3. El Espíritu Santo: En la historia de la redención
Introducción
Exposición escritural
Dios habló a los antepasados en los tiempos que precedieron al nacimiento de Jesús y les comunicó su revelación. Dios es el que origina la revelación. El es la fuente, la base y el sujeto de ella. En la era veterotestamentaria Dios usó a los profetas para dar a conocer su Palabra al pueblo. Pero él no estaba limitado a hablar por medio de los profetas; el primer versículo declara que Dios hizo llegar su revelación a su pueblo en muchas ocasiones y de diversas maneras. Las palabras ocasiones y maneras tienen un lugar prominente en el original griego: están situadas en primer lugar en la oración. Entre los antepasados que recibieron la revelación de Dios estaban Adán, Abel, Enoc, Noé, Abraham, Isaac, Jacob, José y Moisés. Dios habló con Adán “al fresco del día” (Gn. 3:8) con Abraham en visiones y visitas—tanto así que Abraham llegó a ser llamado amigo de Dios (Stg. 2:23); con Jacob en un sueño; con Moisés “cara a cara” (Ex. 33:11) como un hombre habla con un amigo.
Por medio de los profetas, desde Moisés hasta Malaquías, la revelación de Dios fue registrada en forma escrita como historia, salmo, proverbio y profecía. Los profetas fueron todos aquellos santos llamados por Dios y llenos con su Espíritu para poder hablar la Palabra de modo que constituyese una revelación progresiva que anunciase la venida de Cristo. En su primera epístola, Pedro se refiere a ellos: