupando el lugar del pecador, y con ello está redimiendo a un pueblo de todas las épocas y etnias para Sí. Por eso, aunque en un sentido es cierto que Jesús no es el único que está siendo crucificado, en otro sentido su crucifixión es vertebral y única en la historia de la humanidad y la que aporta valor y sentido a cualquier otro evento de la historia humana. Es decir, aunque Jesús no está solo en el calvario sino que dos hombres le acompañan, y aunque estos dos hombres como criaturas tienen valor y dignidad, lo más relevante que Juan puede decir de ellos es que eran dos, y que fueron crucificados, uno a cada lado y Jesús en medio.
Es impresionante que con esta escena de tres personas en realidad se nos retrate a toda la humanidad: el penitente salvado por un lado, el impenitente condenado por el otro y a Jesús en el medio de ambo [1]. El que quiera ir de un estado a otro tiene que pasar por Jesús.
Quizás con la intención de causar más vergüenza y dolor a Jesús sus enemigos lo crucificaron en medio de dos ladrones, exhibiéndole como si fuera el cabecilla de una banda desmantelada, pero a decir verdad causaron el efecto contrario, Jesús fue contado entre los pecadores y así cumplió la profecía (Is. 53:12). El Señor vivió en medio de pecadores y murió entre ellos, vino para dar su vida en rescate de muchos. Es más, aunque estos ladrones al principio se burlaron de Jesús, en la ocasión uno de ellos fue salvado. Su burla fue cambiada por el solitario testimonio que se dejó escuchar entre aquellas cruces: “Acuérdate de mi cuando vengas en tu reino”(Lc. 23:42).
Aparte de mandarlo a crucificar, y como era costumbre de identificar la causa de la muerte (Mr 15:26), Pilato también escribió un letrero y lo puso sobre la cruz. Y estaba escrito: Ἰησοῦς ὁ Ναζωραῖος ὁ βασιλεὺς τῶν Ἰουδαίων es decir: JESÚS EL NAZARENO, EL REY DE LOS JUDÍOS. Aunque seguramente Pilato hizo esto para burlarse de los judíos que lo habían arrastrado en su crimen, detrás de este malvado sarcasmo se proclamó la verdad más grande de todas. Era costumbre que los romanos tomaran un cartel y colocaran el nombre del criminal y el crimen cometido. Con este letrero colgado al cuello llegarían al calvario donde sería quitado de su cuello y clavado al madero. En el letrero de Jesús, siendo que, no había cometido crimen alguno, se colocó una descripción oportuna, no del delito pues no tenía, sino de su persona. Una persona tan humilde como EL NAZARENO y tan majestuoso como era EL REY DE LOS JUDÍOS.
Este letrero que se colgaba en el cuello del reo o que en ocasiones era llevado por un oficial durante todo el camino tenía dos funciones: primero, dar a conocer la causa de la ejecución para provocar temor en la gente, y segundo si algún espectador creía que la sentencia era injusta podía apelarla, en ese caso la crucifixión se detenía y el caso se regresaba nuevamente al tribunal [4]. En el caso de Jesús eso no ocurrió; nadie salió en su defensa, nadie más le acompañó, de aquellos que gritaron !Hossana al Hijo de David! (Mat. 21:9) no ha quedado ninguno; de todos los que se beneficiaron de sus enseñanzas y milagros no hay rastro; sus discípulos han sido dispersados y confundidos. El solitario Salvador va llevando su cruz por una larga ruta que atravesaba la ciudad por la que una vez lloró y en la que sanó y enseñó a tantos. Nadie abogó por el Justo.
Lo cierto es que una vez crucificado muchos judíos leyeron esta inscripción porque el lugar donde Jesús fue crucificado quedaba cerca de la ciudad; y estaba escrita en hebreo, en latín y en griego, es decir, en las tres lenguas más importantes de la época. Como lo indica Trapp:
“En Hebreo, Para los judíos que se gloriaban en la ley; en Griego paa los griegos que se gloriaban en la sabiduría; en Latín, para los romanos que se gloriaban en su dominio y poder.” [2]
Otros como los principales sacerdotes de los judíos reaccionaron y decían a Pilato: No escribas, «el Rey de los judíos»; sino que Él dijo: «Yo soy Rey de los judíos». Pero Pilato sarcásticamente respondió: “Lo que he escrito, he escrito”. Así como la divina providencia había usado los labios corrupto del Sumo Sacerdote para profetizar: “es más conveniente que un hombre [Jesús] muera por el pueblo” Jn 11:50, ahora usaba la pluma de un gobernador pagano para anunciar la verdad. Observemos con atención que a lo largo del relato Juan ha demostrado precisamente que los Dios ha escrito con la pluma de su providencia se ha cumplido a cabalidad.

B. El mezquino corazón de los soldados

Alguien dijo una vez que el evento más importante de la humanidad no fue que el hombre pisara la luna sino que el Hijo de Dios pisara la tierra. Resulta que mientras tal evento se llevaba a cabo un grupo de soldados, cuando crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos e hicieron cuatro partes, una parte para cada soldado. Es decir, que luego clavar el cuerpo lacerado del Señor Jesús, se sentaron a las sombras de esa cruz para repartirse la ropa. Barclay nos comenta que “Los judíos solían ponerse cinco artículos: calzado, turbante, cinto, túnica y manto exterior”[4]. La ley romana les daba a los soldados el derecho de hacerse con la ropa del reo[5].Pero eso no los eximía de su culpa. Este “reo” no era común, cualquiera que le hubiese mirado con detenimiento podía notar que era inocente, santo, perfecto.
El descuido y la indiferencia con la que trataron la preciosa vida que se derramaba ante sus ojos, no fue la misma con la que tomaron sus vestidos y los repartieron equitativamente entre el quaterniun (Compañía de cuatro soldados). De hecho, Juan nos dice que tomaron también la túnica; y la túnica era sin costura, tejida en una sola pieza y se dijeron unos a otros: No la rompamos; sino echemos suertes sobre ella, para ver de quién será. No puede haber una conversación más fría y malvada que esta, casi podemos imaginar los gemidos de dolor de nuestro Señor, entremezclados con esta conversación mezquina, superficial e indiferente. Han actuado con bestialidad al crucificar al cuerpo del Señor, dislocar sus hombros, y atravesar los tendones medios con clavos, pero han mostrado una delicadeza casi tierna al tratar la túnica sin costura, “No la rompamos” -dijeron. Así le paga el hombre del mundo a Cristo. Mientras vierte su sangre para salvar al hombre de su pecado, estos vierten los dados para ver a quien le sonríe la suerte y se queda con la túnica sin costura.
Hay varias cosas que mencionar al respecto:
La primera es la leyenda que gira entorno a esta túnica. Se dice que esta túnica la había hecho la Madre de Jesús para él. Si en verdad ese fue el caso, entonces la indiferencia y mezquindad de estos soldados es horrible.
Segundo, la indicación de Juan no es para que tengamos una descripción del tipo de ropa que llevaba Jesús, ni tampoco de la insensibilidad de estos soldados, que por cierto es escandalosa, sino para que veamos en Jesús al Perfecto Sumo Sacerdote, quien intercedía por su pueblo ante Dios. Esta túnica inconsúltil nos recuerda a la vestimenta que usaba el sumo sacerdote para poder ministrar en la presencia de Dios llamada “el manto del efod” Ex. 28:31-32. Jesús en esa cruz se muestra como el Gran Sumo Sacerdote que por medio del sacrificio del sacrificio de él mismo está reconciliando y uniendo al hombre con Dios.
Además, con todo este juego malévolo de los soldados, Juan comprende que se está cumpliendo la Escritura: Repartieron entre si mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes. “Por eso..” -dice Juan- “los soldados hicieron esto.” Aquí tenemos un claro ejemplo de como el Señor lleva acabo su plan sin violar la voluntad del hombre, aunque esta sea decididamente malvada. Ellos creyeron que lo mejor que podían hacer con esa rara prender de vestir no era romperla, sino tirar los dados a ver a quien se la quedada y así, inconscientemente, cumplieron con el Salmo 22:18.

C. Jesús y su madre

Ver aun hombre colgado en una cruz era algo horrible. Los ciudadanos romanos temían mucho a esta ejecución, de hecho, no solían hablar de ella porque evocaba angustia y dolores indecibles. Pero cuando el condenado era un hijo el sufrimiento era indescriptible y casi insoportable. Es en esta ocasión donde el Señor se dirige a su madre. Juan nos dice que junto a la cruz de Jesús estaban un grupo de mujeres, su madre, y la hermana de su madre, María, la mujer de Cleofas, y María Magdalena y también el propio Juan. J.C. Ryle comenta lo siguiente:
“El incidente que se documenta en estos dos versículos es maravillosamente conmovedor. Nuestro Señor no se olvidó de los demás ni siquiera en estos difíciles instantes de tormento físico y mental. No se había olvidado de sus brutales asesinos, sino que había orado por ellos “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. No se había olvidado de su compañero de crucifixión. Cuando uno de los malhechores crucificados clamó diciéndole: “Señor acuérdate de mi”, le había respondido de inmediato y le había prometido que accedería al Paraíso sin dilación. Y ahora tampoco olvidaba a su madre. La vio allí junto a la cruz y supo como sufría, y se compadeció tiernamente de su angustioso estado, sola en un mundo malo tras perder a un Hijo como Él.
Los términos en los que se refiere a ella son dignos de considerar, Juan nos dice que Cuando Jesús vio a su madre, y al discípulo a quien Él amaba que estaba allí cerca, dijo* a su madre: ¡Mujer, he ahí tu hijo! Después dijo* al discípulo: ¡He ahí tu madre!. El término Mujer para referirse a su madre ha sido usado en otra ocasión, en la boda de Caná de Galilea. Cuando su madre le dijo “No tienen vino” Jesús le dijo: “Mujer, ¿qué nos va a ti y a mí en esto? Todavía no ha llegado mi hora”. Ahora llegada la hora se vuelve a dirigir a ella en los mismos términos. Las últimas palabras que escuchó María no incluían el título de madre, sino de Mujer. Con toda probabilidad Jesús estaba trasmitiéndole a su madre lo siguiente:
Primero, que el sufrimiento que ella podía estar experimentando tenía un alivio. El que estaba colgado en esa cruz no era solo su hijo en la carne, era el Redentor, el Cristo de la promesa, El Salvador del mundo. Aquel de quien le había profetizado Simón: “He aquí, este niño ha sido puesto para la caída y el levantamiento de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción (y una espada traspasará aun tu propia alma)”. Lc 2:34–35. Verlo de ese modo, no acabaría con todo el dolor que había en su corazón pero podía elevarlo a un nivel diferente. William Hendriksen Comenta al respecto: El sufrimiento meramente emotivo de María -como cualquier mujer sufriría por el hijo que es crucificado- debe sustituirse con algo más elevado y noble, o sea, con la adoración [6]. En María debía implantarse un sentido de adoración por Cristo.
Segundo, María debía entender que ella misma tenía necesidad de ser redimida. Jesús estaba muriendo por los pecados de su pueblo y eso incluía los de ella. Debía evitar que su vínculo maternal le hiciera pensar que para ella había otra vía de salvación como la sangre, la voluntad de la carne, o la voluntad de hombre. María debía creer que Jesús era su Señor y Salvador, su Sumo Sacerdote y que estaba justo allí muriendo por sus pecados. Al llamarla mujer no quería que ella tropezara.
Lo cierto es que Jesús encargó a Juan el cuidado de María su madre. ¿Quien mejor que Juan podía cumplir con esta noble tarea? Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su propia casa.

II. APLICACIONES PARA LA VIDA

1. Pilato en esta ocasión se muestra soberbio y decidido, se ve inflexible ante la decisión que ha tomado al escribir la causa de la muerte de Jesús, pero se le vió débil y manipulable al momento de sentenciar su muerte. Pilato debió haber demostrado este mismo coraje para defender la inocencia de Jesús. Si ese hubiese sido el caso, Pilato hubiese sido recordado de otra manera, pero hoy la historia lo retrata como un hombre corrupto, conveniente y sin convicciones. Adviértase que al igual que Pilato el hombre suele comprometerse y mostrarse regio ante la cosas más insignificantes, y a su vez tener una debilidad y cobardía impresionante ante lo que verdaderamente importa. Yo no me permito -dicen los hijos de Pilato- que nadie me ofenda, pero si se permiten ellos ofender a Dios con su tibieza y desobediencia. El hombre en el hogar se puede enfurecer cuando su esposa no le atiende como él espera, pero no le preocupa que su esposa no esté sirviendo a Cristo. Los padres pueden sentirse indignados y ofendidos cuando los hijos rompen algunas de las reglas del hogar pero no se preocupan cuando sus hijos falta a la ley de Dios. La esposa se muestra odiosa cuando el esposo pasa por alto el aniversario de bodas pero le importa poco si el marido lleva con diligencia el gobierno de Cristo en su casa. Aprendamos del error de Pilato y seamos inflexibles y gallardos con lo que verdaderamente tiene trascendencia.
2. El Señor en la cruz ha sido despojado de todas sus posesiones, hasta la ropa que cargaba ese día se le fue quitada, literalmente murió sin una sola posesión mundanal, pero al mismo tiempo despojado de todo bien está venciendo a la muerte, a Satanás y al pecado, y está ganando para sí un pueblo que le serviría y amaría eternamente. Recordemos que cuando la maldición entró al mundo por el pecado de Adán ellos se avergonzaron de su desnudes y el Señor les vistió con pieles (Gén. 3:9-11,21). Al Señor Jesús ser desnudado y avergonzado por sus enemigos Dios Padre ha provisto el medio para cubrir definitivamente la vergüenza del hombre. Con Su desnudez cubrió la nuestra, al despojarse de su ropa colocó sobre nosotros un manto de misericordia y perdón eterno que nadie podrá quitarnos. Pablo dijo: "Porque conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, sin embargo por amor a vosotros se hizo pobre, para que vosotros por medio de su pobreza llegarais a ser ricos. 2 Co. 8:9.
Mientras vemos esta obra de amor, a los pies de esa cruz los soldados están pasando un buen rato repartiéndose los vestidos del Señor sin considerar ni por un instante al que han crucificado. Hoy son muchos los que llamándose cristianos juegan con las cosas mundanas a los pies de la cruz. Sus afectos e intereses están en las cosas mundo. En sus corazones no hay el mas pequeño interés por Cristo ni por su reino. Sus prioridades son las de este mundo, sus conversaciones y planes giran entorno al mundo y sus placeres. Obsérvese como llevan su vidas, como usan el día del reposo y como se comportan en la iglesia. Con sus mentes afanadas por aquellas cosas que se corrompen y gastas no pueden apreciar el evangelio del Hijo de Dios encarnado, muerto y resucitado.
3. Obsérvese el inescrutable amor de Cristo, él cual sobre pasa toda comprensión. En un estado de tanto dolor físico y emocional, rodeado de hombres malvados y rudos no dejó de hacer el bien. Se le ve orando por sus enemigos, salvando a un malhechor arrepentido y proveyendo para el futuro de su madre mientras estuviera en el mundo. Es a este Cristo a quien debemos confiar nuestras almas y las de nuestras esposas e hijos. Es a este Salvador y no a otro al que debemos darle todo nuestro afecto y adoración.
4. Jesús es el verdadero Mesías, el Salvador del mundo. No puede haber duda de eso, Juan ha demostrado como el soberano plan de Dios se ha llevado a cabo de manera precisa. Para Juan, los detalles de la repartición de la ropa de Jesús son el cumplimiento de una profecía que apuntaba al Mesías. El Dr. J.P. Free en su obra Archeology and Bible History comenta que según el Canónigo Liddon hay trescientas treinta y dos profecías distinta en todo el AT que apuntan al Mesías las cuales han sido cumplidas fielmente en Cristo, la probabilidad matemática de que todo fuera cumplido en un solo hombres es 1/84000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000[7]

Citas Bibliográficas

[1] Plummer, citado en Dods. Tomado de e-Sword.
[2] Trapp. Comentario de David Guizic. Tomado de E-Sword.
[3] Craig S. Keener. Comentario del Contexto Cultural Nuevo Testamento. Estados Unidos: Texas. Editorial Mundo Hispano (2003). p. 310.
[4]Barclay, W. (2006). Comentario Al Nuevo Testamento (p. 484). Viladecavalls (Barcelona), España: Editorial CLIE.Es
[5] Barclay, W. (p. 483).
[6] William Hendriksen. Comentario al evangelio según San Juan. (p.708). Editorial Libros Desafío (1981).
[7] William Hendriksen (p.705)
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